Capítulo 7

1205 Palabras
Una certeza absoluta. Días después de aquel encuentro con ese hombre que desapareció, me concentre en que debía hacer. Varios días y, muchas noches lo pensé y solo esperaba que mi familia se diera cuenta de mi desaparición, pero luego de mi despedida fallida, como su vida no encajaba con la mía decidí que era tiempo. El amanecer del quinto día trajo consigo una claridad que no había sentido en mucho tiempo. Después de lo ocurrido en aquella habitación de hotel, no hubo lamentos ni autocompasiones, solo fue sexo y muy bueno debo decirlo, pero solo eso. Solo quedo en mí una certeza absoluta: me había cansado. Me había cansado de esperar algo que nunca iba a llegar. Me había cansado de aferrarme a la ilusión de que algún día mi familia se daría cuenta de lo que significaba para mí, de que algún día sería suficiente. Pero ya no más. Tomé una decisión sin vuelta atrás: desaparecer de sus vidas sin siquiera despedirme. No era que me necesitaran ahora. Esa misma mañana, sin pensarlo dos veces, hice un inventario mental de todo lo que poseía y empecé el proceso para deshacerme de todo. Llamé a una agencia inmobiliaria para vender mi departamento, contacté un concesionario para mi auto, busqué compradores para mis joyas y pertenencias valiosas. No quería quedarme con nada que me atara a este lugar ni a la vida que había construido en base a falsas expectativas. Una semana después, la agente inmobiliaria me informó que había una oferta sólida por el departamento. No lo dudé. Firmé los papeles con una frialdad que hasta a mí misma me sorprendió. Fue en ese momento que me di cuenta de que el apego ya no existía. Ya no era mi hogar, nunca lo había sido en realidad. Solo fue un espacio físico que había ocupado mientras intentaba encajar en un lugar que no me correspondía. Tanto con mi familia y con leonardo. El auto fue aún más fácil de vender. Me ofrecieron una cantidad razonable y lo entregué sin pensarlo. A medida que me deshacía de cada bien material, sentía que me liberaba un poco más de mi pasado. De las noches en vela esperando una llamada, de los días en que me ilusionaba con una promesa vacía, de la constante sensación de no pertenecer a ninguna parte. Cuando finalmente el dinero de todas las ventas estuvo en mi cuenta bancaria, comprendí que lo había logrado. Que solo era cosa de tomar mi ropa y embarcarme en el avión. Mire por última vez el lugar que fue mi hogar por casi diez años, ya no quedaba nada, era algo irreconocible, pero tranquilizador. En menos de una semana, había cortado todos los lazos materiales con mi vida anterior. No le dije nada a nadie. Ni un mensaje, ni una explicación. Si ellos nunca se molestaron en buscarme cuando los necesité, no veía la razón para hacerlo yo ahora. Lo siguiente fue lo más importante: la compra de la propiedad en Henley-on-Thames. Desde el momento en que vi aquel anuncio, supe que ese lugar era para mí. Un espacio apartado, lejos del bullicio de la ciudad, perfecto para empezar de cero sin que nadie interfiriera. Hice todos los trámites sin demora, acelerando cada proceso hasta que finalmente tuve en mis manos la documentación que confirmaba que esa propiedad ahora me pertenecía. Me quedé mirando los papeles durante largos minutos. No era solo una casa; Era mi libertad, Mi escape, Mi nuevo comienzo. No sentía miedo. No sentía nostalgia. Solo una determinación absoluta de no mirar atrás. Ya no había nada que me atara a este lugar, a estas personas, a este pasado que solo me había traído decepciones. Sin despedidas, sin explicaciones, sin remordimientos. Solo yo y mi nueva vida esperando en el horizonte. Tome mi cartera y baje al taxi que ya esperaba por mi para ir al aeropuerto. Eche el ultimo vistazo del lugar que me acogió por años y salí de allí. Un boleto solo de ida El trayecto al aeropuerto fue silencioso. Afuera, la ciudad seguía su curso con el mismo bullicio de siempre, pero dentro del taxi, todo estaba en calma. Mis manos descansaban sobre mi regazo, mientras mi mente repasaba cada detalle de lo que había dejado atrás. No sentía ansiedad ni arrepentimiento, solo una extraña paz que me invadía desde el momento en que cerré la puerta de mi antiguo hogar por última vez. Cuando llegué al aeropuerto, el lugar estaba lleno de personas con distintos destinos, algunas corriendo para no perder su vuelo, otras despidiéndose con lágrimas en los ojos. Pero yo no tenía a nadie a quien decir adiós. Dirigí mis pasos al mostrador de la aerolínea y presenté mi pasaporte. El agente me sonrió cortésmente mientras revisaba mis documentos. —¿Destino? —preguntó. —Londres —respondí con voz firme. Mi boleto de primera clase ya estaba listo. Un boleto solo de ida. Rompiendo todos los lazos Con mi pase de abordar en mano, busqué un asiento apartado en la sala de espera. Tenía una última tarea pendiente antes de dejarlo todo atrás. cortar los lazos digitales. Saqué mi teléfono y, sin dudarlo, entré en cada una de mis r************* . Una a una, fui cerrando mis cuentas: f*******:, i********:, Twitter. Borré mi correo personal y eliminé toda la información bancaria relacionada con mi vida en este país. Luego, accedí a mi cuenta de w******p y desactivé el número. No quería dejar ningún rastro, ningún medio por el cual alguien pudiera contactarme. El teléfono se volvió inútil en mis manos. Me levanté, caminé hasta un contenedor de reciclaje y lo arrojé dentro sin pensarlo. No más llamadas, no más mensajes, no más rastros de mi existencia aquí. Volví a mi asiento y esperé con paciencia el llamado a abordar. Un vuelo hacia la libertad Cuando finalmente anunciaron el embarque, caminé hacia la puerta de embarque con pasos decididos. Me senté en mi asiento de ventanilla y me aseguré de acomodarme bien. Mientras el avión despegaba, observé por última vez la ciudad que dejaba atrás. Las luces se veían diminutas, lejanas, hasta que finalmente desaparecieron en la oscuridad de la noche. El vuelo fue tranquilo. Me envolví en una manta y cerré los ojos, sintiendo el peso de los últimos días desvanecerse poco a poco. Por primera vez en años, me sentí ligera. Un nuevo amanecer en otro continente Cuando el avión aterrizó en Heathrow, la sensación de empezar de cero se hizo más real que nunca. Salí del avión y caminé por los largos pasillos del aeropuerto con una determinación renovada. En inmigración, el oficial revisó mi pasaporte y me hizo algunas preguntas rutinarias. Respondí con calma, sabiendo que no había vuelta atrás. —Bienvenida a Londres —dijo finalmente, devolviéndome mis documentos. Recogí mi equipaje y salí del aeropuerto. Afuera, el aire era fresco, distinto, casi como si realmente estuviera respirando por primera vez. Un coche me esperaba para llevarme a Henley-on-Thames. Mientras el paisaje cambiaba de rascacielos a colinas verdes y tranquilas, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Había llegado a mi nuevo hogar. A mi nueva vida. Sin despedidas. Sin explicaciones. Sin remordimientos. Solo yo y mi futuro, esperando ser escrito.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR