Valentino, completamente sumido en la angustia, no podía sacar de su mente las palabras de Lenet. Tras un rato bebiendo ron, prefirió tomar una ducha. La imagen de Lenet siendo devorada con pasión por Adrik le provocaba una ira indescriptible. Una furia tan visceral que por un instante deseó ir a matarlo con sus propias manos por atreverse a abusar de alguien como ella. Se vistió y salió de la casa. Comprendió que dejarse arrastrar por el enojo y las suposiciones no contribuía en nada a liberar a Lenet. Tampoco ganaba nada al seguir alimentando su desprecio por el tío de su—ahora—esposa. Enfurecerse no le daría ventaja alguna. Mientras conducía rumbo a la casa familiar, intentaba recordarse que Lenet era sólo una víctima. Una mujer inocente e ingenua, vulnerable y sola, en las manos de u

