Adrik respiraba hondo, inmerso en las sensaciones. La mano suave de Lenet se deslizaba por su pecho hasta su abdomen, con una fascinación casi reverente.
A ella todavía le costaba creer que estuviera allí, que la recibiera como si la pasión jamás se hubiera interrumpido. Como si su deseo fuera infinito, salvaje, implacable.
«¿Es normal que su cuerpo siga así? Está tal como lo recordaba… sensual, encantador, perfecto»
Atontada por el deseo, seguía tocándolo con una delicadeza que rozaba la adoración.
—¿Quiere seguir complaciéndome? ¿Verme llegar? ¿Estimularme del modo en que lo preciso?... Béseme así…
Se estremeció al sentir su mano aferrarse a su nuca, los dedos enredándose en su cabello. Adrik la atrajo con fuerza hacia sus labios. El beso fue brutal, tan urgente que ella apenas pudo
