Cinco años atrás.
Carmín Altamirano (16 años).
—Fausto Villanueva, ese es el nombre que tienes que aprenderte de memoria, ese es el pez que nosotras buscamos atrapar y embaucar — hablaba mi abuela mientras estábamos sentadas en la mesa.
—¿Pe-pero como haremos eso? Es decir, no podemos matarlo —
La risa de ella me interrumpió.
—Ay querida, por supuesto que nosotras no nos vamos a manchar las manos por tan poca cosa, él solo lo hará — la miré sin entender — este es el plan, tú vas a estudiar en la universidad en la que esa rata trabaja, lo enredas, lo enamoras, luego lo dejas y él va a sufrir tanto por ti que se terminará quitando la vida, y es ahí en donde nuestra venganza estará completada — lo dice de forma tan natural, como si se tratara de atrapar mariposas con una red.
Suspiré con nerviosismo.
—Pero como haré eso yo, yo no podré hacer eso abuela, no quiero —
—No es una pregunta Carmín, es algo que ya está decidido — negué con nerviosismo.
—Hazlo tú — volvió a carcajearse.
—Yo soy una simple anciana, no tengo todo lo que tú — la miré sin entender, entonces ella tomó de mi mano y nos guía hasta el espejo que se encontraba en el pasillo. Paramos frente a este y observé nuestros reflejos, la abuela seguía siendo un poco más alta que yo.
—Tan solo mírate Carmín, eres hermosa, posees una belleza única e inigualable y en el fondo lo sabes, eres digna de envidiar. Ojos verdes, una piel blanca como la luna, labios carnosos, un cuerpo divino y un cabello largo y oscuro, digno de una reina —
Si no fuera mi pariente pensaría que estaba tratando de ligarme.
—Pero nadie piensa así, mis compañeras siempre me molestan y... —
—Ay cariño, esas estupideces las hacen porque son envidiosas y no tienen otra forma de manifestar su enojo sino a través de agresiones, porque ellas saben que jamás serán igual de preciosas como tú — acarició mi melena con sus dedos — Dios te ha bendecido con el don de una belleza insólita ¿y sabes por qué? — negué —porque todo es parte de su divino plan, él siempre supo que tú propósito como su ciervo sería hacer justicia por la muerte de una inocente, así es como él obra Carmín —
Tomó mi barbilla al momento de girarnos e hizo que la viera a los ojos.
Esos ojos oscuros que me cuidaron todos estos años.
Esos ojos oscuros que esconden rencor, rabia, enojo.
Esos ojos oscuros que se han vuelto mi tormento, un tormento cariñoso debido a que no podía quejarme, esa mujer había hecho todo por mí.
—Ese hombre solo ha traído desgracias a tu vida, tan solo mírate, creciste sin saber lo que es tener una madre junto a ti, que te cuide, que te proteja y aconseje...Quizás si Tania estuviera aquí tu destino sería muy diferente — soltó un suspiro y me dio la espalda — si tan solo mi única hija estuviera aquí, no tienes idea de cuanto la extraño — escucho como comenzó a sollozar.
Oh no, estaba llorando, realmente no podía con eso.
—Pero por lo menos te tengo a ti — volvió a mirarme y observé sus ojos llenos de lágrimas — olvida todo lo anterior, es que pensé que como...como dediqué tanto a cuidarte y ah nada —
En ese momento la culpa me comenzó a carcomer, y es que la abuela tenía razón. Si bien desde los once años comenzó a hablarme del culpable de lo que le sucedió a mamá, esta es la primera vez que menciona paso a paso el cómo lo haremos.
Tragando grueso, miro con curiosidad en su dirección y me atrevo a preguntar.
—Yo, a-abuela ¿E-eso te haría feliz? — no pude evitar tartamudear.
En ese momento una sonrisa de costado apareció en su rostro, miró de reojo, pero borró el gesto de inmediato.
—No solo a mí, sino a tu madre que desde el cielo nos observa —
Respiré hondo, mamá estaría feliz. Es lo que más quiero en el mundo, que donde esté ella se encuentre bien.
—¿Pe-pero eso no es pecado? Dios se enfadará conmigo, abuela —
—Oh, pero por supuesto que no — se acercó a mi tomando mis manos — el hacer justicia no es un pecado, el justiciero no es pecador Carmín, y menos si es un ciervo tan leal a él como tú —
Mi inocente corazón se llenó de emoción al oír aquello, siempre fui devota de Dios, pero solo de él. Desde pequeña mi abuela me inculcó adorar a nuestro gran padre, el creador de todos los universos y el único dueño de la verdad.
—Está bien abuela, lo haré, por ti, por mamá y por mí, bajo la bendición de nuestro señor — ella apretó mis manos y sonrió con emoción.
—Amén hija mía —
— — — — —
— — —
Dos años atrás:
Sarah Altamirano.
Sonrío con vehemencia al ver a mi nieta retocar su maquillaje, a sus cortos diecisiete años es toda una diosa, una mujer respetable y fuerte que yo me encargué de formar.
Tan similar a Tania, pero con ella no cometeré el mismo error. Carmín va a ser una mujer de bien, va a triunfar en esta vida y el inicio de ese triunfo comenzará con el final de Fausto Villanueva.
—Mejora tu postura Carmín, nadie quiere a una mujer jorobada —
—Si abuela — obedeció de inmediato — ¿Crees que es suficiente brillo labial? — se dio la vuelta dejándome admirarla.
Mis ojos brillaron al verla, no es porque sea de mi sangre, pero esta muchacha realmente ha sido iluminada con una belleza extravagante y única, tenía algunas facciones que se asimilaban un poco a mi Tania, pero lo demás era algo que no verías en ninguna otra parte.
—Estás perfecta, hija — extendí mi mano invitándola a sentarse en la silla — ven, vamos a almorzar antes de que vayas al colegio.
—Claro — susurró sin emoción.
—Tranquila, todo va a mejorar, lo importante ahora es que vayas aprendiendo todo lo necesario al plan y sigas evolucionando como una perfecta y hermosa jovencita —
Me encargo de animarla, debe aprender a controlar sus sentimientos.
—Si abuela —
Junté mis manos para comenzar a orar antes de nuestro almuerzo, me he dedicado a enseñarle el divino respeto a nuestro señor a mi única nieta quien por el momento se ha distanciado un poco de la doctrina, pero no me molesta en lo absoluto mientras el respeto siga siendo el mismo y mi plan siga en pie.
Carmín imitó mi acción cerrando sus ojos y es ahí cuando comencé la oración del día.
— Te damos gracias, señor, padre celestial por el pan de cada día, por permitirnos tenernos la una a la otra, por dejarnos compartir una vez más la mesa. Te pedimos por lo más desamparados, por los que menos tienen, que los bendigas y cubras con tu manto majestuoso, y también que perdones a los que han pecado en tu nombre, que ilumines sus caminos hacia el bien — vi de reojo el gesto incómodo de la joven a mi lado — amén —
—Amén —
Procedimos a comer en silencio, como todos los días la paz reinaba. Noté a Carmín un poco inquieta debido a los pisoteos de más, sus parpadeos se hicieron irregulares y supe que algo no iba bien.
—¿Sucede algo? —
Tocó su frente y dejó su cubierto de lado —de hecho, si, abuela yo...he estado pensando las cosas y creo que — resopló — creo que el año que viene no comenzaré la universidad, aún — rascó su nuca.
Sentí querer enfurecer, pero de pronto me pude controlar.
—¿Qué cosas estás diciendo, hija? Debes empezar la universidad, tenemos un plan que llevar a cabo — espeté molesta —no te traje de España a México para nada, debemos comenzar ya Carmín —
—Lo sé abuela, lo sé, pero si piensas las cosas...Yo a-aún soy menor de edad, las cosas se complicarían un poco, ya sabes no creo que él se vaya a fijar en una chiquilla — iba a protestar, pero no me dejó —a-además mírame, estoy toda flacucha y a los hombres les gustan las curvas ¿No crees que sería mejor asegurar todo y poder tomar un año para mejorarme físicamente? —
Tamborileé mis dedos sobre la madera, esta niña si que es más astuta de lo que pensé. Y es que su punto de vista es muy acertado, estoy segura de que ese infeliz no se fijaría en cualquiera.
Claro, eso suponía pues mi hija no era una de esas.
—Tienes razón, además, debemos seguir practicando en tu actitud. Debes ser segura de tí misma, no temerle a nada y jamás dejarte pisotear por nadie. Tienes que aprender a controlar tus sentimientos y emociones o si no, no llegarás a ningún lado —
Tragó grueso y asintió.
—Entonces... —
—Entonces aceptaré tu petición, puedes tomarte el año para mejorar, pero te advierto, trabajaremos muy duro en todos tus aspectos y también comenzarás a estudiar leyes, para adelantarte en algo —
—Si abuela, como tú digas — sonrió y se acercó para besar mi mejilla.
Sonreí de vuelta, vi cómo se levantó de la mesa y al percatarme de sus intenciones hablé.
—Ah no jovencita, yo cociné, te toca a ti lavar los platos —
Hizo una mueca traviesa —bueno, tenía que intentarlo ¿No? —
Negué con la cabeza mientras las imágenes de Tania volvían a mí, era difícil no recordarla cada vez que veía a mi nieta ya que, si bien físicamente no son iguales, sus actitudes son como dos gotas de agua.
Ambas dulces e inocentes...
Pero no, yo me voy a encargar que eso cambie, volveré a Carmín una mujer de carácter, fuerte, que no se deje doblegar por nadie. No cometeré el mismo error dos veces.
Es por lo que decidí llevarme a Carmín de aquí en cuanto mi marido murió, para comenzar a formarla, para que aprendiera a sobrellevar las diferentes situaciones.
Sin dudas el destino se va acomodando paso a paso, cada vez falta menos para que ese maldito de Fausto pague por lo que sucedió con mi hija, y le daremos en donde más le duele: su hombría.