Capítulo 4

1114 Palabras
 A la madrugada del día siguiente cuando lord Edric se levantó, observó a la joven dama que se encontraba recostada sobre la cama apunto de despertar.   Como buen caballero que se consideraba, se levantó, se acomodó rápidamente y salió de la habitación para poder darle lugar a Elizabeth para que se vistiera cómodamente y bajó para poder pagar la habitación y el alimento consumido.  Una vez terminado su labor y viendo que la joven tardaba, se dirigió a preparar el carruaje para poder seguir viaje.  Beth luego de dejar que su doncella le acomodase y cambiase el vestido de viaje por uno más limpio, descendió por las escaleras y fue directamente a agradecer todo al posadero y disculparse por no haberse ido a presentar antes.   El buen hombre le dejo claro que no tenía que disculpase ya que su ¨esposo¨ le había comentado que se encontraba demasiado cansada por las horas que habían viajado. Ella dejando pasar la palabra ''esposo'' ya que era lo que los demás debían creer por haber ocupado la misma habitación y suspiro cuando él jovial hombre pareció creerse sus escusas, se despidió rápidamente y se dirigió hacia el carruaje donde Edric la esperaba pacientemente.  Una vez intercambiados los saludos de buenos días, subieron al carruaje para seguir viaje.   El transcurso de viaje esta vez fue un poco más llevadero, hablaron del clima, de geografía e incluso hasta un poco de política, Edric no era de los que pensaba que las mujeres no podían participar en estas clases de temas, es más que cuando llegara el momento de contraer matrimonio (que esperaba que faltara mucho tiempo para dicho acontecimiento) elegiría a una mujer con la que pudiera hablar de tales temas. él no quería a una mujer insulsa a su lado.   Pasado el mediodía llegaron por fin a Londres donde se despidieron cortes mente, como dictaba las reglas de la alta sociedad, dejando al marques en su casa y Beth siguiendo camino a su respectivo hogar y, sin dejar ver lo cómodo que se había hecho la compañía del uno con el otro.  Al llegar a casa Beth descanso, se acomodó un poco y de muy pocas ganas fue hacia la habitación de su padre, quien al verla hizo una mueca de disgusto.  -padre- dijo Elizabeth acercándose a la cama donde su padre estaba acostado  -veo que has llegado- dijo el hombre mayor, amargado y con voz dura- no te acerques-la miró con desprecio y continúo descargando su veneno sobre ella- ni siquiera entiendo que haces en mi habitación, vete, fuera-le grito. Beth sin poner mucha resistencia se marchó de los aposentos de su padre y se encamino a los establos.   Necesitaba pensar un poco.  Sus pensamientos iban de un lado al otro, desde extrañar Escocia, su raro viaje y las crueles palabras de su padre.  ¿Qué le había hecho ella? ¿Es que nacer mujer era un pecado? ¿Había tal vez cometido algún error cuando era niña y por eso su padre estaba enojado?, sus pensamientos no la dejaban en paz, la atormentaban.  Intentando despejar su mente, paseó entre los establos hasta que diviso su caballo favorito. Era un caballo de r**a pura, y aunque no era considerado propio de una dama cabalgar con un caballo de r**a pura, ellos no vivían tan cerca de la urbanizada Londres por lo que no eran muchos los que podían verla.   Aseguró sobre el animal la montura y comenzó a cabalgar hacia el lugar donde siempre iba cuando era pequeña. Sentía que debía escapar un momento de los malos tratos de su padre, aun cuando recién habían comenzado.   Su destino: un riachuelo que estaba cubierto por sauces llorones, con sus hojas que caían creando a cortina que le brindaba privacidad para poder leer un poco y pensar. Era el lugar ideal, un lugar donde hallar paz, y tal vez entre tantos pensamientos, una respuesta.  Mientras, Edric había podido llegar a tiempo al nacimiento de su sobrino. Era él bebe más lindo que había conocido, (aún cuando no había conocido muchos) pero por mala suerte no había podido disfrutar ni un momento del momento ya que, y bien vio el hermoso rotro tan parecido al de su hermana, se le acercó el mayordomo y eso, en su caso nunca era una buena noticia. -disculpe mi lord, su padre desea verlo ahora en su despacho- Edric, sabiendo que un "ahora" de su duque era de lo mas estricto y de muy mala gana , le agradeció a el mayordomo y se encamino hacia el despacho de su padre  Lord Rouhtown, duque de Wokingt, era un muy buen padre, que le daba amor a sus dos hijos por igual, pero que también le gustaba que sus hijos llevaran una buena vida como la que había llevado el. Por esa razón quería que los dos tuvieran una familia y que nos les faltara nada y como ya lo había logrado con su hija menor, ahora se había encaprichado con lograrlo también con su hijo mayor.  Edric ingreso al despacho de su padre, sin tener mucha idea de lo que su padre quería hablar con él.  - Buenas tardes Padre-entró Edric al despacho de su padre sin siquiera tocar  El hombre al que ya se le notaban las canas, se levantó corriendo la silla del escritorio y dando lugar para que su hijo mayor le mostrara sus respetos, primero con un saludo social y luego con un cariñoso abrazo.   - ¿me ha mandado a llamar? - dijo cerrando la puerta del despacho y acercándose al sillón para poder ponerse cómodo.  - Edric, Hijo, te he extrañado, ¿cómo has estado? - pregunto este ignorando la pregunta y dejando que su hijo se acomodara  en el sillón  - Bien padre, ¿usted cómo ha estado? ¿Cuál era el tema que quería conversar tan urgentemente que no me ha dejado siquiera disfrutar un momento más de mi sobrino? - el duque se removió incomodo en su asiento sabiendo que a su hijo no le iba a gustar para nada lo que él tenía para decirle. Se paró y camino hacia el ventanal.  - Edric, como ya sabes tú eres un marque y el siguiente heredero del ducado y antes de cederte el titulo me gustaría que estuvieras bien asentado, sabes a lo que me refiero-  - No padre, no entiendo que estamos hablando, se podría decir que voy bien con mi vida, tengo buenos negocios y buenos socios, nada ilegal, manejo yo mismo mis cuentas y a mis empleados –  - No, no, No, Edric no me refiero a ello, aunque estoy orgulloso de eso, quiero que tengas una familia, que te cases... 
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