– ¿Como que asustada? – pregunto Azeman confuso, cruzando los brazos.
– Aterrada, temblaba y sudaba de miedo, dijo que tuvo una pesadilla, pero no me ha dicho cual. – informó ella seriamente. – Cuando la abracé para calmarla se echó a llorar inconscientemente. Me preocupa mi señor. – confesó Orleta apenada.
– Entiendo, gracias Orleta, ahora iré a verla. – dijo él girándose para ir a ver a su hija.
Con eso Orleta suspiró algo aliviada, segura de que la presencia del Conde animaría a Carmelius, así que decidió ir a hacer vigilancia para no molestarlos. Azeman se desplazó por el castillo hasta aparecer en la puerta de la habitación de Carmelius, ya que, a ella no le gustaba que apareciera en su habitación sin permiso, pero también quiso picar por el modo en que estaba según la licántropa. Dentro de la habitación, Carmelius seguía en la misma posición, abrazando sus rodillas con fuerza, hasta que oyó que picaban a su puerta. Se sobresaltó, pero recordó que no debía tener miedo por algo tan simple e inocente. Alzó la cabeza insegura y nerviosa de entre sus brazos y rodillas y miró hacia la puerta inquieta.
– ¿Quién es?
– Soy yo. ¿Puedo entrar? – pregunto Azeman al otro lado de la puerta.
– Claro, pasa.
Al oírlo se calmó, pero no se movió de su posición. Azeman entró y cerró detrás de sí. Cuando se giró a ella, vio que estaba en la cama encogida y abrazada de piernas, con un rostro deprimido y pensativo. Azeman imaginó una posible preocupación que estaba teniendo ella, pero no quiso asegurarlo aún.
– ¿Te ocurre algo que estés así? – pregunto Azeman desde la puerta.
– ¿eh? No, claro que no. Si lo dices por Orleta no, es que necesitaba estar un rato sola, no es nada personal en absoluto. – contestó ella disimulando una sonrisa, pero no convenció a Azeman con eso. – Te aseguro que estoy bien padre, no te preocupes.
Azeman la miró un momento con seriedad y no muy convencido de sus palabras, entonces caminó hasta sentarse al borde de la cama junto a Carmelius, pero no en el mismo lado sino al lado que miraba a la puerta, ella no lo miró, tenía la mirada pérdida. No se atrevía a mirarlo aún, por temor a que se diera cuenta de que era mentira lo que dijo, y no se equivocaba, Azeman pudo confirmar del todo sus sospechas respeto a lo ocurrido antes en presencia de Orleta.
– Han vuelto ¿verdad? – pregunto Azeman, llamando la atención de ella confusa. – Tus recuerdos humanos, sobre ese día, en que te convertí en vampiro, y cuando descubriste la verdad, todo aquello que te atormento un tiempo después. – dijo sin girarse a mirarla, seguro de lo que decía.
Carmelius vio que por más que quisiera hacerlo, no podía engañar nunca a su propio padre, que la conocía ya a la perfección. Asintió y se giró para mirar a ninguna parte con una mirada pérdida y pensativa, aún encogida de piernas, apoyó la barbilla sobre las rodillas. Azeman aún no se giró a mirarla, pero en el fondo deseaba ver como estaba a simple vista, aunque no fuera de verdad lo que sentía por dentro sacándolo.
– Sí... me ha venido de repente, me gustaría no recordarlo, pero eso sería como huir de la realidad. – dijo ella cerrando los ojos, aceptando la realidad.
Pensó vio todo en general, y en el fondo no deseaba olvidar lo ocurrido, sino, olvidaría el resto de su vida humana, que la mayoría eran bueno momentos con sus padres y su hermana pequeña, con sus amigos, y con Blade, sobre todo, que seguía amándolo profundamente incluso haberlo matado ella misma por traición, todo aquello hizo que fuera como es, se sentía agradecida, sino, ya no sería la vampira que el Conde Kamazotz eligió para ser su hija y heredera. Estuvieron los dos callados durante un rato, hasta que Carmelius lo miró inquieto por tanto silencio, y vio que la estaba mirando también, pero tenía una cara de preocupación. Viéndolo así, intento animarlo.
– Vamos... deja de poner esa cara de preocupación. – pidió ella disimulando una sonrisa animada, poniendo una mano sobre el rostro de él, en el lado derecho, como si así se le quitará. – Esa cara no te favorece en absoluto padre.
A Azeman no le molestó ese gesto, aún con la mano sobre su cara sin molestarse en apartarla, miró a Carmelius con la misma cara, pero con algo de ironía.
– ¿Te molesta que me preocupe por ti? – pregunto él de repente.
Eso dejó a Carmelius extrañada, pero enseguida comprendió la intención de esa pregunta. Entonces, quito la mano de su rostro para apoyarla al hombro de él, giró el cuerpo entero hacia a él y se encogió de hombros, teniendo la cabeza mirando hacia abajo, incluso el pelo colgaba. Azeman no dejaba de mirarla fijamente con un rostro serió y apenado.
– Claro que no, todo lo contrario, me gusta ver que estás pendiente de mi padre, te lo agradezco de veras, es que… creo que no merece la pena. – dijo sin mirarlo aún. – yo... estoy bien... – alzó la cabeza con un rostro sonriente, pero Azeman pudo ver cierto miedo. – Así que... – continuó – deberías preocuparte un poco también por ti...
Azeman la dejó muda cogiendo la mano apoyada en el hombro sin dejar de mirarla a los ojos. Carmelius no entendía la reacción y la mirada de él, pareciendo pasivo, pero pensando en algo hacia ella. Mantuvo el brazo de ella cogido en alto un poco apartado de ellos dos, a ella no le molesto en absoluto.
– ¿Padre?
– Hija... – dijo con un tono de tristeza y miedo, pero sin que se notará mucho.
– ¿Q– Qué? – dijo ella empezando a ponerse nerviosa por el comportamiento repentino de su padre.
Azeman no le dijo nada más, entonces le soltó el brazo para desplazarse más hacia ella, puso su mano detrás de la espalda, en la cintura, y poco a poco se la acercó más hacia él mientras se inclinaba hacia delante pero no hacia el rostro de ella, más abajo. Carmelius iba a decirle algo, pero entonces notó que los colmillos de su padre se clavaron profundamente en su cuello, dejando oír como la carne crujía un poco ante ellos. Ella gimió al notarlo de improvisto, pero dejó que bebiera algo sonrojada y jadeando en susurro, agarrándose a la manga de la camisa de él, intentando aguantar el placer que sentía siempre que lo hacia. Él bebió un poco, y se inclinó hacia delante, haciendo que ella se inclinará hacia atrás, gimiendo un poco por el movimiento. Pero entonces él de repente, apartándose del cuello con rapidez y sujetándola por los brazos con cada mano, sorprendiendo a Carmelius.
– ¿Por qué te dejas? – pregunto él molesto por la voz. Carmelius no le entendió. – No puedo seguir bebiendo tu sangre, así sin más – continuó. – ¡¿Lo entiendes? ¡Eres como una víctima, Carmelius! – gritó él dolido.
– Padre...
– ¡Por eso, por muy padre tuyo que sea, tienes todo el derecho a odiarme! ¡Si quieres ser cruel conmigo hazlo si quieres, yo no me quejaré! ¡Mientras sirva para mantenerme a raya de ti, aceptaré cualquier castigo que tú me hagas! – confesó él apretando con más fuerza los hombros de ella.
– ¿Por qué me dices eso? ¿Por qué crees que te odiaré o quiera castigarte? – pregunto ella confundida.
– Por qué... cada vez que bebo tu sangre... más te veo como una mujer... y si sigues dejándote morder y beber tu sangre, ¡llegará el momento en que no pueda evitar poseerte! Y no quiero que pase eso. Además, si otros vampiros ven las marcas de tu cuello tan seguido, pensarán que te dejas morder como si nada, ¡Y no quiero que te hagan daño!
– Padre, pero yo...
– ¡Lo sé! Se que sientes esa obligación de hacer todo esto por ser mi hija. ¡Pero es lo que me preocupa y me asusta en el fondo! Tú me dices que no me preocupe por ti, lo siento, pero no puedo hacer eso, más si eres la hija de un monstruo tan sanguinario como yo. – Carmelius se quedó petrificada por las palabras de él, conmovida. – Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea, cualquiera cosa que te pase o preocupe, ¡cualquier cosa!
Sin poder aguantarlo más, puso las manos sobre el pecho de él cerrándolos, agarrando así la camisa y apoyó la frente también y empezó a llorar. Azeman al momento en que ella se inclinó en él dejó de agarrarla. Oía como gemía de llorar. No entendía lo que le sucedía, pero lo que si sabía era que eso lo había escondido durante mucho tiempo.
– ¡Tengo miedo! ¡He soñado con lo que le hice a Blade aquella noche! ¡Tengo miedo de hacerlo de nuevo, y no poder parar, haciendo daño a alguien querido! ¡Tengo miedo de mí misma! – dijo ella llorando y cerrando los ojos con fuerza.
Azeman entendió entonces lo que la asustaba tanto, sin pensarlo dos veces, la abrazó suavemente para consolarla y tranquilizarla, dejando que sacará todo su miedo mientras lloraba. Carmelius después de tanto llorar, cayó agotada, profundamente dormida sobre la cama, junto a Azeman, que le acariciaba la cabellera con suavidad. Con mucho cuidado, la cargó entre sus brazos y la deposito en el ataúd. Dejando lo del Consejo y lo otro para cuando fuera oportuno. Bueno, lo del consejo se lo diría, pero lo otro quizás mejor que no para no asustarla, lo solucionaría en su momento, eso creía.
A la noche siguiente todo estuvo más calmado, y Carmelius también, y esa vez no era disimulación ni nada de eso, era de verdad, ya estaba bien, y eso alegro a Azeman y Orleta. Esa noche ella se animó a entrenar un poco con Orleta, como solían hacerlo antes, cuando Orleta aún era humana, a veces después de eso siguieron, pero durante un tiempo lo dejaron, ahora Carmelius deseaba mejorar su arte con el látigo n***o, y Orleta pudo ayudarla con su forma de loba. Azeman decidió observarlas entrenar dentro del bosque, donde había privacidad y buen lugar para pelear y practicar. El vampiro moreno quedó sorprendido al ver a su hija dominar con maestría el látigo contra la loba negra que intentaba atacarla, pero le era imposible, no era lo suficientemente rápida para cogerla por sorpresa, pero seguía intentándolo. Para esas ocasiones, Carmelius llevaba unas ropas parecidas a las de ella, pero de color negras y el pelo recogido en una coleta alta.
– ¡Vamos Orleta, sé que puedes hacerlo mejor! – animaba Carmelius en voz alta, haciendo girar su látigo sobre su cabeza sin parar.
Como provocada, Orleta dio un rugido agresivo y con valentía fue hacia ella, consiguió esquivar los latigazos con suerte, pero cuando estuvo por echarse encima de Carmelius, está desapareció de la vista y fue envuelta al instante por el látigo n***o, cayendo ataca al suelo sin poder moverse, Carmelius estaba justo detrás de ella sujetando el látigo con una mano en alto, entonces, Orleta volvió a su forma humana sin prenda que pudiera taparla, había perdido.
– Buen combate Orleta, de verdad. – halagó Carmelius liberándola del látigo para recogerlo en un momento. – Has mejorado mucho con tu forma lobuna.
– ¿Usted cree? – pregunto ella aún en el suelo encogida.
Carmelius afirmó con la cabeza convencida de ello, y Orleta sonrió contenta. Ambas notaron que Azeman estaba presente, y Carmelius rápidamente fue a por la ropa de Orleta que estaba tirada junto a un árbol para que pudiera vestirse, no le hacia mucha gracia que su padre se excitará al ver a su sierva loba completamente desnuda en el suelo encogida, avergonzada y roja como nunca. Al ver que había acabado con la práctica, Azeman se acercó a Carmelius.
– Hola padre, ¿deseas algo? – pregunto ella al tenerlo frente a ella.
– Tenemos que hablar de algo importante, que debí hablarte anoche, pero… el estado en que te encontrabas me impidió hacerlo. – contestó él como apenado. – ¿Ya estás bien?
– Sí, gracias a que llore todo lo que debía llorar la otra noche. – dijo con una sonrisa agradable. – ¿De qué se trata eso tan importante?
– Vamos al castillo primero. – pidió él poniendo una mano en la espalda de ella para irse de allí.
Carmelius se extrañó ante ese comportamiento de su padre, pero no hizo preguntas y lo acompaño al castillo cuando Orleta ya estuvo vestida, cogieron los caballos y enseguida estuvieron en el castillo. Por orden de Azeman, Orleta estuvo haciendo guardia en el pasillo de las habitaciones, y los dos vampiros entraron en la habitación de Azeman, Carmelius noto tenso a su padre, y preocupado por algo, deseaba saber de qué se trataba eso tan importante ya.
– Padre empiezas a asustarme, ¿Qué es eso tan importante? – exigió ella nerviosa.
– Nada que deba preocuparte demasiado hija de verdad, es solo que es un poco… molesto por mi parte que ellos vengan ya. – contestó él a regañadientes. – Resulta que hay unos… “conocidos” que desean verte y conocerte en persona, y para eso tendré que hacer una reunión aquí en el castillo.
– ¿Conocidos? ¿Una reunión? – repitió ella confusa. – ¿De qué hablas padre?
– Del Consejo de Vampiros, Carmelius. – contestó él girándose a ella con seriedad. – Un consejo donde todos los vampiros poderosos inferiores a mi están aliados para servirme a mí como su Rey No– Muerto. Desde que derroté al antiguo rey vampiro dos años después de mi supuesta muerte, Nimrod– Lothos, ellos me han considerado su rey, y ellos mis consejeros, por eso desean conocerte, ya que, eres mi hija y futura heredera, la que ocupará mi lugar algún día.
– ¿Y cómo han sabido de mí? ¿Como sabes que desean verme? – pregunto ella.
– Ellos son así de misteriosos, y quién me ha avisado por parte de ellos ha sido Lestat. – contestó él.
– hum, tendría que haberlo supuesto que había sido él, fue una estupidez convertirle estando de esa forma. – se lamentó ella asqueada. – Bueno, ¿quieres darme a conocerme o no?
– Solo si tú quieres, no tienes por qué hacerlo si no quieres, además, algunos de ellos son como describen a los vampiros como yo Carmelius… son perversos, malignos, depravados, se creen los dueños de los humanos cuando los tienen en sus garras… no te sorprendas de ello cuando lo veas, si al final accedes.
– Ya no me sorprende nada de nuestro mundo padre, sería raro hacerlo. – dijo Carmelius con ironía. – Bueno, ¿Cuándo será la reunión esa?
Ante esa pregunta Azeman quedó sorprendido de su hija, viendo como estaba tranquila y decidida. Entonces, Carmelius se sentó en la cama de su padre, y él junto a ella aún atónito, y ella sonrió un poco al verlo de esa forma.
– ¿Te ves capaz de presentarte ante ellos como mi futura heredera al poder? – pregunto él apoyando las manos en cada hombro de ella.
– Tarde o temprano lo tendré que hacer ahora que saben de mí, no me parece correcto hacerles esperar más padre, es lo que pienso. – confesó ella madura. – ¿y bien, cuando será?
– No les he dado fecha todavía, por qué quería consultarlo contigo antes, por si aún no estabas preparada para eso. – contestó él quitando las manos de ella.
– Pues pon cualquiera que creas oportuna, pero espero caerles bien. – dijo ella cabizbaja.
– Así que, no te preocupa estar en una fiesta llena de vampiros cretinos, sino pensar que no te aceptan. – se burlón él aguantando la risa.
– Me alegra saber que te divierto, pero sí, me preocupa un poco. – dijo ella seriamente.
– Pues no deberías, para ellos yo soy su rey, y ahora tu eres la princesa. Deberán acostumbrarse a ello, lo quieran o no. No te preocupes, son pocos los que vendrán, solo los que me llegan casi a mí mismo nivel.
– Pero si soy una princesa, ¿no debería buscar un prometido o algo así? – pregunto ella preocupada.
– Si quieres, para qué si vives siempre, al menos hasta que venga el listo de turno que pueda matarnos. – se burló él poniéndose de pie. – Entonces, ¿quieres de verdad que se haga esa reunión?
– Sí, adelante. Y te juro que no te dejaré en ridículo. – dijo ella con decisión.
Con todo eso dicho, Carmelius decidió retirarse a su habitación para alimentarse de algún humano que Orleta trajera, y dejó solo a su padre en la habitación. Justo cuando ella se fue cerrando la puerta, Azeman sintió a sus espaldas la presencia de Lestat, que, al girarse, lo vio sentado en el balcón sobre la barra de piedra con las piernas cruzadas y los brazos también, mostrándose vacilante y elegante a su modo.
– Tu y tus posturas, no cambias por nada. – se quejó Azeman al verlo allí. – Ya puedes ir a decirles a esos pesados que pueden venir, dentro de dos años como mucho, quiero que mi hija tenga bastante tiempo para prepararse del todo. – dijo seriamente.
– Entendido, esperan impacientes Azeman, no lo dudes. – dijo Lestat poniéndose en pie sobre la barra. – Nos vemos.
Y con eso Lestat saltó hacia atrás cayendo al vacío para desaparecer, y así se decidió la reunión con el Consejo de Vampiros, bajo él mandó de Azeman Kamazotz, Rey No– Muerto de los vampiros.
Los dos siguientes años pasaron con rapidez, y los miembros del Consejo al fin se pusieron de acuerdo para ir al Castillo Kamazotz para conocer a la princesa Carmelius Kamatz todos juntos en una reunión como Azeman quiso hacer. Ya estaban en el día que sería la reunión, cuando anocheciera los vampiros ya estarían en el castillo, mientras durante el día, nublado y lloviendo unas gotas de nada, los gitanos trajeron humanos para que fueran de alimento para los vampiros y los encerraron en las mazmorras hasta el momento indicado, Azeman sabía que posiblemente algunos del Consejo traerían algún que otro humano como regalo de reencuentro. Mientras las gitanas ayudaban a Carmelius a elegir la ropa adecuada para la ocasión y el maquillaje que combinará con esas ropas y los complementos elegidos.
A Carmelius no le gustaba ponerse esos vestidos tan ajustados e incómodos, pero no quería quedar mal frente a su padre y esos vampiros que deseaban conocerla, así que por esa ocasión quiso parecer una dama hecha y derecha de su época, pero iría un poco más moderna esa vez, al gusto de su padre. Entre los complementos que llevaría, estaría un hermoso anillo que su padre le regalo un año antes, uno que era una reliquia muy importante para él.
Era una noche tranquila en el castillo Kamazotz, y Azeman llamó a Carmelius para que viniera a su habitación, ella así lo hizo. Una vez allí él se puso delante de la chimenea encendida con un buen fuego, y en la estantería de está, aparte de unas velas blancas también encendidas, en el centro había una pequeña cajita de madera roja, él la cogió y se fue a sentar en una silla de terciopelo, señalo con la mano a Carmelius que se sentara con él. Entonces él la abrió, dentro solo había una bolsita de piel marrón claro donde había dos anillos, uno más pequeño que el otro. Azeman sacó el anillo pequeño de la bolsita, cogió una de las manos de Carmelius, y le puso el anillo con suavidad. Ella se sonrojo, pero le gusto el anillo, lo miró bien y vio que había algo grabado en el: un blasón con una corona, una armadura y una D en el centro, de Kamatz.
– Estos anillos, más otras cosas, me las dio el ser que creo a la que me convirtió en lo que soy, este quiero que lo tengas tú, veo que te queda a la perfección, – dijo observando el dedo de ella con el anillo – así todos sabrán quién eres.
– Mil gracias Padre, yo... no sé qué decir más. No sé qué darte a cambio – dijo sonrojada por el regalo.
– Lo único que te pido es que lo lleves siempre encima. – pidió él. – Es todo lo que quiero, aparté de que sigas estando conmigo siendo mi hija.
– Que me quemen viva si no lo hago. – juro ella. – Te lo juro por siempre padre, por siempre.
Mientras, por el camino que daba al castillo, Azeman volvía de Bransov, de dar un paseo para quitarse ese mal humor de encima. Como si fuera ya costumbre, volvió a sentir una presencia, una tan fuerte que cuando el caballo se paró por orden de él, empezó a gruñir de miedo, estaba claro para él que no era una presencia muy amigable. Azeman, malhumorado de nuevo por ello, bajo del caballo asustadizo, le dio un manotazo en el trasero para que saliera corriendo, dejándolo solo allí en la oscuridad de la noche. Azeman conocía muy bien esa presencia maligna, y no le hacia gracia sentirla allí, tan cerca de su castillo, y de su hija.
– Veo que el aviso de Lestat era cierto... ¡sal! – ordenó Azeman, mirando al oscuro bosque al lado del camino, alerta y frío.
No se oyó nada ni nadie. Azeman sabía que "él" estaba allí, acechándole. Él estaba desarmado, pero no le hacia falta armas. De repente, un arbusto se movió, y con un gesto del brazo y la mano abierta, como si fuera un fuerte soplo de aire, destrozó el arbusto. Allí no había nada, había fallado el blanco desgraciadamente o el sujeto lo había esquivado de ante mano.
– ¡¿Qué pasa, no vas a salir, cobarde traidor? ¡¡SAL!! – Gritó al aire furioso y frustrado.
Entonces de entre los árboles apareció un hombre con capa negra, pero sin ocultarse el rostro. Esta tenía un rostro muy parecido al de Azeman, pero más joven y perverso, con una sonrisa sarcástica, y tenía el pelo más largo y castaño oscuro. Se puso a un metro de Azeman, frente a frente.
– Pensaba que habías muerto hace siglos... – dijo Azeman mirando al sujeto fijamente. – Y hubiera deseado que así hubiera sido.
– Hola hermano, ha pasado mucho tiempo. – dijo el sujeto con una sonrisa maliciosa. – veo que no has cambiado ni un ápice.
– Y yo veo que sigues igual de cretino que cuando estabas con vida. – observó él vacilante. – ¿Qué haces aquí? – pregunto gruñendo como un monstruo.
– Todo a su tiempo hermano mayor, después de tanto tiempo sin vernos, podrías confiar en mi ¿no? – dijo él presumiendo con los brazos extendidos a los lados.
Azeman no aguanta más y lo intenta atacar, pero sin saber cómo, en su pecho impacto como un arañazo brutal, haciéndole retroceder hasta chocar contra un árbol. El sujeto río divertido y desapareció sin dejar rastro. Azeman notó que su presencia dejó de notarse de allí, se levantó con dificultad y voló hacia el castillo a toda prisa. Mientras, Carmelius era atendida por una gitana que la peinaba suavemente en su habitación, delante de un mostrador con todo para maquillarse, estaban revisando el rostro maquillado que ella llevaría a la noche. Le dijo a la gitana que se lo dejara suelto para que no se le viera la cicatriz de la espalda. Con ellas también estaba Orleta, ya que deseaba participar en esa reunión de mujeres con su ama, que estaba en el fondo algo nerviosa por esa reunión.
– ¿Cree que es buena idea darse a conocer a gente como esa? – pregunto Orleta preocupada, sentada mirando a Carmelius al lado suyo. – Quizás debería esperar un poco más.
Viendo a Orleta tan nerviosa y preocupada, le pidió a la gitana que las dejara solas, que ya era suficiente por el momento, quitándose el resto del maquillaje con toallas mojadas en agua hasta estar sin rastro de maquillaje en el rostro blanco y pálido que tendría siempre. Entonces, Carmelius se puso en pie y fue a ella para abrazarla y tranquilizarla, ella se calma y le corresponde el abrazó con fuerza.
– Eh, todo irá bien. – aseguro ella dejando de abrazarla para mirarla a la cara. – Mientras estéis tu y mi padre, no tengo que estar asustada de nada. – dijo palmeando los hombros de Orleta para animarla.
– Si, lo se mi señora, pero… – decía Orleta a medias.
De repente, Azeman entró sin avisar interrumpiendo a Orleta, dando un portazo frustrado y enfadado por algo. Las dos se sobresaltaron un poco, pero se calmaron al ver que era Azeman, él al principio las ignoró, y empezó a mirar por todos lados inquieto, caminó dando pasos grandes hasta el balcón, oliendo el aire con atención y cuidado. Viendo la extraña actitud de su padre, Carmelius le pidió en susurro a Orleta que los dejará de momento solos, ella no lo pensó dos veces y los dejó allí en privado.
– ¿Padre, ocurre algo que estás tan alterado? – pregunto ella cerrando la puerta de la habitación.
– ¿Has notado algo extraño hace un rato? – pregunto él ignorando la pregunta de ella, entrando de nuevo a la habitación y cerrando la ventana del balcón.
Una vez que estuvieron de frente, Carmelius pudo ver que él estaba manchado de sangre por el pecho, y la camisa desgarrada como si fuera un arañazo. Rápidamente se acercó a él. Éste suspiró resignado, recordando las pintas que tenía en ese momento.
– ¡Padre, estás herido! – exclamó ella preocupada.
– No es nada, ya se curó. – aseguro él muy poco convincente para ella. – No estés siempre sola ¿de acuerdo? – dijo yendo hacia la puerta.
– ¡Espera, has sangrado mucho! – dijo ella parándole antes de que saliera por la puerta.
– Ya te he dicho que estoy bien. – insistió él aguantando la rabia.
Carmelius pudo ver que no se sentía bien, supo entonces que esa herida no era de un hombre– lobo, pero no quiso darle vueltas al asunto ni preguntarle por ello. Entonces, le soltó el brazo que tenía sujeto para detenerle, y eso hizo que Azeman se extrañara y no se fuera de allí.
– Ya veo... pero padre, no te ves muy bien. – aseguro ella viendo la camisa desgarrada, ensangrentada, pero sin herida alguna.
Entonces vio que su padre, estaba más pálido que de costumbre, y sudado. Sabía lo que le pasaba, lo apartó con suavidad de la puerta y la cerró, poniendo el seguro. Azeman estuvo en pie sin mostrar emoción alguna con la mirada baja y pálida.
– Sabes que puedes hacer lo que quieras ¿verdad? – dijo ella de repente sin mirarlo.
Él lo entendió enseguida, no quiso ni pensarlo, pero ella sabía que estaba sediento por la herida. Ella seguía delante de la puerta sin moverse. Él iba a negarse cuando se giró a ella y entonces vio algo que le impidió decir eso.
– Toma, donde te guste más. – dijo ella con los ojos cerrados con naturalidad, apartando el pelo de su nuca, dejando ver su cuello completamente. – Pero intenta no mancharme ni derramar mucho, ¿vale?
A Azeman le brillaron los ojos al ver el cuello despejado y ofrecido a él, y sin poder resistirlo más, la arrinconó en la puerta a espaldas de él con violencia, agarrando las muñecas de ella con cada mano contra la puerta fuertemente. Ella no esperaba la mordida tan rápido y la cogió desprevenida, gimiendo un poco por la violenta mordedura, pero luego gimió aliviada. Entonces se oyó en alto los tragos que él hacia desesperado, como si no hubiera bebido durante días, quizás meses.