Santiago
Mi tía es una mujer espectacular, feroz. Yo creo que es una princesa guerrera, una de esas que los chicos idealizamos en forma de videojuegos. Su novio, de 64 años, la había dejado porque ella se había mudado casi a otro país para atender los negocios de su ex. Ella se enfadó como nunca y tomó sus cosas para venir a sacarlo de su error, sin importar si el vuelo había sido incómodo porque viajó en clase turista, sin importar que su auto no estaba listo, su chofer andaba en un bautizo y le tocó conducir aproximadamente seis horas. A las dos de la mañana estaba en la puerta de nuestra casa de vacaciones, golpeando enfurecida.
—¿Dónde está Raúl? —pregunta enojada mientras ingresa a la casa.
—Mi papá está durmiendo, son las dos de la mañana.
—Genial —responde y sube como loca por las escaleras, abre una puerta y otra hasta que lo encuentra, durmiendo plácidamente. Toma una almohada y lo golpea en la cabeza.
—Raúl, abre los ojos —le grita.
Él da un salto en la cama y se sienta, ve la alarma.
—Helena, son las dos de la mañana.
—Ya sé la hora, sé perfectamente qué hora es —grita furiosa, mientras las hijas de Raúl la ven desde la puerta—. No soy una adolescente, soy una mujer adulta con canas en el coño, así que no debería estar desconcentrada durante una reunión porque un huevón decidió terminarme por teléfono. Si quieres dejarme, vas y me lo gritas en la cara.
—No te he terminado, te he presentado un panorama —responde él, frotándose las manos contra la almohada.
—Me dijiste que no querías estar con alguien que tiene tantas prioridades con su pasado.
—¿Y las tienes?
—Mi nuera tiene cáncer y mi hijo la está cuidando, parece que sí. Yo no he dicho nada los últimos meses cuando has sido papá y abuelo de tu nieto, o papá a tiempo completo de tu hija de cuarenta años.
—Kristen, no tengo hijas de cuarenta años y es demasiado temprano para pelear. Si quieres, te acuestas, ven, y dormimos el mal humor —propone. Hasta sus hijas se ponen furiosas e ingresan a la habitación.
—Papá, sal de esa cama y defiéndete.
—¿Quién se cree para venir a despertarnos e insultar a mi papá? —responde indignada Gretta.
Kristen ve a las tres hijas de su novio y luego a Raúl.
—No voy a discutir. Creo que perdí la cabeza. Tienes treinta y ocho años soltero no porque tu exmujer y tú tuvieran un hijo en común, sino porque ella es la única mujer en el universo que se sentiría culpable con respecto a estas tres mujeres adultas que se comportan como niñas, y tú sales corriendo. Ninguna mujer en su sano juicio permitiría el ataque de lobas hambrientas y persecutivas constante.
—Quiero pelear, pero es muy temprano, y no sé quién es la loba persecutiva —comenta Regina antes de meterse en la cama con su papá.
Kristen ve a Raúl, quien la abraza, y hay tanta decepción en la mirada de su novia que no puede hacer más que besar la frente de su hija, apagar la luz y ponerse en pie para seguir a Kristen.
Regina está básicamente dormida para cuando los demás bajamos. Yo le pregunto a mi tía si quiere una habitación, que la lleve a su casa o que llame a mi mamá, y ella niega con la cabeza.
—Santiago, me puedo cuidar sola.
—Yo te llevo, voy, te dejo y regreso si hace falta.
—Kristen, definitivamente necesitamos hablar porque no estás teniendo sentido. Independientemente de la edad de mis hijas, no voy a permitir que las ofendas.
—No me importa. Terminamos. Tienes toda la razón, hay cosas que no puedo permitirme.
Regina había bajado por una botella con agua cuando escuchó semejante confesión y los vio a ambos sentados en los extremos del sofá, en silencio. Regina se sentó sobre la mesa de madera para el café y tomó la mano de ambos.
—La gente pelea. Santiago y yo hemos peleado por el tono exacto del cielo —bromea—. Una vez nos fui de viaje sin llanta de seguridad.
—¿Regina?
—Pero llevé epinefrina, solo por si algo pasaba, porque me parece más probable morir que pincharme una llanta. Lo que uno hace y dice somos lo que no decimos. Tú ya viviste el abandono, y tú no quieres concentrarte en la salud de tu nuera o en cómo va a afectar eso a tu hijo. Sabes lo doloroso, agotador que es todo eso —les acaricia a ambos la mano—. Es doloroso cargar con todos los fantasmas que llevo en el closet, pero cada que le entrego uno a Santiago, él viene, lo resuelve, lo cura, me calma, y trato de hacer lo mismo. Eso es amor. Y Kristen, tú amas mucho a tu hijo, por tu propio bien eres una suegra detestable. Si pudiese, te habría cortado la yugular hace tiempo y los huevos a ese cabrón. Sé que Linnie tiene una dependencia enorme con mi papá, y que Greta no puede decir "auch" sin que mi papá tenga un equipo multitasking alrededor de ella para que nada le duela, pero así nos criaron a los cuatro y ya no hay nada que hacer. Me dará pena que dos personas que se entienden y se aman tanto lo dejen, pero... es decisión de ustedes.
—Ningún hombre nunca me ha dejado, así que lo dije antes de que concluyeras eso.
—¿Nunca?
—No les doy oportunidad de hacerlo, y mi marido se murió sin mi autorización, por supuesto.
Raúl sonríe y suelta una de las manos de su hija para tomar la de su pareja.
—No quiero ser tu novio, no quiero ser una cosa más en tu vida. Quiero ser familia, quiero que sepas que no tienes que hacer nada sola. Quiero besarte todas las noches y planear cómo desaparecer a nuestros hijos más mimados. Así que planeé todo: cerré el restaurante de nuestra primera cita, compré flores a granel y te esperé. Y no llegaste. A mí sí me han dejado, de todas las maneras posibles: por otra mujer, por un mejor trabajo, porque le dio cáncer y se murió. Quiero estar ahí, pero quiero que estés conmigo todo el tiempo sin importar qué.
—Lo siento, siento no haber ido, pero cásate conmigo. Casémonos —responde Kristen, ilusionada.
Va a darle un abrazo y un beso a Raúl. Él se ríe y saca de la camisa de su pijama un anillo. Regina ve enternecida a su papá y su novia, mientras Linnie y Gretta aplauden levemente.
—¿Muy temprano para el champán? —pregunto.
Mi tía responde:
—O mejor unas mimosas.
—Trae la botella completa y guarda el jugo de naranja —responde mientras ve el anillo—. Es espectacular, está divino. Solo quería saber que fueran diamantes de verdad, nada de mierdas artificiales.—Responde feliz.—Voy a llamar a Laura —responde y se va feliz a despertar a mi mamá.
Apenas se aparta, puedo escucharla gritar por el teléfono. Me río de ambas, son divertidísimas.
—Le puedes decir a tu mujer que eres nuestro.
—Siempre vamos a ser nuestros, mira, tu hermana se casó y es mía —responde su papá—. Tú tienes un bebé y eres mía... Regina, no sé de quién eres últimamente.
—Yo creo que soy la hija de mamá, ¿sabes? Pero... para ser honesta, estoy feliz siendo mía y bebiendo alcohol antes de que salga el sol... esto podría gustarme.
—Regina es básicamente mía —respondo, y ella se ríe.
—Hay partes más que comparto contigo.
Mi tía regresa antes de que Regina se acabe la botella y le pregunta a su novio cómo está su agenda. Este la mira preocupado antes de pedir que le busquemos su celular. Tiene una agenda más ocupada que la del Papa, esa persona que trabaja para Dios y la Iglesia católica, y no sé cómo los dos llegan a la conclusión de que es mejor casarse en menos de cuarenta y ocho horas. Parecen ocupados haciendo llamadas de aquí para allá y moviéndose. Para las siete de la mañana ya tenemos hora, lugar, banda de música y una licencia que mi mamá traerá de la ciudad con los invitados y un decorador.
Mi tía y su nuevo esposo parecen felices de discutir las mismas medidas económicas, y su notario, al que hicieron volar desde las nueve de la mañana en adelante, y su hijo, el cual me ve con ojos de odio y tiene los brazos cruzados desde que llegó, están siendo feroces en la negociación.
—Renuncio al dinero y propiedades consolidadas previamente a nuestra relación —responde Raúl.
—Yo igual.
—Mamá —responde Nic.
—No necesito su dinero.
—Vale... no lo necesitas, pero seguiré procurando por ti toda la vida.
—Procuraré bien para mi mujer toda su vida y después de la mía, gracias —responde Raúl.
—Es difícil de mantener.
—Si vas a ser un cabrón, voy a jugar el mismo juego —comenta Regina y se sienta en la mesa.
Claudia niega con la cabeza.
—Apenas se llevan bien, van a asesinarse. Trato de intervenir, pero los dos me asesinan con la mirada.
—El dinero no es problema para nosotros, pero hablemos de decisiones médicas —responde Regina—. Al día de hoy, yo soy la encargada de cualquier decisión médica con respecto a mi padre, y no voy a permitir que eso cambie.
—Yo soy el encargado de su salud también, y eso no va a cambiar.
—Perfecto, ponlo en el papel.
—¿Qué tal si ella está lista para desconectarte y yo no? —pregunta Kristen.
—Por eso no elegí a Linnie ni a Greta —responde, y la cara de mi tía se cae.
—Quiero poder tener algo que decir.
—Puedes decirlo, pero la decisión es mía —responde Regina.
—Eso es algo que no quiero volver a discutir. Planeo morirme de viejo en mi casa, abrazado a un perro o un gato, con mis hijas por la casa y mis nietos jugando. No... no... voy a volver a discutir esto, así que se queda tal cual.
—Raúl...
—Regina, podrías tomar seriamente en consideración los sentimientos de Kristen.
—Claro, será familia —responde.
—Propiedades, riqueza y bienes después del matrimonio —continúa Nick.
—Hijo, con todo el amor del mundo, lo tengo bajo control. Ya puedes salir de esta conversación. Regina también dejó claro sus pensamientos.
Mi mamá, mi papá y mis hermanos llegan un poco después con cosas para la celebración. Regina se sienta a mi lado y nos tomamos un café juntos, en el jardín, sin el ruido de la gente.
—Me ibas a proponer matrimonio —pregunta mientras se ve las uñas.
—No, estaba abriendo el paso para pedírtelo.
—A veces siento que la vida tiene una forma rara de ser. Yo no estaba buscándote, solo te encontré. Yo no estaba buscando enamorarme de ti, me enamoré. ¿Por qué simplemente no tenemos estos tres meses de locura y lo que pase primero?
—¿Qué puede pasar primero?
—Rentar un cohete a la luna o casarnos.
—Te amo —ella me abraza y me da un beso—. Te amo mucho más de lo que te imaginas. Gracias por regresarme a mi hermana.
—Con gusto.