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1724 Words
La luz era algo molesta en mis ojos, se me había olvidado bajar las persianas anoche. Ya que no pude porque un borracho entró a mi cama y se quedó. Es cierto, el borracho. Miro a mi lado, aun está durmiendo. Sus pestañas negras y largas yacen abajo, el ronquido era un poco ruidoso pero tolerable. Su cabello plateado estaba sobre la almohada. Parecía un ángel dormido. Aunque la realidad era otra. No pude evitar mirar a sus abdominales. ¡Santa mierda! Madre mía, quería tener mi cámara para fotografiarle ahora mismo. Había un six completo con un cinturón de adonis que descendía de las caderas hacia allí, el lugar donde las mujeres son felices. Tragué saliva. Su cuerpo se movió, estaba por despertarse. Cerré los ojos y traté de que su presencia de adonis no me afectara. Pensé en unicornios y girasoles. Escuché un gruñido, seguido de una majadería. —Mierda. —su cuerpo se movió y sentí que se levantaba. Escuché algo abrirse, así que imaginé que había tomado mi suero, esperaba que solo uno y no los dos que traje anoche de la cocina. —¿Qué rayos? —apenas se daba cuenta que estaba a su lado. Mira que necesitabas ser ciego para apenas darte cuenta que hay un cuerpo a tu lado. Que insensible. Lo odiaba un poquito más. Era hora de que me despertara de mi sueño falso. Bostecé y abrí los ojos. Fingí sorpresa y me senté en la cama. —¿Qué rayos? —pero la sorpresa pasó a ser coraje. —¿Te has tomado mis dos sueros? c*****o. —En la etiqueta no decía tu nombre. Me senté más erguida. —Los había traído anoche de la cocina, porque no iba a quedar ninguno para hoy en la mañana. —Tenía sed. —Fue su excusa. —¿Además que haces en mi cama? —abrí la boca para empezar a decir majaderías. —¿Tu cama? ¿estas seguro que es tu cama? Porque de que yo recuerde, tu viniste anoche a mi puerta y te metiste en mi cama. Frunció el ceño. —¿Yo? ¿A tu cama? Estarás soñando, bizcocho. Pero no lo creo. —No lo soñé. Eso fue lo que hiciste, c*****o. No fue suficiente que te metieras a mi cama, si no también que te bebieras mis dos sueros para mi resaca. —No recuerdo nada de eso. —¿Enserio? ¿Recuerdas que me culpaste por estar en la fiesta? Dijiste que habías venido por mí ¿también se te olvidó eso? —sus mejillas se sonrojaron. Su cuerpo se tensó. —¿Hice eso? —asentí. Estaba muy sedienta. Se pasó una mano por su cabello alborotándolo y haciendo que sus bíceps se contrajeran. ¡Santos aliens! Saquen a este adonis de mi cama, porque si no voy a pecar, ahora mismo. —Creo que iré por otro suero, estoy sedienta. —tragué mi saliva y pasé mi lengua por mis labios. Corrí escaleras abajo como si el diablo me persiguiera. Pude llegar a tiempo, antes de que los pocos que se quedaron viniera por los últimos sueros. Subí de nuevo a mi recamara, pero antes pasé a ver a Judas para dejarle un suero, iba a abrir la puerta cuando escuché gemidos. Me detuve. Estaba echando un polvo con un pibe. Volví a mi recamara, Dante ya no estaba en la cama. Fue un alivio y a la vez algo triste. Dejé un suero en la mesa y me bebí el otro. Me quité el pijama para ir a la ducha, cuando escuché la puerta del baño abrirse. ¡Por todos los bebes aliens! Dante iba con solo una toalla enrollada en su cadera, su cabello estaba húmedo y alborotado. Había gotas en su piel que me hacían flipar. Ostias. Su mirada conectó con la mía y ambos vimos nuestras miradas de hambre. Había lujuria y deseo. Sus ojos llamearon al recorrer mi cuerpo lentamente. Llevaba puesto un sostén y bragas de encaje verde con n***o. Mi cuerpo reconoció todo en él. Mi centro se sintió húmedo y mi garganta se puso seca, aunque había tomado un suero. Creo que necesitaba tomarme el otro. —Creí que te habías ido. —dije con la voz inestable. —No. Estaba duchándome. —sabía que también lo había afectado. Lo escuché en su voz ronca, no era la única que sufría. —Yo iba a hacer lo mismo. —caminé lo que pudo permitirme mis piernas sin caer a su lado, sentía que me temblaban. ¿Por qué ahora? Su brazo me detuvo, una vez que rocé con él. Sentí una energía electrizante que hizo que nuestras respiraciones se alteraran. —Natalia. —Mi nombre fue más un gemido en sus labios. —¿Sí? —mordí mis labios para evitar decir otra palabra de lo cual mi mente no fuera consciente. Mi pecho estaba agitado. —Te deseo. —su voz estaba entrecortada. —Te deseo mucho, ahora mismo. —Dante, —Sonó más a suplica. —Yo igual. Este chico había sacado mi lado lujurioso, no había sentido nada como esto antes. Lo deseaba, le anhelaba. Mi cuerpo pedía ser tocado por él. Sus manos fueron a mis caderas y me atrajeron a su cuerpo, pude sentir su dureza contra mi vientre y eso me arrancó un suspiro. Besó mi coronilla y sus labios fueron bajando a mi mejilla, cuello y después pechos. Con cada beso, era una tortura para mí. Nos llevó a la cama. Y me besó furtivamente con pasión, mientras sus manos viajaban a mis pechos, masajeándoles, con la otra mano viajó a mi centro húmedo donde lo acarició sobre la fina tela, me arrancó otro gemido e instintivamente mis piernas se abrieron. Pronto estaba jugando con mi cuerpo, tocando los pechos y mi centro al mismo tiempo, y yo se lo agradecía. Judas tendrá que perdonarme, pero estas sensaciones no tenían precio. La mano de Dante era tan ágil. Quitó mi sostén haciendo que resaltaran mis pezones en sus manos, después fue con mis bragas. Lo hizo tan lento y audaz, que no perdimos la conexión en la mirada hasta que él la bajó para ver mi centro. Demonios, se veía tan sexy cuando esos ojos eran llamas. Se lamió los labios y eso me hizo sentir más humedad. Sus labios bajaron por mis piernas y después por mi vientre, jugando con mi incertidumbre hasta que bajó al centro. Su lengua lamió mis labios suavemente, e hizo introducirla, lo cual me ganó al gemir de placer. Subió de nuevo a mis pechos y los chupó para después mordisquearlos, a mis lados sujeté las sábanas. Él era demasiado bueno en esto, se separó de mí para que lo pudiera ver quitarse la toalla en sus caderas, con una sola mano hizo que me derritiera más. Su m*****o quedó a la vista, estaba erecto y de buen tamaño. Tragué saliva, y sentí con urgencia que lo introdujera. —Dante, —supliqué con deseo. Sacudió la cabeza. —Todavía, bizcocho. Tomó su m*****o en su mano derecha y lo masajeó delante de mí. Sus ojos se cerraron y vi placer en sus gemidos. Cuando los abrió había más hambre. Lo puso en mi entrada y lo llevó hacia arriba abajo, tan solo sentirlo me hizo gemir de placer. Lo quería dentro de mí. Su boca fue a mis labios en un beso urgente, para que con sus manos jugara con mis areolas. Sus dedos hacia movimientos en círculos, mi cuerpo se estremeció, su lengua bajó a mis pliegues y comió hasta saciarse. Sentí como una sensación más allá de placer explotaba en mí, mis piernas temblaban, todo en mí lo hacía. Ahora suplantó sus labios por sus manos, estaba aun sensible pero no le importó e hizo círculos en mi clítoris, introdujo dos dedos, los metía y sacaba a la velocidad más rápida que podían sus manos. Otro electrificante orgasmo llegó a mí, mi cuerpo estaba sudado, queriendo más. —Te quiero dentro de mí. —Supliqué, asintió. Se colocó entre mis piernas y de un empujón metió su m*****o en mi centro. Calló mi grito en un beso. Sus ritmos comenzaron a ser duros y urgidos, sus manos nunca dejaron mi piel y pechos. Sus ojos y labios denotaban placer, justo después de venirme, él se vino sacando su m*****o y derramando semen en mi abdomen. Dejó escapar un gemido placentero. —Que rico. —murmuró. Estaba de acuerdo con él. Se colocó de nuevo en la misma posición, pero ahora me preguntó. —¿te importaría si intentamos la posición del cuatro? —su pregunta me sorprendió. No era experta en el sexo. Había perdido mi virginidad hace algún tiempo en la secundaria, y nunca experimenté nuevas posiciones con mi entonces novio. Pero ahora viendo a Dante, no me importaría en lo absoluto. Asentí. —Es la primera vez que lo haré.  —ternura llenó sus ojos. Me sonrió. —No te preocupes, cuidaré de ti. No seré rudo, si no quieres —sonrió. Me puse en la posición que quería, y sentí como me ruborizaba. Era una posición que me hacia ver vulnerable. Alejé mi mojigatez a un lado y me centré en el deseo que quería a Dante otra vez dentro de mí. Sentí como su m*****o jugaba mi centro, hasta que lo introdujo todo. Esta vez sentí más profundidad ¿es por eso que a los chicos les gustaba esta posición? Ahora entendía, era una sensación maravillosa. Escuchaba el ruido de nuestras pieles chocando con cada empuje que me daba. Sus manos tenían sujetas mis caderas e iba acelerando con cada embestida, sentí como me golpeó en el trasero una vez. En otra ocasión habría sentido coraje, pero justo en la posición que nos encontrábamos sentí lujuria y que me azotara más. Quería más. Así que lo hizo. Me nalgueaba con cada embestida hasta que se vino fuera de mí, nuevamente. Sentí en mi espalda la sustancia caliente y ver como me limpiaba. Nuestros cuerpos se desplomaron a cada lado de uno en la cama desnudos. —Esto fue sensacional. —Me encantas, Natalia. —estaba acostada sobre su brazo izquierdo, bajó sus labios y me besó la coronilla. —No me dejes. —No lo haré, Dante.  
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