Ruptura

961 Palabras
Alexa Finalmente, decidí dar el paso con Iván. Quería saber cómo se sentía, si era tan hermoso como decían. Era sorprendente que, a mi edad, aún no hubiera tenido esa experiencia. Mi novio, en su simplicidad, eligió llevarme a una habitación de hotel. —¿Qué le pasa a este chico?— pensé, un tanto decepcionada. Nunca había estado en un hotel, y menos en uno tan barato. El lugar parecía descuidado, y eso me preocupaba; mi piel es delicada. La habitación era pequeña y sucia, pero antes de poder observar mucho más, Iván se lanzó a besarme con desesperación, como si estuviera atrapado en un instinto animal. Sus besos me incomodaban. —¿En qué estoy pensando, por Dios?— me pregunté a mí misma. —¿Un hotel, Iván?— lo empujé, molesta. —No importa, Alex, quítate la ropa— dijo con una actitud despreocupada. —¿Así de simple?— respondí, sorprendida. Me sorprendió su respuesta. Debía recordarlo: Iván no era Diego. Diego era especial, detallista. Iván, en cambio, parecía estar obsesionado con una sola cosa. —¿Traes protección?— pregunté, tratando de ser responsable. —Se me olvidó, pero por una vez no pasa nada— contestó, desinteresado. Seré virgen, pero no soy tonta; sé que una vez es suficiente para quedar embarazada o contraer algo. Justo en ese momento, mi celular comenzó a vibrar. —Hola— respondí, sintiendo un alivio momentáneo. —¿Alex, estás bien? ¿No te ha pasado nada?— era la voz de Francisco, llena de preocupación. —Sí, estoy bien. ¿Qué pasa?— le respondí, con un nudo en el estómago. —¿Dónde estás? Iré por ti— insistió, como si sintiera que algo no estaba bien. En un hotel, pensé con ironía, pero no se lo dije. —Estoy con Iván en una fiesta— dije, intentando sonar despreocupada. —Ven ahora mismo, Alexa, o estarás en problemas— dijo, y colgó de inmediato. Llegué a casa después de una hora de caos en mi cabeza. Pensé que me regañarían por lo de antes, pero lo que ocurrió fue completamente diferente. Mis padres son raros. Francisco, mi padre, me abrazó con una expresión de alivio en el rostro. —Mi princesa hermosa— susurró, apretándome contra su pecho. Lo empujé molesta. —¿Qué te pasa? —Me llamó un hombre y…— No logra formular la oración. Los sollozos interrumpen sus palabras, lo cual me parece ridículo. Ahora lo entiendo todo. —¿Secuestro virtual, verdad? —Sí, es eso— asiente, aún temblando. Eso no fue lo más extraño que pasó esa noche. Mis padres nos reunieron a Lucía y a mí. Parecía que debían contarnos algo sumamente importante. De repente, la idea de un hermano me asaltó la mente. Eso me encantaría. Amo a los bebés... si no tengo que cuidarlos, claro. Pero no era eso. —Lucía y Alexa se irán del país— dice Francisco, y el aire se me escapa de los pulmones. —¿Por qué?— pregunta Lu, con la voz temblorosa. —Con Sebastián estarán seguras. Este país es muy peligroso. Una furia incontrolable brota dentro de mí. ¿Qué les ocurre? ¿Nos están corriendo de la casa? —¡Soy mayor y yo no me iré!— les grité, sintiendo que el fuego me consumía. —No es una pregunta— responde Francisco con tono autoritario. Herede su maldito carácter terco. Yo nunca cedo, y él tampoco. —¿Se están deshaciendo de nosotras? —No es así, Alexa— intenta calmarme mamá. —Ya me escucharon— dije antes de dar la vuelta y marcharme furiosa. Es increíble. Llega un hombre y mamá decide que debemos irnos. ¿Están locos? Aquí tengo todo: mis amigos, el colegio. Al día siguiente, mientras me preparaba, mi mente aún daba vueltas a la conversación de la noche anterior. Me dirigí a desayunar con Iván, intentando evitar sus reclamos. —Papá está raro— le comenté, mientras intentaba mantener la calma. —Ya me harté de tus problemas. Vamos a mi casa ahora— respondió, su tono enfadado resonando en mis oídos. —Lo pensé mejor y no quiero hacerlo— contesté, sintiéndome más firme. —Virgen tenías que ser— se burló. Mierda. Solo dos personas saben eso. —¿De dónde sacas eso?— pregunté, acomodando mi cabello con nerviosismo. —Lo escuche.. O lo hacemos, o se acabó— sentenció. —Es en serio— respondí, alarmada. —Sí, sabes cuántas mujeres están detrás de mí. —Entonces ve con ellas, se acabó. Eres un imbécil— dije antes de marcharme furiosa. Papá había ganado la mitad de la batalla y enviado a Lucía con Sebastián. Mi tío, hermano de mamá, no es empresario. No tengo idea de a qué se dedica, pero sospecho que tiene que ver con la milicia. Es un hombre misterioso y tiene una mala relación con mi abuelo. No lo veo desde que tengo quince años, pero siempre ha estado al pendiente de mí. Aunque somos diferentes y a veces no la soporto, Lu es mi única hermana y la quiero. Nunca nos habíamos separado, y eso aumentaba aún más mi odio hacia Francisco. Esa noche, estábamos cenando en casa como si nada. Mis padres se veían tranquilos, aliviados de que Lucía estuviera lejos. —Tendrás guardaespaldas— me dijo Francisco con una seriedad que me incomodó. Este tipo quiere controlarme. No lo permitiré. —No, ¡qué vergüenza con mis amigos! —Es por tu bien. —Tú pensando en mi bien. Lo que pasa es que quieres controlarme— me marché furiosa, sintiendo cómo la rabia me consumía. No iba a permitir que me arrebataran mi vida.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR