Richard se trago una carcajada y los invitados sonrieron, sin saber si ella hablaba en serio. Segundos después, le agradecieron el café, le dijeron que llamara si necesitaba algo y se marcharon.
Laura cerro la puerta, volvió a la encimera, y comenzó a distribuir el resto de la masa. No conocía a ningún niño al que no le gustaran las galletas de chocolate, y esperaba que Kelly no fuera una excepción. Quería que la niña se sintiera bienvenida en la oscura casa.
De repente, percibió que no estaba sola y alzo los ojos. Lo vio, encajado entre la esquina y la puerta abierta de la despensa, una ancha sombra y unos vaqueros ajustados que contorneaban su figura hasta las caderas. Se pregunto como había llegado allí sin que lo viera.
-Me gustaría creer que lo atrajo la receta de mi abuelita, pero no soy tan tonta.
-Lista y guapa.
-¿Quiere una galleta? -Laura se erizo de rabia, preguntándose por que todo el mundo mencionaba su cara en los primeros diez primeros segundos de conversación.
-No, gracias.
-¿Es la única persona a la que no le gustan las galletas de chocolate?
-No.
-Ah no quiere salir a la luz. ¿Que otras cosas se niega por permanecer en la oscuridad, señor Smith? -lanzo una galleta en su direccion, y la mano de él la cazo al vuelo. El brazo volvió a la oscuridad -. ¿Y que le negara a Kelly?
-Las pesadillas señorita De Las Rosas.
-Llámeme Laura. Creo que solo se engaña a si mismo.
-No sabes de mi, reina de la belleza -se mofo él, sarcástico.
Tienes rozan, no se nada -golpeo el mostrados con la espátula -. Ni tu de mi..., bestia -se volvió hacia la encimera y pulso el temporizador del horno. Apretó los ojos, intentando olvidar. Ser > le había servido de bien poco; ni siquiera había sido capaz de retener a su prometido.
-Laura -Richard se pregunto por que aprecia tan dolida. El nombre sonó como un gruñido profundo, como un trago de whisky, y Laura lo paladeo, percibiendo una compasión no deseaba. Lo hombres, la gente, se fijaba en su rostro, era natural. Y Richard era un hombre. ¿Que otra cosa podía esperar?
-Lo siento -le dijo -. Eso ha sido muy cruel.
Te has enfadado -Richard había oído cosas mucho peores, y la pulla no lo había afectado en absoluto-. Dime por que.
-No es nada -replico ella, colocando las galletas en un lata y tapándolas.
-Mentirosa.
-Volvemos a insultarnos, ¿he? -chasqueo la lengua, fue hacia la nevera y saco carne y verduras. No se conocían lo suficiente para que le contara su pasado, ni sus problemas. Tenia mejores cosas que hacer. Puso la carne a marinar y pelo y corto las verduras consciente de su mirada, sentía su calor como si estuviera junto a un fuego -. Estas observándome.
-¿Como lo sabes?
-Lo noto.
-¿Y que sientes? -inquirió él.
Laura se quedo quieta. Sus palabras le sonaron intimas, casi como se las hubiera pronunciado en un momento de pasión y se le acelero el corazón.-Casi una invasión -echo las verduras en un cuenco -. Y no me gusta.
-Eres una mujer como para caerse de espaldas, Laura. ¿Que hombre no te miraría hasta saciarse? Debes estar acostumbrada.-Si. Sé muy bien cuanto valora la gente el físico -murmullo ella.
-Yo también -comento él con amargura.
-Bueno entonces ya tenemos algo en común -saco la ultima bandeja de galletas del horno y se volvió. Se había ido percibió su ausencia como si un viento helado se azotara el rostro.
-Eso tampoco me gusta nada, señor Smith -grito con fuerza. No hubo respuesta, pero no la esperaba. Richard Smith hacia lo que le venia en gana y el resto del mundo le importaba poco.
Richard bajo por la escalera de servicio para llevar la bandeja de la cena a la cocina. Aclaro los platos, los metió en el lavavajillas y se comió una de las galletas que había en un plato sobre la mesa. Atravesó el comedor camino de la biblioteca, pero percibió una corriente de aire. Frunció el ceño, entro en el salón y se quedo paralizado. Todos sus muslos se tensaron al verla en la oscuridad. El ventanal estaba abierto y ella, de pie en el porche, apoyaba las manos en la barandilla. Una bata de gaza verde ondeaba a su espalda como el estandarte de un cabello y tenia el rostro alzado hacia el cielo oscuro. El viento jugaba con su cabello cobrizo. Mas allá, el mar se estrellaba contra la playa. A Richard le pareció que veía un ángel.
-¿No es fantástico? -pregunto ella. Él se quedo callado, sintiéndose atrapado en su propia casa -. ¿No crees? -insistió ella, girándose ligeramente hacia él.
-¿Te gusta este tiempo? -pregunto Richard, sabiendo que ella no podía verlo.
-Es mi tiempo preferido -Laura miro de nuevo el mar. A lo lejos destellaban relámpagos -.Tormentas, truenos y lluvia torrencial.
Richard comprendió que se había dado vuelta para que pudiera acercarse, o irse, sin que lo viera. El gesto lo emociono y, al mismo tiempo lo intranquilizo . ¿Y si de repente encendía la luz y se ponía a gritar? Aun así, no pudo resistir la tentación de acercarse. Salio al balcón y se apoyo contra el ventanal.
-Gracias por la cena -ella se la había dejado en la puerta, sobre una mesita.
-De nada. No tienes por que comer allí arriba solo.
-¿Sugieres que comamos como gente civilizada?
-¿Por que no?
-Creo que sabes la respuesta.
-¿Y que le voy a decir a Kelly? >.
-Dile lo que creas conveniente -dijo él dolido.
-Sé que te importa, Smith. He visto su dormitorio.
-Que no quiero que me vea no implica que no desee que este cómoda aquí. ¿No lo entiendes? Es una niña. Un vistazo a lo que queda de mi cara y tendrá pesadillas durante una semana -negó con la cabeza -. Prefiero evitarnos eso a los dos.
Laura se acerco y noto que se ponía rígido y se cruzaba de brazos. Era una postura tan defensiva que supo que no podía llegar a él, al menos en ese momento.
-¿De veras crees que una niña se conformara con migajas?
-Te tendrá a ti.
-Soy una desconocida -susurro ella.
-Yo también.
-Eres un hombre imposible -exclamo Laura con frustración, apretando los puños.
-Quiero protegerla -dijo él, tras un silencio.
-Evitar que te conozca no es la manera.
-¿Eres una autoridad en niños? -pregunto él con incredulidad.
-Tengo experiencia.
-¿En serio?
-No te gusta que la gente te vea desfigurado, y te escondes -dijo ella deseando darle una patada -. Pero tú eres igual. Ves lo que quiere Smith. No tengo hijos, pero desearía tenerlos. Fui directora en la embajada durante años y estudie psicología infantil, eso debería servir para algo. Ademas, soy la mayor e cinco hermanos. ¿Te vale con eso? -enfadada, se aparto de la barandilla para entrar, pero él la agarro del brazo y la atrajo hacia el ventanal.
-Si, me vale. Laura se quedo sin aliento. Era un hombre enorme; sus dedos le rodeaban el brazo por completo y se sintió completamente inmersa en su presencia. Su aroma varonil y el peligro de estar con él envuelta en sombras la enredo como una cuerda de seda. Sintió la fuerza de sus piernas y el calor de su cuerpo. Era demasiado misterioso y demasiado embriagador.
Sin embargo, no era su soledad ni su amargura lo que la atraía. Era el hombre: el que había sufrido y sobrevivido, el que no permitía que nadie se le acercara, el que protegía a los demás al tiempo que se protegida a si mismo. Vio la sombra de su cabeza inclinarse y supo que deseaba besarla. Casi deseo que lo hiciera.
-Hueles a... libertad -susurro él, mientras cada célula de su cuerpo le gritaba que era un hombre y ella una mujer cálida y bella.
A pesar de que Laura oyó campanas de alarma en su cabeza, aunque sabia que estaba allí, disponible, y que probablemente era el primer contacto físico que Richard Smith tenia en años, no pudo resistirse al deseo de tocarlo; alzo la mano y la puso sobre su pecho.
Él inhalo con fuerza y se aparto, adquiriendo conciencia de lo que estaba haciendo.
-No quiero tu compasión, y esto esta mal -dijo, apartándola. Laura se tambaleo y él se adentro en la casa, de vuelta a su cueva.
Ella deseo decirle que en ese momento, en sus brazos, compasión era lo ultimo que había sentido.
Lo ultimo de lo ultimo.
Era un tonto. Estúpido como él que mas.Estaba claro que no había aprendido nada cuando su mujer lo abandono, o no habría tocado a Laura. Sentado ante el escritorio, de espalda al amanecer, Richard tecleo, cometió media docena de errores y aparto el teclado. Se recostó en la silla de cuero, cerro los ojos y volvió a sentir la impronta de su cuerpo contra el suyo, la suave y dulce femineidad que deseaba explorar.
Cualquier hombre lo deseara. Su cuerpo era curvilíneo y sensual, y su forma de andar era como para volverse loco. No solo había sido estúpido tocara, pensar en ello iba a desquiciar lo del todo. Sacudió la cabeza. Soportarlo iba hacer mucho mas dificil de lo que había pensado.
Se recordó que era la niñera. Una empleada. Se puso en pie y fue a la ventana. De empleada nada, era el sueño de cualquier hombre. Y pasaría mucho tiempo allí, tentándolo.
Richard miro la playa. Delicadas huellas marcaban la arena y supo que eran de Laura. Se pregunto si llevaría a Kelly de paseo a buscar caracolas, y si la niñera seria feliz ali. ¿Le gustaría su dormitorio, o se sentiría abrumada y temerosa? Las preguntas martillearon su cerebro y tuvo que reconocer que no tenia ni idea de como educar a una criatura de cuatro años. Pero Kelly era lo único que le quedaba en el mundo, y haría cuanto pudiera por ella, le ofrecería todo. >, rezono la voz de su conciencia, y lo asolo el remordimiento. Lo preocupaba traumatizar a una niña inocente e impresionable.
Laura seria perfecta de momento, era una mujer encantadora y sospechó que a Kelly disfrutaría por fin; llevaba semanas pasando de mano en mano, desde que su madre se mato. Ni él ni Andrea tenían familia. Un policía lo había informado de la muerte de su mujer; cinco días después, un notario ejecutor del testamento de Andrea, le comunico que tenia una hija. Katherine, siguiendo sus instrucciones, había rescatado a la niña del departamento de Acogida de Menores, había buscado a una niñera y organizado todo para que se reuniera con él.
Andrea le había ocultado que tenia una hija. Y él haba tenido mucho tiempo para pensar en la mujer que consocio en un baile de caridad y con la que se caso siete años taras. Andrea había sido una belleza, frágil como una muñeca de porcelana, pero se volvo egoista y acaparadora; le gustaba más su estilo de vida que él. Criadas, cocinera, viajes...cuanto más le daba más pedida. Pero cuando le dijo que quería tener hijos y dejar de viajar, ella se negó y discutieron hasta que lo convenció. Debía de haberse quedado embarazada la noche anterior al accidente, en la playa. A pesar de todo, cuando él perdió el atractivo con que la había conquistado, lo abandono. No poda reprocharle, era una mujer dedil e inmadura, y él también haba cambiado, por dentro y por fuera. Se pregunto que le harria contado de él a Kelly. Con un suspiro, volvió al ordenador, hasta que escucho una suave voz por el intercomunicador.
-Mucho trabajo y poco alimento, convierte al señor Smith en un tormento.
Richard movió la cabeza de lado a lado, sonriendo, y pulso el boto del intercomunicador.
¿Has cocinado? -pregunto, hambriento.
-Si, y Sergio no puede ni con la mitad -hizo una pausa y añadió, pensativa-. nunca he sido capaz de cocinar para menos de seis personas. Menos mal que me gustan las sobras, ¿no?.
Richard se pregunto si alguna vez estaba de mal humor y agradeció que no mencionara la escena de la noche anterior. No quería que lo considerara un animal en celo, ni que le tuviera lastima. Se había comportado como un idiota, pero le hubiera gustado saber si ella sintió la misma atracción, el mismo calor que él. Ni siquiera Andrea había conseguido excitarlo así, a pesar de que la amaba.