Capítulo 19

4586 Palabras
Afortunadamente, el curandero llegó enseguida al castillo y atendió a la vampira casi adormecida. Le tuvo que acabar de desgarrar la ropa para ver mejor la herida, viendo que había llegado hasta el hueso de la espina dorsal, con solo tocar la herida Carmelius daba un grito fuerte de dolor, todos se sobresaltaban ante eso. El curandero la atendió como pudo, aunque eso significará hacerla sufrir un poco, no era muy común que un vampiro como ella sobreviviera a una herida de un hombre– lobo, eso sorprendió al curandero y a Azeman, sobre todo. –  Voy a tener que extraerle el veneno del arañazo para que se cure la herida, va a ser doloroso para ella mi señor. –  aviso el curandero. –  De todas las heridas que he visto causadas por un hombre o mujer– lobo, está es la peor de todas, me asombra que ella siga existiendo. –  Haga lo que sea necesario doctor, no quiero perderla ahora. – dijo Azeman paseando nervioso por la habitación. –  Muy bien, voy a necesitar que la sujete bien fuerte, tiene que mantenerse quieta y dudo que lo haga por sí misma por el dolor. –  pidió él. –  Usted es el único que puede sujetarla fuerte sin moverla. Azeman no contradijo las palabras del curandero y hizo lo que le pidió, pero antes pidió a todos los presentes que se fueran, que se dedicaran a hacer lo que debían con lo ocurrido en su aldea, ellos apenados y resignados obedecieron. Una vez solos, Azeman movió con cuidado el cuerpo de Carmelius para poder sujetarla mientras el doctor procedía con su trabajo, ella se quejó un poco, pero nada más. Una vez preparada, el hombre sacó una pequeña botellita con un líquido amarillo transparente, lo abrió, y con mucho cuidado lo hecho encima de la herida de ella, con solo estar en contacto, la carne ardió y ella gritó. – ¡¡¡UAHHHHHHHH! ¡¡AHHHHH!! – ¡Sujétela bien señor, sino no podré sacar el veneno de la herida! –  pidió el doctor que estaba al lado de ella, sin dejar de echar esa sustancia. A Azeman no le gustaba ver sufrir a su hija, pero solo sería hasta que el veneno estuviera fuera de su cuerpo, y ella lo sabía por eso intento aguantar, pero ese liquido reaccionaba como si fuera agua bendita en su cuerpo, y eso era insoportable para un vampiro. Después de un rato de tortura, el doctor extrajo el veneno a través de los cortes en la piel de ella y limpió la sangre de la herida, viendo que ella estaba mejor y sin gritar ni sentir tanto dolor que antes. –  Muy bien, ya puede darle su sangre mi señor, con ella la herida se regenerará en unas horas. –  informó el doctor limpiando con un trozo de algodón la sangre de las heridas. Azeman lo escucho, suspirando aliviado de oírlo. Se arrodilló junto a la cabeza de Carmelius, y se remangó la camisa para poder morderse la muñeca y dejar que la sangre brotará, pero antes de poder, Carmelius lo detuvo con la mano, llamando la atención de él. –  Padre... ¿dónde... dónde está Orleta? –  pregunto ella entre susurros. Azeman no dijo nada enseguida, no estaba seguro de si decirle la verdad o no decirle nada, pero al verla en ese estado y preocupada aun así por su amiga, pensó que no era justo callárselo, sería egoísta y cruel. Carmelius ya no sentía tanto dolor como antes, y notaba como su herida se iba regenerando muy lento, pero aun así no tuvo valor para moverse mucho, por temor a que volviera a sangrar y doler, excepto la espalda, el resto del cuerpo podía moverlo al menos. –  Carmelius… ordené que la encerraran en la mazmorra del castillo, para que no se volviera a descontrolar y hacer daño a alguien más inconscientemente. – dijo él con suma sinceridad, serio y sonando algo culpable por ello. –  Sobre todo para que no te hiciera más daño a ti… – ¿Qué?… no, ¡No! –  exclamó ella alzando más la voz, frustrada, Azeman ya se lo esperaba esa reacción. – ¡¿Qué estás… diciendo?! ¡¿La ves como una amenaza?! ¡Ella no es eso, no es un monstruo! – ¡Lo se Carmelius! –  interrumpió él exclamando en voz alta, dejando callada a Carmelius. –  Pero eso no significa que sepa controlarse, ya has visto y sentido lo que es capaz sin ser consciente de ello, de saber que ataca a personas sin poder evitarlo la destrozaría, tú lo sabes mejor que nadie hija. –  explicó él con convencía. –  Ella ha aceptado estar encerrada allí abajo, sobre todo para no hacerte más daño. Con eso Carmelius se calló, y soltó el brazo de Azeman para dejarle hacer lo que tenía pensado. Él sacó los colmillos y se mordió con fuerza para dejar brotar la sangre, y con rapidez se lo ofreció a Carmelius sin que tuviera que moverse mucho, y ella sin rechistar ni negarse tomó la sangre con gusto y placer. Al notar los labios de ella en su herida y los colmillos rozarle, Azeman se estremeció un poco por la sensación placentera, pero se mantuvo calmado, dejó que ella chupará a gusto hasta que fuera suficiente. –  Ya vale. – dijo él, queriendo apartar ya el brazo. Ella no se negó a ello, no quería ser una como esas que deseaban más al tener ocasión y dando un jadeo se apartó del brazo, dejando ver como su barbilla estaba manchada de sangre, goteando la sabana un poco. –  Gracias… – dijo ella como afónica. Azeman le mostró una sonrisa encantada, y ella con cuidado apoyó su cabeza en el colchón para quedarse dormida al instante. Él pudo notar como el cuerpo de ella estaba mejorando gracias a a la sangre y el reposo, y con cuidado la tapó entera con una ligera y suave manta, dejando que durmiera tanto como quisiera. Una vez todo echo, fue hacia el curandero que estaba de pie alejado de la cama esperándolo. –  Has hecho un gran trabajo, como esperaba de ti. – dijo Azeman con sinceridad. –  Solo faltaría fallar mi señor, solo hacia mi trabajo lo mejor que podía. – dijo él halagado. –  Pero hay que reconocer que ha sido una experiencia única en el mundo de los seres como ustedes, que un vampiro sobreviva a una herida de ese animal es asombroso. –  Sí, lo se. –  coincidió él, girándose a su hija. –  Ella es como… un caso único entre los míos. –  volvió a girarse al joven curandero. –  Recibirás el doble de lo acordado, ahora debes ir a ver si en la aldea hay heridos y curarlos cuanto antes. –  Entendido mi señor, gracias por el detalle. Cualquier cosa solo tiene que escribirme y vendré volando, hablando literalmente. – dijo el curandero cogiendo su equipo para irse, haciendo una reverencia pasando al lado del vampiro. –  Nos vemos. Una vez que se fue, Azeman volvió con su hija y ver como dormía plácidamente, no encima de la almohada, pero al menos cómoda. En su mente volvió a oír las palabras de su hija, como tambores aproximándose con fuerza: “¡¿La ves como una amenaza?! ¡Ella no es eso, no es un monstruo!”. Eso lo hizo pensar un poco, y decidió ir a ver a Orleta a las mazmorras. Bajo hasta las profundidades del castillo, todo oscuro y húmedo hasta llegar a la única mazmorra que se mantenía en pie gracias a los gitanos. Dentro de está, estaba ella arrinconada en un rincón de la sala de piedra encogida y abrazándose las piernas y unos cuantos gitanos cuidándola a distancia por pedido de ella, temiendo transformarse otra vez, aunque estuviera ataca con cadenas en muñecas y tobillos a la pared. Cuando él entro haciendo ruido con la vieja y gruesa puerta de madera, todos automáticamente salieron de allí dando reverencias, dejándolos solos. Al principio ninguno de los dos dijo nada, Azeman se apoyó en la pared de enfrente de ella con los brazos cruzados algo molesto, mientras Orleta se mantenía quieta en su sitio, sin atreverse a alzar la mirada y mirarle a la cara, por temor al verlo enfadado. Entonces, ella oyó como unos pasos iban hacia ella y se pararon a un paso, entonces, alzando un poco el rostro, vio como el vampiro se hincaba frente a ella con los brazos apoyados en las piernas mirándola. –  Orleta, me has decepcionado. –  confesó él sin dudar. –  Lo sé... – dijo ella susurrando culpable. –  Has podido matar a mi hija… – recordó él seriamente, pero calmado. –  que es amiga tuya desde hace mucho tiempo. Por culpa de que fuiste a por ese hombre– lobo, acabaste convirtiéndote también en uno, has matado a tu familia y herido gravemente a Carmelius ¿eres consciente de eso? –  pregunto. –  Mi señor Azeman... juró que no quise hacerlo, no recuerdo haberla atacado a ella ni a mi familia, yo sería incapaz de atacarla a ella, soy incapaz, debe creerme por favor. –  suplicaba ella llorando y escondiendo el rostro entre las piernas. –  Pero sé que lo he hecho, huelo la sangre en mis manos a pesar de habérmelas limpiado con fuerza, son la prueba de lo que he hecho, no quiero que ni usted ni mi señora Carmelius me perdone por esto. Azeman sabía muy bien que todo eso que decía era cierto, la conocía bastante como para saber eso, y en el fondo, deseaba poder hacer algo para solucionar ese problema y ayudarlas a las dos, a su hija y a ella, no quería tener que ejecutarla por ese lo que era, y que su hija sufriera más de lo que ya sufría. No sabía qué hacer con todo aquello, lo único que podía hacer era tener a Orleta encerrada en esa mazmorra hasta que pasará las noches de luna llena. –  No voy a ordenar que te maten Orleta, pero permanecerás encerrada aquí hasta que de nueva orden. – dijo él poniéndose en pie para irse. –  Lo siento mucho, Orleta. –  No tiene por qué… la culpable aquí de todo, soy yo, únicamente yo mi señor. – dijo ella llorando con los ojos cerrados. Con eso, Azeman la dejó allí encerrada, sin dejar que nadie entrará a menos que le llevarán comida. Sin que él se diera cuenta, ya estaba por amanecer, dejando pasar la primera noche de luna llena para Orleta, solo faltaban dos más y podría sacarla de allí. Durante todo el día, los gitanos hicieron turnos para vigilar la mazmorra, aunque no hiciera falta, ya que, Orleta no se transformaría hasta que fuera media noche, menos encerrada y encadenada. Ya casi a la noche, Carmelius despertó descansada y completamente curada. Sin ganas de dormir un poco más, se puso en pie dando unos estirones fuertes para tener el cuerpo relajado, entonces, recordó las heridas que tuvo en la espalda, y rápidamente fue al baño para mirarse al espejo con la manta encima, ya que la camisa estaba rota completamente. Se lo quitó de encima de los hombros para mirar la espalda, y vio que la herida estaba cerrada pero que la cicatriz aún estaba, algo que no entendió, ella era una vampira, nunca tenían cicatrices de heridas, por muy graves que fueran, estuvo muy confusa, y al tocarse la cicatriz por su hombro derecho, está le ardió un poco quejándose de ello. –  ah… que daño. –  se quejó ella molesta. – ¿Como es esto posible? –  El curandero me lo ha dicho, – dijo la voz de Azeman a sus espaldas, ella se giró y lo vio apoyado en el umbral de la puerta. – dijo que la cicatriz nunca se iría, se te quedaría para siempre, lo siento mucha hija. –  Ya veo… – entendió ella bajando la mirada, se miró un poco más la cicatriz y luego volvió a ponerse la manta por encima. –  Bueno, tampoco es para tanto. –  Cierto, la verdad es que la cicatriz te pega. –  comentó Azeman con burla. –  Ya claro. – dijo ella, riéndose de la broma de su padre. –  Así que, la marca se queda para siempre. Azeman la escucho hablar mientras ella iban de regreso a la cama para quitarse la manta de encima y ponerse una camisa nueva, viendo el sufrimiento de ella, se puso detrás de ella antes de que lo hiciera. Acto seguido apartó la camisa y la manta de encima de ella, está iba a decirle algo, pero no dijo nada, Porque él beso el lugar donde estaba la marca, como si así se aliviará un poco. Ella se sonrojo al notar los fríos labios de su padre sobre su piel, esos mismos labios que cada dos por tres deseaban su sangre. Él la abrazo por detrás, rodeándola entero por encima del pecho con fuerza, excitando un poco a Carmelius. – ¿Acaso... quieres tomar un poco, padre? –  pregunto girándose un poco a él, refiriéndose a su sangre. –  Ya estoy curada, no hay ningún peligro si la tomás. –  Ya lo se hija, pero me esperaré un poco más. – dijo él separándose de ella un poco. –  Solo deseaba relajarte un poco, sé que está cicatriz te arde con solo tocarla. Pero con el tiempo dejará de arderte tanto, estoy seguro de ello. –  Lo se. –  coincidió ella. – ¿Como está Orleta? –  Estará encerrada hasta que las noches de luna llena pasen, así no será un peligro para ti ni para nadie. –  contestó él con seriedad. – ¿Qué? –  pregunto ella sorprendida, separándose para poder mirarlo a la cara confusa. – ¿La sigues viendo como una amenaza? ¡Ella no lo hizo a propósito! ¡Debe haber alguna forma de ayudarla con ese problema! –  Si lo hubiera, créeme que lo sabría, y lo usaría para ayudarla, pero no hay forma de revertir la transformación una vez pasada la primera luna llena. –  explicó él calmado. –  Te juro que quiero ayudarla tanto como a ti, pero no se conoce forma de cambiar lo que está hecho Carmelius, lo siento. Mientras él hablaba, Carmelius estuvo pensativa, queriendo encontrar una solución a todo lo que estaba pasando con su amiga y sierva Orleta, deseaba ayudarla, pero no sabía como. –  Ahora lo que deberías hacer para calmarte es tomar algo de sangre, quizás te ayuda a… – decía él. – ¡Claro! –  exclamó ella asombrada, interrumpiéndolo y sobresaltándolo un poco. – ¡Eso es, puede que eso la ayude! – ¿Qué estás diciendo hija? Explícame. –  pidió él confuso al verla de esa forma. – ¡Quizás mi sangre la ayude padre! – dijo ella girándose a él de nuevo. – ¡¿Qué?! –  pregunto él sorprendido y confuso. – ¿Por qué piensas eso Carmelius? –  Algo me dice que mi sangre puede hacerlo, ya que, según tú, mi sangre sigue sabiendo igual de cuando era humana, incluso estando mezclada con la mía ¿cierto? –  pregunto ella, él desconcertado asintió. –  Pues podemos probar si hacer algún efecto con Orleta. – ¿Como se te ha ocurrido semejante cosa? Un hombre– lobo se envenena si toma sangre de vampiro. –  pregunto él confuso. – ¿Por qué crees que pasará lo contrario con la tuya? –  No lo sé… pero algo me dice que puedo ayudar a Orleta, al menos hacer que no esté descontrolada y puede controlar su nueva naturaleza, no me preguntes como lo se eso, pero quiero probarlo, y seguro que ella aceptará probar también. Sin decir más, Carmelius y Azeman corrieron hacia la mazmorra antes de medianoche, una vez allí entraron y hablaron con Orleta y le explicaron la posible solución, ella dudo al principio, pero confiando en su ama decidió probar con esa teoría. Carmelius con temor se mordió la muñeca, dejando brotar la sangre y se la ofreció a Orleta. Lo que paso a continuación dejó a Azeman y los gitanos presentes asombrados, ya eran las doce de la noche, y Orleta no se transformó en mujer– lobo como se esperaba, más bien se transformó a voluntad y controlada, pero esa vez en un verdadero lobo n***o de cuatro patas y ojos rojos. Todos supieron lo que había pasado, Orleta dejó de ser una mujer– loba, ahora era algo más poderoso que ellos, una licántropa, mitad humana y mitad lobo, pero más fuerte que los hombres– lobo y más civilizados y controlables, no eran tan animales como ellos. Así fue como Carmelius dio gracias por haber podido ayudar a su amiga, y con eso Orleta se convirtió definitivamente en la guardiana de Carmelius, Orleta la licántropa. Azeman estuvo contento de ver que su hija pudo salvar a su amiga, y estaba sorprendido de lo ocurrido gracias a su sangre, con eso decidió estar más pendiente de su hija, ya que, su sangre podría ser peligrosa para ella si algún enemigo sabía de lo que podía hacer, conocía algunos de esos que desearían tenerla para sus planes, y no les dejaría tenerla para nada, era su hija y debía protegerla a toda costa. Año 1799 Pasan 30 años más, y con ellos Carmelius se convierte en una vampira que sabe usar completamente sus habilidades de vampira, que su padre le ha enseñado, ahora ella debía saber descubrir los suyos propios a su tiempo. En ese tiempo Orleta aprendió a usar su estado de licántropa para poder servir y proteger a su ama, y pronto aprendió a aceptar esa nueva vida suya, ya que, al igual que los vampiros, los licántropos no envejecían y no morían a menos que los mataran como a ellos. Por orden de Carmelius, Orleta se convirtió en la jefa de los gitanos, por muy licántropa que fuera, seguía siendo la hija del difunto jefe de los gitanos Lionel, a Orleta le pareció bien, pero no estaba segura si los gitanos la aceptaban ya. 30 años desde la muerte de los padres de Orleta y algunos gitanos por mano de ella inconscientemente, Carmelius asistió al funeral como su padre hizo, dando su pésame a los gitanos, que ellos hicieron con Orleta de todo corazón, viendo que ella estaba destrozada, más que ellos incluso. Desde esa noche, Carmelius va junto a Orleta a la tumba de ellos para poder flores y estar allí un rato, a pesar de haber pasado años, Orleta seguía sin perdonarse a si misma ni superar su muerte, Carmelius lo entendían muy bien, ella tampoco había superado aun la muerte de sus seres queridos. Precisamente, en una de esas noches, Carmelius estaba encerrada en su habitación, tumbada de lado en su cama, no se cansaba de tumbarse ahí, en vez de estar dentro de su ataúd, que era igual de cómoda, pero en la cama ponía ver el cielo nocturno despejado y relajarse con eso. Había momentos en que volvía a recordar su vida humana; sus padres, su hermana pequeña... a Blade, eso hizo que recordará la desgracia que hicieron, provocando la rabia que Carmelius sitió en ese momento. Intentando sacar de su mente ese recuerdo, cerró los ojos con fuerzas y tapándose la cara con una de las almohadas. – ¿Mi señora? ¿Ocurre algo? –  pregunto alguien en la habitación. Carmelius se giró curiosa, y vio que era Orleta en pie junto a la cama en el lado donde estaba tumbada ella, había olvidado que su sierva licántropa estaba allí con ella hasta que su padre volviera de su cena en la ciudad. Ahora Orleta vestía con ropas un tanto diferentes a las que usaba, ahora iba con ropas ligeras para no tener que preocuparse de si al cambiar de forma se rompían o las perdía, eran ropas de amazona, pero de color marrón oscuro y de cuero de la época, eran ajustadas pero cómodas para moverse como debía hacerlo ella, y su pelo ahora era más rojizo, tirando al color del fuego y más corto, casi a la nuca común hombre. Sin decir nada aún, Carmelius se incorporó para sentarse y apoyarse en la cabecera de la cama, mostrándose algo deprimida desde el punto de vista de Orleta, que se mostró preocupada, se sentó en los pies de la cama con una pierna encima. – ¿Se encuentra bien mi señora, le pasa algo importante? –  pregunto ella preocupada al verla así. –  Puede pedirme lo que sea. –  Lo se Orleta, tranquila. Estoy bien, solo estoy un poco pensativa, nada más. –  contestó Carmelius para calmarla, disimulando una sonrisa contenta. – ¿En qué pensaba, si me permite la pregunta? –  pregunto ella algo curiosa. –  En recuerdos, que cada vez son peores con solo tenerlos en la mente. –  contestó Carmelius algo molesta por eso, poniendo una mano apoyada en su frente apartando así el pelo. –  Perdona Orleta, pero… quisiera estar sola un rato. –  Pero mi señora, su padre ordenó… – dijo Orleta algo nerviosa. –  Tranquila, solo un rato, después vuelves a entrar, por favor te lo pido. –  pidió Carmelius suplicante, con cara inocente y niña. Orleta no podía resistir esas miradas, la vencían siempre, y esa vez también paso. La licántropa se puso en pie dando un suspiro de derrota y se encaminó hacia la puerta. –  Solo un rato, no más mi señora, es por su seguridad. – dijo Orleta con la cabeza girada, abriendo la puerta para salir. –  Su padre se enfadará conmigo si me ve fuera de su habitación. –  Cuando él venga le diré que te lo he ordenado yo, no te preocupes, de verdad. Necesito un rato de soledad con estos recuerdos. – dijo ella con tristeza. Sin rechistar más, Orleta salió de la habitación dejando sola a Carmelius, que al momento se dejó caer en la cama de nuevo sobre las almohadas, frustrada por los recuerdos que estaban ahora en su cabeza golpeando como martillos enormes. No debió pensar en eso, ahora debía esperar a que se fueran en algún momento, y al esperar tanto, no supo cuando se quedó al final profundamente dormida. Enseguida el rato que le pidió a Orleta se acabó, y al entrar de nuevo en la habitación, la chica vio a la vampira dormida en mala postura, por lo que con cuidado la tumbó bien sonriendo divertida y contenta, viendo que solo necesitaba dormir para aliviar sus preocupaciones, que en el fondo deseaba saber a ella también, pero pensó que no era asunto suyo y lo dejó correr. En esos momentos, Azeman seguía en la ciudad de Bransov, que siempre tenía alguna joven humana pérdida entre los oscuros callejones de allí. Tuvo mucha fuerte y se alimentó de tres que estaban saliendo de una caverna bien borrachas, por eso no tuvo que matarlas, no se acordarían de nada al día siguiente, y además, en ese estado ellas disfrutaban cuando él las mordía y bebía su sangre, reían y bailaban sin que hubiera música con que bailar. Estaba tomado ya la tercera de ellas, las otras dos estaban sentadas agotadas junto a la pared, adormecidas por el cansancio y la pérdida de sangre, sin apenas notar que de sus cuellos brotaba aún un poco de sangre debido a la mordida del vampiro moreno que estaba con ellas, estando con la tercera. –  Ah, ¡uah! Mmm… – gemía la chica en brazos del vampiro que estaba inclinado en su cuello bebiendo su sangre, entonces de separo del cuello dando un jadeo de satisfacción. – ¿Qué tal estoy? Jeje. –  mmm, mucho mejor que tus amigas, pero no les digas nada, se podrán celosas jeje. – dijo él como colocado también, bailoteando con ella también, abrazándola por encima del hombro con el brazo, mientras que con el otro libre le acariciaba el rostro. –  Y también debo decir que eres más hermosa que ellas, y no estoy mintiendo. –  OH jojo, que cosas decís señor, que aún no habéis dicho su nombre. – dijo la chica juguetona. –  No necesitas saberlo, solo es un nombre, además, soy mucho más complejo que mi simple nombre. –  contestó él seductoramente, mirando fijamente a la humana. Entonces, ambos mirándose fijamente sin parpadear apenas, caminaron hasta chocar contra la otra pared del callejón, ella apoyada en ella mientras él estaba enfrente pegado a la chica seductor, cosa que a ella le encanto, deseaba hacer algo más excitante, y él lo veía en sus ojos. Los dos miraron a la vez a las otras dos mujeres, y vieron que ya estaban durmiendo la mona babeando como unas cualquiera, y ellos se rieron de ellos mirándose de nuevo. Entonces, sin vacilar ni nada, ella empezó a toquetearle el cuerpo a él, sin importarle que fuera un vampiro que bebía su sangre, él la miró fijamente riendo. – ¿Quieres hacerlo aquí, en este callejón oscuro y sucio? –  pregunto él coqueto, empezando a acariciarla también por el rostro. – ¿Qué importa donde sea mientras se disfrute del momento? –  pregunto ella como respuesta, sonriendo perversamente riendo. Ante eso Azeman también se río encantado y divertido, y no dudo en complacer a esa humana y a si mismo por esa noche. Él empezó a besarla apasionadamente, ella le correspondió cogiéndole del rostro mientras él la cargaba de las piernas para abrirlas y tenerla sujetas por los muslos, y sin esperar empezó a seducirla como ella deseaba, haciendo que al sentirlo dentro de ella echará la cabeza hacia atrás gimiendo encantada abrazándose a él con fuerza. Al ver que le gustaba y disfrutaba como nunca, Azeman se río en bajo mostrando así los colmillos y sus ojos rojos excitado. –  OH, dios mío… uahhh… – exclamaba ella placentera y excitada, ardiendo por dentro. –  Nunca he sentido nada igual con otro hombre. –  Me alegra que te guste amor… – murmuró él en su oído, haciéndola temblar con su aliento frío. –  Pero puedo hacer que disfrutes más, ¿Quieres que lo haga? – ¡Si señor, por favor si! –  suplicó ella mordiéndose el labio inferior impaciente. Él no la hizo esperar, y despejando un poco su cuello de la ropa y el pelo, lo lamió con seducción, haciendo que ella temblará de placer, pero aún no había empezado lo prometido, dando un jadeo de sed, él mostró sus colmillos, pero ella no los vio por su cabello rizado castaño, y sin esperar más la mordió con fuerza, abrazándola con fuerza sin dejar de mover las caderas hacia ella. – ¡ahh, uahhhh! ¡ugh! –  gimió ella en alto, agarrando al vampiro por detrás de la nuca y la espalda. Ahora ella sí que estaba disfrutando, tanto como él lo estaba bebiendo su sangre y poseyéndola por entre las piernas, cada vez con más fuerza y velocidad, y eso a ella le encanto, sin darle importancia de que se estaba debilitando cada vez más, solo pensaba en disfrutar y disfrutar como nunca hasta que se hartará, llorando de dolor y placer, sintiendo su cuerpo arder, también sintiendo como él apretaba sus colmillos en su cuello bebiendo su sangre sin parar. –  mmm sí, sigue chupando… – decía ella echando la cabeza hacia atrás y apoyando las manos en los hombros de él. –  Bebe hasta que te hartes por favor.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR