POV Mariana
Llamé a la red de computación de la empresa, le comuniqué mi plan, ellos me ayudarían con una identidad falsa, me iba a hacer pasar por una inmigrante en este país, que vino a trabajar, siendo contable administrativa, eso me iba a ayudar mucho con mi plan de poder entrar a la empresa.
Había investigado y ellos se hacían pasar por una empresa de importaciones, según lo que creía la sociedad y el gobierno. No obstante; lo real era que nosotros sabíamos muy bien a qué se dedicaban. Tenían una red de lavado de dinero y otra de trata de blanca, intentamos por mucho tiempo infiltrarnos en la empresa, no lo habíamos logrado, de hecho, no lo hemos logrado aún, pero si todo salía bien, Marco o yo, al fin podríamos entrar en ella, y acabarla de una vez por todas.
Habíamos investigado a todos los miembros de la empresa. Entre ellos se encontraba la cabeza de toda esto. El mismo Abel Farah Martínez, su hijo Aarón, también pertenecía a esa organización, pero no tan ligado con ella, era más un componente en eso. El que de verdad se encargaba de todo eso era uno de sus sobrinos. Llamado Ian David Farah, y si mis planes se daban, iba a darle un golpe doble a todos y cada uno de esos miserables.
Estaba segura de algo, no me iba a rendir hasta que lo lograra, y que mi nombre se conociera en todo el pinche país, porque cuando desmantelara esa organización, toda Colombia sabría quién era Mariana Ávila.
—Mariana, aquí tienes lo que me pediste —Luis, el encargado de redes y comunicaciones en la empresa de policías encubiertos, me había entregado unos documentos que le pedí para cuando me investiguen, algo que sabía que harían. Porque esas personas no se andan con rodeos.
—Gracias —Tomé el documento a toda prisa. Lo estaba chequeando, y según esto decía que yo había nacido en la República Dominica, y si era muy real, algo que me agradó poner, porque sería muy difícil imitar los acentos de esas personas viviendo aquí casi toda mi vida, me imagino si fuera otro país que nunca visite, me había cambiado hasta el tipo de sangre, según estos papeles me llamaba Aitana Álvarez, de treinta años de edad y con padres fallecidos. Me gustaba mi nueva identidad.
Debía correr para poder llegar antes que Marcos ante el jefe para presentarle lo que tenía listo para poder entrar a la empresa. Iba a entrar por donde nadie se imaginaba, hasta para mí fue difícil asimilarlo, pero así quería que fuera. Esperaba que todos saliera bien o de esa viva no salía jamás.
Cuando llegué a donde el jefe, no sé cómo rayos, Marcos llegó primero que yo, pero el caso era que él ya estaba allí. Y que jodida molestia se había vuelto desde que decidió competir conmigo, ahora lo veía como un rival, cuando antes éramos tan amigos, y hasta cómplices.
Otra que no quiere saber de mí, por lo que pasó era Vanesa, una de mis compañeras de cuarto, ella quería el puesto, y andaba asegurando que me estaba tirando al jefe y que por eso había conseguido mi puesto cuando no es cierto, solo no es capaz de aceptar que era mucho mejor que ella, y todas las demás.
Sí, arrogancia, quizá, pero estaba en un pedestal, y ninguna de ellas me iban a bajar, por eso era muy importante para mí, ganar esta batalla.
—Pasa Mariana —dijo mi jefe, inmediatamente me vio abrir la puerta, yo obedecí, le lancé una mirada acusadora a Marcos, y este sin ningún pudor me la devolvió. Se paró para salir de allí, y era lo mejor, no quería que escuchara lo que tenía que decirle al jefe.
—Adiós —dije con una sonrisa, y cerré la puerta tras él, sabía que eso podría malinterpretarse, pero la verdad me importaba un comino. No era de las niñas sensibles que los chismes las hacen sentir mal. Mientras yo supiera quien era, no me importaba el resto.
—Siéntate —Me señaló el asiento que tenía delante de él, cerró los documentos que Marcos le había dejado, supongo que para que yo no los viera, qué más da. No quería ganar con trampa.
Inmediatamente, me senté, le extendí el sobre que contenía toda la información y que se supone que él debía revisar lo antes posible. Me quede observándolo mientras él leía todo detalladamente. Su cara era difícil de descifrar. No sabía bien cómo veía el asunto, solo me quedaba esperar que hablara o dijera algo.
—Mariana, ¿Estás segura de esto? —Cerró los documentos que le había pasado, me miró un poco confundido, y en realidad eso me puso un tanto nerviosa —. Es algo muy peligroso, y salir de allí, será aún más peligroso entrar cómo quieres, te puede llevar años investigar algo —Y quizá tenía razón, pero yo estaba dispuesta a darlo todo por el caso, así fuera años de mi vida, o mi propia vida.
—Confié en mí, apóyeme Por favor jefe... —Me paré del asiento, y me quedé de pie en posición formal, para que viera lo serio que era esto —. No le fallaré —Él me observó por un tiempo, volvió a ver sus documentos y luego tomó el teléfono y llamó a su secretaria. La cual de inmediato se presentó en la oficina, esperando indicaciones, al igual que yo desde hace un buen rato.