LA MADRE

990 Palabras
CAP. 13 - LA MADRE La seño lidia fue su maestra de primer grado inicial. Era como una mamá, la que le hubiese gustado tener. Así habría sido sencillo volver y no temer encontrar a la verdadera, muerta. Tapada hasta la cabeza con las sábanas, en la cama del dormitorio grande. Entonces salir corriendo a pedir ayuda, otro intento de suicidio. Quizás lo mejor sería quedarse en casa y proteger. Permanecer y resistir. Mamá no lo volvería a hacer, si estaba presente. Aunque no lo viera a Julio. La seño Lidia tiene un hijo que se llama Julio, algo mayor que nosotros, sus alumnos. Era quién se quedaba cuidándonos en los recreos hasta la vuelta de su mami. En mi universo familiar, las golosinas escaseaban porque no eran saludables. Debían ser un premio y cuando finalmente me tocaba, todo era una fiesta y no podía pensar en otra cosa. Ni siquiera en el amor, o sea, Julio. Primer grado de una escuela primaria pública. Una mañana Lidia salió a hacer un mandado y lo dejó a su hijo y a nosotros que esperemos quietos y en silencio a que volviera. El puntero era por entonces un arma letal. Hoy obsoleto, pero que antaño se usaba para corregir al alumnado a partir de la doctrina in loco parentis o en lugar de los padres. O sea, te daban un punterazo en la cabeza y te volvían aplicado y obediente. Jajaja Pero en manos de Julio, era como el bastón presidencial, el poder. Un atributo que destacaba su belleza varonil. ¡Infernal! El tema es que me permitieron llevar un paquete de cigarrillos de chocolate, claro, eran unas galletitas bañadas en chocolate con forma de cigarrillos La condición era comerlos en el recreo. Pero el recreo no llegaba nunca y al sonar la campana me desubiqué, me paré en el pupitre, yo, la más tímida de todas e hice como que fumaba el cigarrillo mejor que Angelina Jolie en Inocencia Interrumpida, de lado, canchera. Dolió el golpe, amén que fue sorpresivo, dolió como duele el papelón primero. Y ante el primer amor, un platónico amor de niña, colmada la imaginación con cuentos de princesas… Me ganó la pancita en ese entonces o las ganas enormes de saborear lo anhelado. Entre dos imposibles sucumbí ante la golosina. Se burlaron de mí estrepitosamente y lloré mucho, por vergüenza, por dolor, por no estar en casa, y ser una heroína. Este juego de palabras me confunde aun siendo la mujer que soy. Heroína y heroína. Una hace el bien y ¿la otra? Dejo la respuesta a vuestro criterio. El avión aterrizaría en 20 minutos. Oscar, el multifacético todo terreno de la casa de San Martín de los Andes me iría a buscar. Se esperaba la primera nevada. Humm, solas las dos, ¿qué pasaría? Somos dos personas con carácter fuerte, ella lo manipula mejor, no sé si soy clara. Yo soy un torbellino, arremeto, no pienso mucho, lo vomito y ya. Había que amoldar, encastrar ambas fortalezas para sobrevivir a una fractura que duraría ¿dos meses? ¿Cuánto hace que te cuido? Una vida, la mía. Tu ausencia la mido en internaciones, intervenciones quirúrgicas, tratamientos psiquiátricos, curas de sueño. ¿Y por qué yo? Pariste do niños sin dolor, nos íbamos cayendo por el camino hacia la sala de partos. Ni cuenta te diste. Y desde que recuerdo soy tu madre, no, no es confuso. Yo, la hija, fui tu madre. En un cambio de roles que se dio así, naturalmente. Necesitabas atención y dinero. Mi papá proveía y yo cuidaba. Hasta que fui adolescente y entendí: que han hecho lo mejor que han podido… Busqué respuestas, hasta no hace tanto, hoy ya no. Aceptación le dicen, la pandemia me ayudó bastante. Avancé sobre estas cuestiones de espiritualidad. Mindfulness: vivir aquí y ahora, controlar la respiración, mantener la calma. Todas y cada una de las técnicas que aprendí tendría que aplicarlas en este nuevo desafío. Vivir con permiso. Darle un respiro al corazón y apremiar a la mente. Enfocarme y controlar los pensamientos hasta convertirlos en positivos. Me encanta el Dr, Mario Alonso Puig un cirujano que hoy imparte charlas sobre cómo vivir mejor, muy convencido. Meditaciones guiadas con ése hablar con aroma a mediterráneo y esa apostura con la que afirma: La Vida Desea Que Seas Feliz. Y cuando una vez más tenga ganas de ahorcarte, acudiré a alguna otra. Como hice aquella vez en que le rogué a un médico especialista del dolor, para que no te abandonara. Lo corrí llorando, él afirmaba no saber qué hacer, no respondías a nada. Ibas a permanecer internada, claro, lo habías vuelto a intentar, el partir, entregarte. Mucho nos retaban a papá y a mí. Te descuidábamos, decían… Las comidas discontinuadas por tus arrebatos, devenidos en convulsiones, donde te tirabas hacia atrás, buscando herirte. Alertas, ubicada la mesa casi sobre la pared, el espacio justo para tu silla, midiendo para que no te cayeras y golpearas, prestos, papá a la derecha y yo a la izquierda, para sostenerte a la primera señal. La fuerza de un gladiador enojado tenías y nosotros, un cansancio de tiempos inmemoriales. Pero siempre estábamos. Por eso dolían los tirones de orejas. Para vos, siempre. En todo momento. ¿Cuántas altas voluntarias habré firmado? Papá paralizado, sin poder decidir, cuándo de vos se trataba. ¡Su gran amor! ¡Cuánto te amó, y asistió! Toda una vida, como el bolero, no le importó en qué forma, ni cómo ni cuándo, pero junto a ti… Oscar llegó con la tranquilidad de los de allá, los sin apuro. Lo abracé, agradecida. La ciudad de San Martín de los Andes está ubicada sobre las montañas de la cordillera de los Andes, al sudoeste de la provincia de Neuquén, sobre la costa del Lago Lácar, mágico y patagónico. Llegar a esa naturaleza te convierte, y entré a la casa, radiante. Hasta que te vi…
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