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(+18) El Pecado de Amarte

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El padre Mónaco está en medio del caos cuando una chica de su pasado mundano le presenta a su propia hija. Tempesty ha quedado expuesta al mundo y a su padre cuando Natalia la dejó en la iglesia. Ahora él debe resolver este lío antes de que el mundo se entere y su vida se exponga.

Necesita una niñera, alguien que cuide de la niña en lo que él descubre qué carajos hacer. Y Marie será la mujer perfecta para el trabajo.

HISTORIA ORIGINAL Y CON CONTENIDO FUERTE PARA MAYORES DE 18 AÑOS DE EDAD. LEER BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD.

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SINOPSIS Y PRÓLOGO
El padre Mónaco está en medio del caos cuando una chica de su pasado mundano le presenta a su propia hija. Tempesty ha quedado expuesta al mundo y a su padre cuando Natalia la dejó en la iglesia. Ahora él debe resolver este lío antes de que el mundo se entere y su vida se exponga. Necesita una niñera, alguien que cuide de la niña en lo que él descubre qué carajos hacer. Y Marie será la mujer perfecta para el trabajo. HISTORIA ORIGINAL Y CON CONTENIDO FUERTE PARA MAYORES DE 18 AÑOS DE EDAD. LEER BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD. ESTA HISTORIA NO BUSCA OFENDER A NADIE, NI CREENCIAS, NI RELIGIONES, SI SIMPLEMENTE NO ES LO TUYO, SIGUE BUSCANDO ALGO VAINILLA PARA LEER. . . . . -Y por eso, hermanos, amarnos a nosotros mismos así como unos a los otros, esa es la orden divina de nuestro padre y la que más debemos obedecer- Mónaco sonrió mientras daba la homilía- En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. -Amén- oyó el coro de voces de sus fieles devotos a la iglesia. Se alejó hacia la oficina quitándose la sotana. Hacía mucho calor en julio. Pero sorprendido encontró al diácono esperándolo junto a la repisa en donde descansaba su biblia. -Diácono- le saludó y el hombre canoso le sonrió un poco. -Padre Mónaco, una mujer lo espera en la oficina- él frunció el ceño- Tiene quince minutos esperando y se ve muy impaciente. -¿Quién podrá ser?- preguntó en voz alta y sonrió al hombre mayor- Muchas gracias por dar aviso, hermano. Salió en dirección a la oficina de la iglesia, a la suya particularmente. Cruzó junto a la de la secretaría y al entrar vio a una chica de espaldas. -Hija, dijeron que me esperaba y lamento la demora, pero era la misa de las seis de la tarde- explicó con una sonrisa. La chica se volteó con una mueca sarcástica. -¿Hija?¿En serio?- se burló. Él parpadeó sorprendido. La recordaba muy bien. Miró a sus brazos, tenía un niño en ellos- ¿Qué pasa, no dirás nada?Padrecito- se burló. -Natalia, ¿Qué haces aquí?- fue lo primero que dijo y la trigueña se rió de nuevo, amargamente. Estaba más delgada que la última y única vez que se vieron, tenía ojeras y el cabello sucio. -A mi también me da gusto verte, Mónaco- dijo irónica- No pensé que después de nuestro encuentro hubieses seguido con la idea de ser cura. -Siempre fue mi vocación- se defendió pero no podía dejar de ver al bebé dormido en sus brazos. ¿Sería una niña o un niño? Estaba tan arropado que no podía diferenciarlo. -Ya veo. Eso no parecía en nuestro viaje- dijo sonriente y él tragó grueso. -Era ingenuo, aún no entregaba mi corazón cien por cien a la iglesia, Natalia- explicó con voz suave- ¿Qué ha sido de ti?¿Y… Y del padre?- señaló al bebé y ella bufó. Su pañalera descansaba en el suelo cuando se puso de pie. -Mi vida se fue a la mierda, eso pasó- dijo con rudeza- Dejé la universidad, perdí el lugar que tenía en mi familia luego de salir embarazada y todo ha ido de mal en peor. Por eso estoy aquí- ella se levantó y recostó a la bebé, ahora veía que era niña, sobre el sofá largo y oscuro y se giró. En efecto, estaba mucho más delgada. -¿Estás...Usando drogas?- preguntó confundido Mónaco y ella blanqueó los ojos. -Sí, Mon, lo hago- afirmó con el viejo apodo que le había puesto en su breve relación. Ella y él habían hecho un viaje espiritual juntos luego de un fugaz flechazo en el que terminaron robando una van sucia y lodosa y recorrieron juntos tres estados. Quince días para recordar, en su cabeza, sus tiempos rebeldes, antes de entregarse completamente al señor, hacía dos años y medio de eso o un poco más quizás. -¿Cómo se llama?- preguntó él señalando a la niña dormida, intentando cambiar de tema y que ella no siguiera tan molesta. -Su nombre es Tempesty- él frunció el ceño. -¿La llamaste así? -Así es- ella la miró- Es lo que es. -Oye, no digas eso, es tu hija- le recordó y ella se rió amargamente. -Y qué curioso que seas tú el que me diga eso. -¿Eh?- Mónaco no entendía por qué su viejo amor venía a perturbar su tranquilidad con esto- ¿Necesitas ayuda, Natalia? La iglesia puede ayudarte, tenemos un grupo de colaboración para mujeres. -No, no necesito ayuda- dijo ella amargamente- Pero tú sí- miró a su hija- Y ella. Natalia caminó hacia la puerta y Mónaco la siguió confundido. -¿De qué hablas, Natalia?- la persiguió y ella lo miró desesperada. -¡Qué no puedo más!¡Estoy harta!- gritó- ¡Es tu hija, Mónaco!¡Quédate con ella porque yo no puedo más!- él se paralizó. No podía ser cierto. Miró a la niña sin moverse, no podía ser su hija. -¿Qué? No…. No es cierto- dijo con seguridad y ella, con la cara sucia debido a las lágrimas, le contestó: -¡Piensa lo que te de la maldita gana, hermano! Yo me largo- dijo limpiándose con brusquedad usando la manga de su suéter sucio- Es demasiado para mí. La amo pero no puedo cuidar ni de mi misma. -No es mi hija- repitió Mónaco y ella sorbió su nariz. -Cuídala. Dale lo que yo no pude, Mónaco. Y dile que la amé mucho- ella se dio la vuelta y salió corriendo. Él la persiguió. -¡NO!¡DETENTE!- gritó saliendo de la iglesia tras ella, llamando la atención de varios presentes en el estacionamiento- ¡NO, NATALIA!- le gritó pero era muy tarde, se había alejado demasiado. -¿Padre, está bien?- escuchó a una voz preguntarle pero él no podía pensar. Estaba bloqueado. ¿Una hija?¿Un sacerdote con una hija? No podía ser...Tenía que haber un error. Miró al cielo desesperado en busca de una respuesta y lo que recibió fue un sonoro trueno. Una torrencial lluvia caería pronto. . . . . > Mientras ayudaba a la niña a terminar de comer rápidamente una agitada jovencita se acercó a él. Mónaco la veía como una adolescente aunque, a decir verdad, tenía un muy buen cuerpo, más era su cara que le daba cierto aspecto de infantilismo muy particular. Tenía el cabello rubio cenizo, liso y largo hasta la mitad de su espalda partido a la mitad por una línea recta, sus ojos eran color miel, sus cejas y pestañas pobladas y naturales. A leguas se veía que no llevaba maquillaje, por lo tanto sus labios tenían que ser así de rosa o quizás un poco más, si no estuviese tan debilitada aquel día. Se acomodó un mechón de cabello suelto tras su oreja y sosteniendo su mochila con una nerviosa mano miró al hombre frente a ella que no podía tener más de 28 años y que sin duda tenía un muy buen aspecto, pero no era eso lo que a ella le importaba, sino el empleo. -Hola, soy Marie, lamento haber llegado tarde, usted está haciendo la entrevista para el puesto de niñera y yo sé que me veo joven, tengo la mayoría de edad, pero cuento con experiencia, he cuidado niños desde hace unos años y me va bien. Puedo darle números de referencia si--- Ella estaba pálida y sudorosa. Mónaco se puso de pie y por impulso sostuvo su antebrazo.<

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