Capítulo 3

1507 Palabras
Georgia Sinclair El Fairmont nunca me había parecido tan silencioso. Las veces que he estado en este lugar han sido por motivos completamente diferentes. Pero aquí estoy hoy, vendiéndome a un diablo con traje porque la culpa me consume. Camino hasta la suite con un nudo en el estómago. De vez en cuando miro a un lado y a otro, esperando, rogando, que nadie me vea entrar. «En Charleston todo se sabe». Dudo frente a la puerta, pero no hay marcha atrás. No después de haberle propuesto el trato a Ronan y que lo aceptara con esa sonrisa cruel que todavía me provoca un escalofrío. —Por James... esto es por él —me recuerdo en voz baja y llevo la llave magnética hasta la ranura. Me adentro en la suite sin pensarlo mucho. Se cierra la puerta con un chasquido seco y el sonido me recorre de pies a cabeza. Los pelos se me ponen de punta. Porque sé que no estoy sola. Él ya está aquí. Ronan Calhoun. Mi cuñado. Lo encuentro apoyado en la barra del bar privado, con las manos en los bolsillos. A pesar de la distancia que nos separa soy consciente de que su mirada baja lentamente por mi cuerpo. Él no ha encendido todas las luces y la penumbra juega a su favor, lo que lo hace más imponente, más peligroso. —Ven —ordena con voz grave. Una orden que acato de inmediato, como un soldado, porque de repente me siento aturdida. Mis pies se mueven como si tuvieran vida propia y me llevan hasta el centro de la estancia. Me detengo torpe a pocos pasos de él, sin saber qué hacer. Mis manos buscan algo de lo que sujetarse, pero termino dándole vueltas al anillo en mi mano cuando no encuentro nada. El anillo de casada. «Mal elección. Ahora me siento peor». La suite huele a madera, a whisky y a un perfume masculino que, para mi estrés, reconozco. Me obligo a levantar el mentón. Si estoy aquí es porque yo quería esto. Es para lograr mi objetivo. ¿Verdad? No hay nada que deba atormentarme. —Te dije... ven —repite, con tono duro e irritado—. Llegaste puntual, eso significa que entiendes las reglas, pero al parecer necesitas que te recuerde lo más importante... Intento hablar, pero la voz se me quiebra. Trato de dar un paso, pero él me sorprende eliminando la distancia. Se acerca sin prisa. Su sombra me cubre cuando se inclina, tan cerca, que siento el roce áspero de su barba en mi sien. —¿Tienes idea de lo que significa estar aquí conmigo? —susurra. Su aliento cálido me eriza la piel—. ¿De lo afortunada que eres por ganarte una segunda mirada? Cierro las manos en puños para no darle la bofetada que merece. Estoy aquí y debo salir embarazada de este lugar, no abandonar un trato que necesito. Eso lo complicaría todo. —Esto no se trata de ti, Georgia. Se trata de mí, de lo que quiero y que voy a obtener. Y yo no soy un hombre que negocia con delicadezas. Trago saliva. Lo miro y no veo compasión, solo esa oscuridad que me arrastra. En mi cabeza, una imagen se forma de repente. Su cuerpo encima del mío, la rudeza, el dominio que promete. Doy un respingo cuando reacciono y la vergüenza me quema porque sé que lo estoy imaginando, que estoy anticipando un acto que debería repugnarme. Ronan sonríe como si pudiera escuchar mis pensamientos. Como si supiera que, aunque tiemblo con su cercanía, hay un ansia desesperada escondida en mí. —Recuerda —murmura, dando un paso atrás—. No estoy aquí para complacerte, sino para darte una versión retorcida de lo que pediste. ¿Entendido? Su mano atrapa mi muñeca sin que lo vea venir. Esa donde no dejo de retorcer el anillo. Su mandíbula ahora parece de acero. No es un gesto duro, pero denota su control. —Este trato se cumple bajo mis reglas. Y en mis reglas no existe la palabra «no». ¿Te resistirás? Un escalofrío me recorre. Estoy consciente de que debería hacerlo, correr lejos y no mirar atrás. Porque estoy cruzando la línea más peligrosa de mi vida. Pero también sé que sin esto, sin él, mi mentira se derrumbaría y con ella la vida de Jameson. Y no puedo permitirlo. Niego. No hay marcha atrás. Ronan se aparta con la misma tranquilidad con la que un depredador deja respirar a su presa solo un instante antes de devorarla. Me suelta la mano y el cosquilleo por su toque me sube por el brazo. Camina de regreso a su lugar de antes. Se sirve un trago de whisky, lo mueve en el vaso y me observa desde su posición. El contraste me altera. Él, relajado, elegante. Yo, hecha un manojo de nervios y sintiéndome al borde de un precipicio. —La habitación del fondo —dice, con un gesto seco hacia la puerta cerrada—. Es hora de cumplir tu parte. El corazón me late con tanta fuerza que me parece que él puede escucharlo. Mis piernas tiemblan, pero camino. «Hazlo por él, hazlo por James». Me repito, porque cada paso es como una cuenta regresiva. Cuando toco el pomo de la puerta, la voz de Ronan me alcanza por la espalda. —Y Georgia… —pausa, lo suficiente para que tenga que girar el rostro—. Espero que estés lista, porque no pienso contenerme. Mi estómago se contrae. En mi mente se dibuja lo inevitable. Sé que será un encuentro rudo, sin espacio para ternuras ni ilusiones. No es eso para lo que estamos aquí. Y aunque todo mi cuerpo me pide huir, mi mano gira la manija. El aire en la habitación es espeso. O soy yo que me estoy ahogando. No me da tiempo cerrar la puerta detrás de mí cuando escucho sus pasos pesados y una nueva orden. —Quítate la ropa —ordena, sin titubear. El corazón me da un vuelco. No hay un por favor, no hay negociación de por medio. Solo órdenes secas. Mis dedos tiemblan al buscar la cremallera del vestido. Me obligo a mirarlo a los ojos mientras la bajo. —Más rápido —gruñe con impaciencia. La tela cae a mis pies y me quedo expuesta. Llevo la lencería que él exigió. Un conjunto rojo de encaje que compré esta misma mañana. Sus ojos recorren cada línea de mi cuerpo con descaro. No puedo imaginar lo que está pensando. O probablemente sí, seguro está satisfecho por tener al florero de su hermano. No es un secreto que Jameson y Ronan no tienen la mejor relación. —Mírame —exige, con tono bajo, pero no menos tajante. Levanto la vista y encuentro la chispa oscura en su mirada. Sonríe con sorna. —Estás temblando —asegura y solo entonces me doy cuenta que mis dientes castañean con los nervios—. Y aun así, mira lo que me provocas. Se lleva la mano a la entrepierna. El bulto visible en su pantalón me deja sin aire. —Estoy duro por la mujercita mojigata de mi hermano. Qué cínico de mi parte, ¿no es así? Trago saliva y siento que la vergüenza me cubre por completo. Mi cuerpo arde, y reacciona también con un escalofrío incontrolable. Su mano atrapa mi mentón cuando borra el espacio entre los dos con una zancada. El silencio que sigue es insoportable, solo escucho los latidos de mi corazón palpitando en mis sienes. Hasta que comienza. Sin previo aviso, sin espacio para pensar, toma lo que ahora es suyo. Y se regodea en ello. La rudeza que había imaginado me pone a su merced. Toma mi cuerpo, y lo hace como un recordatorio de que no encontraré ternura en él, solo poder. Poder sobre mí. Y lo que ahora soy para él. ----- Cuando abro los ojos de nuevo, mi respiración todavía es irregular. Mi cuerpo vibra con las sensaciones, con los recuerdos del placer descarnado que me dio el hombre que ahora me mira con aburrimiento. Me incorporo lentamente, desnuda, y busco mi vestido. Las tiras de mi lencería yacen en el suelo a su lado. Intento acelerar el proceso de vestirme, pero siento su mirada clavada en mí, en cada movimiento. Ronan está sentado sobre la cama, contra la pared. Desde su posición controla hasta el último detalle. Cuando por fin estoy lista, no pienso en que no llevo ropa interior, solo camino hacia la puerta. El corazón me late a toda prisa. Necesito escapar de esta suite. Y de él. —Georgia. —Me detengo en seco. Su voz me estremece, la manera en que mi nombre se desliza fuera de él—. Espera noticias mías pronto. No me atrevo a responder, solo asiento levemente y sigo mi camino. En cuanto pongo un pie fuera de la suite, sé que acabo de cometer un grandísimo error. «Pero ya no hay vuelta atrás».
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