July ya no podía retrasarlo más, se armó de valor y giró la sofisticada perilla hasta que la puerta se abrió, pudo distinguir en el interior una figura que parecía leer en total calma sobre un diván. La estilizada y bella figura de su pelirroja hermana le recordó a su madre, una mujer altiva que quizá en distintas condiciones habría recordado amable y buena, pero no por ello menos hermosa. Adentrándose cada vez más, trato de pensar en los buenos tiempos que había pasado con aquella que amaba en desmedida.
— ¿Interrumpo?
Tardo más en decidirse a hablar que en obtener un efusivo gritito y posteriormente el enorme abrazo de aquella que antes leía. Serena Wells en su tiempo, Serena Killian en la actualidad mostró una agilidad tremenda que por un momento asustó a la rubia.
— ¡Serena, no hagas eso!
— Oh, cállate y abrázame, ya después podrás decirme lo que quieras.
Era imposible ir en contra de esa petición, por lo que, obedeciendo las palabras de su hermana, la abrazó fuertemente hundiéndose en los cabellos que aún desprendían un aroma a frutas veraniegas.
— Te extrañe tanto; que alegría me da tenerte aquí— sollozó la chica y a pesar de sentirse fatigada, estrechó con mucha más fuerza a su hermana mayor, la cual le respondió de igual forma.
A un año de no verse y pese a todo, bien valía aquel reencuentro.
— July, ha pasado tanto tiempo y tengo tantas cosas que decirte ¿cómo has estado? ¿qué has hecho?, ven, quiero saberlo todo.
La pelirroja haló a su hermana hasta un sofá junto al diván que antes ocupaba y con una sonrisa en los labios, aguardó a que la entumecida rubia se recuperara. Fue entonces que su corazón se acongojó ante la buena voluntad de su hermana, la cual a pesar de que tenía la oportunidad de reclamarle su ausencia no lo hizo, por el contrario, esperaba un relato sobre su vida con una sonrisa que ni en sus mejores presentaciones escolares habría podido imitar.
— Serena, no me merezco tu amabilidad— rebeló sin poder contenerse.
— ¿Por qué no?, eres mi hermana mayor, a quien más quiero, ¿cómo debo tratarte entonces?
La tristeza hizo presa fácil a la joven, por lo que la pelirroja parpadeó sin comprender.
— Te dejé un año y me abstraje del mundo, ni una visita, ni una llamada, no soy digna de mirarte o de tus atenciones.
— Oh, vamos July, yo sé que estuviste muy ocupada, pero ahora estás aquí y eso es lo que cuenta, deja el pasado donde está y disfruta el presente.
July habría querido hacer lo que su hermana sanamente proponía, pero sabía que era imposible, ella no podía vivir sin recordar y mucho menos sin culparse.
— Lo siento— murmuró bajando el rostro, sintiendo como su hermana le tomaba ambas manos con infinito cariño.
— Yo también siento lo que ocurrió, pero no te culpo, lo entiendo— sonrió tratando de contagiarle un poco de entusiasmo a su hermana mayor—. Si no tuviera por esposo a un hombre que se olvida de comer si no se le indica, no comprendería, pero lo hago, por eso y porque eres mi hermana, ¿cómo no comprenderte?
July se sintió indigna de tanto cariño, pero antes de siquiera herir más a su hermana se dispuso entonces a hacerle su día más llevadero, como dijera Killian, era lo mínimo que le debía después de un año de ausencia.
La mañana transcurrió entonces entre conversaciones y risas, ambas hermanas charlaron lo que había sido de ellas durante ese tiempo, así como de remembranzas que solo tenían punto central en la infancia y más tarde el reencuentro. Ahí July utilizaba el engaño, algo que había creado en base a sus clases de teatro y a su propia barrera hacia la realidad.
El arte del engaño era para ella la máxima expresión de su don actoral, engañar cual inocente Julieta o cual *Edmundo Dantes con la paciencia de aguardar una venganza, sí, para ella era cosa de todos los días, pues mientras más engañaba a los demás, más se engañaba a sí misma creando una realidad que muchas veces deseaba que fuera cierta. Estar frente a su hermana menor mientras ésta le relataba lo inmensamente dichosa que era en aquella casa junto a su marido, requería toda su fuerza de voluntad, diciéndolo de otra manera; debía fingir una sonrisa alegre cuando lo que en verdad deseaba hacer era todo lo contrario.
El arte del engaño resultaba un don infalible para ella, que por no hacer sufrir a su hermana libraba fieras batallas en su interior, cuando en el exterior la sonrisa y la comodidad enmarcaban un ánimo inexistente.
— «Ya no importa, me caí del cielo y todavía no he chocado contra el suelo; solo quiero y pido seguir viva para mirarte sonreír, aunque muera lentamente por dentro y sin remedio, perdóname hermana, pero jamás podré verte sufrir»— esas fueron las únicas palabras que se formaban en su cabeza.
Tal vez solo era el cariño fraterno que July tenía hacia su hermanita lo que le hacía pensar de esa manera, sin embargo, el trasfondo era muy diferente, Serena siempre había sido su razón de vivir, cuando July era pequeña había tenido que lidiar con problemas familiares que una niña definitivamente no debería vivir. Un padre irresponsable y alcohólico, que al cabo de un tiempo se le pudo dar un nombre más certero; y por supuesto, una madre intolerante e histérica en toda la extensión de la palabra cuyo cariño se vio limitado solo a una de sus hijas. Ambos con carácter fuerte que terminaban en gritos y muchas veces en golpes de orgullo más que físicos.
Desde entonces la rubia prefirió llorar que sonreír o gritar cuando se encontraba ante situaciones difíciles, pero la sonrisa y el buen carácter eran esenciales si deseaba mantener la fe de Serena.
Un día su madre decidió llevarse a su hermanita, ya que las fricciones con su padre rebasaban lo incomprensible. Aquel día, a pesar de las lágrimas derramadas en pos a la separación y de las suplicas, su impávida madre no le tomó en cuenta.
— "Llegó el momento de que sepas la verdad"— había dicho la mujer de cabellos semejantes al fuego— ."Tu eres hija de ese hombre al que llamas padre, mientras que Serena es hija del hombre con el que pronto me voy a casar, por ende, no tengo porque llevarte a mi nueva vida; tú debes quedarte donde está la tuya, lejos de nosotras y cerca de ese hombre que es tu padre".
Si para un adulto sería difícil escuchar eso, mucho más lo fue para una niña de escasos 8 años quien ante la verdad había quedado en shock sin la posibilidad de hacer absolutamente nada. La realidad era clara: su madre no la quería y la dejaría a merced de un hombre que prefería perderse mil veces en la inconciencia que enfrentar la vida.
Durante un tiempo no probo bocado o salió de su habitación, se mantenía mirando hacia el techo que en las mañanas se teñía de luz y de oscuridad por las noches; nada importaba entonces y nada importo después, solo la cruel realidad de verse rechazada y quebrada por completo. Los días siguieron y pese a la esperanza de que alguien la sacara de esa realidad, ella misma se dio el valor de enfrentar la soledad, pues a pesar de compartir la casa con un hombre censurado para la palabra "padre" eventualmente logró forjar su carácter y autoestima.
El amor jamás había sido para ella, pero al menos aún tenía el de su hermana, y sí que lo tenía, porque haciendo lo impensable durante el paso de los años se veían a escondidas, con el tiempo el lazo fraterno se intensificó y July fue inmensamente feliz de tener un pedazo de amor junto a ella; pero, lo bueno no dura para siempre.
Un día mientras la rubia arribaba al pequeño parque que ellas utilizaban para sus encuentros, se percató del brillo opaco en las cuencas marrones de su hermana. Algo estaba pasando.
— "¿Qué ocurre?"— preguntó con obstinación mientras que la menor trataba de encontrar palabras donde no las habían.
Solo hasta que la chica se refugió en su pecho, entre lágrimas le reveló la triste noticia.
— "Voy a morir"— fue lo que dijo y que July con tanto espanto escuchó.
— "¿Qué?"
— "Que voy a morir y es inevitable".
En ese momento July hubiese dado todo para que el mundo se terminara y las arrancara de esa terrible vida a las dos.
— "Hace mucho tiempo que sufro desmayos y fatigas inexplicables, no te lo había dicho porque mamá me lo prohibió, pero hace poco el doctor confirmo mis sospechas y es por eso que te lo digo yo, antes de que te enteres por alguien más. Mi enfermedad es misteriosa y destructiva; July... los médicos no me dan mucho tiempo".
La chica hablaba entrecortadamente sintiendo gruesos nudos en la garganta iguales a los de su hermana mayor que con impotencia la abrazaba para sostenerla un poco. Ese día Serena lloró lo que sus pulmones le permitieron, así como también agradeció el consuelo que su hermana le proporcionaba, aunque la rubia se encontrase devastada. ¿Cómo era posible que una muchacha que siempre había tenido buena salud se enfermara tan de repente? July no lo comprendía y jamás lo haría en su totalidad.
A partir de entonces cada centavo fue destinado a los estudios médicos de su hermana, aun si su madre se negaba y lamentablemente todos llegaban a la misma conclusión: algún día, sin saber cuándo, la joven moriría, dejando un gran vacío.
Julianna amaba a Serena como a nada en el mundo y saber que algún día la perdería, tan repentinamente como la enfermedad que apareció y la carcomía poco a poco. En ese año de ausencia su corazón jamás descanso debido al temor, pero sabía en el fondo que mientras la sonrisa sincera y feliz que su hermanita poseía no se borrara, ella permanecería con vida mucho tiempo más, por esa razón no le quedaba más que acudir a su mejor arte y amarla mucho, aunque por dentro y por diversas cuestiones se estuviera consumiendo.
— ¿July? Te has quedado muy pensativa ¿estás bien?
La luz del atardecer iluminó la habitación de colores rojizos, rosados y anaranjados, regresandola al presente.
— No es nada, solo recordaba algo, es todo.
— ¿Algo malo?
— Digamos que es algo que no se puede cambiar... desafortunadamente.
Serena acarició la mejilla de su hermana, tratando de infundirle un poco de tranquilidad a su alma; bien sabía lo que July había sacrificado por ella y lo único que podía hacer era quererla.
— ¿Sabes? Ayer vino mamá.
— ¿Sí?
— Aja... y quedó encantada con la casa.
— ¿No había venido?, que extraño, vino a tu boda.
— Es que remodelé; que poco observadora eres July.
La chica rió y ella sonrió un poco, en realidad ese día no le apetecía observar nada.
— Le gustó el decorado y dijo que me regalaría algunas plantas para la sala.
— Si eso te hace feliz entonces me alegro por ello.
— July, yo sé que mamá y tu aún tienen diferencias, pero... ¿no podrían solucionarlas?
Serena jamás sabría el porqué de esas "diferencias" como ella les llamaba, a sus ojos era algo de resentimiento, no obstante, para la joven era un sentimiento parecido al rencor que tal vez jamás se disiparía, mucho menos al tener sólidas bases para ello.
— Algún día, tal vez.
— ¿No podría ser pronto?
July negó palmeando la mano de su hermana y ésta simplemente suspiro hondo, ese resentimiento jamás lo entendería.
— ¿Y cómo te ha ido en la escuela?
— Hace unos meses me gradué y ahora estoy trabajando en la sección C de la Universidad.
— ¿Es decir que trabajas en el teatro?
— Algo por el estilo— asintió alegrándose por la chispa divertida en los ojos de su hermanita.
— Oh, cuéntame más, ¿qué haces ahí?
— Soy co-directora de la nueva obra, después de que se estrene en el auditorio universitario lo hará en el teatro de la cuidad.
— Eso suena muy bien, ¿de qué es la obra?
— Es... un musical.
— ¿Enserio?
— Sí, tardamos mucho en conseguir al elenco y a la orquesta, pero al final con un último empujón todo estará listo para su estreno.
— July eso debe ser fascinante, debiste trabajar muy duro.
— Más o menos.
El sopor de la rubia hizo reír a su hermana quien de inmediato se dio cuenta que July jamás cambiaría en ese aspecto.
— Me gustaría ir al estreno.
— Tal vez, si te cuidas... puede que el gruñón de tu esposo te permita ir.
— ¡Eso sería formidable!— exclamó su hermana, obteniendo una mirada acusatoria por parte de la mayor—. Lo siento.
— Recuerda que no debes forzarte demasiado, tu salud depende del descanso y del que no te agites; no me gusta verte en cama o triste.
— Sí, lo sé.
La enfermedad de la pelirroja era extraña y cualquier mínimo ajetreo, así se tratara solamente de sacudir una partícula de polvo, le ocasionaba un terrible cansancio a la muchacha quien terminaba en cama durante varios días. July no podía hacer nada por salvarla, pero mientras estuviera allí le impediría toda agitación posible.
— ¿July?— llamó la joven respirando con más tranquilidad.
— ¿Dime?
— ¿Por qué tu no saldrás en la obra?
— Porque si salgo el director me cuelga, recuerda que ahora trabajo tras bambalinas y no en las tablas.
— Pero si tu verdadero sueño es...
— Shhh, no hablemos de eso, lo importante es que descanses, haz pasado un día muy agitado, no se siquiera como te permitieron bajar.
Serena sonrió, ahí estaba la sobreprotectora hermana mayor que ella amaba.
— Alex me trajo— explicó cuando la rubia la levanto fácilmente en brazos, pues no pesaba casi nada.
— Mmm... ese desconsiderado.
— No lo llames así, es muy bueno conmigo.
— ¿Sí?, solo tú puedes verle lo bueno a ese... tonto.
Serena sabía de la extraña relación que existía entre su esposo y su hermana, aunque a sabiendas de que ambos se toleraban y hacían un esfuerzo para no pelear solo por ella trataba de conformarse con eso; el agua y el aceite no habían nacido para convivir. Por su lado, la rubia llevó a la pelirroja hasta su habitación donde con sumo cuidado la recostó sobre su mullida cama.
— Gracias— suspiró, evidentemente cansada.
— Haré que te suban un vaso de leche.
— Eres muy amable July.
— Todo por ti princesa.
La menor adoraba esos apelativos, sobre todo cuando provenían de su hermana.
— ¿Sabes?, hay algo que debo mostrarte.
El silencio se vio roto por las palabras de la joven y el escalofrió que recorrió la columna vertebral de la rubia no tuvo interpretación.
— Pensé que lo sabrías, pero obviamente Alex no te lo dijo.
— Me asustas, ¿qué ocurre?— cuestionó acercándose a la cama donde su hermana sonreía más de lo usual.
— Nada malo, todo lo contrario, tal vez te sorprenda, sin embargo... era inevitable que sucediera.
Ante el misterio y la poca paciencia de la mayor, la chica levanto el auricular de su mesita de noche y después de intercambiar algunas palabras volvió a depositarlo en su lugar.
— Ahora te enteraras, July, espero que te alegres tanto como Alex y yo cuando lo tuvimos ante nosotros.
La rubia jamás imaginó lo que en pocos segundos se le presento tan real, vivo y con ternura. Mientras la joven sonreía más y más, una nana entraba en la habitación cediéndole un pequeño bulto que se movía, supo entonces que ese era otro día que no podría olvidar, siendo como resultado definitivo: un agrio despertar al mundo.
— El es Matt, Matthew Killian, es mi hijo.
Con todo eso ¿a quién terminaba por importarle un arte que a pesar del nudo en su estómago continuaba mostrando? Solo a su corazón, como siempre.