Catriel Mascherano
Eran tan diferentes pero tan iguales a la vez. Tenían la misma mirada, tan inocentes, como si el mundo ya no les hubiera hecho el suficiente daño.
Yo por otro lado estaba tan jodido, tan dañado, y ese mismo daño que tenia se lo devolvía a todo el que estaba a mi alrededor. Hace tanto tiempo que no sé lo que es la felicidad, tengo tanto tiempo que no la siento.
Pero con ella, no sé lo que me paso, la vi y sentí algo en mi pecho, algo que estaba guardado por tanto tiempo, cosa que me molesto y que fuese ella quien me hizo sentirlo me enfado tanto que no me quedo de otra que hacerle daño, no era mi intensión, no puedo controlar esto.
Ella tiene ese mismo carácter que ella, solo que un poco más débil. Quiero descubrir más de ella, pero a la vez la quiero lejos de mí, la lastimare, igual que paso con ella.
Ella era mi mundo entero, la razón por el cual quería mejorar cada día, pero como nada dura para siempre, el destino fue tan cruel que me la arrebato sin más.
Sé que Olivia vino aquí, mandada por el diablo para hacerme sufrir, para que el caos se vuelva a desatar, y eso no lo permitiré, prefiero dañarla a ella antes que ella lo haga conmigo.
[…]
Olivia Scott
Camino apresurada entregando pedidos, este día últimamente ha estado algo movido, muy raro la verdad, porque desde que trabajo aquí casi ni vienen personas, pero hoy ha sido diferente y la propina muy buena la verdad, algo que me viene bastante bien.
A pasado un mes desde que estoy en esta ciudad y todo ha resultado bien, nadie me molesta nadie me hiere, una vida absolutamente normal y me gusta, me gusta mucho porque nunca había sentido tanta tranquilidad en mi vida. Tengo verdaderos amigos hasta ahora, tengo un empleo que aunque sea poco es algo. Todo está en un mejor estado.
He evitado a Catriel pero por cosas del destino me lo vivo encontrando en todas partes, pero lo peor de todo es que en ninguna de esas ocasiones me quita la mirada de encima y no negare que me gusta que lo haga es solo que algunas veces su mirada es algo extraña.
No negare que me dolieron sus palabras porque si lo hicieron, solo que he decido no martirizarme más por las cosas, he decido hacer un cambio y espero poder lograrlo.
Ya no deseo ser esa chica con mirada vacía y con una sonrisa fingida. Estoy en una ciudad nueva, con amigos una casa nueva, todo va a la perfección así que ¿Por qué no hacer un cambio ya que todo se está poniendo en orden?
Después de entregar pedidos voy al baño por un minuto así que dejo a una de mis compañeras a cargo de mi mesa. Al estar en el baño hago mis necesidades y miro mi teléfono percatándome de que tenía muchos mensajes.
Aun no me acostumbro a esto.
*Hoy a las ocho fiesta en casa de Neal*
Leo el mensaje que me había dejado Adrián respondiendo con un simple ok. Salgo del baño y sigo con mis ocupaciones.
Llego a casa agotada pero antes de entrar veo a un chico alto y delgado parado en la capota de un auto gris, este vestía de n***o su cabello era marrón, su piel era tan pálida que con cualquier acción ya tenía un moretón, su mirada era entre atrevida y misteriosa, algo sumamente extraño.
Me di cuenta que me estaba mirando sin ninguna expresión y ahí entendí que me le había quedado mirando como boba, entre rápido a casa y cerré la puerta dando un estruendoso portazo. Mi madre no estaba en casa y agradecí por eso no quería recibir un regaño por lo que acababa de hacer.
Voy a la sala y miro por la ventana con curiosa queriendo saber si ese chico aún seguía ahí, y si lo estaba y para mi mala suerte estaba mirando hacia mi dirección. Cerré la ventana de golpe y me senté en el sofá respirando con dificultada.
He pasado otra vergüenza, normal en mí.
No sentía nada por ese chico ni siquiera llamo mi atención en ese sentido y tampoco no lo conozco como para decir que me gusta, es solo que por muy extraño que sonara me daba curiosidad.
Veo la hora y son las siete y cuarenta, hoy Salí más temprano que nunca, me encamino rápido hacia mi habitación y me doy una ducha de cinco minutos, me visto con algo sencillo, dejo mi pelo suelto y me coloco algo de perfume.
Salgo de casa y me dirijo a tomar un taxi, al llegar a la casa de Neal me quedo más que sorprendida y no sé porque lo hago he de esperarse que la casa estuviera repleta de personas, digamos que los chicos son algo así como populares, a todos les caen bien y con todos hablan.
Entro a la gran misión y la música retumba en todo el lugar, veo a chicos bailar, otros besarse o casi haciendo algo más y otros solo charlan animadamente. Visualizo a los chicos y me encamino hacia ellos.
Cada uno me saluda alegremente al sentir mi presencia, Neal me alza en el aire diciendo lo hermosa que me veo al igual que los demás, yo solo me sonrojo como es de costumbre.
Empezamos a charlar, Dafne una de nuestro grupo empieza hacer una de sus locuras, ella al igual que Adrián y Neal son los que nos hacen reír, por otro lado Nathan y yo somos los más tranquilos aunque este a veces se le cruzan los cables y se vuelve igual o peor que ellos.
—Vamos a bailar guapa — negué. Pero este me llevo a la pista a la fuerza, lo miro molesta y Adrián solo se alza de hombros empezando a moverse —Solo tienes que dejarte llevar, siente la música.
Nunca en mi vida he bailado, o sea, no se bailar soy un desastre haciendo esto, la última vez que lo intente fue en mi habitación y termine tropezándome con mis pies.
Soy un total desastre en esto.
Lo veo y niego intentando salir de la pista improvisada, él me detiene halándome del brazo pegándome a su torso, empieza a moverse conmigo, siento mis mejillas calentarse y se por su risa que tengo la cara completamente roja.
Empieza a sonar una canción más movida que la anterior, eso lo hace moverse con más ritmo. Intento separarme pero este me lo impide sacándome la lengua como si fuese un niño.
Rio sin poder evitarlo y me dejo llevar aunque la vergüenza me esté matando. Empiezo a seguirle los pasos con algunos fallos en el proceso.
—Lo estás haciendo bien guapa. Solo déjate llevar por la música — tomo mi cintura y empezó a guiarme. Lo seguí —Vez no es tan difícil. Lo haces bien chica.
Sonreí. La verdad no era tan difícil, pero había momentos en los que tropezaba, aunque daba igual estaba aprendiendo.
Entre bailes y tragos de por medios decidí ir al baño. De repente sentí como si estuviera en un déjá vu, como si esto ya lo había vivido.
Le pido a uno de los chicos indicaciones para ir al baño y este me las da.
Camino hacia un pasillo poco iluminado abro una de las puertas rogando que este sea el baño y para mi suerte este es. Entro hago todo lo que tengo que hacer, al salir choco con un pecho algo duro.
—Perdón no te vi — me disculpo levantando la mirada hacia aquella persona. Me quedo boquea abierta al ver al sujeto que tengo al frente.
—Como sea — su voz era gruesa y puedo decir que muy atractiva igual al dueño.
¿Olivia eres tú? ¿Qué te está pasando?
No lo negare esta guapo muy guapo. Este tipo me calienta más que sol de verano y eso, que dije que no me atraía en lo absoluto, pero verlo de cerca a cualquiera le daría tres orgasmos visuales.
¿¡Dios que me está pasando!?
Él se va dándome una última mirada dándome una sonrisa de lado, algo burlona. Nuevamente creo que me quede mirándolo como boba.
Camino hasta estar frente a los chicos y estos ni cuenta se dieron de mi expresión avergonzada o del porque estoy transpirando como una marrana.
Todo a mí alrededor da vueltas y todo lo que hago solo es reírme. Los tragos se me habían pasado, miro a mis amigos de lejos y creo que ellos están igual o peor que yo.
Camino entre la multitud que están casi teniendo sexo y salgo de la casa por aire fresco. Sentía que el vómito en algún momento iba a salir, mi calor corporal estaba por los aire, mi lengua se controlaba por si sola. Me había pasado el resto de la fiesta así, haciendo tantas locuras y eso solo se lo debo al alcohol en mi sistema, y de cierta manera esto no me gustaba, era mi primera vez borracha y no me gustaba. Siento que puedo hacer cualquier cosa y no tendría pena alguna.
Me tiro al pasto bien podado y miro a los pocos chicos que había afuera; unos vomitan, otros dan vueltas como locos, otros se ríen y los demás solo estas acostado hablando unas que otras tonterías. Rio de nuevo como si me hubieran contado el más grandioso chiste de mi vida. En mi subconsciente solo pienso como llegare a casa si los chicos también no están en sus cincos sentidos.
— ¿Qué más da? — digo para mí misma con la voz arrastra. Y rio a carcajadas de lo patética que me escucho.
— ¿Riendo sola? — dice alguien tras de mí. Volteo y veo aquella persona, esta con los brazos cruzados recargado del árbol que estaba allí.
Se me tan malditamente atractivo, su piel blanca aún se vislumbra por la oscuridad, sus ojos solo están puesto en mí y solo en mí. Saca de su boca el cigarrillo que traía y expulsa el humo por el aire haciendo que se viera más rudo de lo que ya se ve.
Se acercó a mí y se tumbó a mí lado, no aparte mi mirada de su silueta en ningún momento. Así de cerca parecía un maldito ángel en cuerpo de demonio.
¡Maldición! Como odio el alcohol no volveré a beber jamás en lo que queda de mi vida, me hace sentir como una adolescente hormonada.
— ¿Cada vez que me veas te quedaras como idiota? — dijo mirando a la nada. Fruncí el ceño.
—No tengo la culpa de que estés como Dios manda — mis mejillas se tiñeron de repente al oír lo que acabo de decir. Él chico rio ¡Y por los santos dioses! Tiene la sonrisa más hermosa que he visto.
—Ya me caes bien pitufa — lo mire indignada por tal apodo.
—No me digas pitufa, tengo nombre por si no lo sabias — él me miro con una sonrisa de lado y se cruzó de brazos.
— ¿A ver cuál es? — cuestiono con arrogancia.
—Olivia — dije con la misma arrogancia que él. No sabía de donde está sacando tanto valor para hablar de esta forma. ¡Ah sí, el alcohol!
—Que nombre más feo. Me gusta más pitufa — dijo alzando una ceja mientras le daba una calada a su cigarrillo, lo mire con la boca abierta por su comentario. Este tipo ya no me estaba cayendo para nada bien.
—Pitufa suena más feo, estúpido ogro — se carcajeo con sorna. Antes de que volviera a decir algo un chico se acercó a nosotros llamando nuestra atención.
—Ya tenemos que irnos Alaric — dijo él chico con un acento que me pareció sexy.
Y si, no volveré a beber.
Él chico a mi lado que ahora sé que se llama Alaric se levantó y antes de irse se despidió de mi extendiendo su mano, la acepte algo dudosa, al sentirlo una corriente paso por todo mi cuerpo alojándose en mi vientre, cerré las piernas de golpe por tal sensación.
—Nos volveremos a ver, pitufa — dijo dándome una sonrisa de lo más atractiva.
Cálmate Olivia, cálmate.
—Espero que no, ogro — le de volví la sonrisa con arrogancia en ella.
Dio una leve risita y se alejó soltando mi mano, él chico que nos vino a interrumpir nos miró extraño y luego se fue con Alaric.
Doy un leve suspiro. Este chico me hace sentir tanta adrenalina que no tiene explicación, es como si me hubiese hechizado en algún sentido y la verdad espero volver haberlo, su presencia me hizo sentir entre extasiada y bien a la vez.
Me quejo incomoda por la luz que da directo a mis ojos, los abro lentamente pero al instante los cierro, había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior. Me cubro con las sabanas, un fuerte dolor de cabeza me frunce el ceño con molestia y sin más salgo corriendo al baño al sentir el vómito salir, suelto todo dentro del retrete siento el asqueroso sabor agrio salir de mi boca, al terminar me levanto del suelo y voy directo al lavamanos a enjuagar mi boca pero al mirar mí reflejo me detengo en seco.
Mis ojeras son más notorias que nunca, mi cabello esta vuelto un desastre, en resumen, me veo totalmente asquerosa. Todos los recuerdos de la fiesta llegan a mí, desde bailar, beber y hacer locuras con los chicos hasta estar hablando con Alaric.
Vergüenza y felicidad siento en estos momentos; vergüenza por toda la estupidez que hice y felicidad porque por primera vez en mi vida me divertí.
Hago todas mis necesidades, como ducharme y cambiarme de atuendo. Bajo a la cocina donde estaba mi madre preparando el desayuno. Esta me mira con cara de asombro.
—Te vez terrible cariño — dijo poniendo un plato de tostada frente a mí.
—Ya lo sé, ni que lo digas y el dolor de cabeza me está matando — bebo un sorbo del jugo de naranja que me serví.
—Las consecuencias del alcohol, querida — se sentó a mi lado dándole un mordisco a su tostada mirándome burlona.
—Nunca en mi vida volveré a beber.
—Eso mismo decía yo — comento riendo. Empecé a desayunar mientras charlábamos, aunque eso era lo que menos quería.
Termine de desayunar, subí rápido a mi habitación buscando alguna píldora que me quite este dolor, al encontrarla me la bebo y me tumbo en la cama.
De repente escucho mi ventana ser abierta y por esta veo entrar a Catriel con una mirada ¿Molesta?
Me paro de donde estaba desconcertada, ¿Se le hará de costumbre entrar a mi habitación así siempre?
— ¿Qué ha… — no lo vi venir, en ningún momento vi venir eso. Mi corazón estaba a mil por hora, mis ojos estaban más que abiertos. Su boca estaba pegada a la mía, sus labios eran suaves y su aroma era adictivo. Olía a cigarrillos con chocolates.
Mis ojos se cerraron lentamente, su mano se enrosco a mi cabello como si le costara soltarme. Entre abrió sus labios provocando que los míos lo imiten, era delicioso, simplemente delicioso. Un sentimiento se instaló en mi estómago, no era malo más bien era agradable. Me sentía flotar en una nube, todo a mi alrededor desapareció, solo éramos él y yo.
Catriel rompió el beso dándole un leve chupón a mi labio inferior, rozo mi nariz con la suya en un gesto que mando corriente a todo mi ser.
—Eres mía — abro mi ojos y su mirada esta clavada en los míos. Se va de mi habitación por el mismo lugar donde entro sin decir y hacer nada más.
¿Qué acaba de pasar? ¿Catriel me beso? ¿Soy suya?
Estaba tan confundida. Toco mis labios cerrando los ojos, mi primer beso, mi primer beso fue con Catriel y me encanto. Aun siento el sabor a cigarrillos y a chocolates en mis labios.
¿Pero porque hizo eso? No entras a la habitación de una desconocida y solo la besas porque si, no claro que no, debe de haber algún motivo y para colmo dice que soy suya, pues no, yo no le pertenezco a nadie. No soy un objeto a lo que vienen y le pueden decir que tiene dueño.
¿Quién se cree él? Después que me trato así viene y se roba mi primer beso como si nada. Pero yo soy peor que lo deje, en vez de alejarlo de mí y pedir que se fuera de mi habitación.
Suspiro tirándome nuevamente en mi cama pensando en eso y solo en eso.
[…]
Catriel Mascherano
¿Qué mierdas hice? ¿Qué putas mierdas acabo de hacer? Ahora ella se hará ilusiones de cosas que no son.
Soy tan malditamente impulsivo ¡Joder! La rabia me gano y solo hice lo primero que me paso por la mente.
Escuchar a Alaric decir que conoció a una chica y que para rematar que sea ella me lleno de una furia incontrolable. Le gusto, a ese malnacido le gusto mi chica, mía. Yo la vi primero es mía por derecho y no dejare que él la tenga.
Soy tan hijo de puta que prefiero tenerla aunque no la quiera que dejar que otro más la obtenga.
Aun siento sus suaves labios en los míos, fue como estar en el paraíso, había querido no despegarme nunca de ellos, sabia tan exquisita y en la forma tan torpe que me siguió supe de inmediato que yo le había robado su primer beso, eso me lleno de tanta satisfacción.
— ¿En qué tanto piensas? — cuestiono Merry tocando mi pecho desnudo. Repare en su desnudes, era hermosa eso no se podía negar, tenía una belleza inigualable, su cuerpo era precioso todo en ella lo era, podría tener a todos a sus pies, pero lamentablemente no me tenía a mí y eso era lo que ella pretendía cosa que nunca le permití, ni le permitiré jamás.
Ella para mí era solo sexo, un cuerpo más que utilizaba solo para desahogarme y eso ella lo tenía muy en claro, aunque no le importaba en lo absoluto. Sabía el tipo de persona que era Merry, la puta personal del que quisiera cogérsela. Su belleza no quitaba lo inútil que era, pero en lo único que no era inútil era en la hora de follar, era una experta “La experiencia hace al maestro” y en eso ella tenía bastante experiencia.
Me levanto de la cama tomando mi ropa y colocándomela, esta me mira con el ceño fruncido y yo solo paso de ella.
— ¿A dónde vas? — dijo con un puchero que le quedaba de lo más ridículo.
— ¿A dónde crees? Me largo — termine de colocarme las botas, de un momento a otro la tengo montada a horcadas sobre mí.
— ¿Pensé que te quedarías? — aburrido de tener siempre esta conversación, me levanto con ella encima y la tiro bruscamente a la cama.
—Sabes bien que yo no duermo con nadie — me mira molesta y antes de que ella protestara me largo de su casa.
Me subo en mi auto y antes de arrancar prendo un cigarrillo dándole una calada. Aprieto el volante al sentirme frustrado pensado en una sola cosa, el beso, el beso de Olivia y yo.
La tengo que alejar de mí pero por muy ridículo que sea también la quiero para mí y solo para mí. Soy muy egoísta y no me gusta compartir y menos con mis amigos.