El cuerpo de Guiomar fue envuelto por una bruma dorada que brillaba con intensidad antes de desaparecer por completo. La ausencia de su presencia llenó el lugar con una energía inquietante. En cuanto ella dejó de estar allí, el suelo comenzó a temblar con fuerza, mientras las losas de piedra sólida se resquebrajaban en múltiples direcciones, como si el lugar estuviera al borde del colapso. Adrik alzó la vista, su mirada fija y determinada, observando cómo las colosales estatuas frente a él abandonaban su pose rígida. Sus movimientos eran lentos pero imponentes, las figuras cobrando vida con una energía antigua y sobrenatural. A pesar de la tensión y el peligro palpable en el aire, Adrik no se inmutó. Su postura permanecía firme, su mirada fija en las gigantescas figuras, dispuesto a enfr

