Capitulo 2

3139 Words
CAPÍTULO 2 ❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀   —Señorita por favor, por aquí.—una azafata morena con traje azul llamativo me hizo una seña para que la siguiera. Cuando fui detrás de ella, me había llevado para la sección de primera clase. El lugar era totalmente asombroso. El sitio era silencioso y tranquilo, todo era de un tono color n***o y blanco. El suelo era una especie de alfombra de terciopelo del color de mi cabello y se veía tan esponjado que me daba la bienvenida para recostarme sobre él y echarme a dormir. Personas con trajes estaban sentados con sus laptops, muy concentrados en el asunto, porque parecía que su vida dependía de ello. Sin duda, mis padres se sentían culpables por deshacerse de su hija y pagaron para que,aunque sea, el viaje fuera mucho mas cómodo para mí, colocándome en primera clase. ¡Vaya lujo! La azafata me indicó que me sentara en el inmenso asiento y me ayudó con mi maleta, colocándola en una de los portaequipajes. Me senté y al instante me hundí. El asiento era mucho mas cómodo que mi cama. Me sentía en el paraíso. Me encontraba mirando la ventanilla del avión. El asiento que estaba junto a mí estaba vació. Mejor para mi, no me apetecía viajar con nadie. Al poco de unos minutos, la azafata volvió. —¿Le puedo ofrecer algo de comer, pequeña?—sonrió, como una chica de p********a de pasta dental. Y la fulminé con la mirada en cuanto me dijo: pequeña. Tengo quince años señora, creo que ya estoy lo suficiente grande como para que me llamen así, pensé. —Una hamburguesa con papas fritas, una coca-cola y...quiero que le ponga mucha mayonesa a la hamburguesa—sonreí, al igual que ella y sólo me miró con cara confusa. —Emm..sí,por supuesto.—hizo una mueca con sus labios y me miró con el ceño fruncido.  Sin decir mas nada, se marchó. ¿Acaso nadie pedía eso en primera clase?¡Vaya lujo! Al rato, se escuchó la voz de una de las azafatas por uno de los parlantes, avisando que el vuelo se encontraba demorado y que dentro de veinte minutos despegaríamos. Aproveché ese momento para sacar mi teléfono antes de que me pidieran que lo guardara. Marqué el numero de Jamie. No quería irme sin antes escuchar su voz. Cuando me fui de casa, ni siquiera se encontraba allí y aunque mi orgullo estaba lo demasiado alto como para averiguar donde se encontraba, no abrí mi boca para preguntarle a mi madre de su paradero. Pulsé la tecla de llamada y esperé. Al segundo pitido atendió y no esperé para ser la primera en hablar. —Hola Jamie. No quería irme sin antes llamarte y hablar contigo, yo sé que... —¿Hola?¿Quién eres? — una voz femenina me interrumpió y me quedé en silencio unos segundos.  Yo conocía esa voz. Era Blis. —¡Desgraciada!¿qué haces con el teléfono de mi hermano? Sentía que mi corazón iba a salir disparado. Escuchar esa voz, me contaminaba la mente como veneno. Mi instinto me pedía a gritos que salga del avión y vaya a buscarlo para salvarla de sus garras. Pero eso me ocasionaría más problemas, tenia que reconocer que ya era demasiado tarde. —¿Alia?—respiró hondo y su voz se volvió completamente nerviosa. —¡Responde!¿Dónde está mi hermano? Quería gritarle. Quería destruirla. Quería matarla. Quería acabar con ella. En un momento se escuchó el ruido de una motocicleta de fondo. Jamie tenía una. —Acaba de llegar...fue por unas bebidas—explicó.  Arrastraba las palabras y sabía que estaba demasiado enojada, confundida y más que nada sacada de quicio con ella. —¿Qué esperas miserable para pasarme con él? Contrólate Alia, contrólate. —¿Alia?—la voz de mi hermano me agarró por sorpresa—¿Por qué me llamas?¿estás en el avión? — preguntó, inquieto. Sino me controlaba, iba a lanzar mi teléfono a la cabeza de alguna azafata. —Estoy en él, el vuelo sé ha atrasado.—ya no tenia ganas de decirle que lo extrañaba. Él y ella podían olvidarse de mí. Aunque era consciente que a Blis le resultara difícil hacer eso. —¿Y por qué me llamas?—una pequeña risilla se escuchó de fondo. Maldita Blis. No quería imaginarme lo que estarían haciendo. —Olvídalo—dije sin ganas de seguir con la conversación. Cuando estaba apunto de colgar, Jamie habló. —¡Espera Alia! Sólo quería decirte que te quiero... y que te extrañaré. Me sentía conmovida por la forma dulce y adorable en que lo había dicho. Dijo las palabras que yo quería decirle. —Te quiero—una pequeña sonrisa apareció en mis labios— ¡Oh! Pon el alta voz, Jamie.—agregué con entusiasmo. —Está bien.—dijo dudoso—Listo. —Escúchame bien pedazo de mierda. Llegas a lastimar a mi hermano y te haré volar, y sabes que no lo digo en manera literal ¿cierto?—grité con tanta fuerza que estaba segura de que los pasajeros me habían escuchado. Cuando lo dije con la mejor de las alegrías, colgué. ¡Trágate esa, Blis! Las azafatas comenzaron a reaparecer por los pasillos del avión, avisando de que estábamos apunto de despegar y que apagáramos nuestros móviles, incluyendo portátiles. Guardé mi móvil en mi vaquero y me puse a observar por la ventanilla, recostándome más sobre mi asiento. Adiós a todo. Tenía el presentimiento de que no seria bienvenida en Newport ¿Y sí mi tía no me quería?¿y sí no le gustaba mi manera de ser? Confieso que tenia miedo al rechazo, pero realmente me importaba encajar allí. Sí iba a convivir en otro lado, tenía que comportarme. ¿Podría soportarlo? ¿podría controlarme? Sólo obtendría la respuesta cuando estuviese allí. La voz de un joven se escuchó en la entrada de primera clase. Eso hizo que me sobresaltara. El chico entro apresurado, casi corriendo a sentarse, y por mala suerte se sentó junto a mí. Cuando lo hizo, me miró de arriba a abajo con desprecio y volvió su mirada hacia delante.¿Qué le pasaba? Lo contemplé detenidamente; Era de cabello rubio, sus ojos eran tan claros como el día y no dejaba de apretujar los bordes del asiento con sus manos, tenia los nudillos más blancos de lo que era él cuando apretaba cada vez más. Llevaba puesto una campera de lana color gris claro. Estaba segura de que estaba hecha a mano por algún familiar, quizás por su abuela o su madre, ya que no tenía una etiqueta por detrás de su nuca. Me había picado el bicho de la curiosidad. —¿Eres teñido?—le pregunté, con una sonrisa. Como respuesta,me miró con una expresión rara y volvió otra vez a mirar al frente. Sus ojos estaban enfocados en la entrada de primera clase. —¿No me oyes?—insistí. Volvió a mirarme pero está vez con la peor cara. —¿Eres teñida?—repitió, intentando imitar el mismo tono de mi voz. —Yo te lo pregunte primero—me crucé de brazos, fingiendo estar ofendida. —No, no lo soy.—dijo en seco, y casi con arrogancia. —Pues, parece. —¡Que no lo soy!—se llevó la mano al cabello agarrando un mechón para que pudiera comprobarlo—¿Ves?, no tengo raíces negras.—masculló, poniendo los ojos en blanco. —Pero quizás te lo hallas pintado ayer.—supuse. —¡No me lo he pintado!—siguió diciendo. Ya parecía irritado.  Siempre provocaba ese efecto en la gente y me divertía haciéndolo. —Yo digo que sí. —¡Ya basta! El cartel de abrocharse los cinturones, se prendió y los dos, casi al mismo tiempo, nos los abrochamos. Eso provocó un leve rose de nuestras manos y un pequeño escalofrió recorrió mi cuerpo por completo. El joven me miró de la misma forma en la que yo lo hice. Confusa. El avión comenzó a deslizarse lentamente y el chico relajó los hombros aliviado. ¿Acaso estaba huyendo de algo? Se que no era asunto mio, pero no podía evitar preguntármelo. Miré por ultima vez la preciosa vista de Oregon diciendo en un susurro... adiós. Me sentía melancólica y se que extrañaría absolutamente todo, porque después de todo, pasé mis mejores momentos allí. Contuve las lágrimas lo más que pude, pero no pude soportarlo más. Estaba llorando con suspiros largos y la tristeza me consumía. Odiaba ponerme así de sensible, era algo que no soportaba de mi misma. Todo esto era culpa de Blis, ella tendría que estar en este avión y no yo. Para cuando me percaté, estábamos volando y ya podíamos movernos libremente. —Me llamo Jack.—Oí que se presentó. Me volví para mirar al joven que estaba a mi lado y me miraba de manera especial. El sol le pegaba justo en sus ojos e iluminaba su rostro de una forma divina. Era atractivo, no lo negaba, pero...había algo raro en él que no encajaba. —Soy Alia.—dije sin ánimos. —¿Por qué lloras Alia? — preguntó Jack, con curiosidad. —Porque estoy harta de la vida que llevo. —Eso es muy cobarde de tu parte.—tomó en su mano un mechón de mi cabello rojizo y lo examinó mientras lo enredaba en uno de sus dedos. —No soy cobarde.— solté a la defensiva, apartando mi cabello de sus ásperas manos. —Si lo eres.—afirmó. —No me conoces para decirme que lo soy.—mordí mi labio inferior y él sólo soltó un suspiro. —Conozco a las chicas como tú perfectamente. —No, yo no soy como las demás. ¡Claro que no lo era!¡Podía mover cosas con mi mente y manos!¿Acaso había otras chicas iguales a mí?Lo dudaba. —Sí. —No. La azafata morena nos interrumpió con el carro metálico ofreciéndonos bebidas y por fin había llegado con la comida que había pedido. La apoyó en la tabla que tenia frente a mí y miré con deseo la preciosa hamburguesa. —Amiga estarás en mi estomago en menos de lo que canta un gallo.—exclamé pasándome la lengua por los labios. Jack sólo cogió una copa de vino. —Buen provecho.—levantó la copa en mi honor y dio un profundo trago. —¿Cuantos años tienes?—pregunté sorprendida porque lo estaba viendo beber. —Lo suficiente como para ingerir alcohol sin que me regañen.—me dio un guiño y siguió bebiendo. Sin apartar la vista de él, le di un mordisco a mi hamburguesa. Cerré los ojos saboreando con lentitud y disfrutando cada mordisco que le daba. Tenía que viajar en avión más seguido. —¿Qué tal la hamburguesa?—preguntó, Jack. —No son como las de Mcdonals, pero está buena—dije con mi boca llena—¿Quieres? —le pregunté, poniéndosela a unos centímetros de su cara. Negó con la cabeza mientras tenia la frente arrugada. Seguí ingiriendo mi comida hasta que la bandeja de metal quedó completamente vacía y mi vaso de Coca-Cola quedó seco. Con Jack nos mantuvimos callados por varios minutos pero el silencio duro poco. —No me has dicho tu edad.—dijo él. —Quince—Le dije, agregando un guiño de ojo. —Creí que eras más grande. Yo dieciocho.—Me devolvió el guiño, pero más que un guiño parecía una parálisis facial, como cuando se tilda el ordenador. —Sólo tengo piernas largas ¿Vas destino a Newport?—pregunté. —¿Tú vas hacia allá? —Sí. —Entonces, sí. Voy a la ciudad de Newport.—su expresión era simpática. —Estoy empezando a creer que eres un psicópata. —¿Me estás llamando psicópata? Tú me preguntaste sí era teñido a los pocos segundos en que me viste.—su tono de incredulidad ya no me gustaba en absoluto. —Sólo fue una pregunta.—rodeé los ojos. —Bien. —¡Bien!—volví a mirar por la ventanilla para evitar no golpearlo. Ver el cielo azul me plantó una sonrisa en la cara. Las nubes parecían de algodón y era precioso. El sol se veía a lo lejos iluminando las nubes que se encontraban serenas. Exhalé profundamente, imaginándome que flotaba por encima de ellas. No había paisaje más hermoso como éste, pero me dolía saber hacía donde me dirigía. Cerré mis ojos y al instante me sumergí en un profundo sueño. Seis años atrás... —¡Alia, ponte un suéter!—oí el grito de mi madre desde la puerta trasera de la casa. Fingí que no la había escuchado. Saltaba sobre las hojas para que pudiera oír el crujir de ellas , era uno de mis juegos favoritos. Estábamos en épocas de otoño y siempre el aire era algo frio, pero yo no lo sentía. Mi cabello de color dorado danzaba al mismo tiempo que se mecían los arboles. Las hojas volaban y algunas escapaban de mis manos. El cielo amenazaba con una gran tormenta que se aproximaba. Los días nublados eran mis preferidos. Miré las hojas y un objeto brillante atrajo mi atención. Lo recogí con cuidado. Era una especie de perla de un tono rojizo. Sin romperla, subí hasta mi casa del árbol para que no se la llevase el viento y pudiera mirarla mejor. Cuando ya estaba dentro cerré la pequeña puerta y tapé las ventanas con las tablas de madera para no permitir el paso del frío. Me senté en mi diminuta silla frente al tronco que utilizaba como mesa. La apoyé con cuidado y no pude apartar la vista de lo perfecta que era. Sin duda, era una especie de pequeña perla, era del tamaño de mi dedo pulgar. —¡Soy rica!—exclamé orgullosa por mi hallazgo. Mis amigas de primaria me envidiaran y todas las de mi clase suplicarían poniéndose de rodillas ante mí para que les permitiera verla. Me había sacado la lotería. Cuando estaba por agarrarla con la palma de mi mano, ésta se levantó. Solté un pequeño grito. Contuve mi palma por encima de la perla sin el más mínimo contacto. Flotaba en el aire. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Siempre mi sueño fue tener poderes y ¡miren ahora!. Me siento como una de las chicas super poderosas. Golpearon la puerta y eso me provocó tal susto que casi arroje la perla al suelo. —¡Abre Alia! Era Jamie. —¿Qué quieres?—tartamudeé. —Quiero entrar.—protestó. —No.—muy nerviosa guarde la perla en mi bolsillo mientras miraba hacia la puerta por sí Jamie lograba ingresar. —¡También es mi casa del árbol! —la puerta se abrió con suavidad y yo tragué saliva. No sabia disimular en absoluto. Sí Jamie se enteraba lo de la perla, me la quitaría y se adueñaría de ella. La puerta se abrió por completo y el viento de lluvia que entro hizo que me diera escalofríos. —¿Qué quieres?—me crucé de brazos, mirándolo a la defensiva. Él hizo el mismo gesto. —Quería saber que estabas haciendo — sus ojos se perdieron en el interior de la casa del árbol, como si buscase algo. —No estoy haciendo nada. —Mientes.—se acercó a mí, despacio mientras me miraba con desprecio. Él me odiaba. —No.—hundí más las manos en mi bolsillo para proteger la perla. —¡Jamie! Relajé mis hombros al escuchar el grito de mi madre llamando a mi hermano. Me había salvado una especie divina, llamada mamá. Mi hermano me miró con el ceño fruncido y se marchó. Cuando procuré que él ya estaba dentro de mi casa, volví a sacar la perla del bolsillo. —Estás a salvo amiguita.—le dije, dándole un casto beso. Tiempo actual... Abrí mis ojos perezosamente y me incorporé en el asiento, largando un gran bostezo. Cuando me di cuenta, mi cabeza estaba apoyada sobre uno de los hombros de Jack. Él se encontraba dormido al igual que casi todos los pasajeros del avión. Una azafata estaba parada sobre el lumbral de la puerta de entrada y la llamé. —¿Cuantas horas de viaje quedan? —Solo tres horas, pequeña.—otra vez mostró esa sonrisa que me hacia poner histérica con tan sólo verla. —No me llame pequeña.—la fulminé con la mirada. Ella tragó saliva y apretó sus puños algo incomoda. —¿Cómo puedo llamarla entonces?—Su incomodidad desapareció y la remplazó por una mirada desafiante. Alia la rompe culos. —Sólo Alia.—confirmé. —¿Necesitas algo más, Alia? — pronunció mi nombre como si estuviera apunto de vomitarme en la cara. —Quiero café—le ordené. —Enseguida.—y con un asentimiento de cabeza, se marchó. Ver a tantas personas dormidas me hacia sentir impaciente y aburrida. Ya no tenia sueño y me iba a volver loca si me mantenía sentada allí por tres horas más. Así que para eliminar esa sensación que odiaba, decidí hacer "sonar mi alarma especial". Abrí mis manos colocándolas sobre cada uno de mis muslos. Cerré los ojos imaginándome un hermoso temblor. Concéntrate Alia, concéntrate. A los pocos minutos, el avión comenzó a sacudirse como respuesta, no eran sacudidas tan fuertes. No quería que haya muertes, pero si sustos que quizás lo provocara . —¡Vamos a morir!—grité a todo pulmón como una gran actriz. Las personas se despertaron y comenzaron a entrar en pánico, incluyendo Jack. Gritos y más gritos se propagaron en la sala, y en el sector de segunda clase, también. La mascarilla de oxigeno me golpeó la cabeza y maldije. Esa escena me hizo reír como nunca. Algunos rezaban y otros lloraban. Sin duda les estaba dando una jodida lección a aquellos que vivían trabajando y haciendo viajes de negocios. Como dice el dicho: Haz lo que quieras y di lo que sea mientras estés con vida. Mañana puede ser demasiado tarde. El grito de Jack me ensordeció, mientras se ponía torpemente la mascarilla. —¡No, por dios!¡No quiero morir sin antes dar mi primer beso! Se arrancó la mascara de la cara a los pocos segundos en que se la había puesto y con rapidez, tomó entre sus manos mis mejillas y envistió sus labios contra los míos. El temblor se detuvo al igual que mi mente. Me quedé en blanco, totalmente...en blanco. Mis ojos estaban abiertos, parecían platos. Por alguna extraña razón, no me resistí a su beso. Cuando se apartó de mí, estaba más rojo que un tomate, al igual que yo. Estábamos muertos de vergüenza. —Lo siento.—logró decir.  Con tan sólo mirarlo me eche a reír tan fuerte que no podía detenerme. Él me miró con el entre cejo fruncido como si tratara de entender el motivo por el cual me estaba riendo. —¡Dios santo!— dije entre risas —¿Fue tu primer beso?—era inevitable no reírme.  A sus dieciocho años no había dado ni un puto beso en su vida. —Claro que no lo fue.—rodó los ojos y se removía incomodo en el asiento. —¡Mientes!—le grité. —Era sólo para besarte ¡idiota! y mi plan resulto.—puso la mejor cara de arrogante y lo golpeé en el hombro. Sin duda estaba mintiendo y no sabía que escusa poner para zafarse de esta. —Para ser la primera vez que besas, no estuvo mal. Su rostro se iluminó como si estuviera apunto de recibir un regalo de navidad. —¿De verdad?. Digo...—se aclaró la garganta— Sí, ya lo sé. Siempre beso estupendo.— Al escuchar que eso había salido de su boca me vino a la mente el personaje de Johnny bravo. —Arrogante y estúpido.—solté como si tuviese algo agrio en mi boca. —¿Disculpa? —Eso es lo que eres.  No soportaba a personas como él. Éste simple extraño me había besado y se sentía el rey del mundo. Repulsión me provoca personas como él. —No puedes juzgarme sin conocerme.—se puso a la defensiva. —Pero si puedo juzgarte por lo que demuestras.—y sin decir más nada volví a mirar por la ventana, no quería hablar más con él. —Infantil.—susurró, con enfado. —¿Qué?—volví para mirarlo para que tuviera el valor de volver a decirlo. —IN-FAN-TIL.—dijo entre silabas pronunciándolas muy fuerte. Lo agarré del cuello y se lo apreté, obligándome a que me mirase. Trató de liberarse pero no pudo. —Escúchame bien maldito bastardo, no te metas conmigo, y sí te atreves a hacerlo,te lanzaré por la ventanilla y no me importara en absoluto si me mandan a prisión. Más que una advertencia, era una amenaza. Yo era capaz de hacer eso y mucho más. Personas arrogantes como él y Blis tenían que extinguirse. Si alguna vez me dieran alguna orden de exterminar a personas de ese tipo, no me resistiría y lo haría con mucho gusto. Apreté su cuello aun más fuerte y lo solté. Jack no me habló en todo el resto del viaje. ❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀   Hola, soy Florencia Tom, escritora de este libro y quiero agradecerte por quedarte enganchada con este capitulo. No te olvides por favor de darle un corazoncito y compartir esta historia con aquella persona que quiera sentir lo mismo que tú!¿Quieres continuar leyendo esta historia?¡Desliza hacía abajo y continua disfrutando de esta historia!¡No olvides visitar mi perfil y encontrar nuevos libros escritos por mí!¡Beso grande, te quiero!  
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