Capítulo 5

1572 Palabras
Cálmate Valeria. Una semana después.... Había pasado una semana en donde busque refugio en mi familia y nadie noto lo desecha que estaba a lo mejor Héctor tenía razón. Así que hizo lo mismo que ellos seguí con mi vida, bueno traté. El auto avanzaba por la carretera, pero yo apenas veía el camino frente a mí. Mis manos apretaban el volante con fuerza, los nudillos blancos por la tensión. Llevaba días sintiéndome así: atrapada en una burbuja de enojo, decepción y un dolor que nadie parecía notar. Aceleré sin darme cuenta. —Cálmate, Valeria —me dije a mí misma, pero era inútil. Había pasado toda la mañana intentando no pensar en ello. Había trabajado, había atendido clientes, había hecho todo lo posible por distraerme, pero al final, todo volvía a lo mismo. Leonardo. Maldito Mentiroso. Hipócrita. Cinco años. Casi cinco jodidos años de mi vida. Y toda esa mierda había sido una mentira. Me estacioné frente al restaurante, respiré profundo y bajé del auto. Necesitaba ver a Caleb. No porque creyera que me iba a dar algún consejo sabio, sino porque, por una vez en la vida, quería que alguien estuviera ahí para mí. Busque nuevamente hacer el último intento. Entré sin saludar a nadie y fui directo a su oficina. Ni siquiera me molesté en tocar. Abrí la puerta de golpe y lo encontré recostado en su silla, mirando su teléfono con una sonrisa de idiota. —¿Otra vez coqueteando con una de las camareras? —pregunté con sarcasmo, cerrando la puerta tras de mí. Caleb levantó la vista y sonrió. —Tienes un radar para arruinar buenos momentos, hermana. Ignoré su comentario y me crucé de brazos. —Necesito hablar contigo. Él me miró por un momento, como si estuviera evaluando si valía la pena escucharme o no. Luego, suspiró y dejó su teléfono sobre el escritorio. —Está bien, dispara. Abrí la boca, pero de repente sentí un nudo en la garganta. No estaba acostumbrada a hablar de mis problemas. Siempre era yo la que resolvía los desastres de los demás. Respiré hondo. —El día que te encontré con esa chica en tu oficina… te necesitaba. Caleb frunció el ceño, confundido. —¿De qué hablas? —Había descubierto que Leonardo me había mentido. Por casi cinco años, Caleb. —Mi voz tembló y me odié por ello—. Me engañó, me manipuló… y cuando lo supe, ¿sabes qué pasó? Nada. Mi hermano parpadeó, sin entender del todo. —¿Nada? Reí sin humor. —Exacto. Nadie se dio cuenta. A nadie le importó. Ni tú, ni papá, ni Verónica, ni Héctor. Todos siguieron con sus vidas, como si yo no existiera. Caleb me miró en silencio por unos segundos. Luego, se encogió de hombros. —No dijiste nada. ¿Cómo íbamos a saberlo? —¡Porque ustedes son mi familia, imbécil! —grité, sintiendo cómo toda la rabia contenida salía disparada—. Porque si tú tuvieras un problema, yo estaría ahí en un maldito segundo. Pero cuando yo lo necesito, cuando yo estoy destrozada… ustedes ni siquiera lo notan. Caleb se pasó una mano por el cabello, incómodo. —Mira, Valeria… —No. No me vengas con excusas —lo interrumpí—. No quiero escuchar que "no lo sabías" o que "lo hubieras dicho". ¡No tendría que decirlo! Yo siempre estoy para todos ustedes, pero cuando se trata de mí… estoy sola. Mi hermano suspiró, pero su incomodidad duró poco. En cuestión de segundos, su expresión cambió a su típico tono burlón. —A ver, hermanita, tal vez todo esto te está afectando porque hace rato que no te acuestas con tu futuro esposo. Lo miré, atónita. —¿Qué? Caleb sonrió con burla. —Que a lo mejor necesitas soltar un poco de tensión. Ya sabes, un buen polvo con el afortunado que se supone que será tu marido… No lo dejé terminar. —¡Vete a la mierda, Caleb! El grito resonó en la oficina, pero no me importó. —¡Eres un idiota inmaduro que solo piensa con la entrepierna! —seguí gritando—. ¡¿Cómo puedes ser tan insensible?! Caleb se puso de pie, sorprendido por mi reacción. —Oye, solo estaba bromeando… —¡No, no lo estabas! —señalé con el dedo—. Tú y todos los hombres son iguales. Todo se trata de sexo, todo es una jodida broma, nada es serio… ¿Sabes qué, Caleb? No sé por qué mierda pensé que podía confiar en ti. Sentí lágrimas de rabia acumulándose en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. Me giré y caminé hasta la puerta. —Valeria… Pero No me detuve. —Sigue con tu vida, Caleb. Haz lo que quieras. Yo ya me cansé de esperar algo de ti. Haz como si nunca te hablé, mejor has que me morí…. Salí de la oficina y cerré la puerta de un portazo. Esta vez, no esperaba que él viniera detrás de mí. Investigación. Caleb nunca se había considerado el mejor hermano, pero tampoco creía ser el peor. Aun así, la imagen de Valeria gritándole con lágrimas en los ojos lo atormentaba. Durante años, ella había estado allí para él, protegiéndolo, defendiéndolo y sacándolo de problemas. Pero cuando ella lo necesitó, él no estuvo a la altura. Y eso lo carcomía por dentro. No podía quedarse de brazos cruzados. Algo en su interior le exigía hacer algo, entender qué había pasado realmente con Leonardo Black. Sabía que el hombre era un empresario con fama de arrogante, pero hasta ese momento, nunca se había detenido a investigarlo realmente. Tomó su teléfono y comenzó a buscar información. Cuanto más leía, más se convencía de que Valeria había sido víctima de una gran mentira. Fue entonces cuando se topó con un nombre que le resultó familiar: Sofía, la mejor amiga de Valeria. Si alguien sabía lo que realmente había ocurrido, era ella. Se encontraron en una cafetería discreta. Sofía llegó con el ceño fruncido y los brazos cruzados, claramente a la defensiva. —Si vienes a hablar de tu hermana, ahórratelo —soltó de inmediato. Caleb entrecerró los ojos. —No vengo a pelear contigo. Solo Quiero saber la verdad. Sofía soltó una risa sarcástica. —¿Ahora sí te interesa? Porque cuando Valeria estaba destrozada, nadie en su familia se preocupó por ella. Caleb apretó los puños, tragándose su orgullo. —Sé que he sido un mal hermano, pero estoy aquí para enmendarlo. Por favor, dime qué pasó realmente. Sofía lo miró fijamente antes de soltar un suspiro cansado. —Leonardo le mintió desde el principio. Nunca dejó a su esposa. Todo lo que le prometió era falso. Y cuando Valeria se enteró, él la está haciendo quedar como la amante que estuvo a punto de destruir su matrimonio. —Tomó un sorbo de su café antes de continuar—. La humilló, Caleb. La hizo sentir que no valía nada. Y tú y tu familia le dieron la espalda cuando más los necesitaba. El estómago de Caleb se revolvió de rabia y culpa. —No lo sabía —admitió con la voz tensa—. Pero eso no justifica nada. Ese cabrón no se va a salir con la suya. Sofía lo miró con escepticismo. —¿Y qué piensas hacer? Caleb sonrió de lado, con una determinación feroz en la mirada. —Voy a hacer que pague. Por cada lágrima que le hizo derramar a mi hermana. Si bien no era detective, pero estaba decidido a desenterrar toda la verdad sobre Leonardo Varela. Si ese bastardo había destruido la vida de su hermana, él se encargaría de hacer lo mismo con la suya. Comenzó por lo más obvio: registros públicos. Encontró documentos que confirmaban lo que Sofía le había dicho. Leonardo seguía casado con Elizabeth Luján. No había registros de divorcio, ni siquiera de una separación legal. Pero había algo más. La empresa de Elizabeth tenía varios movimientos sospechosos, transacciones ocultas y contratos con nombres que le sonaban vagamente conocidos. Algo no encajaba. Decidió ir más allá y contactó a un viejo amigo, un periodista de investigación con acceso a información más detallada. Se encontraron en un bar discreto, lejos de miradas curiosas. —¿Qué quieres saber exactamente? —preguntó el periodista, sacando su tableta. —Todo lo que puedas encontrar sobre Leonardo Black —respondió Caleb con seriedad—. Negocios turbios, fraudes, relaciones, cualquier cosa. El periodista tecleó con rapidez y, tras unos minutos, su expresión cambió. —Esto es interesante… —murmuró mientras giraba la pantalla para mostrarle lo que había encontrado—. Varela no solo es un mentiroso, también está metido en asuntos poco limpios. Ha hecho tratos con empresas fantasma y ha lavado dinero a través de sus negocios. Caleb sintió cómo la adrenalina le subía por las venas. No solo había destruido a Valeria, también era un maldito criminal. —¿Se puede probar? —preguntó, entrecerrando los ojos. —Con las pruebas adecuadas, sí. Pero necesitarás más que simples registros digitales. Algo concreto que lo incrimine. Caleb asintió. No iba a detenerse ahora. Si había una forma de arruinar a Leonardo, la encontraría. Al salir del bar, sacó su teléfono y llamó a Sofía. —Necesito tu ayuda —le dijo sin rodeos. —¿Para qué? —preguntó ella con cautela. —Para hundir a Leonardo Black.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR