Después de la tormenta

1851 Words
Sin embargo, ese semestre nunca llegó. Murat desapareció sin decir nada, además, que iba a decir si ella salió por dos meses a la casa de los abuelos, y sus padres por el trabajo, escasamente pudieron acompañarla para Navidad y año nuevo. Bárbara se dio cuenta que así Sinisterra hubiese querido, no tuvo oportunidad alguna. Resignada siguió sus estudios tratando de ignorar los ruidos y estúpidos comentarios que Diego junto a sus amigos no se cansaban de lanzarle, no podía evitar verlos porque compartían varias clases, las mismas en las que podía ver la situación en la que se encontraba Nohora, era preocupante observar que los golpes ya no los podía ocultar con el maquillaje y los que tenía en el cuerpo, por la sugestiva ropa que por lo visto Christian le gustaba que llevase, mostraban lo delgada que se encontraba y los moretones en su estómago y brazos. Durante tres meses Bárbara aguantó con paciencia y cuando estuvo a punto de tirar la toalla, ver la fotografía de otra estudiante en la cartelera le llenó del coraje que no había tenido hasta el momento, por lo visto la idea de Moriña era desestabilizar a sus víctimas para los parciales de final de curso, logrando que se marcharan de la universidad, la pregunta era ¿Cómo las elegía? Por muy cerrada que tuviese la mente, se veía que los ataques eran dirigidos a determinadas estudiantes quizás por algún fetiche raro que Diego poseía, lo cierto es que ni el físico ni la manera de ser las hacía ver cómo un gusto similar; Magdalena, ella y ahora está chica Coral, no tenían nada en común, lo cual resultaba desconcertante.  El bibliotecario la saludó mientras quitaba la imagen, al reconocerla le sonrió felicitándola por su entereza, rompiendo la hoja expresó su deseo sobre que la nueva soportara como ella, pero sobre todo, que se animaran a quejarse en Decanatura. Desafortunadamente, la noticia al día siguiente derrotó cualquier intento de hablar con Coral, la chica fue atacada en su casa y sin más opciones se ahorcó. —¿Estarás feliz con el resultado? —dijo Bárbara a Diego que sin percatarse de su presencia se acercó al tablero a leer la información tomándole una foto con el celular. —Hasta que no te vea fuera de aquí, no lo estaré —respondió dándose la vuelta. —Te quedarás con las ganas imbécil. La risa de Moriña la enojo al máximo, desde ese instante y hasta el final del semestre envío la mayor cantidad de evidencia a la Decanatura sobre el joven que supo defenderse de manera apropiada, la investigación demoró un mes en el cual se llamaron testigos, se comprobó la presencia de fotografías, para al final descartar las evidencias porque nadie fue capaz de decir algo en contra de los tres chicos. La satisfacción por salir bien librado fue una amenaza tácita para Bárbara, una que aceptó sin miedo y con la firme promesa de hundirlo. Para el siguiente semestre la actitud del trío se modificó por completo en apariencia, y a ella la dejaron en paz, nadie volvió a meterse con Bárbara, quien vigiló con suspicacia el comportamiento de Diego, hasta que un día fue él quien se retiró de la universidad, las burlas y chistes de pasillo, como se lo dijo Murat, se volvió en un mal recuerdo y una experiencia que planeaba nunca más repetir. De esta manera, un semestre se convirtió en siete y la fiesta por su grado universitario llegó con los mismos bombos y platillos que lo fue la del colegio. El amor de sus padres se demostró una vez más con el regalo de un cheque por el valor total de la colegiatura de la especialización que deseaba, una que estudió en el Caribe, y, para cuando se dio cuenta, celebraba sus veinticuatro años de edad apagando las velas de un pequeño pastel mientras los meseros de Cacerolas & Postres entonaban el feliz cumpleaños. Acabaron la cena para llegar a la casa donde un hombre descendió de un lujoso coche aproximándose con una sonrisa a su padre, Damián Velázquez cambió la expresión en el rostro, solicitó a las dos mujeres que se adelantaran mientras él atendía al señor Barrera, que inclinando la cabeza esperó a que ellas entrarán a la vivienda. Bárbara se quedó atenta de la conversación del desconocido con su progenitor, el hombre tenía unos cuarenta años, se veía que su piel era más clara del tono que el sol le había dado, sus ojos color miel eran del mismo tono que el cabello castaño. Desde el escondite que encontró detrás de las pesadas cortinas de la sala, continuó con el escrutinio, podía verlos, no así ellos quienes parecían dos buenos amigos hablando de sus experiencias, en vez de un patrono con el empleado, fue cuando su padre indicó al caballero que ingresara. Tiempo suficiente para que la castaña corriera a la cocina y coger un vaso de agua que llevó consigo en lo que salía de nuevo a la sala. —Señor Barrera, ella es Bárbara, mi hija, y el más grande tesoro que tengo —sonrió extendiéndole la mano para decir su nombre sin dejar de mirarla—. Mi jefe es uno de los dueños de una finca camaronera, y —la chica vio a su padre tragar en seco para concluir con lo que parecía una mentira—, y me pidió el favor de presentarle a alguien que le pueda ayudar con un problema en las piscinas. Suficiente para la recién egresada Bióloga Marina que de inmediato llenó de preguntas al hombre que apenas conseguía contestarlas sin saber que significaban los asentimientos que Bárbara hacía antes de contra preguntar. —No puedo hacer nada desde aquí —pronunció levantándose para caminar explicando las razones que le daban a creer que era un infección por el crecimiento de algas en el agua, una suposición que sólo podía comprobar al ver las piscinas y revisar los mecanismos de oxigenación y recambio de estas—. Si desea mi ayuda o la de cualquier experto, es lo primero que le pediremos, un muestreo in situ. —Si deseas hoy mismo viajaremos —contestó Barrera emocionado, la chica se olvidó por completo de Damián que le observó pasmado por la manera como se desenvolvía ante un hombre conocido por su carácter frío e indolente—, claro, si el señor Velázquez no tiene inconveniente. El mencionado se quería negar, pero la ilusión en Bárbara por comenzar a trabajar le obligó a contestar afirmativamente, fijaron el viaje para las tres de la tarde del día siguiente, se encontrarían en el aeropuerto de Guasaya, donde Barrera tenía el avión privado esperándolo, tan pronto se marchó el visitante, Damián subió a la alcoba de su hija. La castaña dio la bienvenida a su padre agradeciendo por tenerla en cuenta para el trabajo con Barrera, sabía que carecía de experiencia a pesar de poseer los conocimientos, así que esto le abriría las puertas al mercado laboral. —Nena hay algo que necesito decirte —anunció el hombre palmeando la cama para que la joven se sentara, tomó las manos de su hija y con un suspiro inicio el relato—. Cuando entraste a la universidad me quedé sin empleo, y tu madre fue despedida del colegio privado donde trabajaba… una tarde después de ser rechazado por no se cuantas veces, un tipo se acercó preguntándome si podía ayudarlo con una declaración de renta. Hasta ahí la historia de Damián era normal, si supo que pasaron unos meses de problemas económicos, pero así como se presentó la crisis también fue solucionada con prontitud, de igual manera, Bárbara recordó como las cosas que necesitaba para sus estudios siempre las obtuvo y de la mejor calidad, la casa que heredaron de los abuelos, en la que ahora vivían, fue remodelada y su madre prácticamente se retiró con media pensión, cuando le preguntó, la respuesta fue que prefería atender su propio negocio, una floristería que mantenía hasta el momento. —Mis clientes no son personas buenas Bárbara, hemos logrado vivir con comodidades por mi excesivo salario, pero también tengo que cumplir con muchas exigencias, por eso —Damián miró a su hija a los ojos en una súplica muda—, por favor piensa muy bien que vas a elegir cuando el señor Barrera te proponga quedarte trabajando para él. La ojimarrón comprendía el sufrimiento de su padre, era meterse en la boca del lobo y quedar envuelta en un negocio del cual se sale para una cárcel o muerto, afirmó con seguridad, luego pidió que la dejara descansar, aunque el viaje era en la tarde, debía revisar sus apuntes y ver cuales podrían servirle y dar un buen punto de vista al señor Barrera. Esa noche le dijo lo mismo que en el aeropuerto, que el trabajo le tomaría máximo quince días y regresaría para ver como sostenerse, se despidió y subió para enfrentar lo que le pareció la mejor oportunidad de su vida. A la mañana siguiente, y con tal de cumplirle la promesa a Damián, Bárbara recorrió la camaronera con Felipe, como le solicitó el señor Barrera le llamase, con el plano del lugar y una cámara fotográfica que le permitiría repasar el estado de las piscina desde las variables que podrían indicar la muerte de lo allí cultivado, los quince días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, si al principio optó por dar ciento y un excusas a sus padres, pronto decidió enfrentar la realidad, quería trabajar allí, y se quedaría para poder aplicar lo aprendido. Damián asumió que no podía negarle a Bárbara una oportunidad de oro, de independencia, hasta ese instante Barrera se portó como un caballero, así que debía confiar en su pequeña. De esa manera, pronto las jornadas de trabajo junto con los informes de producción y las visitas por insumos, fueron acercándola a su jefe que prefería que Bárbara se encargara personalmente de los detalles administrativos. Mismo cargo que asumió oficialmente después de comprobar que el administrador de la camaronera era un topo de uno de los clanes con los que mantenían una rivalidad, fue la primera vez que Bárbara conoció a los jefes de su padre. La noche que llegó a la hacienda después de la cosecha de una de las piscinas más grandes, se percató de la presencia de varias camionetas con vidrios polarizados, subió las escaleras del pórtico, saludó y entró viendo a Felipe con varias personas en el comedor. La castaña quiso seguir de largo, pero la mirada de Barrera indicaba que lo acompañara, saludó siendo obligada por las circunstancias a sentarse al lado de su jefe. Después de una cena donde se trataron diferentes temas, Bárbara agradeció la compañía y pidió permiso para retirarse argumentando cansancio, Felipe le tomó la mano para delante de los comensales pronunciar una petición que sacó los aplausos de los demás, y ella moduló un simple monosílabo. —Bárbara, frente a mis amigos te preguntó: ¿Aceptas casarte conmigo? —Sí —respondió besando a su futuro esposo.
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