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1160 Palabras
-No me digas que también tocas la guitarra.- dijo Ciro entusiasmado mientras anudaba su cabello, demasiado largo con una bandita detrás de su cuello. -Bueno.. No como vos, pero me defiendo.- respondió León, rasgando las cuerdas con pausa desde el confortable sillón de aquella habitación de lujo. -Lo que no pudo creer es que Dante vaya a debutar a lo grande.- agregó dejando la guitarra para entregarsela al hijo de Ciro, quien la tomó con esa parsimonia que acompañaba su adolescencia y sin molestarse en correr el cabello de su cara, comenzó a tocar. -Pareces mamá, ya tengo 18 años, no lo veo como algo tan extraordinario.- respondió con su voz pausada y León sonrió intercambiando una mirada con Ciro. -¿Cómo está Abril? Hace mucho que no la veo.- le preguntó con esa sonrisa que asomaba en sus labios al recordar los años en los que su padre había compartido cenas interminables con sus amigos, aún tenía la sensación de la alegría de aquellos años, la atmósfera cargada de electricidad, producto de las risas y bromas que solían jugarse. Había ansiado tener una vida como esa, contar con una amistad como la que su padre y Emma habían forjado y sin embargo allí estaba. Solo. Había escogido la otra punta del mapa para instalarse. Había evitado profundizar las relaciones, tenía miles de conocidos en la isla, pero ningún amigo y eso, ahora, que volvía a ver a Liam y a Ciro dolía más que el lugar vacío en la mesa. -Pff… si yo supiera.- respondió Ciro colocándose unos anteojos de lectura que poco tenían que ver con su atuendo rockero, conformado por esa remera gastada de Iron Maiden y sus jeans rotos. -Me niego a agrandar la letra del celular, pero los años no vienen solos.- aclaró mientras recorría los mensajes en búsqueda de uno que no estaba. No quería aceptarlo, pero la extrañaba. Habían llegado a la separación de común acuerdo, pero eso no lo había hecho menos doloroso. Si bien su vida había sido un caos de vuelos y giras, lo que más recordaba eran los reencuentros. Los años en los que ella lo había esperado con una sorpresa diferente cada vez. Con la misma sonrisa que siempre lograba contagiarse en sus labios, evaporando el cansancio y la falta se sueño, para convertirla en esos deseos imperiosos de volver a tenerla entre sus brazos. ¿Qué había cambiado? ¿Qué había ocurrido con el paso del tiempo? ¿Cómo habían bajado los brazos tan fácilmente?, se lo preguntaba con demasiada frecuencia, pero sabía que no tenía respuesta. -Emma me contó que volvió a lanzar la revista, con su propio canal de streaming y no le va mal, ¿verdad?- insistió León, sin saber que estaba comenzando a lacerar una cicatriz que aún no había cerrado. -Es buena, es lógico que le vaya bien.- respondió Ciro dejando su teléfono para quitarle la guitarra a su hijo y tocar unas notas con furia. -Lastima que tenga tan mal caracter.- agregó con una sonrisa sarcástica y León miró a Dante quien se limitó a alzar sus hombros con la displicencia propia de su edad. -No me la acordaba con mal carácter, de hecho siempre fue muy graciosa, no tanto como Maite, pero en todos mis recuerdos aparece bailando o haciendo monerias.- señaló León, sin poder aceptar la imagen de Ciro y ella separados. Los recordaba tan juntos, tan apasionados, que le costaba asimilar la separación. Si bien él solo había sido un adolescente, esas cosas se recuerdan, pensó y al ver que Ciró emitía una sonrisa de lado supo que no había estado tan equivocado. -Si, es cierto, cuánto le gustaba bailar…- dijo en un tono nostálgico que volvió a atacar fibras sensibles en su añoso corazón. -Pero el tiempo pasa para todo, incluso para las ganas de bailar, querido León. Por eso no desaproveches ni un minuto, sos muy joven todavía, tenes que exprimir la vida, como le digo a Dante, no se guarden nada, lleguen a mi edad con un largo libro escrito, con uno del cual no se arrepienten, porque lo hicieron con el alma. - dijo con su voz a punto de quebrarse, mientras tocaba algunas notas al alzar. -¿Vos no te arrepentís de lo de mamá?- se atrevió a preguntarle Dante, podría parecer inmerso en su mundo, ajeno a las discusiones de sus padres, pero a ningún hijo le gusta una separación y él insistía en recordar la infinidad de momentos felices que habían pasado los tres, por eso le dolía que sus padres estuvieran separados y viendo en León un aliado, había decidido ahondar en el tema, incluso a riesgo de que la respuesta pudiera doler más que la pregunta. -Tu mamá siempre fue la mujer más extraordinaria del mundo para mi. Un poco enojona, pero la única que logra hacerme sonreír incluso cuando estoy en el decimo subsuelo y además me dio lo más valioso que tengo en la vida, así que nunca podría arrepentirme de nada de lo que vivimos juntos.- le dijo mirándolo con una dulzura que nunca mostraba, para luego acercarse y abrazarlo. -Bueno, bueno, pa, suficiente.- dijo Dante con fastidio y Ciro lo liberó con un movimiento certero. -Si es la mujer más extraordinaria del mundo, ¿por qué están separados?- le preguntó León curioso. Ciro suspiró mientras se llevaba las manos a la cabeza. -La vida no es tan fácil, querido León. A veces querer no es suficiente.- sentenció con pena. A decir verdad, ni él mismo terminaba de comprender por qué estaban separados, y lo peor era que había perdido las esperanzas de poder hacer algo para revertirlo. -Bueno.. ¿A qué se debe el clima de velorio? ¿Acaso no estamos aquí para dar el mejor concierto de nuestras vidas?- dijo Liam al entrar junto a sus hijos que rápidamente convirtieron la sala en una fiesta. -Vamos Dante querido, dejemos a los viejitos descansar que nos esperan Miranda y Clara para ir a conocer la noche australiana.- dijo Mack tomándolo del brazo para invitarlo a acompañarlo. -No vayan a tomar mucho, y no vuelvan tarde.- dijo Liam rascándose la cabeza como si aquello aún le sonara ajeno a sus labios, pero tenía que ser un padre responsable, lo habían prometido y no le gustaba faltar a sus promesas. -Si, pa, olvidate. Vamos León, todavía no estás tan viejo como para quedarte.- señaló Mack haciendo un movimiento con su cabeza y el joven negó con su cabeza. No sería tan viejo como Liam y Ciro pero se sentía cansado y algo oxidado. Su cuerpo le pedía un descanso, una cena caliente y esa confortable y enorme cama que había visto en su habitación, pero entonces Evens habló y todo su cansancio se vio abatido por el deseo. -Mirá que viene Lola...- señaló el joven y León fingió desgano, para seguirlos a toda prisa con la única ilusión de volver a tenerla en su vida
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