Capítulo 3: La dura realidad
El agua jalaba de mí hacia abajo, llegaba hasta mi barbilla, tenía un olor dulce, casi suave. No sabía que le había colocado la señora Carmen, las paredes eran de madera. El suelo tenía una cerámica marrón y brillante. En medio estaba la bañera, a un lado para lavarse las manos. Todo estaba tan silencioso que podías quedarte dormido en el agua.
Decidí hundirme un rato, mis ojos estabas cerrados y mi cuerpo relajado completamente. Fui dejando de sentir el agua para sentirme en el aire, gritos de ayuda se escucharon en mi cabeza. Me levante rápidamente respirando agitada.
Estire mi brazo hasta la bata morada colocándomela a la vez que me levantaba. Salí al cuarto consiguiendo mi ropa lista en la cama, esta vez eran las mismas botas negras con unos pantalones café oscuros y una blusa color crema haciendo resaltar mis pechos y mi abdomen. De mangas hasta un poco más debajo de los hombros. No había notado el espejo al lado de mi cama, di dos pasos a él quedando frente a mí misma.
Mis ojos eran grises y brillantes. Parecía el color del agua cristalina brillando a la luz del sol, nariz no muy fina, piel algo morena, labios rellenos rosados, pestañas bien remarcadas y un largo cabello rubio hasta mi cintura entre ondulado y liso. Comencé a vestirme sin dejar de verme al espejo, mi cuerpo no era tan perfecto, era algo delgada, pero tenía curvas en los lugares exactos.
Al secar mi cabello no supe que hacerle, me decidí por una trenza. La puerta se abrió y dejo ver a Carmen con una bandeja de comida.
—Wow, ya estás lista—dejo lo que traía en la mesa—Aquí está el casi desayuno y casi almuerzo.
— ¿Qué hora es? —me acerque a la bandeja. Era una pequeña ensalada de frutas con jugo de naranja y otra jarra de metal.
—Las once y treinta de la mañana—al abrir la jarra y oler me sentí sedienta—Lo traje porque aun te queda por beber unos días más.
— ¿Aún no termina mi “Transformación”? —inquirí sin mirarla. Lleve un pedazo de manzana a mi boca para luego beber un poco de jugo.
—Te quedan cinco días para tu primera casería—la mire rápidamente. ¿Casería?, ¿Debía cazar humanos? —Tranquila, no es tan malo como parece.
— ¿Cuántos años tienes, Carmen?
—Treinta y siente. Soy la mayor de la casa—la mire sorprendida. Rio divertida—Humanamente pero vampíricamente…llevo siete años.
— ¿Te convirtieron a los treinta? —mis ojos casi se salen. Ella sonrió apenas—No quiero vivir eternamente.
—Ese tema lo hablaras con Alan, pero no es tan malo como parece—dio unos pasos hacia mí.
Tome dos pedazos de pera llevándolos a mi boca y tomando todo el jugo de naranja de una sola vez. Allí mismo me serví algo de ese líquido espeso y rojo. Al beberlo mis músculos se relajaron.
— ¿Quién la convirtió, Carmen? —inquirí sin mirarla. Probé otro pedazo más de la ensalada de frutas, bebí un gran trago de sangre.
—Un viejo vampiro que antes vivía en esta casa—escuche un suspiro triste de su parte.
— ¿Era mayor que usted?
—Más o menos…el…diría que era como Alan—pareció dudosa en seguir. Termine la ensalada sirviéndome más sangre—Pero ya no está de nuestro lado así que no cuenta.
La mire al fin bebiendo de mi exquisito líquido, Carmen se veía realmente triste. Era como si le doliera contar esa parte, siquiera hablar de él.
— ¿Cómo que no está de nuestro lado? —me mostré confusa. La trenza que había hecho en mi cabello cayo hacia delante, con un simple movimiento de hombros volvió a caer atrás.
—Hay dos bandos de vampiros por decirlo así. Vampiros de naturaleza y vampiros de ataque.
— ¿Nosotros somos…?
—De naturaleza, cada uno tiene un don—señalo—Alan debe descubrir el tuyo. Algunos tienen el don de manejar el agua, electricidad, fuego, aire, tierra, luz y muy pocos, la oscuridad.
— ¿Pero no somos los mismos? ¿Qué hacen los vampiros de ataque que nosotros no? Ellos se alimentan de personas y supongo que nosotros igual—deje el vaso en la bandeja.
—Mi creador tenía el don de manejar la electricidad, era muy poderoso—sus ojos grises brillaron al hablar así de el—Tenía comunicación con algunos vampiros de ataque…
— ¿Se puede cambiar de posición?
—No realmente, por ejemplo. Alan te convirtió, es un vampiro de naturaleza pues siempre tú lo serás.
— ¿Entonces como él pudo cambiar de bando dejándola sola? —aun no entendía ese punto.
—Benjamín siempre había querido unirse a ellos, decía que un verdadero vampiro lucha con golpes o ataques no con dones defendiéndose—se sentó en el respaldo de la cama cruzada de brazos.
—Entonces…aquellos vampiros al luchar… ¿Usan ataques?
—Creo que su nombre lo dice, Alma.
— ¿Pero porque la dejo? ¿Acaso tu amo tiene el derecho de abandonarte?
—Si—iba a reclamar cuando hablo—Es tu amo, puede hacer lo que quiera contigo. Más bien le debes la vida y…
—Yo no le debo la vida a ese monstruo—aclare molesta.
—Bueno, eso se lo reclamas a él, preciosa—sonrió dulce. Se levantó recogiendo la bandeja.
—Perdone que le haya hablado así Carmen, solo…no me acostumbro.
—Te entiendo, dentro de poco Alan llegara. Más tarde sigo contándote de Benjamín—sonrió de nuevo para luego abrir la puerta y salir.