Me pongo de pie y en ese instante le suena el teléfono a Ricardo, él se dispone a contestar y me pierde de vista, decido no esperar más este es el momento y salgo corriendo. Siento como mi corazón palpita a mil, no me voy a detener corro y corro tan rápido como mis piernas me lo permiten estoy cerca de la puerta la veo pero siento como jalan de mi brazo con fuerza me doy vuelta y oh sorpresa es Ricardo >
— Suéltame, suéltame — grito de desesperación mientras pataleo como niña pequeña.
— ¿A dónde pensabas ir? —. Su voz cambia, lo que dice me lo dice con enfado y llevándome casi a rastras, mientras me mira de una forma diferente.
— Lejos de ti — digo con firmeza pues no estoy dispuesta a soportarlo. — Suéltame eres un imbécil —. gritó con tanta fuerza que siento que mi voz se desgarra, lo pateó y empujó pero no logró safarme de su agarré, se cansa y me alza cómo si fuera una muñeca y me encierra en una habitación. Pasan alrededor de 25 minutos y veo como la puerta se abre y ahí está el hombre al que le que tengo que pagar una deuda, Joel. El entra a la habitación con una sonrisa triunfante, ¡Asqueroso!.
— Hola Anita — dice mientras se saborea. — Está noche te voy a hacer mía y vas a conocer que es el verdadero placer y un verdadero hombre, y que crees tenemos esta lujosa habitación para nosotros dos, solos durante toda la noche —. Termina de hablar y se quita su saco.
Miro alrededor de la habitación a ver si veo algo para poder escapar, sigo mirando por todas partes a la espera de que Joel se distraiga, en eso veo la oportunidad justa de escapar de él y de esta habitación. Veo una botella de whisky y sin perder un solo minuto golpeó con fuerza la cabeza de Joel, veo como le sale sangre de la frente, ese dolor hizo que Joel me mirara molestó, luego Joel se abalanza sobre mí tirándome a la cama con una de sus manos atrapa mis muñecas para que no ponga resistencia.
— Déjame ir —, ruego nuevamente con mis labios temblorosos.
— Chiquilla estúpida como te atreves a golpearme —. Habla con rencor.
— ¿Qué no has entendido?, está noche vas a ser mía y sólo gritaras mi nombre ¿Entiendes? —, Exclamó sin piedad
Joel, rasgó mi ropa para quitarme las prendas, las arrojó al suelo está noche él estaba dispuesto a disfrutar de mi. Al verme desnuda e indefensa y debajo de él en cuestión de segundos sin piedad, sin atender mis súplicas Joel penetra fuertemente en mi, ya no era virgen Joel me la había robado a la fuerza, el intenso dolor que siento va más allá de lo físico es un dolor mental.
Ahora Joel me toma sin piedad mis lágrimas resbalan por mis mejillas una vez más sin cesar. Cierro mis ojos porque no quiero ver al hombre que me está destrozando la vida. Él penetra en mí una y otra vez de una forma agresiva siendo como sus enormes manos recorren todo mi cuerpo siento asco al ver la cara de satisfacción que tiene, quiero que termine lo más rápido posible esta humillación ya mi virginidad no le pertenece al hombre que más amaba mi virginidad le perteneció a aquel hombre frío y ruin. La noche y la madrugada fueron avanzando este hombre asqueroso sigue dentro de mi y con una sonrisa grande al ver la sangre que mancha las sábanas blancas ya no doy más así que caigo desmayada del cansancio. Abro mis ojos y veo como Joel está sentado en un sillón observándome con lujuria al ver que me he despertado, desabrocha lentamente su pantalón y nuevamente se dirige a mí.
— No más, por favor — digo en forma de súplica. Pero él no escucha mis ruegos y se abalanza sobre mí quitando las sábanas que cubrían mi delicado y desnudo cuerpo y nuevamente entra en mi de una forma brutal siento mucho dolor, quiero que esto termine ya, él me pone en distintas posiciones hasta que siento que se viene de placer.
— Nunca en tu vida me vas a olvidar Ana — lo dice suavemente, susurrando a mi oído. Siento como cada una de esas palabras retumba en mi cabeza, quiero morirme si tenía que pagar algo ya lo he pagado, ya no me quedan más fuerzas y lloro desconsoladamente. Veo cómo Joel cae rendido a un lado de la cama, no lo miro sólo lloro quiero que se vaya, que me deje sola; creo que escucho mis ruegos porque se pone de pie se pone su traje de de tres piezas y se va de la habitación dejándome destrozada y muerta en vida, corro hacia el baño y me dejó caer en la ducha, allí dejo que el agua corra por mi piel, quiero borrar cualquier rastro de piel de ese maldito que me ha desgraciado la vida, ya no se cuanto tiempo llevo en la ducha sólo sé que estoy sucia me duele el alma Ricardo me engañó, veo en unos cajones toallas cojo una de ellas y me envuelvo en ella, seco mi cuerpo vaya si que siento mucho dolor en mi vientre y en mis piernas. Salgo del baño, pero no tengo nada que ponerme pues Joel rasgó toda mi ropa. Decido quedarme en toalla y me siento a un lado de la cama, siento como mis lágrimas nuevamente amenazan con salir, siento asco en mí como fue que deje que un desconocido me utilize, salgo de mis pensamientos y camino hacia el baño nuevamente, buscó el botiquín y no hay ni una Aspirina, busco por todos los lados algo que pueda calmar mi dolor, pero mi búsqueda no dió frutos no hay nada que pueda calmar mi dolor, en eso escucho la puerta abrir y entra una señora mayor morena y con algo de canas.
— Buenos días señora Ana, soy Betty. El señor Ricardo me ha pedido que le colabore en lo que necesita.
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— ¿Dónde está mi ropa? — le digo en forma bastante grosera, yo se que ella no me ha hecho nada, pero si está bajo las órdenes de Ricardo no debe ser buena persona.
— Sus pertenencias ya están guardadas en el clóset, puede dirigirse y mirar que todo se encuentre bien — habla aquella mujer con su rostro fijo en mí.
Yo no quiero mirar a nadie, me siento sucia. — ¿A qué hora guardo mi ropa? —, preguntó en voz baja, más para mí que para ella.
— Lo hice esta mañana mientras usted se bañaba, guarde todas sus pertenencias —. No presto atención a las palabras de la nanita de Ricardo, estoy molesta como es que está señora se puede prestar para algo tan aberrante.
— Gracias pero se puede retirar — digo con todo seco. Lo que menos quiero es tener una persona a mi lado siempre.
— Señora venía a ver qué se le ofrece de cenar, no ha comido nada desde ayer y se puede enfermar.
—- Gracias pero no quiero nada así que retírese, ¡no quiero nada que venga de ese maldito! —, la señora Betty me mira con asombro ya que fui bastante grosera con ella, sin más prefiere salir de la habitación.
Al cerrar la puerta corro y pongo seguro, voy y busco algo de ropa para vestirme, me pongo unos leggins negros y una blusa blanca ancha voy nuevamente hacia la cama y me recuesto estoy tan cansada que nuevamente caigo dormida, aunque las pesadillas me atormentan.
Abro mis ojos y veo que ya es muy noche aún me duele el cuerpo, , intento pararme pero las piernas aún me duelen, con esfuerzo llegó hacia la ventana sólo quiero salir de aquí ¡Dios ayúdame!, en eso la puerta se abre de golpe y lo veo, veo al hombre que en algún momento decía que me amaba que yo sería su vida y que ironía, este es el mismo hombre me ha hecho ver el infierno. Él se acerca hacia mi y me toma del brazo y me acerca a él siento que nuestros miradas quedaron fijas, a pesar de todo siento que todavía lo amo, acaso se me olvida todo el daño que me causó… por el estoy muerta en vida.
— Buenas noches amorcito — dice el muy hipócrita en tono sarcástico.
Me retiro de él, no quiero que mi cuerpo me traicione pero que digo, lo que tengo es unas ganas tremendas de matarlo. Aunque mi corazón diga lo contrario.
— ¿Y ahora qué quieres de mí?, ya pagué tu deuda, déjame ir, no tengo nada más que hacer aquí. Le dije con firmeza.
— Que ingenua, de aquí no saldrás hoy ni nunca, sabes por qué —. Niego con mi cabeza — hay va tu respuesta para que lo tengas más que claro… Eres mi juguete nuevo y todavía no me he cansado de ti, voy a sacar provecho de ese cuerpecito, me dará muchas ganancias. Tengo que recuperar de algún lado lo que invertí en ti.
— Desgraciado, infeliz —, me dirijo hacia él y golpeó con mis puños cerrados su fuerte pecho, lo más fuerte que puedo quiero hacerle pagar por todo el daño que ha causado, mis lágrimas una vez más amenazan con salir, pero no lo puedo permitir, tengo que ser fuerte no le voy a dar el gusto de verme humillada debo verme fuerte ante los ataques de Ricardo. Él me toma de mis muñecas y detiene los golpes, con tanta facilidad.
— ¿Qué te pasa niña loca?, acaso piensas que con golpearme vas a salir de aquí, no, no. En eso estas muy equivocada, ya olvida ese tema, esta es tu vida ahora. Bueno a lo que vengo, la señora que vino está mañana a tu habitación va a estar a tu entera disposición, si necesitas algo se lo pides a ella bien sea comida, ropa o si deseas hablar conmigo —. Él suelta mis muñecas y se da la espalda para salir de la habitación. — Ah otra cosa, se me olvidaba, Betty me informó que no probaste bocado en todo el día ¿acaso estás intentando morirte lentamente? —, lo dice con una enorme sonrisa.
— No me digas que ahora te preocupa mi bienestar, te recuerdo que gracias a ti estoy en estas condiciones o ya se te olvidó —, lo digo con firmeza pues no pienso dejarme intimidar. Él chasquea sus dedos y me mira.
— Arréglate y en 15 minutos te voy a estar esperando en la sala.
— Y si no voy ¿Qué? —, lo retó. Él se da la vuelta con cara de pocos amigos, levanta una de sus cejas y se acerca a mí.
— Si no vas, simple, voy a venir por ti y créeme no querrás averiguar lo qué soy capaz de hacerle a los que no me obedecen ¿Me entendiste? —. Me quedo en silencio Pues yo no estoy dispuesta a obedecerle. — Te pregunte si entendiste
—. Siento como me zarandeó bruscamente mis hombros.
— Si entendí —. Con voz baja respondí. — En quince minutos estoy lista.
El se da la vuelta y salió dando un fuerte golpe a la puerta, al salir me siento en el pequeño sillón y llevo mis manos a la cara, no se si llorar.
Ana tienes que ser fuerte, vamos a salir de aquí y vas a volver de donde nunca debiste salir. Pues tengo que darme aliento para la batalla que está a punto de empezar. Ana vs Ricardo
Y créeme que voy a salir vencedora. Él no va a ganar, de eso estoy completamente segura.