Aprisionada

732 Palabras
En su oficina el doctor Spencer me esperaba un poco nervioso, me indicó que tomara asiento y lo hice, he de aceptar que estaba dispuesta a decir todo lo que pensaba antes de partir de allí, hasta había planeado hablar con la prensa y liarle la existencia a ese arrogante, lo merecía -Doctora Meredith, le informo que a partir de mañana solo hará cuatro horas de sus nueve de estudio dentro del hospital, las otras cinco las compensará en un proyecto especial en el palacio de su majestad el conde Carminton director de nuestro hospital, como usted ya sabe su situación requiere de cuidados especiales y de mucho trabajo de rehabilitación, sorprendentemente él pidió que fuera parte del equipo médico que le asista durante ese periodo, se que es repentino pero estoy seguro que será de mucho aprendizaje para usted, su majestad es uno de los mejores doctores, es un excelente neurocirujano, su intelecto es basto, se graduó de la especialidad a los 23, digamos que fue un niño prodigio, sé que podrá aprender mucho de él, como todos aquí lo hemos hecho- terminó. -Entendido-exclamé -Su chofer la recogerá en los horarios que su majestad agendó para usted, mi secretaria se los proporcionará a su salida. Agradezco su gran compromiso y le aconsejo paciencia para con el director, a veces es un poco difícil-dijo Salí de allí, me entregaron el horario, en su mayoría era el nocturno, definitivamente quería doblegarme pero no se lo permitiría, será muy su majestad o director del hospital pero al final es un simple paciente más para mí, sus títulos nada tenían que ver con mi labor y se lo demostraría, -ya verás imbécil-susurré. Un nuevo día comenzó, me arreglé para la jornada del día, terminé mis horas en el hospital y al salir el chofer esperaba por mí, tal como me indicó el subdirector, me abrió la puerta y comencé a recorrer un largo camino, al menos nos tomó treinta minutos para llegar hasta el palacio, me tomé la libertad de abrir la ventanilla y observar los bellos paisajes que decoraban los alrededores, podría quedarme allí por siempre sólo contemplándolos. Llegamos hasta la entrada principal, era un lugar enorme obviamente era un castillo, la fachada era hermosa roca labrada con detalles platas, realmente impresionante, tuve que cerrar la boca con mis manos pues estaba anonadada; el hogar del chico mimado que ahora quería tenerme en contra de mi voluntad allí, en su cárcel personal. Me indicaron donde se encontraba su habitación, en el camino me topé con otro colega que estaba terminando su turno y nos saludamos con una señal de mano sin detenernos, toqué a la puerta y su voz varonil permitió el acceso -Buenas tardes su majestad, doctor, director Carminton-dije confundida- bueno realmente no sé cómo debería llamarle -Su majestad cuando estemos en palacio, doctor Carminton cuando estemos en el hospital- contestó muy serio -Entendido su majestad, ¿debo inclinarme?-cuestioné Me pareció que una sonrisa quiso salir de su rostro pero solo se recostó, cerró los ojos y dijo: -revise mis suturas, límpielas con la solución que está sobre el cajón, cuando termine lea para mí el libro que también está allí desde la página trescientos-señaló con su dedo, a las once de la noche me tocan 300 mg de antibiótico inyectado, ¿quedó claro? -Muy claro su majestad- odiaba tener que decirle así, asistirlo medicamente no era un problema, es mi vocación y tengo suficiente ética profesional, pero quererme tratar cómo su lacaya y hacerme leer para él realmente es humillante. Terminé la curación y me dispuse a leer, era un libro sobre traumatología, -Alternativas y terapias para el fortalecimiento de articulaciones-leí. Este hombre no estaba perdiendo el tiempo no sé si pretendía curarse a sí mismo o quería que yo aprendiera eso y estuviera preparada para su proceso de recuperación, aprender cosas nuevas me apasiona, si tener la opción de aprender tan fácil y cómodamente en ese sofá de lujo no me importaría ser su lacaya-pensé El libro era tan interesante que me sumergí en su contenido, realmente era una buena elección, cuando me detuve para tomar agua pues mi garganta estaba seca, miré hacia la cama y el hombre dormía tan tranqjuilamente que no parecía alguien especial, sólo un simple y convaleciente humano que a pesar de sus riquezas, inteligencia y título no podía escapar de eso que yo llamo destino.
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