La mañana era cálida y el canto de los gallos apenas se desvanecía cuando Ana María se acercó a María, que ya preparaba una infusión con hojas de hierbabuena. —Hoy tiene sesión de terapia física de Ramiro —le informó con voz serena—. El fisioterapeuta vendrá por la tarde, pero antes quiero que tú le ayudes con los ejercicios de estiramiento. Serán suaves, apenas movimientos básicos. Yo te explico cómo. ¿Estás de acuerdo? María asintió sin responder de inmediato. Sus ojos se desviaron por un instante hacia la habitación donde Ramiro dormía. Aún no se acostumbraba a verlo así: inmóvil, sombrío, derrotado. Le dolía profundamente... pero no lo suficiente como para olvidar. —Está bien —dijo finalmente—. Lo haré. Horas más tarde, Ramiro fue llevado con ayuda de Ana María y María hacia el áre

