6

1041 Palabras
El mismo cerró los ojos enojado y la tomo de la sin tura, cargándola en sus hombros como si fuera como un costal de papas. —¡Bájame! ¡Maldito idiota! Ana, empezó a patalear... patalear en dirección a su primo, el mismo no parecía ceder en ningún instante. Simplemente la sigio cargando, Como si fuera una bolsa de papas pesada.la mismo estaba más que enojada. No entendía muy bien porque su primo estaba reaccionando de la manera, en la cual lo estaba haciendo; diálogo: suéltame, comentó ella y él lo hizo, al lado del vehículo de Ana. — Te llevaré a casa... Al llegar a la casa, Leonardo dejó Ana en su habitación. Por fortuna eran pasadas de la madrugada y sabía que sus tíos seguramente estaban dormidos. Habían ingresado por la parte de atrás, en la cual la puerta no hacía casi ruido. Para fortuno de ellos, no había habido ningún sonido hasta que finalmente llego a depositarla sobre el suave colchon. Ana se había quedado dormido entre los brazos de Leonardo. Él ni siquiera esperaba, que ella se sintiera tan reconfortada en su propio cuerpo. En cuanto la dejó, se puso de pie: después de estar inclinado para poder marcharse. Pero algo lo detuvo. <<¿Que pasa..?>> Ella lo sostuvo con fuerza con su mano derecho. —Quedate —comento. El la miró sin entender muy bien, porque esa petición de parte de él. Ella sé que usó apartar pero ella aún lo sostenía. Un poco resignado, porque de igual forma tenía mucho sueño debido a todo lo que había bebido, se inclino y se sentó. En cuanto lo hizo, lo primero que fue a hacer fue a recostarse a su lado. Era la primera vez, que tenía Ana a tan pocos centímetros de el; sin embargo, no pudo dormir.. En ese instante empezó a mirar a Ana. La tenía de cerca: tenía unas pequeñas pecas desparramadas en la nariz, la misma, se movía de vez en cuando. Al parecer estaba teniendo un sueño un poco incomodo. Se estaba mordiendo los labios. <<Labios carnosos...>> Aunque en este momento los tenía entre abiertos. Sus largas pestañas, acariciaban con cariño sus propias mejillas. Tenía un poco de cabello revuelto en la almohada, y algunos mechones que caían sobre su frente. <<Debe... Estar incómoda...>> Lo apartó al cabello dorado, que caía sobre su párpado. Lo hizo con cuidado. No pudo evitar sentirse enamorado, hace mucho tiempo como que no sentía de ese modo. Aunque de igual forma: nunca lo aceptaría. De ella... Era su prima de sangre. <<Mi prima...>> Suspiró, sin poder dejar de verla. Era algo hechizante para él... Estiró su mano como y quiso saber la suavidad de su piel. <<¿Será tan suave como parece...?>> Estiró el dedo índice, hasta que finalmente alcanzó su mejilla. Tragó saliva, un poco incómodo por lo que estaba haciendo. ¿Qué le pasaba? Nunca en su vida hubiera deseado acariciar la piel de su prima. Pero en ese instante se la hacía tan apetecible. Tan curioso. Ana, tenía su mano debajo de la barbilla. Su respiración era pausada. <<¡No Leonardo..!>> Alejó la mano, completamente aterrado de los pensamientos que estaba teniendo en ese momento. Pero los ojos le empezaron a pesar y sin dudarlo mucho: se quedó dormido. ... A la mañana siguiente, hubo una luz que lo molestó. <<¡Que tedioso!>> No entendía muy bien, porque había algo tan incómodo que no lo dejaba dormir bien. Pestañea un par de veces, y abrió los ojos con sorpresa, al ver que Estaba rodeado por unos brazos y una cabellera rubia a su lado: Ana. Los tenía sujeto con fuerza, y lo había rodeado en contra de su propia cadera. Tenía sus piernas alrededor de su cintura, y tragó saliva. Sintiendo con placer, el bulto de su pantalón en contra de su prima. Aterrado, un poco asqueado por la situación como debido a que eran primos: se alejó de un soplón. Se puso de pie y ella protestó. Pero de igual forma se dio la vuelta y se volvió a dormir. Se alisó la ropa, se soltó la blusa que tenía lo más posible como para que no se notará su bulto, y simplemente intento salir por la parte de atrás. En ese instante caminó: bastante ofuscado. Sin saber muy bien que pensar o que decir en ese momento. A lo largo de su vida, de las cosas que más quería hacer era simplemente ser feliz Para Leonardo era algo que siempre le había enseñado su tía Briana. <<Se feliz mi niño...>> Empezó a caminar a paso sigiloso, a través de los pasillos de la casa. Algo lo freno. De pronto, escucho una voz detrás de él y cerró los ojos con fuerza, quedándose quieto en su posición. <<¡Mierda!>> —¿Sobrino? —quiso saber la voz de Briana. Leonardo arrugó la cara. En cuanto se giró, encontró a su tía cruzada de brazos mirándolo divertido. <<¿Qué le diré, por lo que estaba haciendo aquí?>> —Hola tía, lo lamento... me quedé dormido en la habitación... de .... A-ana... —comentó atropelladamente siendo sincero. El rostro de Brianna era un poema. —La verdad... que no sé si tranquilizarme o preocuparme por lo que me acabas de decir —comentó y se rió. —Es que... la traje de la fiesta, y creo que yo también estaba un poco débil simplemente me quedé dormido —fue sincero, y Briana sabía que su sobrino tenía un buen corazón. Por eso Ana siempre lo había mirado del modo que lo había hecho. Pues, él único que no se daba cuenta era mismo Leonardo. —Entonces ¿por qué estás saliendo de mi casa, de esa manera? por la parte de atrás —Quiere saber con una ceja levantada acercándose a Leonardo. El mismo tragó saliva, habiéndose preso de la situación. —Por... que, porque no quería que pensarás mal de mi. —¿Y desde cuando yo pensaría mal de ti? eres mi sobrino. — No lo sé tía como lo lamento. —Pues... por la próxima vez sea por la puerta principal. Ahora ve que te preparé el desayuno ¿Acaso no tienes hambre pequeño?
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR