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La Venganza del Millonario

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Maximiliano observó en silencio pasar el féretro, con el cuerpo de su único hijo. La impotencia de saber su vida truncada con tan solo quince años le carcomía el corazón y rompía su alma. Su hijo había muerto por culpa de un conductor que manejaba en estado etílico. Llevándose todos los sueños de su chico, su sonrisa, su pequeño Camilo.

Observó a su hermana Blanca llorar, junto a Beatriz su madre. Ambas desconsoladas por la pérdida y el incapaz de brindarles consuelo. Siendo el pilar de la familia Fonseca, sus responsabilidades iban más allá de organizar el funeral de su hijo. Sus ansias de venganza crecían como espuma en su corazón, borrando todo rastro de amabilidad en él.

Esa mujer pagaría con lágrimas de sangre su crimen. Él personalmente se haría cargo de castigar a la asesina de Camilo.

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EL JURAMENTO
Maximiliano observó en silencio pasar el féretro con el cuerpo de su único hijo. La impotencia de saber su vida truncada con tan solo quince años le carcomía el corazón y rompía su alma. Su hijo había muerto por culpa de un conductor que manejaba en estado etílico. Llevándose todos los sueños de su chico, su sonrisa, su pequeño Camilo.   Observó a su hermana Blanca llorar, junto a Beatriz su madre. Ambas desconsoladas por la pérdida y él, incapaz de brindarles consuelo. Siendo el pilar de la familia Fonseca, sus responsabilidades iban más allá de organizar el funeral de su hijo. Sus ansias de venganza crecían como espuma en su corazón, borrando todo rastro de amabilidad en él.   —Siento mucho la muerte de tu hijo, Maximiliano —Sonia abrazó al doliente padre, quien no se inmuto ante las muestras de condolencias de la mujer, su semblante frió como un témpano de hielo incapaz de derramar una sola lágrima.   —Gracias, no tenías por qué venir Sonia —la mujer arrugó el rostro como si le hubiese golpeado.   —Tenía que hacerlo, Camilo fue mi hijo —Maximiliano observó a su ex esposa con dureza, una vena apareció en su frente producto la furia sentida.   —No me hagas reír, Camilo nunca te importo, solo estabas interesada en gastar mi dinero, pero jamás fuiste una madre para mi hijo —Sonia cambio de color ante la acusación de su ex marido.   —Camilo era el hijo de mi mejor amiga, le amaba —se defendió fingiendo indignación ante el hombre.   —Márchate Sonia tu presencia en mi casa no es bienvenida, ahórrame el trabajo de pedir a los sirvientes te echen —giró sobre sus pies, caminando lejos de la mujer que, un día creyó era la mejor elección para cuidar de su hijo, se había equivocado estrepitosamente, Sonia no era capaz de amar a nadie más que así misma.   —Me equivoque con Camilo, pero él ya no está y no puedo reparar mi falta ¿Podríamos intentarlo de nuevo? —por supuesto veía únicamente el dinero del que podría ser dueña, sin el heredero Fonseca, todo los bienes serían para la próxima esposa en darle un hijo.   —Dudo ese día llegue Sonia, por favor, termina de largarte   —No tienes corazón —espetó la mujer con rabia contenida, deseaba gritar, esa era la razón por la cual no pudo amar al hijo, porque el padre nunca se fijó en ella como mujer.   —No lo tengo, mi corazón yace dentro de un féretro, junto al cuerpo de mi hijo —su rostro frió como el mármol, no demostró emoción alguna.   —Señor sabemos a nombre de quien está el auto involucrado en el accidente —Maximiliano apretó los dientes, había jurado sobre la tumba de su hijo, hacer pagar al responsable de robarle la vida e iba a cumplirlo así se le fuera la vida en cumplir su juramento.   Meses después…   Camila salió de la sala de reuniones, odiaba presenciar los actos hipócritas de su madrastra, seguía sin comprender lo que su padre había visto en ella al punto de convertirla en su esposa, Calista era la peor mujer que pudo conseguir para ocupar el lugar de su madre, era veinte años menor a su padre, hermosa y ambiciosa.   —Camila —odiaba hasta el tono de voz al llamarla, parecía burlarse de ella, sobre todo porque su padre se dejaba manipular fácilmente por ella, lo tenía comiendo de su mano, como ella presumía.   —Contigo es con la última persona que deseo hablar Calista —abrió la puerta de su auto para poder subir y marcharse, no obstante no sería cosa fácil de lograr.   —¿Desde cuándo te atreves a manejar? —la sonrisa en su rostro era la de una auténtica bruja, pensó Camila, quizás su padre la sacó de algún cuento malvado para hacer su vida miserable.   —No debe importarte lo que hago  o dejo de hacer, ocúpate de hacer a mi padre feliz y déjame tranquila. Me asfixia verte en la empresa y en mi casa.   —Lamento no poder complacer querida hija, pero como verás ahora soy tan socia de esta empresa como tú —Era la reciente estupidez cometida por su padre, darle un cuarenta por ciento de las acciones a Calista quien claramente era lo único que buscaba en él.   —Disfruta mientras puedas , no voy a permitir te quedes con todo lo que fue de mi madre —espetó molesta, su padre no tenía ningún derecho a regalar el cuarenta por ciento cuando, sólo  era dueño del veinte por ciento, toda la fortuna provenía de su madre.   —Lo veremos querida —se apartó de la puerta con una sonrisa burlesca en el rostro.   Camila puso el auto en marcha, apretó el volante hasta sus nudillos hacerse blancos, después de lo ocurrido meses atrás. Imágenes difíciles de olvidar, por mucho intentar a diario, le era imposible dejar atrás.  Trató de concentrarse en la carretera, conducía a baja velocidad así se demoraría una eternidad para asistir a su siguiente reunión del día. Sonrió al imaginarse el rostro de su mejor amiga, había conseguido que fuera la modelo oficial de la temporada para el desfile, cada prenda íntima fabricada en los talleres de su empresa era de alta calidad, lucido por Altaír, con un cuerpo de infarto, solo le daría mayor realce a sus creaciones.   —Lamento la demora ¿Llevas mucho tiempo esperando? —Camila se disculpó mientras se sentaba al lado da hermosa morena, cabello n***o y unos misteriosos ojos verdes, solo le hacían ver espectacular, la modelo por la cual las agencias se pelearían, para su suerte  la tenía atada con un contrato de exclusividad por un año.   —No te preocupes, recién he llegado ¿Qué tal te ha ido? —preguntó mientras observaban la carta.   —Perfecto, tienes el contrato de exclusividad por un año, espero renovar dentro de seis meses —Altaír sonrió, aun así no puedo evitar preguntar.   —¿Tu madrastra? —la mujer parecía odiarla y no entendía la razón, era amiga de Camila, desde los cinco años, entraba y salía de la casa Salvatierra como dice el dicho como Pedro por su casa. Eso fue hasta que Rodrigo se había casado con la bruja.   —Amargada como siempre, mi padre le ha cedido un cuarenta por ciento de las acciones, aun así no puede hacer nada, sigo siendo la accionista mayoritaria de la empresa —sonrió para tranquilizar a su amiga, la amaba tanto, como se aman las hermanas. Haría mucho más de lo que ya había hecho por ella.   —Ten cuidado esa mujer es una víbora, no entiendo porque tu padre se casó con ella ¿Qué le ve? Es una arpía —Camila no se sorprendió por el comentario, era obvio que Calista era movida por el interés sobre el dinero de los Salvatierra y su padre era único en no darse por enterado.   —Lo sé Altaír, desde que llegó a casa, no he tenido un minuto de paz y ahora la tendré en la empresa, a esta paso la veré hasta en la sopa —ambas rompieron en risas, callaron al darse cuenta de la atención de los comensales sobre ellas.   —Me parece que tienes un admirador —Altaír comentó, mientras comían el postre.   —¿Te parece que busco uno? —Camila bromeó, no tenía tiempo para el romance, sacar la empresa adelante era su única misión de vida, se lo había prometido a su madre, es más, casi jurado e iba a cumplirlo.   —Bueno yo no sé, pero es fascinante —enarcó una ceja al notar el suspiró de su amiga ¿Tan guapo era? La tentación le ganó, giró su rostro disimuladamente para ver al hombre a dos mesas de la suya.   —Vaya, es mayor —dijo con la garganta seca, cabello n***o, la barba con un corte estilo candado, le hacía fascinante a la visión femenina y su porte todo un caballero.   —A mí me gustan mayores de esos que llaman señores —bromeó Altaír, al ver el rostro sonrojado de su amiga.   —Qué cosas dices por dios, podría ser mi padre —la joven rubia se defendió, en realidad no sabía la edad exacta del hombre, era atractivo, varonil, dudaba él estuviera interesado una mujer como ella, teniendo sólo veintidós, sería una niña a su lado.   —Podría, más no lo es, no aparta la mirada de ti Camila, le has flechado —Camila se abstuvo para no ceder de nuevo al impulso de verlo, su cuerpo tembló ante la idea de llamar la atención de un hombre, en todo caso podía ser Altaír la razón, era mucho más hermosa.   —Deja de verlo o pensará que estás interesada —murmuró entre dientes.   —¿Quién lo no estaría? Por dios, viene hacia nosotras —Camila tragó  el nudo formado en su garganta ¿Debía marcharse? Ese hombre seguramente venía por Altaír, sería un mal terció, pensó una manera rápida de despedirse.   —Señoritas —Camila sintió el escalofrío recorrer su columna, al escuchar la voz ronca del hombre, era un seductor podía adivinarlo, sus ojos se posaron en ella y el mundo pareció borrarse ante sus ojos.   Era el hombre más guapo que había visto jamás, aun así, parecía haber una tristeza en los hermosos ojos negros, una tristeza capaz de tocarle el alma y desgarrarle al mismo tiempo, era como si el dolor de ese hombre fuera su dolor ¿Estaba loca? ni siquiera sabía el nombre del tipo y ella parecía sufrir.   —¿Señor? —Altaír dejó la pregunta al aire, tratando de llamar la atención del hombre, quien parecía más complacido en ver a Camila.   —Maximiliano Fonseca, encantado de conocerlas —sonrió, Camila sintió por primera vez mojarse las bragas, con la sonrisa de un hombre.   —Altaír Miraflores, mi amiga Camila Salvatierra —presentó a la joven rubia.   —Un placer —murmuró con una sonrisa. Por fin, por fin la había encontrado…

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