Llegó algo mareada a la habitación. Se quitó los zapatos, no se cambió de ropa, tal cual cayó sobre la cama, estaba rendida. Al cabo de un rato dormía profundamente. Pero esta vez sus sueños fueron diferentes. Le mostraban la mano fuerte de un hombre sostenerla cariñosamente por la cintura, podía escuchar su voz, estar segura de que con él nada malo podría alcanzarla. La vista del lugar era en lo alto de algún mirador natural.
Ella quería mirarlo a los ojos; el corazón se le henchía de deleite y pasión cuando él hablaba. Se dio la vuelta suavemente, él acarició con los dedos suavemente sus mejillas, ella cerró los ojos extasiada. Sabía que él se despedía, justo cuando estaba segura de decirle que no se fuera y que lo amaba con todas esas fuerzas, escuchó alguien llamarla por su nombre. Ya no pudo ver con claridad el rostro del caballero que la acompañaba, tampoco acudir al deseo devorador de besarlo, de disfrutar del calor de sus manos grandes.
Escuchó la puerta sonar, lo cual la apartó de inmediato de poder visualizar con claridad cualquier otro detalle de ese misterioso hombre. Con lentitud se movió, ya había amanecido. Poco a poco volvía a ser consciente. Suspiró dejando atrás con melancolía lo que había visto y sentido al soñar.
Volvieron a llamar a la puerta, sin más se puso de pie. Medio sobándose la cara todavía algo adormitada se encaminó a la entrada. Nunca bebía, había dormido profundamente casi de modo inconsciente como una niña que espera a que mamá tome la responsabilidad de recordarle que hay compromisos y debe despertar a tiempo.
Al llegar a la puerta y abrir se encontró con la mirada dulce y encantadora de Valentino. Quedó pasmada y aturdida sin saber que decir. Pero él sonrió al verla tan cansada todavía y muy sorprendida.
—Hola, Lenet. Lamento despertarte mucho antes. Pero deseaba venir y pedirte que desayunáramos juntos. ¿Te gustaría?
Lenet se sobó las manos al tiempo que sopor del sueño con la inesperada visita se iba desvaneciendo, aunque la incomodidad y la timidez se acrecentaba. Poco a poco aclarándose los recuerdos antes de quedarse dormida.
«¿Qué tal si sabe que lo vi? De otra manera, ¿cómo ha podido venir a la puerta de mi habitación?»
—¿Desayunar? —Respondió— Claro, pero… ¿Como supiste cual era mi habitación?
Él tragó saliva, no pudo ocultar cierta culpa al mirarla a los ojos.
—En realidad, no fue difícil. —Inclinó la mirada. Pero al instante volvió a fijar su atención en ella. —Por favor, no pienses mal de mí ni que soy un acosador. En el lobby pedí que me dijeran en cual habitación te hospedabas. Espero no te incomode mi atrevimiento.
Lenet meditó aquello por un momento. Luego sonrío comprendiendo, la calma precedió.
—No, claro que no. Creo que sería mejor si me cambio de ropa. Dame un momento... Y lo siento no escuché la alarma…
—No digas eso. El que lo siente soy yo. No quería despertarte tan temprano y apresurarte. No te preocupes. Esperaré todo el tiempo que tú necesites.
Ella mantuvo la sonrisa amable, se acomodó el cabello.
—De acuerdo, gracias por esperarme. Creo que luego de las siete ya sería hora de haber despertado. Por favor pasa.
Él asintió con la cabeza mostrando una cálida sonrisa. Se aproximó a uno de los sillones tapizados en color café que estaban en una pequeña sala de visita antes de llegar a donde estaba el área del dormitorio. Muy complacido tomó asiento, dispuesto a esperar, sin dejar de pensar en cómo le confesaría lo que sentía por ella.
Lenet fue a la ducha. Al cabo de un rato se asomó luciendo una blusa rosa con tirantes, jeans, y sandalias. El cabello cepillado y con un aroma frutal inundando la habitación. Él se puso de pie, maravillado al encontrase con sus ojos.
—Gracias por tomarte el tiempo de esperarme y de venir por mí… —Dijo ella mirándolo cariñosamente.
Él suspiró.
—Creo que las gracias te las tengo que dar yo.
—¿Por qué? —Preguntó Lenet mirándolo fijamente.
—Por aceptar venir a Grecia.
Ella sonrió tímidamente.
—Era mi sueño y se hizo realidad gracias a ti. Sabes, nunca habría imaginado que te volvería a ver. Tampoco imaginé que eras griego.
Él se mostró agradado, aunque sonriendo divertido.
—Siendo honesto hace un par de años que me mudé, pero no soy de aquí.
Ella abrió los ojos a más no poder, algo confundida.
—¿No? ¿De dónde eres?
—Crecí en Italia, pero mi familia es francesa.
—¡Oh! ¡Vaya qué interesante!
Él sonrió de nuevo.
—¿En verdad lo crees? Yo pienso que es algo caótico. ¿Y tú de dónde eres?
Lenet respiró hondo.
—Mi familia materna es ucraniana, la de mi padre italiana. Pero ninguno de ellos vive en su ciudad de origen hasta donde sé. Mi madre es abogada, y mi padre… Bueno, nunca lo he visto. Creo que el caos ha sido parte de mi familia desde siempre…
Él la miró con agrado.
—De hecho, si lo vemos bien, no existen las familias perfectas, solo hay personas queriendo mantenerse juntas para ciertos fines... Creo que por fin alguien me entenderá. Pero dime, Lenet, ¿al volver alguien te espera?
Ella suspiró antes hablar, especialmente al recordar lo que había visto la noche anterior.
—He estado estudiando y trabajo. Vivo con mi madre.
Valentino sintió el corazón saltarle de dicha. Sus ojos la miraron esperanzado.
—¿No? ¡Vaya! ¿Entonces no sales con nadie? —Preguntó tratando de no ser tan efusivo con la pregunta.
Ella lo negó con una sonrisa tímida, al tiempo que se acomodaba un mechón del cabello por detrás de la oreja.
—No con nadie. ¿Y tú?
Él suspiró y ya no pudo mostrarse igual de animado. Lo mejor habría sido abandonar el imposible que consentía en su alma por ella. Lo cierto era que, aunque anhelará entregarle todo su amor, pronto tendría que casarse forzosamente con otra.
Meditó la respuesta inclinando la mirada por breve.
—En mi vida todo es un poco complicado. ¡Cuánto desearía que ciertos asuntos fueran más sencillos!
Lenet asintió, pero algo decepcionada. Comprendió de inmediato que él no quería hablar del tema.
—Sabes, creo que se nos hará tarde. Será mejor irnos.
Él se tragó el suspiro.
—Tienes razón. Y por cierto… Creí haber entendido lo que era bello… Pero hasta que mis ojos volvieron a encontrarte sé que estuve equivocado. —Lenet se volvió para verlo, había quedado completamente desconcertada— Lo que quiero decir es que nada podría ser más bello que tú. Eres tan hermosa…
Lenet al cabo de un instante sonrió tímidamente.
—Gracias. Siempre pensé que te vías muy bien. Hoy también.
Él llevaba una camisa clara, pantalones ajustados y zapatos oscuros. Alto y elegante, y ahora también estaba convencida que sin toda esa ropa cubriéndolo seguiría viéndose muy bien. Y según lo que había visto, también era hábil en los placeres del amor.
Valentino notó que ella lo veía con gran atención y parecía estar entretenida de pronto en sus pensamientos, aunque sin apartarte la vista.
—Gracias por considerarlo así, Lenet… —Dijo suspirando—Estoy seguro de que te encantará ir al museo de prehistoria en Thira, es un lugar con mucha belleza histórica. Estar allí es viajar en el tiempo…
Sobre el escote de la blusa de Lenet caían varios mechones del cabello en bucles, justo allí descansaba un dije con un ojo de Horus. Se aproximó más a ella sin poder contenerse a la tentación de acariciarle un mechón del cabello. Lenet sentía la respiración alzada, las manos de pronto sudar, el cuerpo cambiar de temperatura, el nerviosismo aflorar. Él percibía lo mismo, pero no estaba dispuesto a esperar más.
—Ya lo creo…
Él aproximó el rostro al de ella anhelando darle un beso, pero de inmediato recordó a Bianca. Quedó por breve congelado sin ocultar cierta mortificación. Lenet que esperaba con nerviosismo, aunque con gusto ese beso anhelado, al darse cuenta que se arrepentía, gran temor comenzó a revelarse en sus ojos grandes.
Él no pudo callar lo que pensaba al notar esa expresión.
—Sabes, hace unos días quería intentar algo o mejor dicho permitirles a otros que tomaran una decisión que me corresponde tan sólo a mí. Gracias por venir Lenet. Ahora estoy seguro de cuestionarme cualquier cosa, no volveré a dudar de que las riendas de mi destino son mías.
Ella respiró hondo, entendiendo que el tiempo había cambiado muchas cosas y tal vez más en él que en ella.
—Sí… Cosas que suceden en el destino, pero nosotros decidimos—Se limitó a decir al recordar a la hermosa dama junto a él.
Inclinó la mirada entristecida. Igual ella volvería a New York en un par de meses. Que importaba si él salía formalmente con la rubia. Ella no se quedaría en Grecia por siempre. Ensimismada se apartó. Fue por el bolso que tenía sus cosas a aprisa, se dirigió a la puerta dispuesta a irse y dejar atrás esa ilusión, pero antes de poner la mano sobre el pomo de la puerta, él lo rodeó con ambos brazos por la cintura. Se estremeció entera sin creer lo que ocurría.
—¿Recuerdas que te invité a bailar?
Ella desconcertada asintió, pero él suavemente haló de ella para darle la vuelta. Pronto lo veía de frente. Contempló los ojos de él envueltos en la nostalgia, aunque brillando con adoración al observarla.
—No podría olvidarlo. Tampoco que no te volví a ver y tuve que ir con otro. —Admitió Lenet.
Él resopló entristecido.
—¡Cuánto lamento eso! Mis padres me obligaron a volver a Italia para continuar con mis estudios. Pero desde que he podido, viajo mucho con la esperanza de volverte a ver y disculparme.
Ella absorta lo veía fijamente.
—No hay momento en que cuando te piense no deseé haber cambiado eso antes de irme. ¡Lo siento, Lenet!
—Disculpa aceptada. —Admitió con sinceridad al cabo de un instante de contemplarlo.
Valentino al tenerla en sus brazos y darse cuenta de que ella no ponía oposición, aproximó el rostro sin contener más el frenesí, el amor oculto, la pasión alocada por ella. Ella no pudo resistirse tampoco, se encontraron en un beso tímido. Para él fue indescriptible lo que ocurrió al poder sentir por fin sus labios.
—¡Debí haber hecho esto hace tanto tiempo! —Confesó él— Temía que dijeras: NO. Pero te confieso que ahora al tenerte en mis brazos incluso si te niegas, ya no perdería.
Lenet resopló. Y la respiración se alzó en ambos, ella no pudo pelear contra lo que sentía. Elevó los brazos para rodearlo por los hombros, ocurrió instintivamente. Él mantuvo los brazos aferrados a la cintura de Lenet.
—Lenet, hay algo que debes saber…
Ella lo veía fijamente. Quizá se debía a lo que había visto a noche, o tal vez a que correspondía a ese raro amor desde hacía años. Pero lo elemental del deseo se movía con fiereza en su interior por que otro beso surgiera y esta vez no fuera tan tímido.
—Quiero confesarte algo. Anoche te vi desde la ventana de mi habitación, y no pude dejar de mirarte cuando te desvestías para ir a la ducha. Quizá eso explique mejor y sinceramente cómo supe cuál era tu habitación. ¡Creo que sí soy un acosador!
Ella abrió los ojos como platos, contuvo por breve el aliento. Pero al comprender que ella había hecho lo mismo, pero él siendo más honesto, sonrió agradada encantándole la sinceridad de la inesperada confesión. Sostenía desde muy joven que nada le parecía más atractivo en un caballero que la sinceridad.
—No te culpo. Creo que podría ocurrirle a cualquiera porque me pasó lo mismo…
Él quedó paralizado, completamente espantado, sin saber que responder al recordar que había amanecido con Bianca. Siguió enredando por breve buscando las palabras correctas para hablar.
—Creo que hemos pecado, o tal vez coincidimos en que el destino nos quería cerca uno del otro Valentino—Admitió ella en un susurro.
Él retomó la respiración y sin dudar volvió a aproximar los labios a los de ella casi hechizado, se perdió besándola apasionadamente mientras las manos la recorrían por la espalda con placer, Lenet correspondiendo con las mismas ansías y pasión.
—Creo que nos hará tarde. —Pidió ella, al cabo de un momento.
—De eso no te preocupes, trabajo allí podemos cambiar la hora si así lo quieres.
Ella se estremeció un poco, respirando hondo mientras él le acariciaba el cabello muy dulcemente mientras la otra mano no soltaba la curva de su cintura.
—No quiero que tengas problemas por mí. Además, no sé si hago lo correcto… Valentino ha pasado largo tiempo y no soy de aquí. Volveré con mi madre.
Él suspiró como ella un par de veces antes de hablar.
—No te preocupes, nadie te cuestionara si llegas tarde, te lo aseguro. En cuanto eso de volver podemos arreglarlo.
Lenet no quería mencionarlo, pero sabía que lo mejor era ser honesta también.
—¿Y la mujer con la que estabas ayer puede resolverse también?
Valentino la miró angustiado, no pudo argumentar nada. Lenet suspiró y se apartó de sus brazos.
—Sabes, creo que nos apresuramos. Y…
Al verla fijamente y notar que como él se vulneraba algo profundo, no pudo contenerse una vez más. Sin duda se había enamorado profundamente y amaba a una mujer que no era su prometida. Acarició el rostro de Lenet para luego besarla con profunda pasión y adoración. Ella resoplaba con placer, totalmente deslumbrada al corresponder al mismo sentimiento tan viva y apasionadamente. Quería no permitirlo más, pero al sentirlo por fin con ella, no tenía el valor para apartarlo si la besaba como ella tanto había soñado.