TÁRTARO - CUARTA PARTE SAGA HERMANOS RIVERA

- No deberías esforzarte tanto – escucho la voz de mi hermana mientras salgo del agua observándola. Katrina Rivera, la segunda mujer más importante en mi vida y quien por daría mi vida sin dudarlo un instante. - No fue más que un rasguño – respondo tomando la toalla que ella me ofrece antes de besar su mejilla - los obtuve por una buena causa – ella me regala una radiante sonrisa mientras toco su vientre donde la nueva generación de los Rivera se está formando. - Ve a darte una ducha – dice ella mientras caminamos a la casa – Sebastián quiere hablar con nosotros. Camino hasta mi habitación donde me doy una ducha rápida quitándome el cloro de la piscina antes de vestirme y bajar al salón donde se encuentran mis hermanos reunidos. Veo a mi hermana junto a Gabriel que la observa con autentico amor algo que a todos nos tiene tranquilos porque estamos seguros que él no va traicionarnos por que ama a nuestra hermana y a nuestro sobrino. Iniciamos una conversación sobre el futuro de nuestros padres y hermana, cuando estuvimos en la boda de Sebastián hablamos sobre alejar a nuestros padres del peligro que corremos constantemente, además de que Katrina necesitara un lugar donde estar tranquila en la última etapa de su embarazo. - Compre una propiedad para Inna en Sicilia – dice mi hermano y como cada vez que la nombra veo sus ojos iluminarse – pueden mudarse allí o podemos comprar un lugar cerca a este. - ¿Italia? – pregunto a lo que él asiente – es territorio de los Sokolov. - Convertiríamos ese lugar en una fortaleza – dice mi hermana asintiendo con la cabeza – Italia es un hermoso lugar para vivir. - Compraremos una casa para ellos – dice Santiago observándonos – no queremos molestar a la muñeca rusa. – sonreímos ante la forma de llamar que tiene Santiago a Inna. En ese momento vemos aparecer a Carlos, el hombre guardia personal de Sebastián. Este se acerca a mi hermano hablándole al oído mostrándole su celular. - Alek – dice mi hermano preocupado lo que nos pone en alerta - ¿paso algo con Inna? – lo vemos ponerse de pie al tiempo que los demás lo imitamos observándonos entre nosotros porque sabemos perfectamente lo que Inna significa para nuestro hermano. – llama al piloto y dile que se prepare para llevarme a Moscú. - ¿pasa algo? – pregunta Santiago observándolo - Algo sucedió con Inna – responde llevando su celular a su oído tratando de comunicarse con ella. - antes de irme debemos ponernos de acuerdo con lo que haremos con María Paula, los Valencia están muertos y ella ya no nos sirve de nada. - Es simple, hay que matarla – digo a lo que todos asienten con la cabeza, aún no he visto a esa chica, ella ya no nos sirve de nada porque los Valencia están todos muertos - Hazte cargo de eso – ordena Sebastián a lo que yo asiento con la cabeza – Kat – vuelve a decir, aunque en sus ojos veo lo preocupado que esta – elige el país al cual papá y mamá van a mudarse. - ¿quieres que vaya contigo? – pregunta Santiago a lo que el asiente con la cabeza - Dile a Andrea que venga con nosotros. Diego, Miguel, ustedes encárguense de todo lo que suceda aquí en España, no creo que tarde en volver. – sin más rápidamente sale del salón dejándonos sorprendidos. - Cuídalo – digo a Santiago que asiente con la cabeza antes de tomar su celular para llamar a su novia. - Tengo trabajo que hacer – digo a modo de despedida saliendo del lugar. Camino por la casa hasta el jardín donde veo a Julián mi hombre de seguridad. Enciendo un cigarrillo mientras atravieso el jardín rumbo a los calabozos donde tienen a la chica. Al entrar Julián me guía hasta el calabozo donde la tienen, por lo que antes de entrar termino mi cigarrillo, cuando lo hago uno de nuestros hombres me entrega una Beretta F92 y un cuchillo antes de entrar al calabozo. veo que un hombre me abre la puerta al tiempo que las luces se encienden dejándome ver una cama de hierro blanca, sobre esta una hermosa chica encadenada. Quedo perplejo al verla, es bellísima. - Déjame salir, por favor – dice ella visiblemente asustada. - ¿eres María Paula Valencia? – pregunto a lo que ella asiente con la cabeza. - Déjame ir por favor, no he hecho nada – pide ella poniéndose de pie – te lo suplico. - No puedo simplemente dejarte ir – respondo a lo que ella comienza a llorar golpeando con la cadena el cabecero de la cama. - No he hecho nada, no sé por qué estoy aquí – vuelve a decir, pero yo no puedo dejar de observarla...