Tomó una ducha y, ya vestida, buscó entre lo que había en el gran vestidor. Pronto encontró una valija mediana, elegante, de color crema. Guardó en ella todo lo que pudiera necesitar para pasar un par de días lejos de la casa. Llevaba ahora un vestido n***o, semi ajustado, con bailarinas a juego. El cabello suelto y un maquillaje sutil. Nerviosa, se observaba al espejo, con la extraña sensación —por primera vez— de estar enamorada… y, en cierto modo, ser correspondida. Sabía que, tarde o temprano, el acuerdo que sostenía con ese hombre debía romperse. Aquel con quien, por primera vez, había congeniado sexualmente de forma tan perfecta. Seguían siendo opuestos, tal vez por eso mismo se atraían con tanta intensidad. Verse con atención en el espejo la hizo recordar a su madre. Se le llenar

