CAPÍTULO 14: La ley

934 Words
ARIA Seik comienza a relatar todo lo sucedido la noche anterior, detallando por dónde aparecieron los Rogues y cómo se desarrolló la pelea. El alfa Axel escucha con orgullo, mientras que mi maestro no puede disimular una mezcla de miedo y tristeza en su expresión. De repente, mi padre me dirige una mirada y, con voz severa, pregunta: —¿Se puede saber qué haces en el bosque a esa hora, Aria? ¿Cómo se te ocurre ir al bosque de noche? —Se supone que esa zona es segura y yo… —Bah, si estás con el cachorro es porque quieres que él corra. Hace tiempo que debí enviarlo lejos. Ese cachorro huérfano solo te hace perder el tiempo… —¿Qué?… —respondo, enfadada. Estoy cansada de mi familia, y especialmente de mi padre. Todo lo que hago es trabajar y cumplir con sus órdenes, así como con las del Alfa. La tensión en la sala aumenta y siento la ira creciendo dentro de mí. Mi maestro, al percibir que la situación puede volverse crítica, interviene: —Beta, los cachorros necesitan vigilancia y guía adulta para convertirse en buenos activos para la manada. Iba a añadir algo más, pero el Alfa Lucciano lo interrumpe con voz calmada: —Orion…, Aurelio tiene un punto, ¿no es así? —Su mirada lleva una advertencia implícita. Luego, retomando el tema, añade—: Lamento que os hayan atacado anoche. Siento mucho que hayáis pasado por una situación tan desagradable... Dirige la mirada a Seik, con una expresión que apenas disimula su falsedad, y prosigue: —De cualquier modo, hay algo que no podemos pasar por alto: le salvaste la vida a una hembra y a un cachorro de nuestra manada. Te agradezco profundamente tu esfuerzo, Seik… sé que fue una pelea de vida o muerte. No sé si lo sabíais, pero existe una ley muy antigua de los hombres lobo que establece que, si salvas la vida de un cambiaformas lobo, ese hombre o mujer debe dedicarse a su salvador. —¿Espera, qué? —digo, aturdida. Lo sabía… está tramando algo. Cada día los miembros de mi manada me sorprenden más. Son increíblemente creativos; deberían dedicarse al cine o al arte. El Alfa Lucciano me mira muy serio y continúa con su discurso ensayado: —Ya que la hembra te debe la vida, sería apropiado arreglar un matrimonio entre vosotros. Además, casualmente, la hembra es hija del beta de nuestra manada, una muy buena opción para Seik, el futuro Alfa de Sombra Nocturna. Esta unión fortalecerá a ambas manadas. No puedo creer lo que estoy oyendo. Pretenden crear una alianza con Sombra Nocturna… usando a alguien como yo. ¡Lo que me faltaba! Ahora, de repente, resulta que “conviene” que sea la hija del beta de la manada. A cada minuto que pasa, siento cómo mi enfado aumenta. Estoy a punto de replicar, pero mi maestro me hace un gesto para que me detenga. Cierro los ojos, tratando de asimilarlo; esto no puede estar pasando. El aire en la sala se vuelve cada vez más denso, asfixiante. La ira arde en mi pecho, transformándose en una presión dolorosa que apenas puedo contener. Sé que, si me quedo un segundo más, toda esa rabia acumulada terminará en lágrimas, y no pienso darles el placer de verme romperme frente a ellos. Sin más, salgo del despacho, mi corazón late con fuerza mientras me alejo de ese lugar que ahora me parece sofocante y ajeno. Mi maestro me sigue en silencio hasta que llegamos al exterior de la casa de la manada. Me detengo, sintiendo cómo la fría brisa de la noche intenta calmar el fuego de mi enojo. Me giro hacia él, con la mirada cansada y los hombros hundidos. —¿Lo tenían planeado, verdad? —pregunto, aunque ya conozco la respuesta. —Lo más probable. Quieren usarte otra vez… —responde, con un deje de tristeza en los ojos. Siento un nudo en la garganta. Toda la impotencia, el dolor y la rabia que llevo acumulados me asfixian. Miro al suelo y mi voz sale apenas un susurro quebrado: —Los odio, maestro. Los odio… Me ven como si fuera una marioneta. Como si fueran mis dueños… Y entonces me rompo. La máscara de fuerza que llevo durante tanto tiempo se resquebraja, y las lágrimas comienzan a correr libres por mis mejillas. Por más que intento detenerlas, ya no puedo contener todo aquello que me consume. Mi maestro me mira con un atisbo de tristeza y pena y dice: —Sabes bien lo que te espera si no lo haces… —Hazlo, cásate con el comandante y llévate al cachorro. Quizás sea el cambio que necesitas. Suelo un suspiro y bajo la mirada. —Maestro, pero eso no es tan fácil… —digo, sintiendo un nudo de inseguridad—. No es que los miembros de la manada Sombra Nocturna vayan a aceptarme sólo por casarme con su Comandante… bueno, si no se arrepiente y me echa.—Dudo un segundo antes de continuar—. Empezar de nuevo… ¿para acabar igual que aquí? ¿De qué serviría? Aquí por lo menos te tengo a ti y a mi madre… Allí estaría sola… —Estoy seguro de que te aceptarán, antes o después lo harán. Eres más fuerte de lo que piensas, incluso cuando crees que nadie lo ve —me dice con paciencia—. No temas al cambio; las cosas pueden ser diferentes. Y con respecto a tu madre, ella quiere lo mejor para ti. Cuidaré de ella.
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