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2493 Words
Días después…   Cuando hablé con Azael, y dejé en claro que no iba a querer nada en ese momento. Me respondió que iba a esperarme el tiempo que fuera necesario, que me iba a dar mi espacio. Esas palabras no le duraron mucho, cuando fui a cenar con Judas y me lo encontré allí con otra chica sonriendo, parecían ser cercanos porque los miré besarse. Él me vio cuando me iba, solo le di una sonrisa sardónica. Que rápido cambian las personas por otras. Los sentimientos que decía tener por mí, no fueron nada mas que lujurias pasajeras. No puedo negar que sentí mi pecho oprimirse, porque había sido mi Crush por años, le tenía un cariño especial. Y lo que acababa de presenciar lo sentí como una puñalada, como si estuviera poniéndome los cuernos, aunque en realidad no éramos nada, solo amigos. Pero creo que ni eso éramos. Judas me dijo que fuéramos a beber. Ahora entiendo que a los hombres solo hay que creerles cuando hacen las cosas, y no cuando las dicen. Porque mira que sorpresa me llevé, Azael se cayó de mi pedestal y quedó destruido. Había perdido a Dante y ahora a Azael, bueno es que en realidad no los perdí, porque nunca fueron míos. Reí como histérica. Ya estaba al borde de la locura, que fastidio. *** Dante no me saludaba y mucho menos me dirigía la mirada. Era obvio que me odiaba.                            Y creo que era lo mejor. No podía lidiar con él justo ahora, ya que se acercaba la fecha del juzgado. Aunque estaba decidida a no ir, no podía impedir que mis pensamientos se fueran allí, a esa burbuja del pasado que me fastidiaba diciéndome que, si no iba, la chica podría perder la batalla de encarcelarlo. No era justo, pero tampoco era justo que cuando yo necesitaba esa ayuda, nadie me la dio. —¿En qué piensas? —Judas bebe de su segunda malteada. Tiene los labios manchados de crema batida. —Nada. —No me engañas ¿Qué traes entre manos? Dejo escapar un suspiro. —Mi vida se ha vuelto un caos, Judas. Mis pensamientos son pesimistas y depresivos. Siento que estoy cayendo en depresión y ansiedad. Ya no sé cuál es mi propósito aquí. Cuando llegué lo supe, pero ahora ya no se que camino tomar o si mis decisiones en realidad son las mejores para mi persona. Sentí un nudo en mi garganta, quería llorar de coraje. Pero no me lo permití, yo no lloro en público. Nunca lo he hecho, y menos ahora. Judas se levantó de su silla y fue conmigo. Me abrazó, creí que me iba a derrumbar, pero en realidad me dio más fuerza para no hacerlo. —Eres la persona más fuerte que he conocido en mi vida, hasta ahora. Se que puedes estar pasándola mal, pero que nada ni nadie te impida alcanzar tus objetivos, cariño. Nadie merece esas lágrimas y tu caída. Nadie. —sus manos se posicionan a cada lado de mi rostro para que lo mirase fijamente. —Prométeme que nunca vas a dejar que ninguna persona influya en ti, para que te sientas tan miserable como ahora. Nunca. Eché el nudo que estaba en mi garganta hacia el fondo. —Te lo prometo, corazón. —Esa es mi chica, te amo. —Yo más. Solo necesitaba escuchar eso de mi mejor amigo. Pronto sentí un alivio caer de mi espalda y pecho. Me sentía mucho mejor. Volví a levantar las paredes que me protegían, nadie iba a volver a hacerme sentir vulnerable. Nadie.   ***   Había otro encabezado en la página de chismes de la escuela. Esta vez era sobre una chica siendo exhibida de que era infiel. Hasta había fotos y capturas. Pobre chico, la debe estar pasándola mal. Pero, en fin, no es de mi incumbencia. Con el paso de las semanas, sentí que volvía a mi rumbo habitual. Que todo volvía a ser normal a mi alrededor, Azael intentó hablarme de nuevo, pero le dije que no era necesario más mentiras y que dejara de hablarme o tan siquiera mirar en mi dirección. Con Dante, era otro tema. De hecho, ni siquiera me miraba en todos estos días, sentía como mi pecho se oprimía cada vez que evitaba mi mirada. Mamá no volvió a molestar con el tema de México. Todo estaba mejor o eso creía. —Vamos a mi casa por unos tragos, es fin de curso. Este finde no trabajas ¿verdad? —Judas llevaba planeando esto desde hace días. Llegamos al día finales de exámenes y con ello del curso. Por lo cual, había preparado una fiesta en su casa, invitó a todos sus conocidos y eso significa casi todo el instituto. En fin, era Judas ¿quién no lo conocía? —No, pedí permiso para poder estudiar mis exámenes. —Entonces, te voy a secuestrar este finde. —Tienes que hablar con mamá. —No será impedimento, tu madre me ama. —Lo sé —reí. No fue difícil convencer a mamá. Ella sabía que me había esforzado mucho estudiando. Y también le gustaba que me divirtiera de vez en cuando. Confiaba en que Judas iba a cuidarme. Tomé lo necesario para pasar un fin de semana con Judas en su casa, y claro tenía que llevar traje de baño. tenía una alberca muy cool. Había estado tomando clases de natación con Judas, y aprendí al menos a no morir ahogada de nuevo. No era una profesional, pero iba a mejorar con el tiempo de práctica. Cuando me instalé, fui directo a la alberca. En unas horas iban a llegar los invitados, pero yo ya estaba disfrutando de esta agua tan cálida y refrescante a la vez. Judas estaba a mi lado en un unicornio montado, tomando su margarita. —¿Podéis ser más chulo que el unicornio? —Apunté la cámara hacia él y lo capturé. —No puedo ser mas bello, es lo máximo que los dioses griegos han traído a esta tierra, amor. —volvió a posar. La cámara lo amaba, y yo también. —Eso es verdad. ¡Eres perfecto! Rio a carcajadas. Le pedimos a una de sus empleadas que nos tomaran unas fotos en el unicornio. No eran malas respecto a profesionalismo de toma de ángulos, pero las fotos eran respetables. Perdí la cuenta de las margaritas que tomé, porque para cuando me di cuenta ya estaba bailando con Judas, y había algunos invitados. Pedimos pizza para todos, estaba hambrienta cuando llegó, así que corrí por mi caja y la llevé con Judas y no las comimos toda. Me sentía algo ebria, así que decidí ir al baño. Por si al caso, necesitaba desechar todo de nuevo. No quería hacer un show aquí mismo. Me miré al espejo, estaba un poco roja por el alcohol, el cabello algo alborotado y medio seco, traté de arreglarlo, pero no hice mucho. Me veía un poco presentable, o eso creía yo. Abrí la puerta y fui a la cocina por un suero, para que se me bajara un poco el alcohol. Sentí como poco a poco mi cuerpo me lo agradecía, así mañana no iba a estar tan deshidratada. —Parece que te estas divirtiendo, —esa voz. Esa bendita voz hizo que mis entrañas se hicieran gelatina. Cierro los ojos y bebo más de mi suero, hago como si no escuché nada, yo me encuentro de espaldas. —¿Ahora eres sorda? —maldita sea ¿por qué me habla ahora? Me ha estado evitando todo este tiempo. Termino mi suero y lo enfrento. —¿Me decías algo? —sonrío inocentemente. Él solo ladea una sonrisa, y alza las cejas. —Si, de hecho, estaba tratando de hacer una conversación contigo. —¿Enserio? No me di cuenta. ¿Por qué estoy tan enojada con él? Debería ser, al contrario, pero su rechazo igual me hirió. —Natalia, ¿Cómo haz estado? —mal, últimamente me sentía como la mierda. Tu rechazo me afectó más de lo que pensé, tenía sentimientos por ti que no iba a decirte. Pero decidí no decirle nada de eso. —Bien, mi vida va de maravilla, Dante. Gracias por preguntar. —Sonrío. —¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? ¿Cómo va tu vida de chico solitario y misterioso? —puse toda la fuerza para que sonara sarcástica. Hice buen trabajo porque hizo una mueca. —Para ser sincero, no me va bien. —No esperaba esa respuesta. Así que mi rostro baja todo camuflaje y siento que debo ir a abrazarlo, consolarle, pero me retribuyo de que no. No es mi asunto. Levanto los muros de protección de nuevo. —¿Enserio? Lo siento, —intento darle apoyo con mis palabras. —¿Puedo ayudarte con algo? Sacude la cabeza. —No te preocupes, lo arreglaré. —Sonríe, pero no llega a sus ojos. Avanzo un paso, pero me detengo, no puedo abrazarlo. Todo en lo que has trabajado se vendrá al caño. Necesitas ser más inteligente que él. Judas me salvó, porque me llamó en ese instante. —Lo siento, tengo que irme. —Si ve. Nos estamos viendo. Con eso me largué antes de que cayera en su hechizo de mago. “El hechicero Dante”, no suena mal en mi cabeza. Tenía que estar lejos de él para no caer en su juego. Eso es lo que haría. —¿Qué estabas haciendo con Dante? —el interrogatorio de Judas comenzaba. —Nada. Se acercó a mi para saludar. Solo eso. —Parecía que ibas a amamantarlo. Ese hombre es un peligro para ti. —No iba a hacer nada. Solo me dijo que estaba pasándola mal y quería darle un abrazo, pero gracias a ti no lo hice. Me has salvado de caer en su hechizo. —Por lo mismo lo hice. Ese acto parecía s******o. Así que agradéceme —¿les he dicho que amo a mi amigo? Me abalancé en un abrazo y reí junto a él. —Te dije que iba a cuidar de ti, esta noche. No iba a dejar que te le aventaras tan fácil a él. Te ignoró por semanas, cariño. —Lo sé. De todas formas, no estaba dejándole el camino fácil y la puerta abierta. —Eso espero. Me decepcionaría mucho que dejaras atrás todo lo que te hizo por unas simples palabras y carita de cachorro apaleado. —No lo haré, amor. Fuimos de nuevo por otros mojitos y nos metimos a la alberca, ya para entonces estaba llena. Entre ratos veía a Dante mirándome o bebiendo algo. Al paso que iba terminaría ebrio. —Me siento cansada, quiero ir a la cama. —Había pasado varias horas de que la mayor parte de los invitados se había ido, quedaban unos cuantos en la alberca y otros en el jardín. —Está bien, ve a la cama. Te seguiré más adelante. Acabo de hacer conexión con alguien majo. —Va, cuídate. Le aventé un beso en el aire y salí del agua. Subí a mi recamara y me di una ducha para quitar el agua de la alberca, me cambié a un pijama de pantalones cortos y blusa de seda color rojo, encima me puse una bata del mismo material, porque se me había olvidado ir por un suero para mañana que me levantara con dolor de cabeza o algo parecido. Bajo a la cocina, y tomo dos por si al caso. Cuando estoy por abrir la puerta de mi recamara, la voz de Dante me detiene. —¿Ya te vas a la cama? —¿Qué haces aquí? —Subí, porque te vi. —¿Y entonces? —Estaba curioso por qué te habías ido tan temprano de la fiesta. —Se acerca y puedo oler su aliento, está ebrio. Sus ojos están rojos, apenas y puede sostenerse en pie. —Estoy cansada, estuve en la alberca desde hace horas. Frunce el ceño. —Es cierto. ¿Cómo lo hiciste? No sabias nadar. Casi te ahogas la última vez que estuviste en una —suelta una risita burlona. Pongo los ojos en blanco. —¿Por eso estas aquí? —sueno molesta. De hecho, me ha cabreado. —Para burlarte de mí. Su semblante cambia. —No. —Pone su mano izquierda para sostenerse de no caer al suelo. —Estoy aquí por ti. He venido a esta fiesta por ti. Pero ahora te vas a dormir. —¿Por mí? Yo no te invité. —Vine porque sabía que ibas a estar aquí. Es la casa de tu mejor amigo. Demonios, que sí. ¿si no dónde? —eructó. —Perdón. Estoy algo ebrio. —Ya me di cuenta. Deberías ir a dormir, también. Sacude la cabeza. —No. —Apenas y puedes sostenerte en pie, Dante. Ve a una de las habitaciones que tiene Judas, vamos. Te llevaré. —sacude la cabeza. —Dormiré aquí. —Señala mi habitación. —¿Qué? ¡No! Esta es mi habitación. Camina hacia la puerta, y la abre. —Quiero dormir aquí. —No, Dante. Yo dormiré aquí. No puedes dormir en esta cama. —No me escucha, ya está quitándose la playera y los jeans ¿Qué demonios? Solo puede quitarse la playera porque los pantalones son un ejercicio difícil de hacer cuando esta ebrio. Casi se cae quitándose la playera. Mierda. ¿Qué hago con un borracho en mi habitación? —Dante, necesitas irte de aquí. Es mi habitación. Ve y consigue la tuya. Se tiró a la cama, con el pantalón y los zapatos aun puestos. Por lo visto, fue de los pocos que no se metieron a la alberca. —Dante, levántate. Es mi cama, voy a dormir aquí. —lo moví, pero parecía muerto. Pesaba más de lo que se veía. —No me hagas golpearte. —no respondió. Lo golpeé, solo hizo sonidos raros. Se dio vuelta en la cama dejando su trasero a mi vista. Mis mejillas se ruborizaron. ¿Qué mierda voy hacer con él en mi cama? Me di por rendida. Fui a cerrar la puerta con seguro para que ningún otro borracho entrara a dormir a mi cama, ya tenia con este. ¿y donde iba a dormir? No íbamos a dormir en la misma cama, pero tampoco quería dormir en el sofá. Iba a ser incómodo. ¿Y si lo empujaba al suelo? Sacudí al cabeza, eso seria cruel de mi parte. Tal vez lo lastimaría si lo aventaba tan fuerte. Desestimé esa opción. Traté de empujarlo al otro extremo de la cama e hice un espacio para mí, uno muy pequeño, porque el Sr. Hechicero estaba acostado como si abrazara a la cama misma, que fastidio de chico, hasta duerme como niño pequeño. Me cubrí con el cobertor y traté de dormir, pero era imposible teniendo a un adonis a mi lado. 
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