—¿A dónde se supone que me lleva? —preguntó Maxine, mientras subían en un ascensor que parecía que no tenía fin—. Dudo mucho que en este edificio haya algún restaurante.
—Pues porque así es. En este edificio no hay ningún restaurante —respondió él.
—¿No? —exclamó ella—. ¿Y qué hacemos aquí entonces? ¿Vamos a su departamento, acaso?
—Quizá —contestó Iain con una sonrisa torcida, que lo hacía ver más cautivador que antes.
—¿En la primera cita? —Maxine abrió los ojos ampliamente y fingió sorpresa—. Es usted bastante atrevido, Iain.
—¿Y le molesta? —preguntó él, cortando el espacio entre ambos.
Cuando se paró frente a ella apoyó las manos sobre la barra pasamanos del ascensor, una a cada lado del cuerpo de Maxine y la acorraló. Agachó la cabeza y acercó sus labios al oído de ella.
—¿Le
