Para Roberto no fue necesario llamarme porque mamá durmió perfectamente durante toda la noche, así que pude relevarlo desde la mañana que ella comenzó a gozar de un buen humor, el cual no me agradaba que tuviera porque volvía a ser la misma con sus comentarios innecesarios y metiéndose donde no la llamaban, recordándome lo poco apenada que me hacía sentir con su estado.
—Bueno basta mamá, dejá de decir estupideces. —le pedí fulminándola con la mirada para que dejara de hablar, Franco se rió a mi lado y chocó los cinco con ella.
—Sólo digo que hacen muy bien en volver, Franco es un chico lindo y era obvio que no te podías resistir mucho tiempo Mia.
— ¡Mamá basta! —me quejé molesta por tanta alusión a que Franco estuviera nuevamente cerca, pero cambié de tema para no darle tanta trascendencia. — ¿Qué dijo el médico, dijo cuándo podías salir?
—No, pero olvidate que vaya a un centro de rehabilitación o esa mierda que siempre quiere tu papá, me voy a ir a mi casa y no lo voy a hacer más.
—Hacé lo que quieras, pero vos misma sabés que no es así.
— ¿Entonces para qué voy a ir? —se encogió de hombros. Bufé y me alejé de su lado para sentarme en el sofá que Roberto durmió para estar cerca de ella y cuidarla. — ¿Tenés algún cigarrillo que me des, Fran?
—Eh…sí, ¿la dejan fumar acá?
—No sé, pero no me importa. —se rió. Rodé los ojos y para ignorar toda la situación agarré mi teléfono para contestar los mensajes, por el rabillo del ojo vi como se levantó para agarrar el cigarrillo e irse a fumarlo al baño, Franco se acercó y se sentó a mi lado para llamarme la atención.
—Al menos está de buen humor.
—Ni me lo digas, ella sola le encuentra la gracia a todo esto, es…
—Agotador, lo sé. —dijo y asentí dándole la razón, si bien dormí muy cómoda y tuve una muy buena mañana gracias a él, haber puesto un pie en la habitación donde estaba mamá en observación ya me agotaba, su buen humor no coincidía con el mío y esas ganas de reprocharle todo lo que nos hizo pasar, me quemaban por dentro. Franco apaciguó esa bronca acercándose más a mí y acariciándome la mejilla. —tranquila, ya va a pasar. —respiré hondo y me aferré a esas caricias, dejándome relajar con su tacto. —Ya me voy a ir.
—Bueno, avisame cómo te va con eso. —le señalé el cuello, rodó los ojos acercándose a besarme y aprovechamos que estábamos solos en la habitación para mantenernos por un rato sin apartarnos, compartiendo caricias entre beso y beso, volviendo a sentir toda esa excitación por nuestra vuelta.
Franco no sólo era buenísimo en la cama, besaba de una manera tan irresistible que poco podía mantenerme firme. Sus besos eran eléctricos para mi cuerpo entero y disfrutaba de la acción con plenitud, así que pasar un rato pegada a su boca me parecía un excelente plan.
—Déjenme salir si lo van a hacer acá. —bromeó mamá cuando salió del baño, Franco se apartó y me dio un último beso para agarrar sus cosas y encaminarse a la puerta, yo negué frustrada por tener que soportar el humor de ella.
—Mary espero que la próxima vez que la vea sea en su casa.
—Yo también espero verte en mi casa.
—Avisame y te vengo a buscar. —me dijo a mí, asentí y se fue cerrando la puerta para dejarme sola con ella, lo que me permitió fulminarla con la mirada cuando estuve segura que ya no podía escuchar.
— ¡Mamá dejá de decir cosas sobre nosotros, te pedí que no te metieras, no acotes nada!
—Sos tan exagerada hija. —suspiró sentándose en su cama y me quejé peor. —no es para tanto, yo quería que volvieran.
—No te metas por favor, ocupá tus energías en recuperarte y salir de este lugar horrible para dejar de condenarnos a todos. —le pedí y volví la atención a mi celular, dejando el lugar en silencio para esperar que lo reconsiderara, pero eso me parecía imposible.
A mamá le dieron el un par de días después del episodio de sobredosis, suponiendo los médicos que de inmediato las transferiría a rehabilitación, ya que mi papá si bien no iba a meterse directamente, en su apoyo hacia mí podía conseguirme los números de la clínica donde la habían ayudado en la última recaída, incluso Franco ofreció su ayuda, pero ella se negó y discutió tanto, que no pude hacer más que seguir sus deseos porque de lo contrario, acabaríamos más peleadas de lo que ya lo hacíamos.
Muchas personas fue a verla durante esos días, incluso mis amigos se acercaron para acompañarme en los momentos que no me tocaba estar dentro de la habitación, y aunque Vicky y las chicas fueron de esas, a ellas solo pude contarles que tuvo una operación de urgencia y no el verdadero motivo, me parecía innecesario compartir esa parte de mí que a veces me avergonzaba y otras la cuidaba tanto para no darle motivo a nadie que la juzgara, pero no por eso estaba menos agradecida de su compañía y en el margen de tiempo que estuvieron para distraerme, lo hicieron contándome el revuelo que causó en la semana el chupón de Clark en todo el colegio, lo que empezaba con las especulaciones que yo quería que tuviera, él tenía a alguien.
Por su parte Franco, no se apartó de mí en el tiempo que pudo ni se estresó tanto cuando por cinco segundos casi se cruzó a mis amigas en la clínica, de lo contrario tomó todo con una madurez muy notable, aún nos acostumbrábamos a lo que queríamos formar y sólo tuvimos una diferencia de ideas cuando me contó de la vez que tomó una cerveza con mi mamá cuando nos separamos, ella le confesó que tenía el consumo controlado y él le creyó pensando que solo se trataba de marihuana. Le manifesté mi inconformidad por esa situación y pudimos resolverlo sin tanto drama, porque prometió no darle ese lugar con absoluta confianza en meterse en nuestras decisiones.
Sin dudas fue un gran sostén en los últimos días, lo que era por demás un excelente comienzo de vuelta de relación. Cada noche pasaba a buscarme, cocinábamos algo, nos bañábamos y nos íbamos a dormir compartiendo nada más que besos, para despertarnos al otro día temprano y que me llevara a relevar a Roberto y él irse después a trabajar. Nunca insinuó ni pidió nada, y aunque yo me moría de ganas de darle sentido a nuestro vuelta, mi cansancio físico y mental no me lo permitía.
Por toda la semana todo fue muy automático, por eso la noche antes que le dieran el alta a mamá, como Roberto iba a ser quien estaría con ella, tanto él como papá me aconsejaron volver al colegio el lunes, y pese a que no tenía muchas ganas de ir y dar explicaciones a nadie de mi ausencia, era mi responsabilidad seguir con mi obligación, por eso Franco se quedó prometiendo dejarme cerca la mañana siguiente, pero yo solo quise llorisquear y patalear cuando la alarma sonó.
—Dale Mia, vamos a llegar tarde. —me dijo él igual de adormilado a mi lado, pero se levantó y yo aproveché a remolonear en la cama llorisqueando como si fuese una nena chiquita por tener que levantarme, estaba tan cansada que solo se me ocurrían excusas para decirle a papá.
No quería saber nada de volver al colegio, pero papá no me iba a dejar faltar un día más, así que cuando escuché que Franco terminó de bañarse, me levanté antes que me dijera algo y entré al baño mientras se secaba y se ponía el calzoncillo, privándome de ver su desnudez que en realidad no importaba tanto a esa hora de la madrugada, por lo que me puse a lavarme la cara y los dientes mientras él actuaba en automático. Yo me había bañado la noche anterior, así que busqué mi uniforme y me senté en la cama a descansar cinco minutos.
—Creo que se me rompió el cierre. —dijo mientras luchaba con su pantalón, sonreí apenas y me estiré a sacar el celular del enchufe donde estaba cargando, lo encendí y casi abro los ojos perpleja al ver la hora. Lo escuché bufar enojado al lidiar con el cierre hasta que el malhumor lo venció. — ¿Me ayudas?
—Sí…—le dije comenzando a sentir que se avivaba a fuego lento esa chispa que no se percató antes de su desnudez, recién salido de la ducha con las gotitas resbalándose por su piel y el pelo húmedo y despeinado. Se acercó al borde de la cama y me quiso explicar lo que estaba haciendo pero contrario a prestarle atención, le bajé el pantalón.
—Ey… —me dijo reteniéndose el calzoncillo y yo insistí. —Loca es tarde.
—No, no es tarde. —sonreí orgullosa de mostrarle la pantalla de mi celular y cuando él vio y entendió, sonrió también al ver que la alarma que sonó era la que usamos los días anteriores para llegar temprano a la clínica a relevar a Roberto, la de las cinco de la mañana. No teníamos que despertarnos hasta las seis al menos, así que se tiró en la cama con todo su peso encima de mí y me tiró hacia atrás haciéndome reír.
— ¿No es tarde para dormir un rato más?
— ¿Pero querés dormir? —le pregunté y levantó la cabeza para mirarme, el pelo húmedo y desacomodado me volvía loca, por lo que pasé mis manos para peinarlo y poder mirarlo a la cara, sus ojos tenían ese brillo de diversión que yo conocía mejor que a nada cuando la idea pasaba por su mente.
— ¿Vos no?
—Nop, quiero hacer algo mejor que eso.
— ¿Qué? —preguntó interesado y bajé mis dedos a su mentón para acercarlo a mi boca a rozar sus labios carnosos y dispuestos a tomar los míos.
—Comerte entero.
—Soy todo tuyo.
—Lo sé. —dije e tomé su boca con la mía para darle inicio a un beso que comenzó siendo intenso desde mismo momento que su lengua ingresó en búsqueda de la mía, un escalofrío me subió por la columna cuando nos acomodamos mejor y Franco quedó entre mis piernas, rozándome y tentándome a más con las sensaciones que comenzaron a aflorar entre nuestros cuerpos.
Yo solo tenía una camiseta vieja y una tanga, así que a él no le llevó mucho tiempo desnudarme y darle a mis pechos la atención que siempre les proporcionaba con las manos y los dedos antes de llevar su boca a mis pezones erguidos y sensibles, provocando esa sensación que cada vez se incrementaba más en mi vientre y en descenso. Rodamos en la cama y me subí a horcajadas de su cuerpo, cómo él solo tenía puesto el pantalón y el bóxer, lo ayudé a sacárselo para dejarlo desnudo y tomar en mi mano su pene que comenzaba a ponerse más erecto con mis caricias mientras continuábamos el beso con fervor.
No tardé mucho en descender mis besos por su pecho y su estómago, él se acomodó y después buscó mi comodidad, juntando mi pelo en una cola de caballo para que no me molestara cuando me lo llevé a la boca y comencé a chuparlo, haciéndolo temblar y jadear con pesadez.
—Dios Mia… sí preciosa…—gimió y lo vi con los ojos cerrados disfrutando de la sensación, lo que a mí me calentaba más la sangre y quería hacerlo excelente para él, ya que siempre buscaba motivarme y no solo me decía lo bien que lo hacía y le gustaba, me lo demostraba con la reacción de su cuerpo entero. Sonreí cuando me miró al borde de la desesperación y acunando mi nuca, le permití mostrarme cómo yo sabía que le gustaba. —Mia…
Franco siempre me avisaba cuando estaba al límite y siempre era mi decisión continuar o llevarlo a otro lugar, así que con esa advertencia, pude escalar en su cuerpo y subirme a horcajadas, para que él me ayudara y penetrarme cuando me senté buscando liberarme también. Gemí con el corazón acelerado y los ojos cerrados por la exquisita sensación de llenarme de él, y no tardó en acercar mi boca a la suya cuando no lo pudo aguantar más.
—Movete, por favor. —suplicó y yo sonreí comenzando a moverme sobre él y casi me reí en su boca cuando no me dejó hacerlo ni por un minuto que me tiró en el colchón y se subió encima para que aferrara mis piernas a su cintura y Franco se hundiera profundamente en mí para moverse él y hacerme jadear desesperada.
Se vino pero no dejó de moverse y a conseguir con toda sus fuerzas que yo llegara también, pese al cansancio en su expresión, su respiración entrecortada y sus pupilas dilatadas, me hizo llegar a un orgasmo tocándome con sus dedos en el punto exacto que necesitaba de su estimulación.
—Sos tan hermosa cuando te venís, no tenés idea lo mucho que me calienta… podría hacértelo de nuevo en ese mismo momento. —me dijo y yo sonreí sintiéndome agotada, me dejó aire al bajarse de encima y mi cuerpo quedó laxo. No teníamos sexo hacía varios días, sin contar las dos semanas que no nos vimos, aquel encuentro fue el último por lo complicado que fueron los días posteriores, así que volver a sentirme satisfecha era algo que extrañaba y no sabía cuánto.
—Podrías. —coincidí. —pero en un rato.
Se rió como yo y nos quedamos un rato en silencio mientras nos recomponíamos, hasta que busqué lo mismo de siempre y era sentir su calor, por lo que me aferré a su cuerpo apoyando mi mejilla en pecho y dejándome abrazar por él que pronto comenzó a jugar con caricias en mi espalda.
—Tenemos un ratito más.
—Sí, pero no para dormir, debería bañarme de nuevo.
—No, no. —protesté y usé mi mejor faceta caprichosa. —quiero que vayas con olor a sexo, o te marco de nuevo.
—Qué amenaza más tentadora señorita Campbell, pero por mucho que me caliente que me marques no tengo ganas de soportar de nuevo que me ardan las orejas, ni hablar de escuchar al director.
—Bueno entonces no te bañes. —exigí y le di muchos besos en el pecho hasta que subí a su boca y lo miré, tenía la expresión divertida y según lo que pude notar, su pene estaba semi erecto de nuevo. —quiero que tengas olor a mí y que todas las que se te acerquen hoy sientan que reconocen ese perfume, pero que no puedan descifrar de quién es hasta que yo me lo retoque al lado de cada una de las fanáticas locas que tenés.
Se rió negando y dándome más besos que yo apenas podía responder por mi sonrisa.
—Estás encendida Campbell, ¿querés mearme también?
— ¡Diu no, sabés que eso no me gusta! —me quejé saliendo de mi papel, si bien su mención era una forma de decir, una vez hablamos de las cosas raras que existían en el sexo y los dos llegamos a la conclusión que el pis de ninguno sería parte de nuestros encuentros alguna vez. Sonrió besándome mientras se sentaba en la cama.
—Por muy tentador que sea que todos sepan que tenemos sexo, todavía es ilegal. —dijo y buscó el teléfono para corroborar la hora. Teníamos un rato para que sonara la alarma así que volvió a abrazarme y besarme para después remolonear en la cama. — ¿de verdad querés eso?
— ¿Qué?
—Que todos sepan que estamos juntos.
—Nah, no me importa. —le dije con sinceridad, no se trataba de eso en realidad y él lo sabía. —sería más fácil pero eso no significa que podría ser mejor… yo solo… ya sabés lo que quiero.
—Sí. —confianza y seguridad, exclusividad y estabilidad, lo que prometió darme en esta segunda oportunidad que nos estábamos dando.
— ¿Es mucho?
—No. —dijo e hizo que lo mirara, me acarició la mejilla y rozó su nariz con la mía. —quiero lo mismo bonita… y algo más que te lo quiero decir al oído.
— ¿Qué? —pregunté con una sonrisa poniéndome de costado para que me susurra al oído algo que automáticamente sentí su aliento cerca me erizó la piel.
—Quiero que te pongas en cuatro para que te pueda coger muy duro.