A la mañana siguiente me despierta el único rayo de sol que se cuela por entre las cortinas semiabiertas de la ventana, mi cabeza empieza a palpitar dolorida por el exceso de alcohol, gimo cuando me levanto y todo parece dar vueltas, la tele aun encendida parece incrementar ese dolor y con gruñido apago esa pequeña caja ruidosa, apoyo mis codos en mis piernas y froto mi rostro antes de levantarme muy lentamente, arrastrando los pies camino hacia la cocina y cojo el móvil, aun somnolienta desbloqueo mi móvil, curiosa miro las notificaciones y literalmente dejo de respirar al leer el último mensaje.
Mi vista automáticamente se dirige a esos pequeños números en la esquina izquierda de la pantalla.
9:45 am
Suelto un gemido lamentando mi estado, apesto a alcohol y no he hecho las maletas, me duele la espalda y la cabeza...es como si tuviera mi corazón palpitando allí arriba. Después de lo que a mi me pareció una eternidad, termino de hacer todo en un tiempo record, cierro la maleta a tiempo que escucho el timbre, extrañada me dirijo hacia el telefonillo, el edificio es un poco antiguo pero la seguridad que tiene se puede decir que es aceptable, la cámara instalada en el portal conectada a la pantalla acoplada a mi pared me muestra el perfecto rostro de Derek Black.
—baja, no tardes — dicho eso desaparece de mi campo de visión.
Debo admitir que me extraña que sepa donde vivo, pero tratando de el, todo es posible. A regañadientes y aún con mal cuerpo, cojo las maletas y bajo a su encuentro, me sorprendo al ver que decidió venir con su Audi A4 rojo, espero a que venga a ayudarme con las maletas pero no hace si quiera el intento de abrir el maletero por mi.
«que caballero» pienso irónicamente.
Espera pacientemente a que termine de meter mis dos maletas y ahora si se ofrece a cerrar la puerta, tal vez porque tema que vaya a darle un porrazo, y tengo que decir que no se equivoca, nuevamente sube al coche olvidando completamente mi existencia, observo con se introduce al interior del vehículo, sus movimientos se pueden asemejar perfectamente a los de una pantera, elegante y seductor, con un suave golpe cierra la puerta haciendo que ese pequeño sonido se repita como eco en mi cabeza enviando pinchazos de dolor, hago una mueca y hago el intento de entrar en la parte trasera del coche pero este pone el seguro antes de que pueda siquiera abrir la puerta.
— nena, tu vas delante — dice sin mirarme.
Obedezco sin rechistar, no tengo ganas de empezar una pequeña discusión, el dolor de cabeza me lo prohíbe y gracias al tráfico neoyorquino el dolor se vuelve casi insoportable, cuando por fin abandonamos la ciudad mis ojos amenazan con cerrarse, en un vago intento de mantenerme despierta me meto un chicle de menta en la boca, fracasó estrepitosamente y caigo rendida.
No se cuanto tiempo ha pasado, pero cuando abro los ojos veo un cartel donde pone "Bienvenidos a Cold Spring”. El histórico pueblo de Cold Spring, es una pequeña comunidad en el sureste de Nueva York, que está situado en la orilla este Del Río Hudson a solo 80 km al norte de Manhattan, he oído hablar mucho de este pueblo, más concretamente la antigüedad que se mantienen en las construcciones del pueblo, todo data del sigo XIX.
Seguimos derecho pasando la plaza central, nos detenemos a las afueras del pueblo, frente a unas enormes rejas negras, en lo alto hay un placa de mental con algo grabado "Mansión Black", después de unos segundo las puertas se deslizan hacia el interior invitándonos a continuar el largo camino de grava, al final del mismo me deleito al ver el hogar de su familia, una mansión de color beige claro, sin ninguna mancha en la perfecta pintura, arbustos verdes y frondosos adornan al rededor de la casa, es de dos pisos pero a juzgar por la magnitud de la propiedad me atrevería a decir que cuenta con más de diez habitaciones. Fuera de la mansión una pareja nos espera rodeados de seis mujeres del servicio, a medida que nos vamos acercando me permito apreciar la belleza individual de cada chica, todas muy bellas con un peinado inmaculado, sin ningún tipo de arruga o mancha en su perfecto uniforme, de figura esbelta y atlética, supongo que la apariencia en la familia Black, si es importante.
Derek aparca frente a la pareja que identifico inmediatamente como sus padres, de hecho estoy segura que si lo es, el hombre en particular, se parecen demasiado, sus ojos, las facciones similares a excepción de las arrugas marcadas por los años vividos, y su madre, destilaba elegancia, su cabello rubio platino recogido en un elegante moño, viste un bonito vestido blanco semi largo.
— espera aquí, voy a abrirte la puerta — informa antes de salir del coche.
Por supuesto decido hacer oídos sordo y antes de que pueda llegar a mi, salgo por mi propia cuenta, pretende hacerle creer a sus padres que es todo un caballero, con una sonrisa se acerca a mi y pasa su brazo por mi hombro y me lo aprieta en señal de reprensión, no le gusta que le desobedezcan y eso extrañamente me divierte.
— tu debes de ser Alexia— su madre me regala una amplia sonrisa antes de acercarse y regalarme un cálido abrazo — eres muchísimo más bonita de lo que dicen — me halaga con una dulce sonrisa.
Al ver a esta mujer no puedo evitar sentir algo de culpabilidad, no se merece que le mienta en la cara, parece una buena persona.
— encantada de conocerla, señora Black— le respondo con una tímida sonrisa.
—por favor, llámame Lucía—me pide.
— si que la tenías bien escondida — habla su padre a la vez que le da un leve empujón con el codo, como felicitándolo por algo que desconozco — encantado de conocerte preciosa, soy Eddie — me tiende la mano que no dudo en aceptar.
Me sorprendo un poco cuando el lugar de darme un simple apretón, se lleva mi mano a los labios y deposita un suave beso, ese gesto por un momento me recuerda a mis inicios con Derek, todo era demasiado perfecto, el era demasiado perfecto, pero claro, siempre es así cuando una relación empieza, su presencia me cegaba y fue lo que me llevó a casarme con el después de tres simples meses de relación.
— habéis llegado a tiempo para la comida! — exclama Lucia con palpable felicidad.
En silencio los tres seguimos a Lucia, la mansión por el exterior parece haber sido hecha hace siglos, pero el interior es completamente lo opuesto, todo parece estar decorado con lo más nuevo del mercado, por una puerta situada justo debajo de la gran escalera en forma de U invertida, salimos al porche de la parte trasera de la mansión, sonrío al ver el inmenso jardín, en el centro hay una larga mesa hecha de madera, decorado con un bonito mantel blanco, encima están ordenados perfectamente los vasos, platos y cuberteria a cada lado de las vajillas, cada silla ocupada por su familia, familia que desconozco, no reconozco ningún solo rostro salvo por el parentesco que comparte con su padre y quizás, sus hermanos.
— Tio Derek!
Escucho el grito de una niña que al verlo salta de la silla y viene corriendo hacia nosotros, pega un salto a los brazos de su tío, el susodicho la coge al vuelo y empieza a dar vueltas con ella en brazos, una enorme sonrisa ilumina su mirada y su rostro, no parece el, toda frialdad que lo caracteriza lo ha borrado esa hermosa niña.
— el mayordomo ya llevó las maletas a vuestra habitación — informa Lucia tomando asiento.
Mi cuerpo automático se tensa al oír "vuestra" ¿acaso pretende que compartamos cama? Por dios no! No había pensado siquiera en esa posibilidad, por supuesto que una pareja que está casada deba compartir cama, ahora tendré que aguantar sus desplantes, el hecho de estar tan cerca pero a la vez tan lejos de él, eso no es bueno para mi maltratado corazón y Derek lo nota, pero no dice nada, no hay nada que decir.
En silencio empezamos a comer, cada uno está concentrado en su propio plato, más tarde las mujeres nos trasladamos a unas sillas en forma de tumbonas debajo del árbol, cubriéndonos de los potentes rayos de sol, mientras los hombres deciden cambiar sus incómodos atuendos por uno mas veraniego, honestamente no me imagino a Derek fuera de sus perfectos trajes.
Suelto un suspiro un tanto incómoda, de reojo observo como la niña que antes saltó a los brazos de Derek me mira fijamente, claramente interesada en mi, desvío la vista cuando finalmente se decide a caminar hacia mi.
— como te llamas? — pregunta la pequeña princesa tirando de mi mano.
Curiosa me arrodillo para quedar a su altura, tiene el pelo de color castaño, casi rojizo, pequeños tirabuzones cuelgan de su suave cabellera, ojos grandes y de color miel, más bien tirando a avellana.
— Alexia — sonrío— y tu cariño?
— Lily...— murmura en voz baja, parece querer decirme algo pero duda — sabes, tus ojos son del mismo color que mi gata — dice con inocencia.
Su comentario hace que Lucia suelte una sonora carcajada, no puedo evitar reír también, nadie nunca había hecho esa comparación, el color de mis ojos son un tanto extraño, una mezcla entre verde esmeralda mezclado con el azul más claro.
— yo soy Martha, la madre de este pequeño bichito — se presenta una mujer, alta, cabello rojizo y liso, ojos del color de la pequeña, morena de labios gruesos voluminosos.
— encantada — la saludo.
— me encanta tu ropa — me halaga al tiempo que coge a su hija en brazos.
Mi vestimenta no es nada extraordinario, visto con un simple pantalón corto, una blusa sin tirantes blanca ajustada a mi figura, mi cabello largo y n***o recogido en una cola alta, no llevo demasiado maquillaje dado las altas temperaturas, rímel y delineador me pareció lo más apropiado, más aun dado el estado en el que me desperté.
— mirad, ahí vienen los chicos— comenta Lucia llamando nuestra atención.
Hay otra mujer, apoyada en el árbol concentrada en su teléfono móvil, rubia de figura esbelta, lleva puesto un pantalón corto n***o similar al mío y la parte de arriba de su bikini del mismo color, no nos mira, ni si quiera a su marido, distraída en !Dios sabe que!.
Decido dejar de prestarle atención y me giro a mirar a los chicos, me sorprendo al ver a Derek con un simple pantalón pirata de tela negra, sin ninguna camiseta que cubra su cuidada musculatura, con una pícara sonrisa dice algo que no logro escuchar y sueltan una carcajada, de repente los cuatro salen corriendo en nuestra dirección sin parar de reír divertidos.
Derek es el más rápido, con agilidad me cuelga en sus hombros, chillo sorprendida, ignorándome emprende camino en dirección al lago.
—Derek bájame— le ordeno sujetándome a sus caderas.
Suelta una carcajada, esa risa por alguna razón llena mi corazón, no está fingiendo, no, es genuinamente feliz, tanto que hasta logra contagiarme su felicidad, pero mi sonrisa se borra al escuchar el chapoteo del agua y los gritos de las otras chicas que son lanzadas al lago.
— ¿no tienes calor?— pregunta divertido.
Niego con con la cabeza a la vez que empieza a bajarme, mi cuerpo se desliza con lentitud contra el suyo, mis pechos rozan el suyo, nuestros rostros están demasiado cerca, siento su aliento chocar contra mi, siento su pecho subir y bajar acelerado por su respiración, nos miramos fijamente lo que me pareció una eternidad, nada a nuestro al rededor parecía tener mayor importancia, su mirada...me mira como si yo fuera su todo, como si el hombre del que me enamore aun estuviera por ahí oculto, pero todo esto es mentira, tenia que reconocer que tenía un don para actuar.
— seguro el agua está fría— murmuro cuando nuestros labios empiezan a rozarse.
Mi corazón traidor empieza a palpitar con fuerza, temo que lo pueda sentir y usar eso en mi contra, mi cuerpo aun extraña el suyo, dejo caer mis brazos que aun seguían aferradas a sus brazos, rendida al toque de su manos sobre mi cintura desnuda, rendida al calor que su cuerpo emana, rendida a el.
—frío como tu corazón— susurra antes de darme un casto beso.
Puedo decir que este es el beso más sincero que he sentido por su parte, se sintió triste, como si la culpable fuera realmente el, me regala una sonrisa y me empuja rompiendo la magia que yo misma había creado. Que idiota soy. No puedo evitar soltar un pequeño chillo por la sorpresa de su acción, sin embargo soy lo suficientemente rápida como para sujetarle de la mano, arrastrándolo conmigo.
Ambos caemos al agua, si querer trago un poco de agua, salgo del agua tosiendo por la falta de oxígeno, Derek emerge del agua frente a mi y me abraza con fuerza haciendo de su cuerpo un escudo protector, me da suaves caricias en la espalda controlando mi tos, ese gesto por un momento me sorprende y hace que mi corazón se ablande nuevamente por el.
Mierda!
— deberías aprender a disimular más tu odio contra mi— susurra en mi oído ajeno a todo lo que mi cuerpo le declara.
No se porque lo hice pero mi cuerpo toma riendas de la situación, con delicadeza peino su pelo húmedo hacia atrás, acuno su rostro con ambas manos, lentamente acorto las distancias, sus labios se entreabren aumentando la valentía que de pronto mi cuerpo tiene, mientras mi lado más sabio me pedía a gritos que me alejase de él, sin pensarlo dos veces le beso como llevo queriendo hacerlo estas tres semanas, con mi lengua me abro paso entre sus labios, suaves y húmedos, en respuesta Derek me abraza con más fuerza profundizando así el beso, nuestras lenguas pelean sin darse tregua, le beso, me besa como si fuera la última gota de agua en el desierto, con un suave mordisco en su labio inferior pauso el tórrido beso, un gruñido de placer se le escapa, me separo de el bajo la atenta mirada embelesada de los demás, me digo a mi misma que esto no significó nada, que las mariposas que sentí fue producto de mi imaginación, no quiero tener esperanzas por algo que se de ante mano que no sucederá. Mierda!
— he sido lo suficientemente convincente? — pregunto en voz baja recobrando por fin la compostura.
Frunce el ceño confuso y para ser honestos, yo también lo estoy, lo empujo separando por fin mi cuerpo del suyo y salgo del agua, gracias a su magnífica idea de lanzarme al lago se transparenta mi sujetador de encaje blanco, y he de decir que esa tela no es que cubra demasiada, avergonzada me cruzo de brazos cubriendo mi piel desnuda bajo la tela húmeda.
— cariño, ¿por que no vas a cambiarte?— dice Derek forzando una sonrisa, pero se que no es un consejo, me lo está ordenando.
El nunca ha sido un hombre celoso, al menos nunca lo fue conmigo, sin embargo parece que no le gusta que otras personas tengan visión de lo que el considera de su propiedad, eso es descubrimiento revelador.
— quizás luego — sonrío juguetona a sabiendas que somos el centro de atención — además si me pongo bajo el sol me secaré enseguida.
Su rostro se contrae de disgusto, es la primera que veo ese lado suyo, tan posesivo y territorial, supongo que siempre me dio por sentado pero ahora que estábamos divorciados las cosas cambian y el lo sabe.
— OH MIERDA! — exclama una voz detrás de mi — habéis empezado la fiesta sin mi— se queja.
Me giro a recibir al desconocido, no está muy lejos de mi por lo que puedo distinguir cada facción de su perfilado rostro, su mirada oscura recorre mi cuerpo con indisimulable lascivia, alto de piel bronceada, cabello rubio aclarado por el constate sol, ojos azules oscuros, labios carnosos, músculos semi hinchados, a juzgar por su cuerpo y el como su nariz parece haber sido víctima de un buen puño, me atrevo a decir que se dedica al boxeo o que alguna vez fue boxeador.
Cuando llega a mi, toma mi mano y sin previo aviso deposita un suave beso sobre esta, en otra ocasión hubiera reaccionado de otra manera, pero el simple hecho de que esto pueda molestar a Derek me anima a seguirle el rollo.
— Hola preciosa, soy Kris — se presenta con una media sonrisa, seductor.
De pronto siento como una mano mojada se posa sobre mi cintura, tira de mi pegándome a su cuerpo semidesnudo, marcando un territorio que no le pertenece, pero a Kris no parece importarle, tiene la mirada clavada sobre mi.
— yo soy...
— Ella es mi esposa, Alexia — toma la palabra Derek, habla con posesividad, como si yo le perteneciese de alguna forma.
El rubio frunce el ceño entrañado, intercambia mirada entre nosotros, algo no le cuadra, nuevamente vuelve a clavar la mirada sobre mi, esta vez me mira con pena y cierta compasión, mi corazón se oprime en mi pecho a modo de respuesta.
— Derek Black casado — murmura pensativo — juraría que el mes pasado te vi en Francia con una francesa rubia muy acaramelados — dice con una sonrisa triunfante.
Rápidamente hago cuentas mentalmente, el mes pasado, dijo que tenía que viajar a Francia por un negocio que tenía que zanjar, esa rubia era su negocio y yo como una ingenua me lo creí, doy un paso al costado separándome de él y el lo entiende porque no intenta retenerme, tal vez para no montar un numerito porque sabe que es cierto.
— si me disculpáis— digo antes de emprender camino al interior de la casa.
Derek me llama pero el nudo que se me ha formado en la garganta me impide plantarle cara, una lágrima solitaria baja por mi mejilla traicionera, me la seco esperando que nadie me haya visto. Una chica del servicio muy amablemente me indica la dirección hacia mi habitación. Por fin segura entre estas cuatro paredes me permito dejar caer las lagrimas con total libertad, clavo mi mirada en un punto fijo intentando así aplacar esa ola de dolor que me invade por momentos.
Sabia que esto iba a ser difícil, pero no me imaginaba hasta que punto, no sabía que ni siquiera intento ocultar su infidelidad, no quería saberlo, no lo necesitaba, hubiera preferido vivir en la mentira que creía que mi mente creaba, de pronto la puerta se abre, mi corazón se detiene temeroso de que sea el, pero no, una Lucia preocupada se asoma entre la puerta entreabierta, con confianza entra y se sienta a mi lado, sobre la gigante cama en el centro de la habitación.
— sabes, lo que tenéis vosotros, mi hijo y tu....me recuerda a cuando yo tenia tu edad y salía con Eddie, tenéis algo especial — me consuela.
—no lo creo — murmuro secándome las lagrimas — lo vuestro se ve tan....es amor de verdad — murmuro melancólica.
He visto como se miran, como se hablan, como se tocan, es la pareja que lucha por mantenerse unida, que lucha para que ese amor nunca se termine, o eso es lo que me transmiten.
— acaso aun no te has dado cuenta?— pregunta realmente sorprendida — Derek tiene ese brillo en la mirada típico en un hombre realmente enamorado— dice apretándome la mano, enviando olas de esperanza que rechazo casi instantáneamente.
— hasta un ciego se daría cuenta de eso — miento como una bellaca — pero el motivo de mi tristeza no es su hijo.
Rápidamente busco mentalmente una buena excusa por estas lágrimas, lo que llevó a desencadenar esta tristeza en mi y aparece como un balde agua fría hundiéndome más si cabe.
— entonces ...¿por quien? — pregunta cada vez más interesada.
— casualmente hoy hace ya seis años que mi padre falleció, ya lo había olvidado pero algo que dijo me hizo recordarlo y....lo siento, no quiero agobiarte con mis problemas — me disculpo.
Tenía que admitir que aquello era cierto, salvo que yo no le rindo homenaje, voy siempre que puedo y este día ya no representa un día traumático para mi, pero si es el día en el que más sola me siento, supongo que su fallecimiento aun me afecta de alguna u otra forma.
— oh! Cariño, lo siento tanto — se disculpa apenada — Derek no me dijo nada...
— no lo culpes, eso el no lo sabía.
Si bien es cierto que el conoce la ausencia de mi padre, no vi apropiado agobiarlo con fechas sin sentidos, fechas que yo misma prefería olvidar, olvidar esa etapa de incansable dolor.
— cuantos mese lleváis casados? — pregunta Lucia extrañada que mi marido desconozca ese dato.
Por un momento sopeso la idea de mentirle, pero no acordamos nada de eso con Derek, tampoco sabía hasta qué punto le había contado sobre nosotros, estaba en escasez de información y a riesgo de equivocarme, decido hablar con la verdad.
—3 años.
Me levanto evitando esa mirada llena de sorpresa, sonaba irreal y así lo era, finalmente me regala una de sus infinitas sonrisas, de mi maleta saco mi paquete de tabaco, le ofrezco un cigarro en un intento de desviar el punto de la conversación, ella accede encantada, me ofrece ir al jardín a tomar un poco el aire mientras disfrutamos de nuestra pequeña dosis de nicotina, olvidando así nuestra charla anterior.
— eres una de las mias — dice a la vez que expulsa el humo inhalado del tabaco — Martha no fuma por darle un buen ejemplo a su hija y la rubia, Jessica, tampoco fuma — me informa mirando el cielo despejado.
El sol poco a poco empieza a esconderse invitando a la luna a dar su espectáculo nocturno, la puesta de sol ilumina de un tono anaranjado el cielo despejado, oscureciéndose por cada minutos que pasaba.
Jessica, supongo que habla de la chica que parece vivir en su propio mundo, ella parece ser más el tipo de Derek, no he pasado por alto la forma en que ella mira a mi marido aun teniendo al suyo a su lado, pero tal vez solo sea mi imaginación, esto de sentir celos por cada fémina de la tierra realmente es agotador.
— que haces aquí? — se escucha una potente voz.
Derek.
Lucia con rapidez se deshace de su cigarrillo tirándolo entre los matorrales, con la mirada me ruega que haga lo mismo pero me niego, no lo haré, ella en respuesta suspira rendida, sabe lo que viene y decide tomar la palabra.
—hijo...
— papá te estaba buscando — la interrumpe invitándola a desaparecer.
Y ella no duda, se va huyendo de la ira de su hijo, yo por mi parte no me molesto en verle la cara, no hay nada que el pueda decirme para calmar a la fiera que ruge por darse a conocer, sin girarme siquiera a verlo, continuo mirando el cielo con mi cigarro entre mis dedos.
— te estoy hablando — dice Derek cogiéndome del codo, tira de mi obligando a que lo mira.
Clavo mi mirada en la suya, no luce feliz, pero eso a mi ya no me importa, ya no me intimida, sin embargo ahora cuando lo miro, mi mente reproduce la palabras de Kris, recordándome que el hombre frente a mi no es ningún santo, que no tiene derecho a nada, que ya me perdió y yo no tengo intención de recuperarlo, solo cumplir un papel que ya no me pertenece más.
—¿por que te comportas con tanta frialdad?— pregunta como si aun no lo entendiese.
— que pretendes que haga?— gruño deshaciéndome de su agarre — cariño, no importa que me hayas utilizado, te amo, se que saldremos adelante, porque eso es lo que hacen las personas que se aman — le respondo sarcástica — pero claro...— sonrío sin rastro de gracia — lo olvidaba, lo nuestro no es amor, nunca lo fue — sentenció como una verdad que me negaba a entender.
Después de aquella charla decido que he tenido suficiente y que ya es hora de dormir, lo dejo ahí, de píe y me marcho a sabiendas que esta charla no ha terminado.