Capitulo 24: Kai

1367 Words
Título: Capítulo 29 - El precio de la verdad El chirrido de los tubos metálicos resonó por los pasillos mientras Ariadna sostenía la linterna con una mano temblorosa. Cloe caminaba a su lado, aferrándose a su brazo, con los ojos bien abiertos. El búnker parecía extenderse como un laberinto sin fin, más profundo de lo que cualquier plano sugería. La puerta marcada con el símbolo **Ω** ya había quedado atrás, y frente a ellas se abría un pasillo en pendiente, descendente, recubierto por paneles de acero con marcas oxidadas y sangre seca en las esquinas. —¿Estás segura de que quieres seguir? —susurró Cloe, su voz casi inaudible. —Tenemos que hacerlo —respondió Ariadna, tratando de sonar firme—. Tenemos que saber qué pasó aquí… qué pasó con papá. A cada paso que daban, la temperatura descendía. El aire se volvía más denso, viciado, con un olor a descomposición y químicos que irritaba la nariz. Pronto llegaron a un área señalada como **"Laboratorios Subterráneos - Proyecto Némesis"**. Una gruesa puerta blindada bloqueaba el acceso, pero el panel de control tenía una ranura USB compatible con el pendrive que Ariadna aún llevaba. Lo conectó, y el sistema cobró vida, emitiendo un zumbido bajo. Las luces del pasillo parpadearon y la puerta se abrió lentamente con un susurro metálico. El interior era amplio, con varias cápsulas criogénicas alineadas, monitores destrozados y documentos esparcidos por el suelo. En el centro, una cápsula aún funcionaba, con luces verdes intermitentes. Dentro, un adolescente de unos quince años dormía en suspensión. Su cuerpo delgado y pálido contrastaba con los cables conectados a su pecho, cuello y sien. —¿Quién es? —preguntó Cloe. Ariadna se acercó a la consola. En la pantalla, el texto tembloroso reveló la respuesta: > Sujeto A - Clasificación: Alpha - Híbrido. Proyecto Némesis. > ADN compatible: *Coronel D. V. Harper / Ariadna Harper* —¿Papá? —Ariadna sintió un vacío en el estómago—. ¿Este chico… es mi hermano? No tuvo tiempo de asimilarlo. Un estruendo seco retumbó en el pasillo de donde venían. Cloe gritó. Algo se movía. Rápido. Demasiado rápido. No eran infectados comunes. Ariadna apagó la linterna y empujó a Cloe detrás de una consola. Una criatura entró. Era humana… o lo fue. Deforme, con músculos desgarrados, ojos blanquecinos y una movilidad espeluznante. Caminaba en cuatro extremidades, olfateando el aire. Otro apareció detrás. Y otro más. —Los mutados… —murmuró Ariadna. Eran el experimento fallido del Proyecto Némesis. Cazadores perfectos. Uno de ellos se acercó a la cápsula del Sujeto A. En cuanto tocó el cristal, una alarma se activó. Las luces de emergencia parpadearon en rojo. El sistema respondió automáticamente: la cápsula comenzó a abrirse. El adolescente abrió los ojos. No eran ojos humanos. Eran profundos, como pozos negros sin fondo. Su cuerpo se incorporó lentamente, rompiendo los tubos con facilidad. Los mutados retrocedieron, como si lo reconocieran… o le temieran. —¿Quién… eres? —preguntó Ariadna, sin poder evitar la pregunta. El chico la miró. Su voz era tranquila, casi hipnótica. —Soy lo que tu padre intentó proteger… y también lo que desató el fin. Soy el nexo. Soy… Kai. De repente, los mutados atacaron. Kai se movió con velocidad sobrehumana. Los combatió sin piedad, sin emoción. Uno a uno cayeron bajo su fuerza bruta. La sangre tiñó las paredes. Ariadna protegía a Cloe mientras observaba la masacre. Cuando todo terminó, Kai los miró de nuevo. Su cuerpo sangraba, pero no parecía sentir dolor. —No pueden quedarse. Hay más. Muchos más. Pero yo puedo guiarlas… hasta la salida. —¿Por qué ayudarnos? —dijo Ariadna. —Porque no soy solo un arma. Soy parte de ustedes. Y necesito respuestas también. Antes de que pudieran replicar, otra explosión sacudió el complejo. Desde las profundidades, una nueva oleada de horrores comenzaba a despertar. Kai se volvió hacia un túnel lateral. —¡Por aquí! Corrieron. Por túneles estrechos, sorteando cadáveres, laboratorios destruidos, y puertas automáticas aún activas. El complejo era enorme, como una ciudad subterránea. Finalmente, llegaron a una escotilla de evacuación de emergencia. Kai la abrió con un código grabado en su memoria genética. La luz del amanecer entró como una promesa… pero también como un umbral hacia lo desconocido. —Esto no termina aquí —dijo Ariadna, mirando el horizonte lleno de niebla—. Pero ahora… estamos más cerca de la verdad. Kai asintió. Su mirada perdida decía más que mil palabras. El eco de las pisadas resonaba con intensidad entre las paredes de concreto. Ariadna sostenía la linterna con mano temblorosa, mientras guiaba a Cloe por un pasillo estrecho y húmedo que descendía aún más en las entrañas del búnker. Detrás de ellas, Kai avanzaba en silencio, con el rostro endurecido y el fusil en alto. —Este lugar es enorme… —susurró Ariadna. —Está diseñado para albergar a más de cien personas —dijo Kai, sin girarse—. Era una instalación de contención y experimentación. Pero no todos los sujetos eran voluntarios. El pasillo desembocó en una compuerta doble de acero, con una ventana circular rota. A través de ella se veía una sala desordenada, con camillas volcadas y documentos esparcidos por el suelo. La palabra **LAB 03** estaba escrita en letras descoloridas sobre la entrada. Kai forzó la puerta. Un chasquido metálico resonó como un disparo. —Alguien ha estado aquí recientemente —dijo—. No hay polvo en los picaportes. Entraron con precaución. La luz de la linterna iluminó paredes manchadas con algo oscuro y seco. Cloe apretó la mano de Ariadna. —¿Qué es eso? —susurró la niña. —Sangre… —murmuró Ariadna. En la sala había jaulas vacías, algunas rotas, otras cerradas con cerrojos que habían sido forzados. Jeringas, tubos de ensayo rotos y una pizarra con ecuaciones médicas daban testimonio de experimentos interrumpidos bruscamente. En un rincón, una cámara de observación estaba cubierta con un vidrio agrietado, desde donde alguien —o algo— los observaba. Ariadna se acercó. Dentro había restos humanos… y algo más: una silueta delgada, casi humanoide, que se arrastró hacia atrás al notar la presencia de luz. —¿Qué fue eso? —jadeó Ariadna, retrocediendo. Kai apuntó, pero la criatura ya había desaparecido entre la penumbra. —Mutado —dijo con frialdad—. Eran prisioneros… soldados… civiles. Sujetos de prueba. La tensión se hizo espesa. El horror era palpable en cada rincón. Más adelante, tras cruzar un pasillo cubierto de hongos y raíces, llegaron a una sala circular con monitores apagados. Kai encendió una terminal conectando el pendrive. El logo del Proyecto ORIGEN apareció en pantalla, seguido de una grabación encriptada. > *"Informe confidencial. Proyecto Omega. Sujeto 27-B: Ariadna Martínez. Clasificación genética: prioritaria. Recomendación: preservar a toda costa. Activación del protocolo Alpha si el sujeto se ve comprometido."* Ariadna se quedó helada. —¿Qué… qué significa eso? ¿Qué hago aquí? Kai evitó su mirada. —Tu padre fue uno de los fundadores del Proyecto ORIGEN. Tú… eras parte del plan. Tu inmunidad, tu genética. Querían replicarte… para curar, pero también para controlar. Cloe, sin entender completamente, abrazó a su hermana. Un estruendo interrumpió el momento. Un alarido inhumano, mezcla de furia y dolor, emergió desde los túneles. La estructura tembló. —Nos encontraron —gruñó Kai—. ¡Debemos irnos! Salieron corriendo por la sala de emergencia, guiados por señales verdes fosforescentes. Al llegar a una compuerta trasera, esta se cerró antes de que Kai pudiera pasar. Ariadna gritó. —¡No! Desde el otro lado, él los miró con determinación. —Sigan el túnel. Llega al bosque. Yo los retrasaré… Un rugido animal sonó cerca. —¡Kai! —¡¡VÁYANSE!! Ariadna no tuvo opción. Con lágrimas en los ojos, tomó a Cloe y descendió por la escalera de emergencia. Las criaturas ya estaban dentro. Detrás, gritos, disparos… y luego, el silencio. Salieron a la superficie por una compuerta camuflada entre raíces. El cielo gris les dio la bienvenida junto con la lluvia. —Tenemos que seguir —susurró Ariadna, mirando hacia el horizonte. Y en sus manos… el pendrive aún brillaba. Fin del capítulo.
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