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Fingiendo amarte

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Blurb

Aurora Williams sólo anhela una cosa: ser feliz junto al amor de su vida, Hunter Smith.

El problema comienza cuando de una manera muy poco usual descubre que Hunter no es el hombre perfecto como ella creía, y que de hecho, ella no era la única novia que él tenía.

¿Qué harías tú? pues, Aurora decide tomar el primer avión con destino a Nueva Zelanda y dejar por un tiempo su vida en California, pensando que esto le ayudaría a superar su ruptura, pero el despecho la pone en una situación complicada cuando decide jugar con un misterioso chico, quien le propone tener una amistad con derechos y fingir una relación en r************* , para así poder superar a su antiguo amor y recuperar su dañado corazón.

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00: El maravilloso Hunter Smith
Para nadie era un secreto que Hunter Smith se había convertido en el amor de mi vida.  ¿Cómo describirlo? Hunter era un chico guapo, carismático, con una personalidad envolvente, muy detallista y además, todo un caballero conmigo, por lo que debería estar loca para no haber perdido la cabeza a causa de su amor.  —Cariño, ¿Deseas pedir algo más?  Alcé la mirada hacia mi novio y negué con la cabeza al ver que él me señalaba la carta del restaurante con su mentón, esperando por mi respuesta. Hunter y yo habíamos cumplido tres años juntos, por lo que él me invitó muy cordialmente a cenar a uno de nuestros restaurantes favoritos a modo de celebración, lo que sin duda era un panorama perfecto para mí.  —Estoy bien con esto, cariño, gracias —le respondí con una sonrisa dulce.  Como siempre que veníamos a comer en este lugar, yo había pedido una gigante hamburguesa con papas fritas y él había optado por una pizza hawaiana, la cual no me parecía nada apetitosa, pero él amaba y yo respetaba su decisión. Tomé el vaso de gaseosa frente a mí y le di un gran sorbo para luego sonreírle a Hunter con una clara señal escondida entre mis labios.  —Supongo que luego de esto iremos por el postre —él me miró con picardía entendiendo a lo que me refería y me guiñó un ojo dándome la razón.  —Por supuesto, mi vida, todo lo que mi reina quiera.  Un cosquilleo se instaló de inmediato en mi entrepierna al escucharlo decir aquello, pues Hunter y yo éramos explosivos cuando había sexo de por medio. Teníamos una química maravillosa y nos entendíamos bien en la cama, lo que definitivamente me volvía loca y reforzaba la idea de que él era el amor de mi vida.  —Entonces ve comiendo rápido, porque se nos hace tarde —musité coqueta y mordí mi labio inferior como acto reflejo.  —Por cierto, te tengo un pequeño regalo —él sonrió tímido y yo me derretí al ver cómo extraía desde el bolsillo interior de su chaqueta un pequeño sobre. Estiré la mano para alcanzarlo y mis cejas se alzaron al ver en el interior.  Era una pequeña tarjeta color rosa que decía que el día de mañana yo tenía una cita en un salón de belleza para cobrar un servicio estético a elección. Me parecía muy tierno de parte de Hunter, porque incluso se había tomado la molestia de personalizar aquella tarjeta con mi nombre y eso era algo que amaba de él, que siempre estaba atento a todos los pequeños detalles, incluso aunque él fuera un famoso periodista que estaba siempre lleno de trabajo en el canal televisivo donde trabajaba.  —Amor, muchas gracias por esto, no tenías que molestarte con ningún regalo —sonreí de oreja a oreja y me alcé un poco por sobre la mesa para dejar un casto beso sobre su frente.  —No me agradezcas, cariño —dijo restándole importancia con un ademán—, es lo mínimo que te mereces de mi parte. La sonrisa que se instaló en mi rostro amenazaba con partir mi rostro en dos partes, pero la verdad es que me sentía tan feliz que no me importaba explotar de alegría y amor en esos momentos.  Terminamos de comer la deliciosa comida que nos prepararon en aquel restaurante y luego de pagar, nos subimos en el automóvil de Hunter y nos fuimos directamente al departamento que compartíamos desde hace unos meses.  Apenas entramos en casa, el juego erótico entre ambos comienza. En un rápido movimiento empujé a Hunter sobre nuestro sillón de terciopelo, haciéndolo caer de espaldas y luego comencé a mover mis caderas lentamente en un baile sensual para provocarlo, a la vez que bajé mi falda y juegue con la parte inferior de mi blusa, como si fuera a sacarla por sobre mi cabeza.  —Ya, muéstrame que traes debajo, bebé —me susurró con la voz ronca, mientras no dejaba de observarme con una mirada felina. Hunter se acomodó en su lugar y tocó su entrepierna para acomodarla, mientras yo no dejaba de jugar y mover mis caderas en lento vaivén. —Como usted lo pida… —musité en un ronroneo.  Abrí mi blusa poco a poco, despojandome de ella con cautela y cuando se expuso el borde de mi brasier, me acerqué a mi novio con lentitud, para luego subirme a horcajadas suyas. Su sonrisa creció al verme sobre él y pude sentir su erección aumentar cada vez más abajo de mi.  —Eres mía, Aurora Williams —afirmó y eso consiguió expandir más el fuego entre mis piernas.  No reproché nada ante su proclamación, pues cómo podría, y sin dudarlo me entregué a él una vez más, en cuerpo y alma. Con una sonrisa en los labios me lancé a su boca y disfruté al máximo de sentir sus labios moverse contra mí, con total fiereza, dejándome caer en aquella nube de Oxitocina que solo Hunter era capaz de provocar.  (...) Al despertar el calor del sol me pegó directo en la cara, provocando que abriera los ojos poco a poco. Una sonrisa tenue se dibujó en mis labios, pues me sentía totalmente descansada y feliz. Además, actualmente estaba en periodo de receso académico, por lo que no tenía que asistir a la Universidad. Luego de abrigarme con una manta, me levanté con muchísima energía y me dirigí a la cocina del departamento que Hunter y yo compartíamos. La sonrisa en mis labios creció aún más al ver que dentro del refrigerador había una bandeja con pastelitos de chocolate y una nota que él había dejado para mí.  “Descansa cariño, te amo. Nos vemos en la noche, estaré en el canal” Hunter siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero sin duda sus acciones me demostraban a diario cuánto me amaba. Me acerqué a los pastelitos y tomé uno para darle una mordida y finalmente descubrí que estaban deliciosos.  Quería aprovechar al máximo mi día, por lo que rápidamente volví a la habitación para vestirme con algo cómodo y tomar la tarjeta de regalo que Hunter me había dado la noche anterior para el salón de belleza. Luego de dejar todo listo, abandoné el departamento y salí a la calle para tomar un taxi que me llevara hasta el lugar donde Hunter había agendado mi cita.  (...) —Sin duda tiene usted mucha suerte —miré a la peluquera y sonreí de medio lado, pues me sentía de ese mismo modo, como la mujer con más suerte en toda California al ser tan consentida por mi novio.  —No puedo negar eso —reconocí dejando salir un suspiro—. Mi novio es un amor.   La amable peluquera, que se llamaba Sigrid, me aconsejó que como mi cabello era de un tono rubio natural lo mejor era hacerme un masaje de hidratación y recortar las puntas maltratadas por el calor. Accedí ante su consejo, pues la verdad no estaba interesada en aplicarme tinturas.  —¿Ey, Sigrid?  Una chica bajita de tez morena se acercó a nosotras y me observó con una extraña mueca en los labios, como si algo en mí la incomodara, cuestión que era ilógica, pues no tenía idea de quién era ella.  —Dime, ¿qué pasa? —preguntó mi amable peluquera, mientras me ponía una especie de túnica negra sobre la ropa, para no arruinarla con los productos. —Pasa que vino otra clienta… —movió sus manos entre sí con nerviosismo—. Quiere aplicarse tintura… —musitó con algo de temblor en la voz. Desvié mi mirada debido a que ya estaba poniéndome algo nerviosa por su extraña actitud.  —¿Y cuál es el problema con eso, Lola? —cuestionó muy confundida Sigrid. Se cruzó de brazos y observó a su compañera sin entender nada.  —No, pues que la traeré aquí —señaló la silla disponible a mi lado.  —Está bien, Lola…  La chica se dio media vuelta para alejarse de nosotras y Sigrid soltó un suspiro agobiado mientras negaba con la cabeza.  —¿Qué ocurre? —pregunté de chismosa con una sonrisa en los labios.  —Nada, es solo que Lola está en proceso de entrenamiento aún.  Asentí en silencio, porque de cualquier forma nada de eso me importaba. Sigrid se alejó un poco de mí y por el espejo pude observar que estaba haciendo una mezcla con varios productos que no conocía, pero confiaba en que ella a diferencia de su compañera sí sabía lo que estaba haciendo.  —¿Entonces si puedo conseguir ese color?  Alcé la mirada y esta vez la chica morena no estaba sola, sino acompañada de una linda rubia.  —Claro, le quedará un tono chocolate tal cual me pidió —respondió Lola muy nerviosa.  —Es un regalo de mi novio, por nuestro cumple mes —mencionó la nueva clienta con mucha ilusión—. Ayer cumplimos seis meses juntos.  —¡Qué dulzura! —chilló Sigrid llegando a mí—. Hoy es el día de las novias, al parecer —me guiñó un ojo con picardía, lo que me hizo reír.  La chica miró a mi peluquera sin entender, y yo le sonreí amablemente para explicarme.  —Mi novio también me obsequió un servicio estético por nuestro tercer aniversario —expliqué.  Lola comenzó a toser desesperadamente, tanto así que se estaba ahogando. Sigrid corrió a buscarle un vaso con agua, y de paso, la arrastró con ella, dejándome a solas con la otra clienta.  —Pues, felicidades por esos tres años —me dijo la con una sonrisa.  Asentí sin más palabras y estaba por tomarme una fotografía para enviársela a Hunter, pero al mirar de reojo a la chica a mi lado mis sentidos se encendieron al ver lo que tenía en sus manos. Me giré lentamente hacia ella y observé que cargaba una tarjeta rosa igual a la mía. La garganta se me secó de inmediato y sentí que me faltaba un poco el aire.  —¿Esa tarjeta…? —pregunté a medias, sin siquiera poder pronunciar una palabra y con el corazón latiendome a mil por hora.  “No, no puede ser posible” —Ah, sí… —ella me la extendió y con manos temblorosas la tomé—. Mi novio la personalizó especialmente para mí.  —Está hermosa… —dije alejando los pensamientos negativos de mi mente y pensando que esto solo era una coincidencia, pero cuando leí lo que decía la tarjeta, todo comenzó a derrumbarse a mi alrededor.  “Felices seis meses, mi vida.  Te ama, Hunter Smith” —Hunter Smith —escupí aquel nombre con asco, llenando mi corazón de odio.  Lola y Sigrid volvieron a nosotras y esta vez ambas tenían aquella mirada nerviosa, lo que en realidad solo hizo que todo se hiciera más real.  —Creo que hay un malentendido… —Lola habló con rapidez al verme con la tarjeta de la otra chica en la mano.  —No, de hecho no lo hay —negué con la cabeza y me puse de pie, mientras me arrancaba aquella túnica que Sigrid me había puesto—. Mira, solo para que sepas, tu novio es una mierda de persona.  La rubia me miró con los ojos abiertos de par en par, sin entender nada de lo que yo decía. Tomé rápidamente mi bolsa y luego la miré con algo de tristeza, pues al parecer ella también había sido engañada por quien yo pensaba era el amor de mi vida.  —¿Qué dices…? —preguntó con confusión. Sus ojos se empañaron con lágrimas, dándome a entender que ya lo había descubierto, al igual que yo.  —Pues no hay mucho que decir, solo que tenemos el mismo novio.  La pobre chica palideció ante mis palabras, pero antes de que yo pudiera decir algo más sentí mis piernas flaquear y como si estuviera en una película, lo vi todo en cámara lenta mientras caía al suelo.  —¡Que alguien llame a la ambulancia! —escuché muy a lo lejos. Cerré los ojos unos segundos y los abrí solo cuando sentí una mano acariciando mi rostro.  La otra novia de Hunter me acariciaba el rostro intentando hacerme volver a la realidad, mientras sus lágrimas corrían libres por sus mejillas.  —¡Hazle respiración boca a boca! —chilló Sigrid.  —¿Yo? —la rubia miró a la peluquera con confusión, como si estuviera hablando estupideces.  —Bueno, creo que comparten la saliva hace mucho… —señaló Lola con inocencia, llevándose un codazo por parte de Sigrid.   Como por arte de magia sus palabras me hicieron volver a la realidad y comencé a reírme como loca mientras la otra novia de Hunter me ayudaba a sentarme sobre el frío suelo de cerámica.  Me reí por varios segundos, mientras todas me miraban como si me hubiera salido un tercer ojos, pero de pronto me detuve abruptamente.  —Ya, ya… —musité—. Iré al hospital y creo que tú también debes ir —me giré hacia la rubia.  —Yo me siento bien.  —Pues creo que necesitamos un exámen de infecciones sexuales.  Ella me miró con los ojos abiertos y su labio inferior comenzó a temblar para después ponerse a llorar como un bebé. Ella se lanzó a mis brazos y me dije a mi misma que bueno, que ya estaba, ahora debía consolar a la otra novia de mi novio mientras pensaba en que él nos había visto la cara de estúpidas todo este tiempo.

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