Ella se sonrojo de nuevo, pero le dejó hacer. A ella le vino de nuevo ese dolor de garganta, que solo pasaba cuando tenía mucha sed, Azeman lo notó, se remangó la camisa y se mordió un poco hasta que saliera sangre, después extendió el brazo hacia ella.
– Recuerda lo que te dije la otra noche. – le recordó él. Ella no lo pensó mucho, cogió el brazo, lamió la sangre que se escurría por el brazo y después lo mordió con suavidad, lo empezó a chupetear con ganas, estaba saciada como nunca, además de que, al igual que él, desea su sangre desde el primer momento que lo bebió.
A partir de ese momento lo dos juraron darse mutuamente la sangre cuando fuera necesario para uno de los dos.
Ha pasado un mes desde lo ocurrido entre Azeman y Carmelius, y todo quedó arreglado, pero la paz no duro mucho para ellos ni para sus seguidores. Desde hacia días, los gitanos descubrieron la aparición de unas criaturas del bosque, que eran enemigas de los vampiros desde tiempos inmemorables, los hombres lobo, bestias lobunas con figura humana, pero sin nada de humanidad una vez convertidos en la primera luna llena, después de eso nunca volvían a su forma humana, bestias sin ningún control, solo deseando matar a esos muertos vivientes. Al saber de eso, Azeman le pidió a Carmelius que no saliera del castillo hasta que el problema se resolviera, pero ella se negó a ello al saber que él y los gitanos irían a luchar contra ellos, deseaba ayudar, Azeman no tuvo más remedio que aceptar su decisión, pero le ordeno estar siempre a su lado junto a su guardiana Orleta, ella acepto esa condición.
Así fue como poco a poco la mamada de hombres– lobo se fue debilitando hasta que solo quedaron unos pocos que se dispersaron por todo el bosque de los Cárpatos, buscarlos sería un s******o para los humanos y los vampiros, por lo que decidieron dejarlo. Era de noche, y Azeman estaba en el castillo con su hija en la sala de estar junto a la chimenea leyendo algo para pasar el rato juntos. El asunto de los hombres– lobo estaba calmado de momento, pero eso no hacia que se les quitara la inquietud de su gente, además, Orleta quiso quedarse en la aldea con su familia, por si pasaba algo y necesitaban de ella, Carmelius acepto ese pedido, pero estuvo preocupada desde entonces. Azeman la miró y lo notó enseguida.
– ¿Estás preocupada por Orleta y los demás? – pregunto él dejando su libro en la mesa pequeña.
– Un poco… – contestó ella en bajo, ocultando su rostro con su negra melena. – He podido ver por mí misma como son esas criaturas, cuando antes pensaba que solo eran cuentos.
– Pero tu desde hace mucho que sabes de estás cosas, desde que me conociste, ya deberías imaginar que existen muchas otras criaturas, solo que esas siempre se mantienen ocultas en las sombras, sin que los humanos los vean, aquellos que los ven se lo callan, ya que, los demás pensarían que están locos y bromeando, y aquellos que lo explican son llevados siempre a esos lugares para dementes y sicópatas. – explicó Azeman echando la cabeza hacia atrás mirando el techo.
– Sí, tienes razón… debe ser eso. – coincidió ella. – ¿Crees que estarán bien con esos animales por ahí sueltos?
– Seguro que sí, los gitanos son guerreros y brujos desde tiempos olvidados por todos, saben defenderse de muchas criaturas oscuras, sobre todo de vampiros y hombres– lobo. – aseguro Azeman, poniéndose en pie, camino hacia ella y se arrodilló junto a su lado, entonces puso una mano en su mejilla. – Ten más confianza en tu guardiana y su gente, eso les dará fuerza y valentía.
– Si padre, eso haré, espero que ayude en algo. – dijo ella disimulando una sonrisa más animada.
Con eso él se alzó un poco para poder besarle la frente a su hija, y después apoyar el suyo propio un momento cerrando los ojos, sabiendo que estaba preocupada por Orleta, la única amiga que tenía. En ese momento, Azeman pensó en animarla un poco con ayuda de alimento, pero justo en ese instante entró de un portazo alguien en la sala, sobresaltando a ambos vampiros que dieron un rugido de advertencia con los ojos rojos, pero entonces al girarse vieron que se trataba de Lionel, el líder de los gitanos, por lo que dejaron de mostrar su otra cara a la normal y más humana.
– Mis señores… – dijo Lionel mostrando respeto hacia ellos haciendo una reverencia de cabeza, entonces camino hacia ellos.
– Lionel… – nombró Azeman con paso por delante de Carmelius. – ¿A qué se debe está entrada sin avisar?
– Ha pasado algo terrible mi señor… – dijo Lionel con la mirada baja y aterrada. – la aldea ha sido…
Al verlo alterado y cansado por la carrera de ir al castillo, Lionel no se pudo aguantar en pie y cayó al suelo de rodillas, rápidamente, Carmelius fue a atenderlo, físicamente no estaba herido, pero pudo notar que algo grave y serio había pasado en la aldea.
– La aldea… mis hombres… – murmuraba él derrumbándose cada vez más.
– Cálmate Lionel, ¿Qué ha pasado en la aldea? Dínoslo por favor. – pidió Carmelius calmándolo y animándolo un poco.
– Los hombres– lobo… esos malditos animales, han atacado a mi gente fuera de la aldea… – explicó Lionel, empezando a temblar. – muchos han sido asesinados, por suerte ninguno se transformó, envié a varios hombres a buscarlos, solo eran dos, uno lo hemos matado, pero el otro escapo, los guerreros que mandé… la mitad están muertos, los que han sobrevivido están graves, con riesgo de convertirse…
– Demonios… – maldijo Azeman mostrando los colmillos furioso y frustrado. – No debiste enviar a nadie sin consultarme antes, no queda más remedio que liberar a esos hombres de esa maldición…
– ¿Liberarlos, ¿cómo harás eso? – pregunto Carmelius girándose a él.
– Matándolos hija, es el único modo… – contestó él sin dudar, pero si que mostró cierta pena al decírselo a ella.
– ¡¿Qué, matarlos?! ¡No puedes hacer eso, es nuestra gente padre! – exclamó ella poniéndose en pie frente a él, incapaz de aceptar eso. – ¡Debe haber otro modo!
– ¡No la hay! – interrumpió él en alto, dejando callada a Carmelius algo asustada. – ¡¿Crees que me hace gracia hacerlo?!, pero es su culpa el haber mandado a sus hombres allí, debe aceptar las consecuencias de sus actos.
– Pero padre…
– Lo siento hija, pero hay que hacerlo, si no, habrá más de esos animales y nos atacaran sin pensarlo dos veces. – se disculpó él, pasando por su lado para irse hacia la aldea con Lionel. – Vamos Lionel.
– Hay algo más mi señor… – dijo Lionel poniéndose en pie. – Algo mucho peor…
– ¿Como dices, de qué se trata ahora? – exigió Azeman girándose a él indignado.
– Nadie lo sabía, pero… mi hija, se fue con mis hombres al bosque sin que nadie la viera, es una de las supervivientes… – dijo él llorando un poco. – Es la que más grave está mi señor…
– ¡¿Qué has dicho?! ¡¡No puede ser!! – exclamó Carmelius alterada, poniéndose frente al humano gitano. – Como sea una broma, te juro que…
– ¡No es ninguna broma mi señora! – interrumpió Lionel en alto, cerrando los ojos destrozados. – ¿Como iba a hacer tal como de mi hija? Es la pura verdad, ella se fue con ellos y ha vuelto herida de gravedad, la peor de todas.
– No es posible… no… – se negaba ella, echándose hacia atrás petrificada de horror. – Ella no puede estar…
Al verla de eso modo, Azeman se acercó a ella por detrás y la abrazo para calmarla, apoyando su cabeza en el hombro, notando como ella temblaba de miedo y horror, incapaz de creer lo que estaba pasando ahora. Después de un rato, ella dejó de temblar al tener a su padre hay abrazándola sin soltarla aún, no hasta que dejará de temblar y sufrir, por eso, ella se calmó y él la miró de lado, viendo que sonreía un poco, con eso él la dejó de abrazar, aliviado.
– ¡Lionel, llévame con ella, vamos! – exigió Carmelius decidida.
Lionel no se negó ni dijo nada, y los tres salieron del castillo corriendo, cogieron unos caballos y galoparon a toda velocidad hacia la aldea, no tardaron en llegar allí. Una vez en la aldea de los gitanos, Carmelius y Azeman pudieron ver que los heridos estaban siendo llevados al centro, donde serían ejecutados sin resistirse, no querían convertirse en monstruos y hacer daño a sus seres queridos, Carmelius acepto eso y no dijo nada. Cuando los tres bajaron de los caballos, Carmelius fue directa a la cabaña de Lionel, sabiendo cual era de haber ido en varias ocasiones, y fue sin decir nada a la habitación de Orleta. Dentro de la cabaña había varias gitanas que se sobresaltaron al verla entrar de golpe, con Azeman y Lionel detrás suyo, pero con calma. Carmelius entró en la habitación de Orleta de un portazo, entonces la vio, atendida por más gitanas en una cama, al verla hay y no con los demás para morir la alivió de verdad, suspirando hondo. Al dar unos pasos dentro hasta estar cerca, vio que las gitanas traían y se llevaban toallas, que se manchaban de sangre debido a las heridas, bastante graves aún. Desde la puerta, Azeman estaba apoyado en el umbral con Lionel a su lado observando todo al igual que el vampiro.
– No quise que ella también muriera como los demás, no me importa que se vuelva un monstruo, mientras siga siendo ella. – se excusó Lionel sin girarse a Azeman. – Espero que pueda entenderme mi señor.
– Si hubieras hecho que la ejecutara, te aseguro que te habría matado Lionel. – dijo Azeman con seguridad, éste al oírlo se giró sorprendido. – Ya que… si ella hubiera muerto… eso la habría derrumbado como a una estatua de piedra.
Lionel no supo que quiso decir hasta que miró hacia donde él miraba, a su hija que estaba con un rostro aliviado y sonriendo un poco. Él tenía razón, si hubiera enviado a ejecutar a Orleta, la princesa estaría eternamente destrozada, ya que, era la única amiga que tenía desde que era vampiresa, quizás la única que tendría en toda su existencia. Azeman lo sabía muy bien, su hija necesitaba a esa chica como amiga y guardiana, y quizás, ella sobreviviría al cambio para ser más fuerte, pero tampoco se hizo ilusiones, no quería poner en peligro a Carmelius. Mientras, Carmelius decidió acercarse más a Orleta, al verla se apartaron para dejarla ponerse de rodillas al borde de la cama donde estaba el rostro de la chica medio dormida a causa de las medicinas de las gitanas para que no sintiera tanto dolor, al verla con buena cara Carmelius sonrió feliz. La observó de arriba bajó, pero sobre todo miró el pecho de Orleta, cubierta con vendas que ya estaban teñidas de rojo, formando dos o tres líneas gruesas, muestra de que eran heridas de una garra de hombre– lobo. A pesar de esas heridas, Orleta consiguió sobrevivir, y eso a Carmelius le alegro a pesar de verla mal.
– Orleta, despierta… – Llamó Carmelius en susurro, apartándole el pelo de la cara con los dedos.
Hablo muy flojito, pero al parecer ella la escucho, y poco a poco fue abriendo los ojos dando quejidos bajos por el dolor, cuando se le aclaro la vista, miró a su alrededor, fue entonces cuando la vio hay arrodillada junto a la cama, cogiéndole la mano en alto con una sonrisa a punto de llorar. Al verla con ese rostro, le mostró una sonrisa de ánimo, a pesar del dolor de su pecho incapaz de moverse sin sangrar y toser sangre.
– Mi señora… Carmelius. – nombró feliz Orleta, girando un poco la cabeza. – Está aquí…
– Sí Orleta, estoy aquí contigo, y no me voy a marchar. – aseguro Carmelius.
Al ver que se había despertado, Azeman y Lionel se acercaron para verla.
– Me alegra verte con vida pequeña guerrera. – saludo Azeman, disimulando alegría.
– Mi señor… – nombró ella respetuosamente, entonces, se fijó en su mano cogida por Carmelius, que estaba manchada de sangre. – Supongo… que no es fácil acabar conmigo como debería ser, jeje. – río ella con ironía.
– ¡Tonta! – exclamó Carmelius enfadada, llamando la atención de todos los presentes. – ¿Como puedes estar tan tranquila después de esto? ¿Como se te ocurrió irte en secreto a enfrentarte a esas bestias? ¡Mírate, podrías estar ya muerta de no ser atendida enseguida idiota!
– Mi señora… – murmuró Orleta al ver el enojo y sufrimiento de su ama.
– ¡Que sea la última vez que haces una estupidez como está sin consultarlo antes conmigo, ¿Me has entendido?! – advirtió Carmelius a punto de echarse a llorar. – Por qué si no, entonces sí que te mataré yo misma.
Orleta la miró fijamente, viendo que no estaba amenazando a la forma que esperaba, más bien le estaba diciendo de que no volviera a hacer ninguna estupidez, porque entonces se moriría de dolor y tristeza, solo que quiso amenazar antes que decirlo de esa forma, y Orleta lo entendió.
– Entendido mi señora, no volverá a ocurrir a menos que usted me lo ordene. – entendió Orleta con la cabeza agacha en forma de reverencia.
– ¿Por qué te fuiste con ellos al bosque Orleta, sin decirnos nada? – pregunto el padre de ella, arrodillándose frente a la cama junto a Carmelius. – Sabías perfectamente que era peligroso ir sin ayudar de los amos.
Al principio Orleta no dijo nada, lo que hizo fue girar la cabeza al otro lado para no mirarlo, para no ver su rostro triste y dolido por haber estado a punto de perder a su única hija. Azeman y Carmelius lo notaron, y no les extraño.
– Lo siento… – se disculpó ella en susurro. – es que no quería quedarme de brazos cruzados, esperar a que volvieran los otros, cuando en realidad quizás no volvería ninguno o alguno gravemente herido, quería ayudar de algún modo, ya que, si soy la guardiana de mi señora Carmelius, debía hacerme más fuerte, por eso fui, para ver si conseguía superar esa prueba, mira lo que pasa por eso.
– Hija…
– Supongo que uno no puede hacerse fuerte con solo enfrentarse a un hombre– lobo peligros. – bromeó ella volviendo a girarse a ellos. – Pero de verdad, lo siento mucho, a todos.
– Bueno, lo importante es que estás bien, ahora debes descansar y dejar que te curen ¿de acuerdo? – dijo Carmelius acariciándole la frente suavemente. – Hasta que estés completamente curada, cada noche vendré a verte y hacerte compañía, como hiciste conmigo una vez.
Ante eso Orleta sonrió y acepto hacer lo que ella le dijo. Sin que nadie se hubiera dado cuenta, Carmelius estaba tensa, ya que, Orleta estaba cubierta de sangre por las heridas recibidas, así como algunos rasguños en el resto del cuerpo, alguno también en la cara, el olor de la sangre era fuerte debido a que lo tenía justo delante, pero con los años y con ayuda de los entrenamientos de su padre, supo aguantarlo sin mucho esfuerzo, pero el olor le era incomodo. Faltaban aún unas horas hasta que amaneciera, por lo que Carmelius decidió quedarse con su sierva y amiga ese tiempo, mientras las gitanas seguían trabajando con los cuidados. Con eso, Azeman le indicó a Lionel que lo acompañará fuera para hablar, él así lo hizo dando un último vistazo a su hija. Los dos se fueron a fuera, a un lugar más privado para hablar, ya que, en los alrededores aún estaban preparando lo que se veía para la posible incineración de los humanos que aún estaban con vida, pero heridos de gravedad como Orleta.
– ¿Como van los otros supervivientes? – pregunto Azeman con los brazos cruzados y apoyado en un árbol cercano.
– bueno... físicamente están recuperarse con normalidad, pero eso no significa que… se conviertan en hombres– lobo.
– Si eso pasa ya sabes que hay que hacer. ¿verdad Lionel? – recordó Azeman seriamente. – Les haremos un favor haciéndolo así.
– Sí mi señor, se hará como usted ha ordenado. – acató él con una reverencia. – Esto, lo de mi hija…
– No te hagas falsas ilusiones, a habido algunas mujeres que han podido serlo también, pero pocas veces pasa, mantenla vigilada, es tu hija y amiga de mi hija, no quisiera que la perdiera, ya que es la única amiga que tiene. – confesó Azeman con la cabeza baja. – En vida a sufrido, no quisiera que ahora sufriera también.
– Lo entiendo mi señor, a mí tampoco. – dijo con sinceridad. – Ella es una buena mujer, no se merece sufrir, por mucho que se diga lo contrario.
– Te agradezco esas palabras Lionel, me hacen ver que la aceptas como tu princesa por su personalidad más que por su naturaleza.
– La verdad es que sí. – sincerado él sonriendo. – Nadie la vería como vampira al conocerla un poco en persona.
Azeman estuvo de acuerdo, y así estuvieron un rato, mientras, Carmelius estaba sentada en el suelo al lado de la cama, cogiendo de la mano a Orleta mientras la atendían las gitanas, poco a poco la herida de su pecho dejaba de sangrar, por eso ya no tuvieron que cambiarle tanto las vendas. Cuando acabaron por esa noche, las dejaron solas, y Carmelius se incorporó para ponerse de rodillas y mirar a Orleta sin dejar de cogerle la mano con las dos suyas.
– Gracias por estar aquí, hace que no piense en las heridas. – agradeció Orleta con sinceridad. – Pero en el fondo me sabe mal, cuando podría estar haciendo otras cosas.
– ¿Como cuales Orleta? – pregunto Carmelius con ironía. – Deja de preocuparte por esas cosas ahora, preocúpate en hacer reposo hasta que estés bien.
– Si lo se mi señora, pero… – dijo, cambiando su sonrisa a una mirada inquieta y preocupada.
– ¿Qué pasa? – pregunto Carmelius al verla así, extrañada.
– ¿Cree que todo irá bien, que no me pasará nada? – pregunto Orleta, girándose a ella pidiendo una respuesta. – Se qué pasa cuando te araña o muerde un hombre– lobo, y eso de que a las mujeres no les pasa nada es mentira lo sé, hay mucha posibilidad de que yo…
– No tengas miedo de eso. – interrumpió Carmelius, llamando la atención de Orleta. – El miedo hará que cuando llegue el momento estés asustada y pérdida si llega a pasar eso, confía en ti misma y todo saldrá bien. – animó ella decidida.
– Pero ama, y si yo me…
– ¡No me importa! – exclamó ella interrumpiéndola de nuevo. – Yo sé que podrás con ello, eres fuerte… ¡Eres mi guardiana y amiga, la única que he tenido en estos veinte años de vampira, y no pienso perderte por esto, y tú tampoco te dejes vencer por ello!
Esas palabras dejaron callada y asombrada a la chica, viendo la mirada decidida y directa de su ama, mostrando su confianza y esperanza en ella, y eso la animaron un poco, mostrando una sonrisa, y Carmelius sonrió también al verlo. Para cuando se dieron cuenta, el amanecer estaba por llegar, y Azeman fue a avisar a Carmelius para irse de vuelta al castillo.
– Bueno Orleta, me tengo que ir por hoy, pero ten por seguro que volveré mañana puntual, te lo prometo. – juro Carmelius con seguridad.
– Si no puede venir al final lo entenderé mi señora, no pasará nada. – aseguro Yasmina con una sonrisa.
– Eso no pasará, adiós. – se despidió ella mientras se retiraba de allí, dejando a Orleta para que durmiera por ese día.
Azeman esperaba a Carmelius con los caballos preparados, debían apresurarse para que los rayos de sol no les alcanzaran a medio camino. La luz del sol no los mataba, él la detestaba un poco, pero podía caminar debajo de él, pero Carmelius, al no tener tanto tiempo, la luz le hacia un poco de daño a los ojos, como si fuera demasiado brillante para ella aún, Azeman entendía eso, por eso quería llevarla enseguida de vuelta al castillo. Lionel sujeto el caballo de Carmelius para cuándo llegará, la ayudo a subir y se despidió de ellos con una reverencia. Azeman agito a su caballo para que corriera y Carmelius lo siguió enseguida, por el camino que llevaba directamente al castillo rodeando del denso y oscuro bosque. Gracias a los árboles altos, los rayos del sol no llegaron al camino y ambos vampiros llegaron al castillo, pero al estar en la puerta, a Carmelius le alcanzó un poco en la cara, y al momento se tapó con el brazo al mismo tiempo que su padre la cubría con su capa negra.
– Lo siento, sé que al mínimo momento de luz es muy molesto. – dijo él, abrazándola una vez dentro del castillo con la puerta cerrada.
– Tranquilo, no es culpa tuya padre, no pasa nada. – dijo ella, correspondiéndole el abrazo con ganas.
Para ella en esos momentos, la sombra y el abrazo de su padre eran de lo más deseados y seguro que se sentía, para ella esa sombra era gentil y apacible, tanto que no deseaba separarse de él en ese momento, pero enseguida recordó que aún estaban en la entrada y debían irse a dormir hasta que anocheciera. Azeman el acompaño hasta su habitación con gusto, y ella lo agradeció, con todo lo ocurrido necesitaba estar con alguien en ese momento.
– Bueno, que descanse bien hija. – se despidió él cuando ella abrió la puerta de sus aposentos.
– Padre, – llamó ella deteniéndolo un momento. – ¿Tienes prisa por irte a descansar?
– No mucho, ¿por qué lo preguntas? – pregunto él curioso, medio girado a ella.
– Es que… ahora mismo necesito estar con alguien, con todo lo que ha pasado con Orleta, estoy algo… – dijo ella algo avergonzada y con la mirada baja.
Azeman lo entendió enseguida, y mostró una sonrisa comprensiva, entonces, se giró completamente a ella y camino de vuelta a la puerta, Carmelius lo miró sonrojada, y él la sujeto por la barbilla para que lo miraba bien.
– Siempre podrás pedirme lo que quieras pequeña, siempre. – aseguro él, algo seductor, era su forma de hablar a veces sin quererlo.
Con eso, él entro en la habitación y ella intimidada un poco ante lo que dijo y la forma en que lo hizo cerró la puerta con cuidado. Azeman enseguida se tumbó en la cama cómodamente, mientras que ella decidió irse a cambiar antes al baño y asearse un poco. Unos momentos después ella volvió con un camisón largo de color rojo y ligero, a él le encantaba verla de esa forma, parecía una verdadera mujer, a ella ya no le avergonzaba que le viera de esa forma, no era la primera vez y la última.
– Sigo sin entender tu desagrado por la ropa femenina. – comentó él mirándola de arriba bajó encantado. – Con lo bien que te queda, muchos hombres se arrodillarían a tus pies con solo chasquear los dedos.
– Precisamente por eso me visto de esa forma, para lograr lo contrario, ya que, esos hombres suelen ser pervertidos la gran mayoría, sobre todo en mi época de noble rumana. – dijo ella algo molesta con solo recordar esos tiempos humanos. – Espero que en el futuro haya más igualdad entre los sexos.
– Imagino que si pequeña. – coincidió él. – Ven aquí ya.
Carmelius camino hacia la cama, gateo un poco hasta ponerse junto a él medio tumbada apoyada en la cabecera, con un brazo de él rodeándola por la espalda y apoyándose un poco sobre él, cómoda estando de esa forma, aunque sonrojada todavía. Él empezó a acariciarle el liso y n***o pelo que ella tenía, muy parecido al de él, pero más n***o y brillante, como si fuera de la misma noche, le encantaba ese pelo y esa forma que ella vestía para dormir.
– Lo digo es serio, vestida así eres verdaderamente hermosa, como nunca se ha visto en una mujer. – halagó él, acariciándole ahora el brazo rozándole con los dedos, haciendo que a ella se le rizará la piel con el contacto.
– Debe ser porque la ser vampira parezco más hermosa. – contradijo ella disimulando la vergüenza, intento no parecer excitada. – Porque dudo que en humana fuera tan hermosa.
– Se lo que digo, vestida así, como lo estuviste cuando te convertí, parecía una autentica mujer, parecida a una diosa de la noche. – dijo él, seguro de lo que decía, empezando a olerle un mechón de pelo cogido.
– Déjalo ya padre, estás empezando a ponerme nerviosa ante esas palabras de seducción, cuando en verdad somos padre e hija. – pidió ella sonrojada como nunca, apartándose un poco de él. – Ahora estoy un poco preocupada por Orleta, sobre todo por haber sido atacada por uno de esos… monstruos. Además, me siento responsable de ello, por qué… debí dejar que se quedará a vigilarme cuando solía hacer, así no habría ido para estar así de herida.
– Lo se hija, lo sé muy bien. – dijo él, besándole una mano. – Pero ya no tiene caso pensar en ello, ahora deberías calmarte, cuando se haga de noche irás a verla, como le has prometido.
– Veo que sigues con eso de escuchar conversaciones ¿eh? – dijo ella girándose a él con ironía. – No cambias con eso.
– jejeje. – río él divertido. – No, es imposible que lo haga hija mía.
– Perdona que tengas que quedarte conmigo ahora, es que… deseaba tener un poco de compañía antes de dormir. – se disculpó ella. – Pero deseaba estar un rato más contigo.
– Pues yo sé como animarte y relajarte de todo ese peso repentino, que me satisfará hacer. – dijo él en susurró. – Solo si tu quieres claro.
– ¿El qué? – pregunto ella curiosa.
Él no dijo nada para contestar, lo que hizo fue acercarse poco a poco a ella de forma seductora, y ella se sonrojo de nuevo, pero se mantuvo quieta, entonces, él la empujo para que se tumbará en la cama, al lado de los cojines, con él encima de ella, obligándola a abrir las piernas para dejarlo apoyarse mejor, poniendo las manos a cada lado de ella, ante eso ella se sonrojo.
– Deja que coma un poco, eso a ti te animará un poco. – dijo él seductora y divertidamente, mostrando los colmillos.
– E– Espera un momento… – detuvo ella sonrojada, apoyando las manos en el pecho de él avergonzada. – Te pueden traer donantes ahora si quieres, no deberías acostumbrarte tanto a mi sangre.
– No finjas pequeña. – dijo él riendo un poco. – A ti te gusta que te haga esto, así me satisfecho yo también, además, tú también deseas mi sangre, y yo dejó que la tomes siempre que quieras, me lo debes por hoy.
– Ya, pero… – tartamudeó ella nerviosa, viendo como él se inclinaba a su cuello.
– Tranquila, seré cuidadoso está vez. – aseguro él.