Adrik miró el anillo en su mano y luego alzó la vista, fijándola en la entidad frente a él. —Bien sabes por qué estoy aquí. Todo lo que te ataba sigue en mí, y por eso me corresponde encontrar lo que ocultaste. No te entrometas. Con esas palabras, la sombra cambió de forma. La figura ante él dejó de ser una mera oscuridad para materializarse en una entidad más concreta, como el Señor del Inframundo que intermedia en asuntos más allá de la muerte. La sombra parecía tomar una forma humana, alta y dominadora. El lugar se volvía cada vez más frío. —¿Eres él? —preguntó Adrik, con una mezcla de temor y determinación. La entidad no respondió de inmediato. En su lugar, un viento suave comenzó a soplar, arremolinando las mariposas refulgentes que lo rodeaban. Al principio, parecían solo insecto

