Entonces, sin decir nada más, él clavó sus colmillos en ella, haciendo que se quejará una vez para luego gemir a veces en susurro, girando la cabeza al otro lado sonrojada con los ojos medio cerrados de la vergüenza, quedándose bien quieta por la excitación que sentía por todo el cuerpo, no solo por sentir que bebía su sangre, sino por tenerlo encima de esa forma, tan pegado a ella con las piernas abiertas y en camisón, a causa de eso la falda estorbaba un poco a Azeman para apoyarse en ella, por eso tuvo que desplazarlo un poco hacia arriba por los muslos de ella, sonrojándola más. Azeman disfruto de nuevo al tomar esa sangre tan curiosa y sabrosa, a pesar de ser de vampiro mezclada con la suya propia. Pudo notar que la sangre se escapaba de entre sus labios y deslizarse por el cuello de ella hasta llegar a las sábanas tiñéndolas de rojo, y como su hija estaba excitada y tensa por lo que estaba haciendo, cosa que le encantaba sentir en ella a pesar de todo, la sujetaba por el cuello mientras el otro brazo estaba apoyado al lado sin más.
– P– Padre… tampoco abuses, que yo no he tomado tanta sangre está noche… ah… – pidió ella excitada y sonrojada, abrazándose a él con fuerza.
Unos minutos después de que dijera eso, él dejó de beber su sangre, separándose de ella aún con sangre la comisura, dando un jadeo de placer y satisfacción, después se relamió los labios contentos. Mientras, ella suspiró aliviada de tanta excitación y placer, que acabo jadeando en alto con el pecho agitado debajo de él, como si su muerto corazón estuviera volviendo a latir. Sin poder evitarlo, él pudo la mano sobre el pecho de ella, sintiendo su agitación, ella le dejó, pero no pudo evitar estar intimidada por ello.
– Has disfrutado, ¿verdad que sí? – adivinó él sonriendo, mirándola a ella convencido de ello.
Ella no contestó, solamente giró la cabeza sonrojada y los ojos cerrados, él se río ante eso. Entonces, él le acarició el rostro mientras apartaba el pelo, viendo que aún tenía un poco de sangre saliendo de la herida, decidió lamerlo para limpiarlo, eso hizo que Carmelius volviera a excitarse, y no deseaba estarlo tanto tiempo, por lo que cogió a su padre por los brazos y lo apartó con suavidad, él confuso la miró extrañado con sangre en los labios.
– Te pido que dejes de hacerlo por hoy, estoy cansada y quiero dormir, tu deberías hacer lo mismo. – dijo ella disimulando estar calmada y firme.
– Muy bien, de acuerdo. Te dejaré descansar tranquila. – acepto él sin molestarse ni nada, ya había disfrutado bastante.
Sin decir y criticar nada, Azeman se separó completamente de ella y la ayudo a alzarse, después se despidió y se fue de allí para dejarla sola y dormir. En el fondo, Carmelius estuvo molesta por lo que acababa de hacer, pero no lo odiaba para nada, él tuvo razón, disfruto en ese momento mientras bebía su sangre al mismo tiempo que la seducía con acaricias, quizás sin darse cuenta de ello.
Al ser ya de día, Carmelius no tardó en meterse en la cama y quedarse profundamente dormida, con la mordedura ya desaparecida. Mientras, Azeman estaba ya en su habitación pensando en lo ocurrido, en el fondo culpable por ello, ya que, lo hizo contra la voluntad de ella al principio, pero luego ella se dejó llevar y a disfrutar, por eso creyó que no debía preocuparse, pero no pudo evitarlo, ahora debería esperar a la noche siguiente para verla y hablar de ello, o al momento apropiado, solo si veía algo en ella que no fuera normal, deseaba que no fuera así, entonces se fue a dormir en su ataúd.
Y así fue como a la noche siguiente, con solo despertarse, Carmelius se vistió y fue a ver a Orleta sin esperar a su padre, que no se molestó en absoluto, viendo que seguía siendo ella, solo que ahora no deseaba estar con él sino con su amiga, lo entendía. Con el tiempo, el estado de Orleta parecía ir bien, en cambio, a los demás gitanos heridos no, la noticia de que estaban empezando a tener síntomás de hombre– lobo, por lo que no tuvieron más remedio que quemarlos vivos en la hoguera, cosa que ellos no opusieron resistencia como era de esperarse, no deseaban hacer daño inconscientemente a los demás.
Tanto Azeman como su hija estuvieron presentes en las hogueras con los demás gitanos, amigos y familiares de ellos, que lloraron y sufrieron por ellos. A Carmelius no le gusto ver eso, pero debía para mostrar que se preocupaba por su gente, y su pésame. En esos días, Orleta seguía en cama, pero sin nada fuera de lo normal, por lo que todos quedaron tranquilos, ya que, ella sería la futura jefa de los gitanos. A pesar de estar casi curada, Orleta empezó a tener una fiebre enorme y repentina, pero Carmelius quiso ayudar y con su temperatura de no– muerta conseguía aliviar y curar a su amiga. Todo parecía ir bien, pero desafortunadamente, no fue así por mucho tiempo, y los temores de Carmelius y los demás llegaron al final sin que lo supieran de ante mano.
VARIOS DÍAS DESPUÉS
Era un día soleado y tranquilo, mientras los vampiros dormían hasta que anocheciera, los gitanos se dedicaban a lo suyo aparte de vigilar la seguridad de sus amos inmortales. Unos estaban entrenando para ser guerreros o brujos, mientras que otros se fueron a pescar o a cazar para sus familias, uno de ellos era el mismo jefe de ellos, Lionel, que quiso cazar una buena carne para su familia, y celebrar que su hija ya estaba completamente curada y con energía.
Orleta quiso ir a hacer su trabajo como guardiana de Carmelius, pero sus padres la detuvieron, diciéndole que debía aún descansar, que su ama le había ordenado eso mismo por ese día, que la iría a ver por la noche. Resignada, Orleta se quedó en casa, y se entretuvo limpiando y afilando sus armas hechas por ella misma, dos puñales con mango n***o con un dragón rojo, el emblema de los Kamatz, como muestra de su lealtad a su ama Carmelius. Un rato después, Lionel y los demás ya estaban de vuelta con una buena caza, sobre todo él que trajo a su casa un jabalí bien grande para comerlo.
– ¡Vaya padre, es enorme! – dijo Orleta sorprendida, al verlo encima de la mesa entera. – Nunca he visto tan grande.
– Vamos a comer como unos reyes hoy por lo que veo. – dijo la mujer limpiándose las manos por haber fregado los platos.
– ¡Ya lo creo querida mía, y los demás también han cazado unas buenas piezas, ha habido buena caza hoy como nunca ha pasado antes! – dijo Lionel contento, deseando zamparse esa carne buen hecha y crujiente. – Orleta, ¿Me ayudas con esto?
– ¡Claro padre, ¿por qué no?! – dijo ella contenta de ayudar a su padre.
Sin decir más, los dos cogieron con fuerza el cuerpo muerto del jabalí y se lo llegaron a otro sitio para hacer lo que siempre se hacia con los animales de caza, quitarles la piel, cortarles a trozos y tirar lo que no se coma para los animales; perros y demás que comen restos. A Orleta le encantaba hacer cosas con su padre, pero con la responsabilidad de ser la guardiana de Carmelius, hace tiempo que no estaba con su familia como en esa ocasión. Con esfuerzo y cansancio, llegaron a la parte de atrás de la caza para empezar a despedazar al animal, jadeando agotados y con sed, pero ansiosos de empezar para poder comerlo gustosamente.
– uff, bien… voy a buscar las hachas grandes, tu ve quitándole la piel con tus puñales que irán bien. – dijo Lionel a Orleta, mientras se giraba para irse afuera e ir a buscar lo dicho.
Orleta no dijo nada y a gusto saco sus puñales recién afilados y limpios para quitarle la piel al jabalí, que estaba bastante peludo, pero para alguien como ella eso no era obstáculo. Ella empezó por la parte de abajo, cortándole la cola de un corte limpio, y desde ahí pudo quitarle con facilidad la piel, pero algo nuevo y extraño empezó a pasarle a Orleta, cuando vio la sangre brotar del cuerpo y la carne fresca crujir por la piel arrancada, ella sintió algo extraño dentro de sí, no eran nauseas, más bien lo contrario, como un hambre repentina. Desconcertada e inquieta, pensó en que podía ser, pero tener eso delante le era imposible concentrarse, y la sensación era más fuerte y aterradora para ella.
Poco a poco, ella entendió de que esa sensación era como una especie de hambre, deseaba comerse esa carne sin importar que estuviera cruja y llena de sangre y grasa cruda, y eso la dejó confusa y asustada. La sangre del animal deslizó por la mesa hasta llegar al final y empezar a gotear al suelo, salpicando los pies de Orleta que aterrada se apartó, y sin darse cuenta chocó contra alguien que tenía detrás, dando un grito de espanto.
– ¡¿Orleta?!
La nombrada se giró asustada de verdad, y vio que era su padre con ambas hachas en mano, confuso por el grito repentino de su hija y el aspecto que tenía, de miedo y confusión. Vio como ella temblaba con fuerza, aterrada como nunca la vio en años, ni con el Conde Kamazotz tembló tanto, preocupado, dejó las hachas al suelo y fue a abrazarla para calmarla, notando que temblaba más que a simple vista.
– Hija tranquila, eh, vamos… – decía él abrazándola por la espalda y la cabeza. – ¿Qué te ocurre pequeña?
– N– Nada, no es nada padre… – dijo ella, mintiendo como pudo, intentando dejar de temblar. – Me he asustado por una tontería, después has aparecido detrás mío y…
– ¿Estás seguro de ello? – pregunto él apartándola para mirarla a la cara. – Si te pasa algo, puedes decirlo, a mi o a tu madre…
– Lo se padre, pero se aseguró de que no es nada… – aseguro ella con seguridad, sin mostrar el miedo que tenía dentro. – Venga, vamos a trabajar con este jabalí. – animó ella girándose.
A Lionel no le convenció esa respuesta, pero viendo que no la haría hablar de ello, decidió dejar que ella decidiera hablarlo en su momento y junto a ella despellejo y cortó a trozos el jabalí muerto. Mientras, en la mente de Orleta había miedo y terror, sintiendo como su cuerpo y mente reaccionaban a la sangre y la carne fresca y cruda que tenía en las manos, deseando comerla, y también comerse la otra carne, la de su padre que estaba junto a ella, eso la asusto aún más, pero debía ser fuerte y no dejarse dominar por el miedo, debía ser algo que se le pasaría pronto, o al menos eso pensaba, deseaba eso.
Al llegar la noche, oscura y libre de nubes y viento frio, Carmelius fue como siempre a casa de Orleta para ver como estaba, sabiendo por Lionel que ya estaba completamente curada, deseaba festejarlo con ella y su familia. Fue a caballo hacia la aldea sola, sin que nadie supiera de que iba allí, y cuando llegó a la aldea vio que estaba desierto y vacío, cosa poco usual en los gitanos, que siempre estaban haciendo guardia en las calles, pero no había ni un alma, silencio total, que empezaba a ser preocupante e inquietante para Carmelius.
Todo parecía normal a simple vista, pero para Carmelius no, ya que... al bajar del caballo, notó un olor enorme a sangre, proveniente de una casa, la casa de Orleta y su familia, que al girarse a ella vio que había luz dentro, pero sin movimiento, rápidamente llegó allí, sin pensar en atar a su caballo a algún sitio. El olor a sangre era fuerte, de mucha cantidad y fresca reciente, eso la preocupo mucho, y no lo pensó dos veces para cuando entro en la casa, que al verla quedó petrificada y asombrada, tapándose la boca con ambas manos.
Allí dentro era una sangrienta y cruel escena; toda la sala de estar manchada de sangre por doquier y llena de marcas de arañazos de enormes garras, Lionel, su mujer y un par gitanos que estaban allí frente a la entrada, todos muertos y destrozados sin piedad, tanto que era imposible reconocerlos, los muebles destruidos completamente. Todos mostraban un rostro de terror y asombro, fueron cogidos por sorpresa sin poder defenderse y sobrevivir.
Carmelius fue hacia la habitación de Orleta y al entrar la vampira quedó sorprendida, ni rastro de Orleta y ni un cuerpo, solo los muebles y paredes destrozados y agrietados, pero sin rastro de sangre, indicando de que allí no murió nadie, y la ventana estaba completamente abierta, cuando Carmelius se acercó a la cama, pudo ver trozos de ropa desgarrados, que parecían ser de Orleta, era como si hubieran sido desgarrados por un animal con fuerza.
Con eso, Carmelius supo que paso, por lo que salió por la ventana sin pensarlo dos veces, deduciendo que por ahí fue donde Orleta huyó del misterioso animal, y dando un gran salto, entro al bosque. No sabía si era correcto eso que hacia, sin avisar a su padre y al resto de los gitanos, pero su amiga podría estar en peligro y no podía dejarla allí pérdida y asustada, con un animal persiguiéndola, debía intentar encontrarla y pronto, antes que el animal salvaje. Carmelius corrió por el bosque, mirando a su alrededor atenta con la vista y el oído, sin darle importancia de que se estuviera alejando de la aldea y el castillo.
– ¡Orleta! ¡¿Dónde estás?! – llamaba ella con todas sus fuerzas mientras corría sin rumbo aparente. – ¡Si me oyes contesta, soy yo Carmelius, sal de donde estés!
Mientras la llamaba, la luna estaba siendo tapada por unas pequeñas nubes, haciendo que el bosque estuviera más oscuro. Carmelius se paró en seco cuando oyó un ruido de unos arbustos al lado suyo, desconfiada sacó su látigo, preparada para lo que sea.
– ¡Sal, seas lo que seas ahora mismo! – ordenó ella rugiendo furiosa y amenazante.
Lo que salió de los arbustos no era lo que esperaba, pero si lo que buscaba, era Orleta, manchada de barro de pies a cabeza y con la ropa destrozada, calló de rodillas al suelo jadeante de cansancio y miedo, Carmelius rápidamente guardó su látigo y corrió a abrazarla fuertemente para calmarla y calentarla.
– ¡Tonta, no me des esos sustos! ¡Pensaba que ese monstruo que te atacó había vuelto de nuevo y que te había herido! ¿estás bien, está herida? – decía Carmelius desesperada, revisándola de arriba a abajo.
– Mi señora… ¡Debe alejarse de mí y huir de aquí! – dijo Orleta apartándola de ella, arrastrándose por el suelo con tal de alejarse. – ¡Váyase de aquí ahora!
– ¿Orleta? ¡¿Qué estás diciendo, qué te ocurre?! – pregunto Carmelius en alto y confusa del comportamiento de su amiga.
– Debe huir, ahora que está a tiempo, por favor… – suplicaba ella abrazándose a si misma con fuerza en un rincón de un árbol. – No quiero hacerle daño… escape…
Carmelius no entendía nada, quiso acercarse, pero Orleta se alejaba más, por lo que se resignó a ello. Pudo ver que estaba temblando como nunca, no era por el frío de la noche, sino por miedo a algo que no sabía qué, quiso ayudarla y calmarla, pero no sabía como si no podía acercarse a ella. Mientras, Orleta sentía su cuerpo arder como nunca se sintió, también sentía dolor, como si sus huesos se estuvieran derritiendo y la carne no, más bien se estuviera forzando y endureciendo. De repente, entre los árboles a lo lejos, se empezó a oír voces llamando a alguien, por los nombres de ellas dos, entre las voces estaba de la Azeman.
– ¡¡CARMELIUS, ORLETA!! – llamaba la voz de su padre en alto. – ¡¡CARMELIUS!!
Al oírle, Carmelius se giró de Orleta para ponerse de pie y empezó a agitar los brazos estirados hacia arriba para que supieran donde estaba mientras gritaba. Orleta también le oyó, y eso hizo que temblará más, aterrada por lo que fuera a pasar ahora si la encontraba en ese estado, seguramente había estado antes en la aldea como Carmelius, temiendo que pensaba hacer con ella.
– ¡Padre, Padre, ¡estamos aquí! – llamaba Carmelius moviendo los brazos a un lado y a otros estirados en alto. – ¡Justo aquí!
Azeman la oyó enseguida antes que nadie y la vio en un espacio pequeño pero abierto a varios metros de él y los gitanos. Mientras, sin que Carmelius la viera, Orleta estaba tensa y temblando como una loca, y de repente sin poder evitarlo, volvió a pasarle lo de antes en su casa, por todo su cuerpo empezó a crecerle pelo oscuro, sin un rincón donde no creciera, las uñas de las manos y los pies se convirtieron en garras, y las extremidades en fuertes patas, los dientes en grueso y afilados colmillos, y su rostro cambio a uno de lobo en segundos. Carmelius no lo estaba viendo ni oyendo por los ruidos del bosque y de los gitanos acercándose, entonces, cuando pudo ver de cerca el rostro de su padre, vio que estaba sorprendido y aterrado, no sabía por qué.
– ¿Padre? – llamó ella confusa y curiosa.
– ¡ALEJATE CARMELIUS! – gritó él corriendo hacia ella. – ¡¡CORRE!!
Ella no entendió Porque, confusa, empezó a girarse hacia Orleta, pero al girar la cintura, vio que ella no estaba allí, en su lugar había otra cosa que dejó petrificada a la vampira... Vio a un hombre– lobo de pelo n***o y ojos rojos, que estaba a punto de atacarla sin pensarlo dos veces, entonces esa bestia, con sus enormes garras la arañó por la espalda entera. Carmelius, paralizada, confundida y desorientada, se desplomó de cara al suelo, sin poder moverse. La herida era del hombro derecho hasta el costado izquierdo de la cintura, enseguida la espalda estuvo empapada de sangre saliendo de la herida, llegando al suelo hasta forma un pequeño charco debajo de ella inmóvil y medio desmayada.
– ¡¡CARMELIUS!! – Gritó Azeman como un gruñido furioso y aterrado, corriendo hacia ella desesperado y dolido.
Al oír ese nombre de nuevo con más fuerza y más cerca, el hombre– lobo n***o quedó petrificado, como reaccionando en algo. Después miró confuso el cuerpo inmóvil que atacó y ahora estaba en el suelo, viéndolo borroso y nublado. Mientras, Azeman llegó a Carmelius y con cuidado la giró para mirarla y ver que aún no estaba acabada, a pesar de la herida y la sangre pérdida, pero apenas estaba consciente.
– ¡Carmelius, reacciona Carmelius, no te rindas! – decía Azeman teniéndola entre sus brazos desesperado, suplicando a que no se fuera. – ¡¡Reacciona!!
Entonces, el animal que estaba frente a ellos reaccionó, reconociéndolos a los dos al instante. Mientras, Azeman veía como su hija estaba sangrando por doquier y sin reaccionar, eso le puso furioso y miró al monstruo frente a él con furia y odio asesino, entonces, al verlo, pudo ver que llevaba algunas ropas humanas, supo enseguida que esas eran de la sierva de su hija, Orleta, ella era ese hombre– lobo descontrolado.
– Mi… señora… – dijo apenas el animal enorme. Llamando la atención del vampiro. – Mi señora… Carmelius…
Azeman miró asombrado al monstruo, que tenía forma de humano, pero aspecto de ser un lobo a dos patas. Vio que era ella en verdad, Orleta, y que al oír el nombre de su hija reaccionó y vio lo que hizo, arrepentida de ello, pero para él eso ya no era excusa, la miraba con odio y rencor, deseando matarla. Sin pensarlo más tiempo, estuvo por dejar de nuevo a su hija en el suelo e ir a por Orleta, pero sorpresivamente fue detenido por una mano agarrada a su ropa, una mano de Carmelius, éste la miró confuso, y justo en ese momento llegaban los demás gitanos armados y preparados para pelear contra esa bestia.
– N– No... no la mates... pa– padre... ella... ella es... – susurraba ella, que le salía un poco sangre por la boca.
– Lo se hija, pero ella te ha atacado, y no puedo perdonárselo. – le dijo Azeman con seriedad. – Ahora intenta no hablar mucho por favor.
– E– espera por favor... – suplicaba ella agarrándose con más fuerza, agarrándose al brazo de él para poder moverse a pesar del dolor de su espalda. – ¡ugh!
– ¡No! Por favor, no te muevas, perderás más sangre. – pidió él sujetándola con cuidado de no hacerle más daño, impidiendo que se moviera mucho.
Azeman y los gitanos estaban tan pendientes de Carmelius, que no vieron como Orleta volvía a su forma humana, mostrando entonces un rostro aterrado y con lágrimas, al oírla llorar, todos incluso Carmelius la miraron, casi sin ropa que tapará su cuerpo, ahora sin ninguna marca de las heridas que tuvo antes. Entonces, a causa de lo culpable y dolida que estaba por lo que había hecho, las piernas no la mantuvieron en pie y cayó de rodillas rendida llorando.
– Mi señora… – dijo Orleta entre lágrimas.
– Orleta… – nombró Carmelius a duras penas consciente.
– ¡¿Pero ¡¿qué he hecho?! – se preguntó Orleta dolida, intento mover su cuerpo, pero el dolor que sentía no la dejaba y cayó de cara completamente al suelo llorando a brotes, gritando de culpabilidad y sufrimiento. – ¡Lo siento, lo siento! ¡soy un monstruo! ¡Lo siento mi señora! ¡uahhhhh!
Ante eso, todos quedaron conmovidos y apenados por la chica medio desnuda tumbada en el suelo encogida, incluso Azeman dejó de sentir odio y enfado por ella. Después de un rato, Azeman ordenó a los gitanos que llevaran a Orleta a las mazmorras del castillo con ropas que ponerse, y que trajeran a un curandero para su hija al castillo, ellos así lo hicieron, cogieron a Orleta que no dejaba de llorar y culparse en voz alta de camino al castillo hasta que no pudo llorar ni gritar más.
Azeman fue quién llegó a caballo a su hija al castillo a toda velocidad, cubiertas con mantas que enseguida se mancharon de sangre. Durante el camino, Carmelius se mantuvo consciente como pudo, pero la pérdida y la herida dolorosa hacían que fuera más difícil estarlo, pero se mantuvo despierta y fuerte durante todo el trayecto. Una vez en el castillo, Azeman la llegó a su habitación de un saltó al balcón y una patada a la puerta para tumbarla rápidamente a la cama y tenerla de espaldas, viendo lo grave que era la herida, que no sanaba en absoluto.