Capítulo 3.

1450 Palabras
Anna quedó muy sorprendida con las palabras de Damien, no comprendía porqué se las apañaba con ella cuando lo que ocurrió esta mañana fue sin querer. Se lo había dicho, estaba buscando un baño y por su estupidez no tocó la puerta cuando entró al cuarto de descanso. Ese día estaba muy emocionada porque comenzaría una nueva etapa, con nuevas personas y nuevas experiencias. Las horas que estaría en el hospital se olvidaría de su vida tan complicada en casa, pero vaya que la vida la odiaba. Encontrarse con su jefe de esa forma hizo que se ganara el odio del mismo y se había vuelto en su proyecto personal, de la misma forma que era para su familia. En cierta forma las personas no podían escapar del destino que estaba deparado para ellos, así había sucedido con ella. Sufriría en casa y también en el trabajo. — Niña quiero que me saques de la duda ¿Tú hablas o tienes algún problema? Porque no tolero cuando las personas se mantienen en un silencio eterno, es como si me estuvieran ignorando. — Por supuesto que sé hablar — respondió rápidamente, para su sorpresa su voz salió sin inconvenientes y sin tartamudear, no quería verse como alguien tonta por eso no había emitido ruido alguno, más teniendo en cuenta que contestar al jefe no era un opción aunque al parecer él sí quería que las personas lo hicieran. — Me alegro escuchar eso, espero que a partir de ahora lo hagas aunque sea un sonido audible que me indique que estás escuchando lo que te diga. — Si, por supuesto. — Bien, aclarado eso comenzaremos nuestro día. Primero iremos a la cafetería, necesito mi dosis de café ya que por culpa de una niña no lo pude beber esta mañana. — Me llamo Anna Rhodes, doctor. Damien ya le había dado la espalda, pero cuando escuchó eso volvió a mirarla a los ojos con una sonrisa lobuna dibujada en sus labios. — ¿Y qué con eso? — preguntó bastante curioso por la inesperada reacción de su interna. — Que debería llamarme por mi nombre y no decirme niña ya que no lo soy. Había necesitado de toda su fuerza interior para poder decirle aquello al hombre tan guapo que no apartaba la mirada de ella, su sonrisa tampoco había desaparecido todo lo contrario se había ensanchado aún más. Sus ojos grises la recorrían por completo, la escaneaba sin reparo alguno y aquello la intimidaba demasiado, pero estaba haciendo lo posible para no demostrarlo. ¿Por qué la torturaba de esa forma? No estaba acostumbrada a que hombres tan sexys la estuvieran viendo así, ya que siempre era el patito feo fuera donde fuera. Pero él, sus ojos tenían una mirada intensa y cargada de erotismo que no dudaba en demostrarlo. — Es verdad, no eres del todo una niña pero puedo darme cuenta que no eres una mujer como todas las demás. Así que lo lamento, seguirás siendo para mi una “Niña”. Y regalándole un pequeño guiño nuevamente le dio la espalda sin antes recordarle que debía acompañarlo. Durante el recorrido a la cafetería Anna iba rumiando sola de los nervios que sentía porque el idiota no quería verla como una adulto, además, ¿Cómo pudo decirle que no era una mujer como las demás? ¿Qué sabía él de su vida? ¡Nada! Estaba consciente que tal y como lo dijo, haría miserable su vida en el hospital. Ese turno será infinitamente largo. Una vez en la cafetería no pudo evitar sentirse incómoda mientras esperaban en la fila, todos los presentes se encontraban muy curiosos por el nuevo jefe que no podía apartar la vista de él. Había quienes no lo podían hacer porque se sentían terriblemente atraídas por él y Anna casi había estado esperando ver como él coqueteaba con las mujeres de allí, pero para su sorpresa no lo hizo, ni siquiera les dedicó una mirada. — Buenos días señor, un gusto finalmente conocerlo. — saluda el joven de la cafetería. — Vaya aquí las noticias vuelan. — menciona Damien riéndose de que ya supiera quién era él antes de siquiera presentarse. — Así me temo señor, ¿Qué va pedir? Damien lo pensó un momento, luego mirando el cartel con las variedades de café, sonrió. — Bueno, necesito algo con mucha azúcar y con cafeína para empezar el día. Un Vienese coffee por favor. ¿Tú qué quieres? — preguntó mirando a Anna, aquello la sorprendió. — ¿Cómo dice? — ¿Qué pedirás? Elige uno, necesitarás mucho de esto en este trabajo y más aún para sobrevivir a mi lado. — Yo ya me he bebido uno, muchas gracias. — No estaba muy segura si se trataba de una broma o quizás de algún tipo de prueba, lo que menos quería era hacer el ridículo frente a todos en la cafetería. Damien la miró algo molesto, se acercó a ella y sin importarle que todos estuvieran observando cada paso que diera, susurró en su oído. — Escúchame niña, no permitiré que rechaces una invitación de mi parte así que elige una bebida por favor. Su aliento rozando su piel sensible hizo que todos los vellos de su cuello se erizara, ¡Wow! Eso había sido muy intenso y la había descolocado por completo. Ella asintió cuando él se alejó de ella y la miró esperando una respuesta. — Un café n***o, cargado y sin azúcar. — Ya los preparé. ¿Cómo es tu nombre? — preguntó el joven del otro lado del mostrador. — Anna — respondieron juntos. Esperaron su bebida en silencio y luego cuando el chico se los entregó fueron directamente a la oficina de Damien donde su agenda lo estaba esperando. Tenía citas de pacientes que habían venido a verlo exclusivamente ya que eran pacientes que estaban esperando una cirugía desde hacía mucho tiempo o porque esperaban tener una consulta con el mejor médico cirujano cardiotorácico. — Muchas gracias por el café, no debió molestarse. La voz dulce de su interna hizo que levantara la cabeza de la caja donde estaba buscando su agenda dónde sabía estaban los nombres de los pacientes que vendrían a verlo hoy. — No tienes nada que agradecer, como te dije antes. Debes estar muy despierta si trabajas conmigo, no permito equivocaciones y mucho menos que un médico ande demostrando cansancio frente a los pacientes que confían sus vidas en nuestras manos. Y no quiero que me vuelvas a rechazar una invitación, te dije que haría tu vida miserable aquí, pero soy cordial cuando quiero. — Sí señor. — asintió con una pequeña sonrisa que no le pasó desapercibida a Damien. ¿Qué estaba ocurriendo con él? No podía detenerse, jugar con fuego nunca terminaba bien y él mejor que nadie lo sabía. Pero es que la pequeña que tenía frente a él despertaba su lado más perverso y autoritario, lo estaba volviendo loco y el día recién había comenzado. — Escucha niña, hoy vendrán unos pacientes con quienes estuve trabajando desde hace ya varios años, finalmente llegó el momento de la cirugía así que vendrán para llevarlo a cabo aquí. Es un caso muy importante por lo que quiero que repases todo el historial una y otra vez porque nada puede salir mal. — Sí doctor. ¿Algo más que deba saber? — Vendrá una persona muy importante hoy que ha pedido una consulta conmigo, ya ha visto a tres colegas y hasta el momento nadie quiere arriesgarse a la cirugía que él espera. Por lo que la entrevista de hoy se tratará de hacer todos los estudios pertinentes y estudiar su caso para finalmente saber si puedo o no operarlo. Requeriré que lo acompañes en todos los estudios y cuides de que lo que necesite lo tenga. Se trata de un senador. — Comprendo. — Luego que los veamos, quiero que me vengas aquí y organices mi oficina. Que quede presentable para poder recibir visitas aquí. Damien sabía que lo último la molestaría, no era responsabilidad suya organizar su oficina, no es su asistente sino su interna y no tenía porqué hacerlo. Esperaba una negativa de su parte, pero nunca llegó. Asintió a cada una de sus palabras en silencio y simplemente no dijo nada más. No había estado esperando eso, luego de recalcar que tenía un nombre había esperado que más negativas vinieran de su parte, pero esta mujer lo sorprendía a cada momento. Es como si se reprimiera por momentos y él estaba muy decidido a conocer el por qué de eso. Quería conocerla y lo haría en estas 72 hs donde debía seguirlo y trabajar a la par suya.
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