Capítulo 4

1294 Words
Capítulo 4: Querida Alma  El suave viento soplaba moviendo unos débiles mechones de mi cabello. Estaba sentada en el marco de la ventana abrazando mis piernas, sé que podía bajar y estar con Carmen, pero solo quería estar sola unos minutos. Dentro de poco podría entrar por la puerta ese chico, Alan. Suspiré profundamente, me preocupaba eso de una vida pasada. ¿A quién habré dejado? ¿Por qué siento una inquietud en mi corazón como si algo faltara? Apoyé mi barbilla en mis rodillas cerrando los ojos. Un dulce canto escuché, busqué el causante de tan hermoso sonido. Un pájaro azul como el cielo se detuvo justo a mi lado. Sus plumas eran de un azul claro, azul cielo. Sus ojos negros. Le extendí mi mano lentamente temiendo que se alejara, al contrario, salto a mi dedo siguiendo su canto. Sonreí por eso, al subir mi mano se alejó volando. Mire la puerta queriendo bajar. Volví a tocar el suelo cerrando la ventana, justo cuando iba a abrir me arrepentí, ¿Qué pasa cuando lo vea? ¿Y si espero a que suba por mí? Por favor, no creo que haga eso. Me acerqué al pequeño escritorio. Me dejé caer en la silla de madera, abrí dos gabinetes que tenía. Conseguí unos lápices y una libreta, la abrí viendo las hojas en blanco. Se me ocurrió una idea, recordé en mi mente al pequeño pájaro que había visto hace segundos, tome el lápiz comenzando a garabatear. Mi mano se movía de aquí y allá dando las formas correctas, no me había dado cuenta de que mi corazón latía lentamente tranquilo, mis músculos se habían relajado y mi mente estaba en blanco. Solo miraba la hoja y en pocos segundos ya tenía el pájaro de hace minutos. Lo miré y sonreí por mi excelente trabajo. —Solo falta algo—susurré para mí misma. Le dibujé el fondo, apliqué algunas sombras oscuras, un redondo perfecto y algo de hojas. Volví a levantar la libreta notando que había dibujado al pequeño pájaro en una rama de un árbol en medio de la noche. Abajo caían las hojas convirtiéndose en montañas en el suelo. ¿Habré sido buena dibujante de humana? Hice una mueca. Aún no me acostumbraba a verme como vampira es que…algo me dice que está mal, que yo no pertenezco aquí, que debo salir, escaparme, huir, buscar ese algo que me falta. Lo haría con gusto, pero no sé adónde iría. Algo en mí se puso alerta, escuchaba pasos y voces lejanas. Me levante cerrando la libreta. Me quede quieta intentando escuchar mejor… —No deberías ser así con ella—reconocí la voz de Carmen. Estaba escuchando la conversación del piso de abajo. Me sorprendería de eso, pero no hay momento para andar pensando. —Nadie te mandó a rescatarla hermanito—esa era Marie sin duda. —La chica es muy agradable, créeme, estuve con ella anoche hablando y…—Liliana fue interrumpida. — ¿Hablaste con ella? ¿Qué le dijiste? —algo en mí se movió haciéndome sentir emocionada al escuchar esa voz gruesa y seria. Alan había llegado. ¿Qué hago? Me quedé más estática sin respirar siquiera. —Quería saber sobre nosotros, no podía dejarla más confusa de lo que estaba—se apresuró a decir la amiga de Marie. —Le dijo tu nombre—confesó esta. Por un momento me pareció mala, realmente Marie era algo…extraña. ¿Debía confiar en ella? Corrección: ¿Debía confiar en alguien en esta casa? —Tendrán tiempo de sobra para discutir, ahora deberías subir y verla. Le debes muchas explicaciones Alan—la señora Carmen hablo seria y en tono de orden—No quiero escuchar más quejas, la convertiste, ahora es tu problema. Te estamos ayudando, pero intenta colocar de tu parte. No escuché más. Solo unos pasos subiendo las escaleras, desperté volviendo a la realidad. Alan estaba subiendo a mi cuarto, miré a todos lados buscando que hacer. Miré la libreta de repente, ¿Puedo aparentar que estoy muy concentrada? “Alma respira” me recordé a mí misma. ¿Por qué demonios me pongo nerviosa sabiendo que es un monstruo? Esa sensación de nervios sólo me llevaba a estar emocionada por el simple hecho de que vería su rostro. Esos ojos verdes son inolvidables. El pomo de la puerta estaba girando. A una velocidad que ni yo misma reconocí, volví a sentarme en el marco de la ventana abrazando mis piernas mirando los arboles del bosque. De repente el cielo se volvió en lo más interesante que pude haber visto. La puerta se cerró y… Nada paso. Solo silencio, miré de reojo. Alan me estaba mirando, fijé mi vista al frente de nuevo, si él no diría una palabra pues yo tampoco. El silencio comenzó a hacerse incómodo, escuché sus pasos preguntándome que hacía. No quería mirarlo de nuevo, tomé aire para decir mi primera palabra, debía romper el silencio… — ¿Dibujaste esto? —quise voltear, pero no lo hice. Más bien, sonreí de lado al escucharlo. Asentí sin hablar—Creo que mantienes ese toque de humana. Mi sonrisa se eliminó. “Alma voltea, ¿Por qué demonios no volteas?” — ¿Te gusta dibujar, Alma? —sentí una corriente agradable por todo mi cuerpo al escucharle decir mi nombre. Me encogí de hombros, mi voz había desaparecido por completo, escuché un pequeño golpe en el escritorio. Como si alguien dejara caer algo, ahora los pasos venían a mí. Alan se había recostado de la pared frente a mí. Ahora si tenía que verlo—Es extraño, ¿No? Que un día despiertes, no recuerdes nada y te digan que eres vampiro—su voz se volvió seria. Como el primer día. No dije nada tampoco. Mi expresión era seria y con el ceño fruncido. Escuchándolo atentamente. —Luego que te digan que tienes un amo, que debes obedecerle, que lo más educado que puedes hacer es mirarlo cuando te habla…—giré mi cabeza mirándolo al fin. Sus ojos verdes se encontraron con los míos. Su cuerpo estaba apoyado de la pared por completo, su cabeza recostada de esta. Cabello corto castaño oscuro. Labios algo finos y rellenos, nariz igual a Marie. Definitivamente eran hermanos. Bajé mi mirada por su cuello, era de piel no muy morena. Sus brazos eran musculosos y esa camisa que llevaba dejaba ver su abdomen marcado perfectamente—…Pero también es de mala educación mirarlo tanto. Miré sus ojos de nuevo. Ahí estaba su expresión seria otra vez, ¿Cómo un chico tan guapo como él podía ser un monstruo? Alan era joven, ¿Cuánto tiempo llevara siendo vampiro? — ¿No me dirás nada? —pareció molesto. Lo miré igual, sentía que estaba imitándolo—Pensé que tenías muchas preguntas, según mi hermana y Carmen. Asentí. Eso era cierto. Pero la voz no salía de mi garganta. —Deberías agradecerme, primero que nada. Si no hubiese sido por mi estuvieras realmente muerta. Eso me hizo recordar algo. “Tienes suerte de que te haya encontrado” Eso mismo dijo el primer día. Suspiró frustrado pasando una mano por su cabello. —Muy bien Alma, ¿Quieres hablar de una vez o quieres que te obligue? —se acercó quedando frente a mi rostro. No creo que se le ocurra tocarme o hacerme daño. — ¿Podrías dejar de mirarme así? —hablé al fin. Me felicité por eso, Alan sonrió divertido al escucharme. —Gracias al cielo, pensé que mi presencia te había dejado sin aliento—eso sonó muy arrogante. — ¿Por qué dices que tengo ese toque de humana? —eso era lo que más quería saber. Ladeó la cabeza de lado cruzándose de brazos. —Algunos de nosotros mantienen ese talento de humanos. —Entonces solía dibujar antes de esto—señalé. Asintió— ¿Y mi nombre también es ese toque de humano? — ¿Quieres que lo saque de la basura? —levantó una ceja hablando sarcástico. —Se supone que debes responderme claramente, ¿No? —No. Se supone que tú debes conformarte con lo que te diga, ¿Ok? —eso me molestó—Dame tu mano. Lo miré como si estuviera loco. Él mismo la tomó alejándome de la ventana jalando de mi brazo, me quejé un poco. Me hizo girar sin soltarme, sus ojos verdes me recorrieron de arriba abajo evaluándome. — ¿Qué tanto ves? —Solo veo si perdí mi tiempo convirtiéndote—sonrió de lado—Pero creo que no lo hice…Alma.
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