Capitulo 4

1736 Palabras
Arnold entra a la oficina de Dimitri. Llegó tarde a la empresa, primero había pasado a hasta la oficina de su amigo Hernán Sallow, abogado criminalista. Planearon toda la estrategia para inculparlos con la evidencia que tienen. Es un juicio muy fácil de ganar. —Interrumpo —dice al ver que están todos los gerenciales y sus asistentes reunidos en la sala de conferencia que está en la oficina de su hermano. Graciela escucha la voz de Arnold, se había preparado para ese momento. Desde el día anterior cuando se canceló la reunión porque ninguno de los Stone había llegado a la oficina. Arnold mira a la castaña y arregla su traje. Sonríe ladino, Graciela hace que no lo ve y sigue anotando en un cuaderno de notas todo lo que en la reunión se estaba discutiendo. —Para nada —Dimitri se levanta de la silla para saludar al recién llegado—. Estaba por enviar a Melanie a llamarte, necesito que te hagas cargo de los asuntos legales de esta propuesta. —Arnold asiente. —Bien, pero necesito hablar con Stevenson, ya sabes que no confió en nadie más esos asuntos. —dice el menor de los Stone refiriéndose a su maestro de leyes, el abogado George Stevenson uno de los mejores notarios en la zona. —Claro, por eso te lo dejo a ti, eres el indicado para ello. —dice Dimitri volviendo a tomar asiento. —Claro, en cuanto tengas todo concreto me envías las propuestas a mi oficina. Además, voy a necesitar ayuda de contabilidad. —Graciela lo mira con deseos de matarlo—. Claro, si a Peter no le molesta que me robe a su contable estrella. —dice con una sonrisa en sus labios. —No para nada, mi mejor contable es la señorita Becker —señala a la mujer a su lado, Graciela suspira rendida, no puede negarse sin perder su trabajo. —No se diga más. —da con sus dedos en la mesa, como si buscara sacar música— Señorita Becker, desde hoy trabajará directamente para mí. —Dimitri mira a su hermano extrañado. Arnold se caracteriza por no desear estar en su oficina, no ha querido ni contratar secretaria al punto de decir que Melanie puede hacerse cargo de su agenda. —Como usted diga Señor Stone —dice Graciela mordiéndose la lengua para no despotricar en su contra. —Perfecto, Dimitri ordena que muevan todas las cosas de la señorita a la oficina que está al lado de la mía. —dice ganándose la mirada asesina de Graciela— si va a trabajar junto a mí, necesito que este en este piso. –concluye justificando el cambio, Dimitri asiente. —Bueno, creo que ya podemos dar por terminada esta junta. —dice Dimitri, todos asienten y recogen los documentos frente a cada uno. Graciela se levanta para salir, necesita estar un momento sola para quitarse la frustración de no poder ahorcar al menor de los Stone. —Señorita Becker, necesito que esté en media hora en mi oficina —dice Arnold deteniendo los pasos de la mujer que se voltea para enfrentar la mirada de su jefe. —Como usted diga —dice con sus dientes apretados. Arnold sonríe guiñándole un ojo. Graciela blanquea sus ojos y sale de la oficina como si la estuviera persiguiendo un espectro salido del mismo infierno. Los hermanos esperaron a quedarse solos. — ¿Que fue todo eso? —pregunta Dimitri interesado en lo que si hermano pueda contarle. —Esa mujer me ha robado el sueño. —dice Arnold sincerándose. — ¿De qué me perdí? —pregunta Dimitri caminando hasta su escritorio. —No te has perdido de nada, esa mujer es un hueso duro de roer, pero yo voy a mí, no tengo dudas que caerá. —dice convencido en de que Graciela será suya en cualquier momento. —No juegues con fuego —dice Dimitri alertando a su hermano—. Se ve que no es como todas. —Lo sé y eso es lo que más me gusta, la quiero para mí. —dice y Dimitri asiente. —Bueno si es lo que deseas sabes que te apoyo, pero no te quiero jugando con ella, te conozco y tu mejor que nadie sabes todo lo que he pasado por ser un idiota. —dice Dimitri recordando en los meses que pasó lejos de su ahora esposa. —Tranquilo, no voy a hacer ninguna de tus imbecilidades, si me da la oportunidad, te aseguro que la voy a valorar. —dice Arnold convencido de que ella es la mujer para él. ●●● Graciela entra a su oficina, tira los documentos sobre su oficina. —Ugrr, —gruñe, taconeando en el piso— cuanto lo odio —dice apretando su mandíbula—. Graciela cálmate, recoge los documentos necesarios para la propuesta y vuelve, demuéstrale que eres toda una profesional. Eres una mujer fuerte e impenetrable. Yo voy a ti. —dice tratando de calmarse. Ya calmada decide subir a la oficina de su ahora jefe directo. Toca la puerta y escucha cuando le da autorización para entrar. —Ya estoy aquí —dice cuando entra— ¿Por dónde quiere empezar? —pregunta decidida a salir rápido de esa oficina. —Si le digo por donde quiero empezar de seguro… — Graciela lo hace callar. —No se le ocurra pensar en esas cosas, me refiero a la propuesta. —dice seria sentándose frente al escritorio del hombre. —Bien, necesito que me expliques cada detalle, cada número y el por qué. —Graciela abre grande sus ojos, eso era mucho, pasaría toda la semana explicándolo a detalle. A Arnold no le pasó desapercibida la expresión de sorpresa de Graciela, a él no le interesa en lo más mínimo las cantidades propuestas en gastos y ganancias, solo quiere tenerla cerca. —Pero eso tomará… —Arnold arquea su ceja. — ¿Tiene otra cosa que hacer? —le pregunta y Graciela niega— Bien, podemos empezar cuando usted así lo disponga. Graciela aguanta los deseos de decirle hasta del mal que va a morir y salir para siempre de esa oficina, pero sabía bien que en ningún lado le pagarían lo que en ese momento le pagan los Stone. Piensa en su madre y en su hijo, no podía darse el lujo de perder el único sustento de la casa. Se levanta de la silla y camina hasta la pequeña mesa que hay en la oficina, esparce en silencio los documentos. —Bien, podemos empezar, espero que no haga perder mi valioso tiempo en estas tonterías. —dice a sabiendas que con cuatro cifras eran suficientes para cerrar el negocio. —Perfecto —Arnold se levanta y camina hasta ella. —comencemos entonces. Graciela comenzó explicando el presupuesto que se estableció como principal para los empleados subcontratados, Arnold la escuchaba con atención, le hacía preguntas sobre lo que ella le explica, Graciela comienza a sentirse tranquila, sus defensas comienzan a bajar el ambiente se torna cómodo. Arnold mira su reloj. —Se nos pasó la hora de almuerzo, que dices de pedir comida china y seguimos. —sugiere Arnold. —Bueno, yo… —Anda, no pasa nada, yo invito, no lo merecemos, hemos trabajado sin parar, no quiero tampoco que me acusen por abuso laboral. —le guiña un ojo. —Bueno, pero yo pago la mía. —Arnold asiente y Graciela le sonríe por primera vez. Arnold se sintió dichoso al verla sonreír. Se ve verdaderamente hermosa cuando lo hace, es toda una diosa de ojos azules y piel morena. Arnold pidió los servicios y volvió a la mesa. — ¿Podemos parar hasta que almorcemos? —pregunta llamando la atención de Graciela— Con hambre no coordino bien. —Graciela asiente. —Bien entonces esperemos. Arnold la invita a sentarse en las butacas que adornan su oficina. — ¿Podemos hablar? —Graciela se pone tensa— No te preocupes, tú solo me dirás lo que quieras. —dice Arnold suavizando todo para que ella no se niegue a hablar con él. —Solo debes saber que Derian solo fue parte de mi pasado, que ya no es nadie en mi vida. —Graciela lo mira con sus ojos llenos de lágrimas— Solo te pido que no le digas de donde me conoces, solo dile que nos vimos por primera vez ese día. —le pide al borde del llanto Arnold se levanta y se pone en cuclillas frente a ella. —No llores, te prometo no decir nada, nunca te expondría. Solo déjame protegerte. —dice tomando las manos de Graciela—. Déjame cuidarte, prometo no lastimarte. —Graciela lo mira, sus palabras se escuchan sinceras, pero ella no puede confiar en nadie, su corazón late fuerte ante sus palabras, pero su razón se niega a la posibilidad de escucharle. —No puedo, no soy la mujer para ti. —dice quitando sus manos de las de Arnold. — ¿Por qué no? —pregunta quitando un mechón de cabello del rostro de Graciela. Ella cierra sus ojos al sentir el calor de sus manos rozar su mejilla—. Déjame ser yo quien decida eso. —No, esto no puede ser —se levanta de golpe. Arnold se levanta junto a ella. —Solo contéstame el por qué —dice tomándola por los brazos. —Creo que esto es un error, no debí aceptar esta pausa, si no necesita nada, con su permiso. —Arnold niega. —No te vayas —pide Arnold. —Créame señor Stone es lo mejor que puedo hacer. – Graciela sale de la oficina con unos deseos enormes de llorar. Que le pasa cuando él está cerca de ella. Camina hasta el tocador donde se permite sacar el dolor que siente. Limpia su rostro, necesita tomar aire, no quiere que la vea afectada, salió del tocador directo hacia el estacionamiento del edificio. Arnold se queda en su oficina desorientado. Estuvo unos minutos mirando la puerta, deseando que vuelva, pero eso nunca pasa. Toma asiento en la butaca, pasa sus manos por su rostro, necesita sacarla de su cabeza, esa mujer lo va a volver loco. Toma sus llaves y sale de la oficina. —Melanie, si la señorita Becker regresa dígale que se tome el día libre. —Melanie asiente.
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