BLACK SHEEP
— ¿Y este maldito bastardo va a controlar los negocios también? —habló Maxime. El mayor de los cuatro hermanos, acercándose a él lentamente como quien toma una pausa, alzando una de sus cejas, y sonriendo de lado, de manera socarrona, más bien riéndose del otro. Lo tenía acorralado casi contra la pared de la oficina, cuando su padre tuvo que intervenir y pedirle que pare con el espectáculo.
— Maxime, más respeto por favor. Él también es tu hermano. —contestó el hombre alto. Vestía un traje n***o con una corbata blanca que contrastaba de manera muy interesante, negó con su cabeza varias veces tras observar las reacciones de su hijo mayor.
— Este no es mi hermano. Es hijo de una de las prostitutas con las cuales cogiste hace unos años atrás, además, ¿lo has olido? Ni siquiera pertenece a nuestra especie. —agregó, oliendo al muchacho como si fuera un perro y de repente le propinó un puñetazo sobre el rostro, haciendo que su nariz sangrara, un hilo de sangre recorrió sus labios, luego se alejó de él, despidiéndose de la oficina de su padre.
El hombre adulto le alcanzó unas servilletas para que se limpiase y respiró profundo dejando caer el cuerpo sobre la silla, parecía que se abstraía en sus pensamientos. No era la primera vez que Maxime lo golpeaba.
— Lo lamento tanto, Lukács. Pensé que te iban a acoger bien siendo el menor de todos ellos, sin embargo no, no sucedió nada como eso.
— Está bien, padre. Ya conozco a Maxime y conozco lo que es capaz de hacer, de verdad no estoy sorprendido. —se sentó sobre una silla enfrentando a su padre y cruzó las piernas mientras se limpiaba la nariz, luego sonrió por lo bajo.
Lukács Kazino es el menor de una familia de Alfas que tienen estrechas conexiones con la mafia italiana y diversos negocios turbios, sin embargo, es el hijo bastardo, únicamente comparte el apellido con los demás, aunque ninguno de los otros lo considera un hermano, más bien lo repugnan porque no es lobo, es mixto. Un imbécil. Lo odian y no porque simplemente no pertenezca a su manada, sino más bien porque Lukács no es santo, no es ningún ángel, comparte una conexión muy cercana con Dánae Kazino, la única mujer en la familia aparte de su madrastra, y la única que lo trataba como una persona normal, como un ser humano básico con derechos.
Después de limpiar su sangre, se despidió de su padre y salió de la oficina como si nada hubiera pasado aunque aún seguía algo colorada su nariz. Dio un breve paseo por la empresa, caminando por los pasillos, y luego se colocó contra una puerta, desde allí observaba a una de las secretarías que también le devolvió una mirada, y salió de su lugar de trabajo para ir al lugar donde ambos sabían, donde ambos compartían momentos íntimos. Ingresaron al baño privado, en el cual simplemente empleados podrían entrar, y Lukács la arrinconó contra la puerta del cubículo haciendo un leve ruido observándola de arriba a abajo con una sonrisa maliciosa, pero juguetona. Se relamió sus labios cuando la muchacha directamente comenzó a besarlo, no era la primera vez que lo hacían, nació un amorío entre ellos hace algunos meses atrás y ese era su rincón. Por alguna razón, su padre no le permitía admitir públicamente que estaba en una relación con alguien de la empresa, según él daba mala reputación y Lukács no eran quien para oponerse a las decisiones de su padre, además que no le convenía. Sin embargo, en el mejor momento, oyó la voz de Maxime y de alguien más, detuvo el beso, pero la muchacha continuó así que decidió no darle demasiada importancia. En un momento dado, las voces se alejaron, así que él salió del cubículo para lavarse las manos y arreglarse un poco el traje para continuar con sus tareas normales, pero allí lo esperaba su hermano mayor apoyado contra el lavabo y sus brazos cruzados.
— Así quería encontrarte, bastardo. ¿Hace cuánto te acostás con ella?
La chica lo observó con horror y cubrió sus labios, se colocó a un costado de Lukács. Por su parte, se acercó al lavabo para lavarse de todas maneras, Maxime lo tenía harto, con todas sus estupideces y palabrería.
— ¿Sabés quién es ella, Lukács?
— No. —contestó mirando al espejo, y de refilón pudo notar cómo el hombre continuaba en su misma posición alzando sus cejas.
— Es la novia de mi amigo, pero parece que a vos no te importa nada. Digo, creo que si tendrías que acostarte con mi esposa, lo harías.
— Probablemente Maxime. —le hizo una seña a la secretaría para que salga del baño y entonces sólo quedaron los dos.
Maxime se acercó a él y lo tomó del cuello apoyándolo de manera brusca contra uno de los espejos. — ¿Te crees muy gracioso, no, Lukács? Disfruta lo poco que te queda, porque pronto vas a ser el próximo en caer.
Él comenzó a reírse, y allí recibió otro puñetazo. Su boca se llenó de sangre y se la limpió apenas, como pudo. — Como digas, Maxime, pero no te tengo miedo.
— Obviamente que no me tenés miedo, solamente te sale hacerte el santo cuando está mi padre.
— Nuestro padre.
Soltó una carcajada. — ¿Nuestro padre? Sólo sos el producto de una calentura, se hizo cargo de vos porque te tenía lástima, ni siquiera pertenecés a nuestra especie. Lukács lo observó atento, y también rió, un hilo de sangre se escurrió entre las comisuras de sus labios y cayó sobre su mentón.
— No me importa lo que pueda llegar a decir un perro doméstico. —agregó de manera socarrona, y torció sus labios en una sonrisa increíble, porque sabía cuánto deseaba golpearlo el contrario, pero se oyó la voz de su padre, así que debía dejarlo allí. — Te está llamando TU PADRE, ¿no es así? ¿No querés ir a que te ponga la correa? —mencionó por último, y Maxime lo soltó, alejándose de él, con una furia interna que sólo crecía y crecía. Por su parte, arregló el traje y la corbata. Había recibido dos puñetazos por culpa del mayor, así que tuvo que limpiarse lo mejor que pudo, más tarde tenía una reunión con el comité de la empresa, así que debía estar elegante, correcto, sin ningún moretón a la vista. Se observó lentamente en el espejo, y luego salió del baño, avisó a la secretaria que necesitaba hielo para colocarse en las heridas. Se encerró en su oficina para relajarse y que ningún hermanastro más lo encuentre, todos andaban por ahí ya que era una junta importante a la que debían asistir y estaban enojados con su padre porque le daría un departamento a él, sería el JEFE de un nuevo departamento, y eso molestaba muchísimo a los demás porque, ¿acaso un bastardo tenía el derecho y el poder al igual que la familia REAL?
Lukács se reía para sus adentros al pensar todo aquello. En un momento, cuando era más pequeño, eso le afectaba enormemente, ser siempre excluido, ser siempre tratado mal por sus hermanos mayores, hasta que supo aprovechar ese tipo de situaciones para conseguir lo que quería. Era lo único que podía hacer, en realidad, la única salida que obtuvo entre medio de ese caos familiar. Tomó su teléfono y marcó un número.
— Hola, ¿Dánae estás ocupada?
— No, ¿qué pasa Lukács?
— ¿Me ayudas a prepararme para esta noche?
— Obvio, tonto. Vení a mi habitación y te ayudo, ¿vas a necesitar maquillaje otra vez?
— Sí, bastante. Maxime me golpeó dos veces.
— Lukács te estás llevando el premio todos los meses. Si mis hermanos no estuvieran tan celosos de vos, creo que podríamos hacer un buen equipo.
— Sos la única que me quiere en su equipo.
— Y en mi cama.
— Eso lo dijiste vos, no yo. —dijo, y finalizó la llamada.
Unió sus manos por sobre el mentón y se sentó en cuclillas sobre la silla. Debería ir a su casa, y luego volver para la reunión, tendría una breve conversación con Dánae que la ayudaría con el maquillaje y demás. Si bien se estaba cansando de la estupidez de Maxime y la pasividad de su padre acerca del hecho, no podía hacer nada, porque nadie creería en él, a fin de cuentas, su padre siempre preferiría a sus hijos alfas, a sus hijos “reales”, mientras que a él lo dejaban de lado, y más que nada, su madrastra con la cual no tenía nada que ver en absoluto y no se soportaban. Era un martirio volver a la mansión todos los días, para él sería un alivio tener su propia casa, sin embargo, por el momento, ese sueño aún se hallaba lejos.
Una vez que regresó, se encontró con Malika -su madrastra- que le abrió la puerta y lo dejó pasar alzando sus cejas, parecía sorprendida.
— Pensé que ibas a venir más tarde. —acotó en voz baja, un poco alterada.
— Puedo venir a la hora que quiera, también es mi casa. —le respondió ingresando, y encontrándose con una sorpresita no tan grata.
En la sala de estar, apareció un hombre que se arreglaba su camisa, y volvía a ponerse la corbata. Este estaba aún más sorprendido que la mujer, le devolvió una sonrisa tímida, como quien está haciendo algo que sabe es malo. Lukács entendía apenas la situación, pero Malika murmuró algo con el hombre. Lo raro es que no había ninguna empleada, la casa estaba vacía ciertamente, sólo ellos tres. Ella se le acercó nuevamente con una mano en el corazón, nunca había sido tan amable como aquel día.
— Por favor, no le digas nada a tu padre.
— ¿Por qué Malika?
— Ya sabes lo que está pasando.
Ahora sí comprendía. Malika estaba desarreglada, tenía la marca de labial en todas partes de su cuello, de sus labios, de sus mejillas, si la observaba bien, no llevaba sostén y parecía haberse acomodado rápidamente para atender a quien estaba llamando a la puerta. Probablemente nunca se esperó que fuera él. Lukács soltó una carcajada, y luego cubrió sus labios. El hombre extraño se puso a un lado de ella, y los dos lo observaron como queriéndolo hacerlo cómplice de la situación.
— Si no le digo nada a mi padre, ¿qué obtengo a cambio?
— ¿Me quieres chantajear, rufián?
— Malika, así son los negocios. U obtengo algo a cambio, o de manera inmediata llamó a mi padre y le cuento sobre ustedes dos. Es más, si quieren les saco fotos, así que pueden ir posando. —dijo, y cada vez más fue acortando su distancia entre los dos. Ambos retrocedieron, y ahora él sabía que tenía el poder. Él los dominaba. — Ustedes dos van a hacer lo que yo les diga, ¿está bien? —les preguntó, sin necesidad de una respuesta.
— De ahora en más, Malika, vas a aceptar todas mis propuestas en la familia, vas a ser parte de mis decisiones, aunque eso signifique tener que llenarle la cabeza a tus hijos, los perros domésticos, y que no se me acerquen, ¿si? Porque apenas obtenga una queja de alguno de ellos, cuando menos lo esperes, vas a quedar fuera de esta casa. —habló en voz alta.
— Y usted, a ver, déjeme. —se acercó al hombre y comenzó a acomodarle la corbata. — ¡Ya sé! Hoy en la reunión, usted va a ser posible que me nombren CEO de un departamento dentro de la empresa, ¿está bien, no? O quizás me vería en la obligación de contarle a tu jefe, a tu daddy que alguien se anda acostando con la mujer de él y no creo que le guste mucho, ¿qué decís?
—arrugó su nariz y le palmeó la espalda.
— Sos un monstruo, Lukács. —agregó Malika y frotó sus manos nerviosa intentando limpiar todo antes de que lleguen sus hijos, para que nadie sospeche nada.
Él asintió a sus palabras, y se prendió un cigarrillo. — Tus hijos van a detectar el olor a una persona extraña en la casa, así que te conviene usar un perfume fuerte, especialmente en esta sala de estar. Es un consejo de un monstruo, tómalo o déjalo. —finalizó, y se alejó hasta un rincón donde observó por la ventana a los jardineros regando las plantas y agregando más semillas al suelo fértil. Qué hermoso día para comenzar su venganza. Qué hermoso día para ganarle terreno a los Kazino.