Capítulo — Decepciones en la puerta
Mateo había recorrido la ciudad de punta a punta, siguiendo pistas que se volvían humo. Había hablado con Martín pidiéndole la dirección de Julieta pensando que había vuelto a su casa, había preguntado en las calles, y hasta en los rincones menos pensados donde a veces se escuchaba el nombre de Julieta. Nada. Nadie sabía de ella desde hacía meses.
Su último recurso fue golpear la puerta de aquella casa que le revolvía las entrañas: la de su padre.Se enteraron que estaba en prisión domiciliaria hasta recibir su condena .
El timbre sonó, la reja vibró con eco metálico. Un hombre envejecido, con la mirada perdida entre la culpa y la amargura, apareció arrastrando los pies.
—¿Julieta? —preguntó Mateo con voz seca—. ¿Dónde está su hija?
El hombre lo miró
