Ocho

2481 Palabras
Veo la escena, es total estado de incredulidad. Con tanto sistema de seguridad que hay en esta casa y que sean seis hombres armados y pareciendo una versión de esas de televisión. Ya saben, tipo misiones encubiertos. De pies hasta la cabeza están vestidos de n***o. No se puede ver nada, ni una pulga de piel. Lo que hace esto más difícil de rastrear y que también con ese dispositivo que le cambia por completo la voz es plus. Frunzo el ceño molesta por el trato que le hacen a mi hermanito, lo tiran como un saco de papas cualquiera. Me molestó y doy un paso hacia el agresor con los puños cerrados y temblando de la rabia. Pero caigo de rodillas cuando mi agresor me da una patada detrás para que mis piernas sedan. Gruñó por el dolor provocado. —¡Amarrala!— le dice un tipo de la esquina y este se acerca sin chistar. Me alejo cayendo de culo para que no se me acerque. Pero falló porque detrás me inmovilizan. Es un caso perdido hacer algo contra seis tipos. Veo los demás rostros. En una está la clara advertencia que me comporte, uno en particular luce asustado viendo entre Julián y yo. Mueve sus manos que están atadas con sus pies chorreando sangre de su labio a montones. La ceja está cortada. La ropa hecha un desastre. Lleva ropa formal. En cambio la otra persona solo ve el suelo y una que otra mirada de preocupación hacia a Julián quien está ahora mojando un poquito la alfombra de sangre. —Una linda reunión familiar — digo sarcástica. Mi padre sube su rostro para verme enojado. Como si esto fuera mi culpa. —¿Que? —Silencio. — dice el hombre que hasta ahora le prestó atención. Está sentado en el escritorio de mi padre. Reclinado como si fuese suyo. Terminan de atar mis manos pero dejan mis piernas sueltas. Casi gimo de agradecimiento. Esa postura que tiene mi hermano se ve incómoda. Mi padre por su parte no está atado. Si no estuviera de rodillas al suelo como me han puesto a mi justo a empujones diría que hasta un invitado más en su propia casa. Está impecable a diferencia de sus dos hijos. Solo que parece estar entre humillado y disgustado. Lo segúndo es lo normal. Definitivamente mi padre ha hecho algo para molestar a estos tipos. No parecen ladrones cualquiera. —¿Son todos? — habla otra vez y en esta ocasión se dirige al hombre que me tenía retenida y que me apunto. —Solo ellos son los que duermen aquí. La gente del servicio tiene su propia ala y se encuentran durmiendo. —Una gran casa para cuatro personas, Jonas. — dice el hombre arrastrando las palabras amenzante. —Pero tanto sistema de seguridad para nada ¿No? Lo único bueno es que es grande. Nos ha tomado más tiempo de lo necesaria dar con cada uno de ustedes. Javier y yo nos vemos con miradas cómplices. Ambos no sabemos que ocurre. El tiene ira por sentirse vulnerable yo lo entiendo me siento igual. Pero en esta situación no nos queda mucho que ser paciente y ver que mierda quieren. —Queda tres minutos. — dice alguien entrando al despacho. Es más chiquito y parece que debajo de todo tiene una figura. Una mujer. —Sera mejor apurarnos — habla otro entrando con la boca llena. En sus manos está un pastel de chocolate. Mi pastel de chocolate. El del cumpleaños de Javi. Lo guarde en la nevera que tengo en mi habitación. Por qué sí, tengo una jodida nevera pequeña dentro. Es que antes me daba flojera bajar a buscar algo de tomar en la madrugada y le temia a los fantasmas. Entonces Margaret me la regaló. Ellos estaban en mi habitación. Sabe que lo estoy viendo se baja un poco su máscara y debajo no puedo ver nada porque sube el rostro, cuando vuelve a verme creo que me sonríe. —¿Quieres un poco? — la misma voz que todos. Esta situación me sobre pasa. Quiero gritarle que le dará diarrea por pasado y lambucio pero me muerdo la lengua. —Jonas... Necesito que me devuelvas lo que me has quitado. — el tipo sentado da vueltas a su arma sobre la mesa. Yo me espanto porque si no tiene el seguro un disparo puede salir en cualquier momento. Por incercia me bajo lo suficiente para protegerme. Julián a mi lado respira con dificultad. Quiero tocarlo pero solo tengo los pies cerca. Su cara está hacia donde mi padre, este viendo aún al suelo imagino que contando las hebras de la alfombra lo tengo de frente y a Javier del otro lado. El único acostado indefenso y sin saber que sucede sigue siendo Julián. —No se de qué me hablas. —¿No? ¡Puto mentiroso! Tienes algo que es mío. ¡Sabes quién soy! — le habla despacio pero con claro enfado en sus palabras. No sé quién es pero aquí donde estoy yo estoy nerviosa y asustada. Mi padre por fin alza la cabeza y lo ve iracundo. —Un asesino. Eso eres. —Si, claro. — alega con fastidió mueve la mano libre y se mece en la silla. Una mirada de susto pasa entre Javi y yo. —Pero... También hago negocios... Ilicitos o no, pero tú me has tomado algo que es mío. —Ya te dije que no se de qué hablas. — mi padre le habla como si supiera quién es. Estoy mas desconcertada aún. —Tengo a todos tus herederos justo en mi cara y me los puedo cargar y destruir todo tu imperio, de ese modo se destruyen. Jonas. No robando. Ahora me vas a decir dónde está o que has hecho para yo ir y recuperarlo. —hace una pausa y ve a cada uno —Con el chico menor no puedo hacer nada, lo mataría ahora mismo ni se daría cuenta. El chico rudo que pensó que podía con dos de los míos lo pondría enfrente de tí, ya que se que es tu protegido. Los haría mirar como agarro a tu única hija y la torturo, poco a poco. Hasta que tu hijo no pueda ver más y me pida qué pare, aunque parece buen chico lo hará desde el inicio. Se pondrá contra a tí y quizá sea el quien te mate y me de lo que necesito. No sin antes por supuesto saber que has hecho con lo mío. Mi papá no dice nada... Solo mantiene la vista puesta en la alfombra. Respira rápido como si estuviera maquinado un plan. No me gusta esta situacion y cuando el tiempo se pone pesado y el hombre se levanta yo me asusto. —Vale. Te gusta el drama — agrega y apunta con la pistola hacia mi hermanito. Yo enseguida salto y me pongo encima suyo. Protegiendo con mi cuerpo pequeño al suyo largo. —Un buen giro. — dice asombrado. —No le hagas nada... — digo con la cara encima del cabello de mi hermano. Mis manos enseguida lo abrazan por encima de la cabeza. Lo acurrucó contra mi pecho. Alguien se acerca y me intenta quitar. —¡No! ¡No! Suéltame. Déjame. —¡Suéltalos!— el grito fuerte de mi hermano me hace tensarme. No me volteo para saber que Javi está indignado y molesto. —Y he aquí el drama— dice el dueño de todo este maldito circo. —Entonces... ¿Que haremos? Queda como un minuto para que decidas Jonas. Mi cuerpo se estremece mientras me aferro a mi hermanito. Lo coloco como puedo temiendo que haya una lluvia de disparos. Cuando estás en situaciones como estás solo piensas que algún momento o por un mínimo descuido terminarás muerta. No sé que ocurre a mi espalda. No quiero ver a mi padre por no defendernos como es debido. Antes pensaba que no me podría querer pero creo que es con todos sus hijos. —Yo. No. Te. He... Pum. El disparo hizo eco por toda la habitación. Retuve la respiración. Oliendo el olor de mi hermano. Esperando que algo dentro me doliera o escuchará algún quejido. Nada pasa. Imágenes viene a mi mente sobre Pertch viene a mi mente pero las alejo como puedo. La bruma se va arremolinando en mi cabeza y suspiro y respiro como puedo para evitarlas. —No seas tan hijo de puta en mentirme cuando puedo acabar con tu maldita vida justo ahora. Estás a mi Merced ¿No entiendes? ¿Te crees un maldito dios para ver qué tanto vives luego que te dejé como un colador o piensa tener raciocinio y hablar de una puta vez? Y no quiero que digas que tú no fuiste. Porque me asegure perfecto que has Sido tú. Intento ver por encima de mi hombro para ver qué la pistola está hacia el techo y un pequeño agujero. No ha matado a nadie ni a herido a nadie. Sea lo que sea que necesita es importante para no poner tanta presión y no tiene sentido que necesite de esto sin lastimarnos. —¿Te aseguraste? — mierda. De todo eso es lo que pregunta mi papá. En vez de decir o cuadrar cerrar un buen trato. Alejarlo ofrecerle el dinero y luego se puede ir donde quiera. —Si. Utilicé mis tácticas sutiles con Demet Hill un buen hombre. Me ayudó bastante. — está voz no es el hombre detrás del escritorio lo sé porque la voz está justo a mis espaldas. Solo alzó un poco detrás de mi hombro para ver qué ha Sido mi agresor. —Muy sensible a decir verdad. Uno de los chicos se ríe. Y me giro mejor y veo que es quien tiene la torta. los demás parecen estar neutrales. Algo en esas palabras me dejó el estómago caliente. —No sé quién es Demet. — responde mi padre tranquilo. Si tranquilo. Como si no estuviera rodeados de matones. —Bien. Le dicen Pulgas. Pulguitas, pulgoso, El pulguson. Puedo seguir pero por tus ojos noto que sabes quién hablo. —Se quien es. — admite papá —Pero no trabaja para mí, no se nada sobre ese hombre. — hace una pausa y luego me ve. —No está en mi nómina. —Ya. Y yo soy la reina Isabel. — agrega otra voz que no sé quién. —Vamos. Viejo tic Tac. Entonces las luces tiemblan iluminando todo y se escucha un pitido largo. El sistema se está reiniciando. No acaba de llegar cuando comenzó a sonar los teléfonos de la casa. Algo me decía que la casa estaba ahora con todas las luces encendidas. —Es la policía. — dice alguien alarmado. —Bueno creo que podremos darle Jonas por ladron. — ¿No hablan enserio si? No parece estar asustado. —Grupo de asesinos atrapan a ladrón luego de robarles una embarcación. Saldría en encabezado. Yo saldría porque tengo un buen abogado, mi hijo pagaría la fianza ¿Pero tú? No creo que tus hijos te aprecien mucho ahora Jonas. Mi hijo. Arrugó mi cara. Veo a papá que también está viendo al mismo tipo. Papa sabe quiénes son y algo me dice que sabe más de lo que dice. Demet Hill. Me vio cuando nombró que no estaba en su nómina. ¿Quien carajos es este tipo? El teléfono continúa sonando y este solo hace que todo se ponga más tenso. Yo podría tener un infarto ahora mismo. —Pasame el teléfono — dice mi padre con voz dura. Creo que a regañadientes. —Llegas a decir algo fuera de que está todo bien y es una falla y quedas aquí tendido y muerto. Hubo un instante de silencio y entonces mi padre hablo. —¿Hola? Sí. Jonas Halls. No una falla. No lo sé deberían de saber los del sistema de seguridad. Claro... Está bien. Hasta luego. —Asi me gusta. — dice el hombre. —Te doy un día para solventar pero como estoy convencido que no lo tienes cerca te doy una prórroga de horas. ¿Que buenos soy no? Ahora. ¿Te invitaron a la fiesta de máscaras que hará el gobernador? — no se que responde mi padre porque el tipo continúa —Nos vemos ahí y espero que lo tengas. Comenzaron a salir y yo sentí que respiraba con tranquilidad. —Koch — dice mi padre y todo se me tensa. No puede ser. —Necesito más tiempo que eso. Son los Koch. ¡Maldición! Espero que esto no sea por lo que le hice al hijo. Entonces recuerdo como me nombró uno de ellos. Es Zaddiel. Tiene que serlo. —Trae a la chica necesito asegurar que el malnacido cumplirá. —¿Que? ¡No! Yo te doy mi palabra. A mí hermana no te la llevas. — dice Javier asustado. Yo comienzo a sudar y forcejeo con el gigante que intentan tomarme del piso. —¡Papá! —Señalo a mi padre. Estoy asustada. No quiero volver a pasar por algo así jamás. —Yo no tengo por qué pagar por su culpa. —¿Eres su hija no? — dice el tipo viéndome forcejear. El que me tiene sabe que no peso nada y me levanta como peso pluma. Me muevo para darle como fuese pero mide mis movientos y con este traje no puedo hacele daño. Grito enfurecedia cuando me doy cuenta que el daño me lo estoy haciendo yo misma. El solo está ahí levantando por la cintura. Ya he dejado de tener a mi hermano conmigo. Parezco una maldita niña chiquita cuando su padre la toma y pataleta por un dulce. —Por desgracia. — le grito al tipo y forcejeo. —Maldicion. Los pecados de los padres no deben de recaer en sus hijos. Digo recordándo la palabra que una vez me dijeron y son tan ciertas. La sala se queda en silencio y mi respiración es la única presente agitada. —En otra vida supongo, pero en la tuya si— el hombre se acerca amenazante yo me hundo en el hombre que me sostiene. Cosa ilógica cuando también es uno de ellos. —Estas en el ojo del huracán chica. No está pasando nada malo aún relájate. —Mi hermana no es trato comercial, imbécil. — dice mi hermano. Pero no hace nada. —Pero es un buen incentivo para mí y para ustedes si no cumplen. — me toma de la barbilla. —Eres una niña muy linda. Le escupo en la máscara y el enseguida se aleja por mi arrebato. Se enfurece en fracciones de segundos y no bastó un segundo cuando mi cara voló con una cachetada que me dejó mareada y luego otro golpe que me noqueó.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR