-¿Te refieres a todos los hombres?
-Todos.
-¿Tú incluido? -susurro.
-Todos -repitió él abriéndole la puerta de la cocina -. Y ahora sube a acostarte antes de que me olvide de que soy una especie de hermano para ti... y que debería estar mirando por tus intereses y no por los míos propios.
-Yo no necesito tutor, Andrade -le dijo, poniéndole una mano en el brazo.
En esa ocasiona, la mirada que él le lanzo no pudo ser mas fría.
-Quizá yo sí- agarrándola de la muñeca, la obligo a retirar la mano-. ¿No conoces el dicho? > -apretó la mandíbula -. Piensa en ello.
Y se marcho en la oscuridad.
Durante cinco días Samantha no volvió a verlo. A lo largo de ese tiempo descubrió que le resultaba todavia mas dificil trabajar en el rancho cuando él estaba ausente. No dejaba d preguntarse si habría escuchado toda su conversación con David. ¿Se habría dado cuenta de que él era el hombre que le interesaba?
Aunque, en realidad, sus sentimientos eran mucho mas profundos; lo amaba. Fue un descubrimiento tan indeseable como doloroso, porque hacia aun mas intolerable su situación.
>, se decía Samantha mientras estaba en la cama, mirando el techo, preguntándose donde estaría Juan a la una de la mañana. >. No podía hacer otra cosa que pensar en el matrimonio de Melissa y Juan, y mientras mas lo hacia mas se le desgarraba el corazón de dolor. Desvió la mirada hacia el reloj, tal y como lo venia haciendo cada dos minutos durante la ultima media hora.
-Esto es una locura, no puedo seguir así -mascullo.
Desde que tenia memoria Juan habia formado parte del rancho. Cuando sus padres fallecieron en un accidente de avión, los de ella lo acogieron como si fuera un hijo. Siempre habia sido como el hermano mayor que nunca tuvo. Jamas le habia pasado por la cabeza que alguna día terminaría enamorándose de él.
Mientras que Juan, por el contrario, seguía pensando en ella como una hermana pequeña y, probablemente, era mejor así. Si pudiera soportar las dos semanas que quedan sin dejar traslucir sus sentimientos, todo se arreglaría la final. Juan se casaría con Melissa y ella se marcharía a la Universidad.
Solo que la idea le resultaba sencillamente insoportable. Cerro un puño y golpeo la almohada.
Su inquietud se impuso finalmente. Se levanto, agarro la bata, se calzo las zapatillas y salio al pasillo. Los únicos sonidos de la casa eran el tictac del reloj de pared y el zumbido de la nevera. Una de las tablas del suelo crujió bajo sus pies y se quedo paralizada. No habia despertado a nadie. Respirando profundamente, termino de bajar las escaleras con sigilo, abrió la puerta principal y salio de la casa.
El cielo estaba iluminado por la luna, en cuarto creciente, y por las escasas estrellas que asomaban entre las negras nubes. Un aroma a madre selva y lilas llenaba el aire y el croar de las ranas era interrumpido por el ocasional relincho de una yegua llamando a su potrillo.
Casi por instinto, Samantha enfilo por el sendero que llevaba al estanque. Salto la cerca en vez de abrirla y arriesgarse a despertar a alguien. Cuando el bosque de robles y pinos dio paso a un claro y al pequeño lago de forma irregular, sonrió, se despojo de la bata y se metió en el agua. Disfrutando de su frescor, buceo hasta el fondo antes de volver a emerger.
Llevaba nadando cerca de quince minutos cuando se dio cuenta de que no estaba sola. El corazón casi dejo de latirle y se preparado para soportar una de las reprimendas de su padre.
-¿Papá? -dijo con voz temblorosa, dirigiéndose a la oscura figura apoyada en el tronco de un roble -. Papá. ¿eres tú?
Por primera vez en muchos años, Juan habia bebido mas de la cuenta. Habia salido a dar un paseo con la esperanza de despejarse. La discusión que habia tenido aquella tarde con Melissa seguía resonando en sus oídos. Melissa lo habia acusado de tener un comportamiento distante, de no interesarse en ella, y quizás tenia razón. Porque durante aquellas malditas semanas, solamente habia podido pensar en Samantha. >, exclamo para sus adentros. Unos pensamientos que no tenían nada de fraternales...
Desde que la habia visto el primer día con sus senos firmes y erguidos tensándose contra la tela de la camiseta, sus esbeltas y bien torneadas piernas apretadas con fuerza a los flancos de la yegua..., la habia deseado. Un deseo abrazador lo atormentaba con fantasías eróticas que le quitaban el sueño.
Incluso habia tenido que dejar el rancho por unos días para aclarar las ideas. Lo ultimo que necesitaba en aquel momento era enredarse con una chica de diecisiete años, la hija del hombre que lo habia criado. No culpaba a Melissa por su reacción. Desde que habia vuelto a ver a Samantha , no era capaz de concentrarse para nada en ella..., hasta el punto de que le habian quitado las ganas de hacerle el amor.
Se dejo la camisa abierta con la esperanza de que el aire fresco lo despejara. Estaba apoyado en un tronco de roble cuando escucho el chapuzon. La cabeza le daba vueltas, pero incluso en la oscuridad reconoció a Samantha, nadando desnuda en las negras aguas. Tuvo que apoyarse en el árbol para no caerse. >, rezo.
>.
Entonces la oyó:
-¿Papá?
Silencio. El corazón le atronaba en el pecho.
-¿Papá, ¿eres tú?
-¿Que diablos estas haciendo qui? - le pregunto Juan, apenas confiando en su voz.
>, pensó Samantha horrorizada. El pulso se le acelero insoportablemente. Era imposible.
-Ocúpate de tus propios asuntos -consiguió espetarle.
Un rayo de luz plateada rielo en el agua y se derramo por un instante sobre sus senos aterciopelados y sus oscuros pezones. Se habia echado la melena negra hacia taras y mantenía la cabeza bien alta, desafiante.
-No deberías estar aquí- le dijo él, con un nudo en la garganta -. Alguien podría verte.
-> me ha visto ya.
-Sabes lo que quiero decir - Juan se esforzó por despejar su mente mientras luchaba contra el deseo que lo devoraba. >
-¿Donde esta Melissa? -pregunto Samantha, que se acercaba nadando.
Juan escucho el temblor de su voz y vio el sordo sufrimiento de su mirada. >.
-No lo sé - cerro los ojos para no mirarla -. Y no creo que volvamos a vernos.
-Pero si estan comprometidos...
-Ya no - él hundió sus manos en un bolsillo de los tejanos y sao el anillo de diamantes. Al levantarlo a la luz de la luna, un destello pareció burlarse de él. Maldiciendo, no se lo pensó dos veces y lo lanzo al agua.
-No has debido hacer eso, - le reprocho Samantha mientras se acercaba a la orilla. Pero no consiguió disimular la alegría de su voz.
-Debí haberlo hecho hace mucho tiempo.
-Has bebido...
-No lo suficiente.
-Ay, Juan...- sacudió la cabeza-. Si no llevas cuidado te autodestruiras.
Sus palabras de consuelo hicieron saltar un profundo resorte en Juan. De repente este supo que estaba a punto de perder la batalla. Vio su bata y se acerco para recogerla. Con ella en la mano, se dirigió a la orilla, tambaleándose un poco.
-Sera mejor que te vayas. Es noche cerrada.
Pero Samantha se echo a reír y se sumergió bajo el agua. Saber que Juan ya no estaba comprometido con Melissa la hacia sentirse ligera, como aliviada de un enorme peso.
-Samantha...
-No te preocupes por mi -le dijo cuando emergió, apartándose el pelo de la cara.
-¿Sabe alguien que estas aquí?
-Solo tú.
-Estupendo - mascullo, irónico. Deslizo la mirada por su cuello hasta detenerla en el pulso que latía en su base. Con la visión de su cuerpo húmedo y desnudo, estaba experimentando justamente la reacción que Melissa no habia sido capaz de despertar.
-Bueno, de acuerdo - cedió ella.
Nado hasta que hizo pie y empezó a salir del agua. Juan, pese a saber que debía alejarse una vez cumplido su deber, se quedo donde estaba.
Samantha sabia que no tenia manera de esconder su cuerpo. Lo mejor que podía hacer era rescatar su bata y cubrirse con la mayor rapidez posible. Pero poda sentir los ojos de Juan recorriendo su piel, embebiéndose de cada detalle.
Él la contemplaba con la respiración contenida. Su piel blanca destacaba en la oscuridad. Gotas de agua resbalaban seductoramente por sus senos. No le paso desapercibido su leve balanceo mientras caminaba hacia él. Tenia la cintura muy fina. El ombligo apenas era un provocativo hoyuelo en su vientre.
-Ponte algo antes de que te agarres un resfriado - se obligo a apartarse. Acababa de dar el primer paso cuando vio que Samantha, ocupaba en ponerse la bata, tropezaba con una raíz y caía al suelo-. ¡Cuidado!
En seguida acudió a su lado.
-Estoy bien - dijo ella frotándose la espinilla que se habia golpeado.
-¿Seguro?
-Si, si - sacudiendo la cabeza, se cubrió con la bata-. Es vergüenza, mas que dolor, lo que tengo.
Él le sujetaba los brazos y sus dedos se demoraban en la piel sedosa. Cuando la sintió temblar bajo su contacto, le dio un cariñoso beso en una sien. Samantha suspiro, sin apartarse.
-No se lo que me ha pasado...-murmuro ella, como intentando disculpar su anterior comportamiento. Se habia atrevido a salir del agua completamente desnuda, delante de Juan. Ni siquiera habia tenido el pudor de pedirle que se diera la vuelta. Se sentía como una completa estúpida.
Juan quería consolarla, abrazarla..., hacerle el amor. >, suplico él en silencio, pero Samantha seguía mirándolo con aquellos enormes ojos ingenuos, bañada por la luz de la luna. Él sentía que su resolución se debilitaba por momentos mientras intentaba evitar que la bata resbalara por sus hombros. Aunque ella seguía esforzándose por atarse el cintaron, el pronunciado escote seguía sin cerrarse.
-¿Que..? - el se aclaro la garganta al tiempo que evitaba mirar el oscuro valle que se abría entre sus senos -. ¿Que estas haciendo aquí?
-No podía dormir.
-¿Por que?
Ella sacudió la cabeza y las gotas de agua de su pelo brillaron como diamantes a la luz de la luna.
-No lo sé.
Estaban tan cerca... Samantha podía oler su aliento a brandy, leer el deseo en sus pupilas. La idea de que la deseaba consiguio acelerarle aun mas el pulso.
-A mi también me ha costado mucho dormir últimamente.
-¿Por...problemas con Melissa?
-No. Por problemas ... contigo
-Ah.
Él alzo una mano y recorrió el perfil de sus labios con el dedo.
-En estos días apenas he pensado en nadie que no fueras tú. Y eso me ha estado volviendo loco -le acariciaba el rostro con la mirada. Deslizo los dedos todo a lo largo de su cuello, hacia el escote de la bata.
-Juan...
-Dime que me vaya, Samantha.
-Yo no...no puedo.
-Dime que no te toque, que te suelte----le rogó, pero ella se negó con la cabeza.-Haz algo, lo que sea. Abofeteame como hiciste con ese chico la otra noche.
-No puedo, Juan -gimió mientras los dedos descendían hasta perderse bajo las solapas de su bata.
La beso. Tiernamente al principio; despumes con una avidez que la abrazo por dentro. Tenia los labios fríos por el agua, pero correspondió a su vez con un beso tan excitante como el de él. El fuego que habia empezado como una obstinada brasa en el alma de Juan se convirtió en pavoroso incendio que acabo con todo pensamiento racional.
-Esto es una locura -gimió-. ¿Es que no te has cansado ya?
-No se si alguna vez me cansare de ti.
-No me hagas esto, Samantha. ¡No soy de piedra! ¡Yo solo quería hacerte entrar en razón! - pero el sordo dolor que le atravesaba la entrepierna le decía que estaba mintiendo.