—¿Tú crees que si esos tres guardias eran extensiones de ella... también lo haya sido mi padre? —preguntó Aidan con la voz quebrada, más como un pensamiento que había escapado de sus labios que una afirmación consciente. Lo dijo mientras contemplaba la silueta rota del Jean Pierre. Jean Pierre frunció el ceño, ladeando ligeramente la cabeza. Por un momento pareció no haber entendido, pero en realidad lo que lo desconcertaba era la palabra que se le había hecho extraña, ajena, como si hubiera estado guardada en un rincón polvoriento de su mente. —¿Tu papá...? —repitió, como si estuviera desempolvando un libro viejo del cual apenas recordaba el título. La palabra flotó en el aire durante unos segundos, suspendida entre ambos, cargada de una melancolía involuntaria—. Recuérdame, ¿quién es t

