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1182 Words
Papas como León IX y Gregorio VII temían por la "degradación moral" del clero. De modo que el celibato acabaría instituido en los dos concilios de Letrán: El primero, en 1123, y el segundo en 1139. A partir de los concilios, quedó decretado que los clérigos no podrían casarse o relacionarse con concubinas. . . . . . Febrero 2017 Mónaco la conoció en una biblioteca comunitaria. Era sonriente y fresca, divina como una brisa de verano. Natalia lo vio como un hombre guapo, sonriente y demasiado divertido. Le gustaba salir a la playa y disfrutar de las estrellas, ¿Dónde carajos se conseguía eso en estos tiempos? -Quiero ser tuya, Mónaco- le susurró en el oído. Se sentía un poco apenada, dado el hecho que él siempre era tan correcto. Era la quinta cita y aunque Natalia se sentía lista para tener sexo, él tragó grueso. No había estado con ninguna mujer en su vida.  -Es...Es muy pronto, Nati- dijo él acariciando su rostro- También lo quiero pero… ¿No crees que vamos muy rápido? Ella sonrió, era tan tierno. Estaban en la azotea del departamento de su padre. Su madrastra y él tenían sexo así que ellos disfrutaban del cielo nocturno, habían pedido comida china y disfrutaban de charlar.  -¿Rápido? -repitió asombrada- Mónaco…- ella se rió y buscó sus labios, él se dejó llevar. Era hermosa y vaya que le gustaba, pero en su mente tenía una idea de lo que quería hacer con su vida y era un camino distinto, aunque no estaba muy seguro de cuál era su rumbo real. Mónaco se tumbó de espaldas sobre la sábana que habían llevado como mantel, el techo le servía como piso mientras su lengua y la de Natalia jugaban sin parar, sentía una erección formándose en su pantalón y en lugar de hacerla apartar, ella se restregó contra él, con su short de tela rosa y su camiseta color salmón la cual se quitó apartando su boca de él. -Tengo muchas ganas en serio- admitió Natalia mientras él veía con asombro su brasier n***o. -Nati…- ella se lo quitó y lo lanzó contra la camiseta, sus pechos pequeños quedaron expuestos y ella tomó la mano de Mónaco cerrándola sobre uno. Se sentía extraño contra su mano pero él puso la otra, recordaba algo de las películas pornográficas y los apretó masajeandolos. Natalia cerró los ojos y acercó más su entrepierna al bulto que empezaba a doler. Se inclinó sobre los labios de su novio. -¿No me deseas?- le preguntó besando su cuello, Mónaco no sabía cómo responder, no porque no quisiera, sino porque no encontraba su voz.  Ella aprovechó su silencio para abrir los botones de su camisa de cuadros, exponiendo su abdomen el cual lamió. El chico restregó su cara con las manos sintiendo una enorme presión en sus bóxers. Natalia abrió sus pantalones y de un momento a otro su pene estaba en su boca. Mónaco no sabía cómo pero su respiración empezaba a complicarse, mordió su labio inferior cuando ella introdujo su venoso y grueso pene en su boca, él tragó grueso cuando el ritmo constante comenzó y los ruidos de succión se hicieron notar. Natalia lo masturbó con ambas manos tomando aire. -No pensé que fuese tan grande- admitió con lágrimas en los ojos. Él la miró asustado. -¿Estás bien?- ella sonrió. -Sólo mírame, mi amor- pidió metiendo todo el pene a su boca sin despegar la mirada de la suya, él frunció de deseo y sintió que se correría, no era tonto, se había masturbado varias veces en su vida, y se sentía exactamente como eso. -Para, para- pidió a Natalia quien sacó el falo de su boca divertida y fue más suave. No sabía que era su primera vez, y él tampoco se lo diría. La chica se quitó el short y el tanga, él por primera vez veía una v****a frente a frente y se sentía curioso. -Quiero que me pruebes, por favor- pidió ella acostándose en la sábana sobre el frío material que tenían por suelo y llevando una mano a su coño lo masajeó. -No sé cómo- admitió él en un susurro y Natalia le sonrió, en serio era un encanto. -Quédate ahí, te mostraré- dijo levantándose, Mónaco se quedó acostado mientras ella se sentaba en su rostro- Sólo sé cariñoso y no muerdas demasiado, cariño, ¿Está bien?- sin tiempo a responder, puso su v****a en la boca de el chico quien comprendió lo que debía hacer y que, juzgando por los ruidos de excitación de la castaña que pellizcaba sus pezones cachonda, lo hacía bien. Natalia empezó a temblar sobre él, estuvo a punto de apartarse y preguntarle si estaba bien pero tomó su cabello con ambas manos y casi ahogándolo le impidió apartar la boca de su clítoris hinchado y rojizo. Estaba en el orgasmo de su vida y Natalia vio más que fuegos artificiales.  Se movió, cuando las piernas se lo permitieron para sentarse sobre el pene erecto de su chico que seguía fuera de los pantalones. Mónaco soltó un gemido ronco sin poder controlarse y ella puso sus manos sobre el pecho de él para apoyarse. Brincaba sobre su pene mientras hacía un movimiento al frente para rozar su ya sobreexcitado clítoris y correrse nuevamente. . . . El primer polvo de su vida fue sobre una azotea sucia y cagada por palomas, donde los restos de comida china y una sábana manchada de semen quedarían como testigos silenciosos de lo que él consideró una de las mayores experiencias de su vida. Y como esa hubieron muchas más. Mónaco se acostumbró a la alocada costumbre de su chica de pedirle coger en casi cualquier lugar, fue por ese motivo que se enamoró como un tonto de ella deseando complacerla a como diera lugar.  Trabajaba en un lugar de comida rápida y aunque no era mucho lo que ganaba siendo un chico sólo y sin familia más allá de la que hizo en el orfanato en donde creció, alcanzaba para comer y su renta al menos. -Deberíamos viajar, ¿no crees?- él se rió, Natalia le pasó el tabaco de marihuana y se acercó a él besando sus labios- ¿Por qué te ríes? Estaban dentro de la pequeña bañera de su minúsculo apartamento, era julio y el calor empezaba a incomodar, por lo que decidieron tomar unas cervezas y algo relajante para hacer su fiesta privada. Hacía un mes cuando mucho que fumaban, empezó en una fiesta y a Natalia le gustó demasiado, a él también aunque se negaba a admitirlo, prefería creer que era por ella que lo hacía. -Es una locura, mi amor, además ¿A dónde iríamos sin un centavo?- dijo con obviedad y ella sonrió sentandose desnuda en su regazo, ansiosa por otra sesión de sexo acuático. -Podríamos robar una van y perdernos un rato- Mónaco sonrió mientras ella besaba su cuello, sonaba a broma pero un par de semanas después se dio cuenta de que era cierto y silenciosamente había aceptado ser partícipe de ello.
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